martes, 6 de agosto de 2013

Diario de un loco, de Luis Luque y José Luis García Pérez. Matadero.




Sé que más de uno y más de dos habréis estado esperando este comentario. Y no lo he escrito hasta ahora por dos motivos. Primero, porque me fui de vacaciones el día después de ver el espectáculo y segundo y más importante, porque quería que el "amor de madre" del primer momento se suavizara un poco pa ver si así me salía algo más objetivo. Pero no hay forma, chico, cada día que pasa me gusta más.
Titulo este comentario "Diario de un loco, de Luis Luque y José Luis García Pérez" porque en este caso aparte de Gogol, la autoría del milagro está compartida por estos dos prestidigitadores de las emociones. Como no soy nadie para explicar las maravillas del texto, y de esa historia mágica, tierna, y enamorable, no me voy a meter en jardines y voy a hablar de las sensaciones que yo tuve.
Confieso que llegaba nervioso y muerto de ganas de ver el espectáculo. Pocos días antes había tenido la suerte de conocer personalmente a estos dos seres. Nada, cinco minutillos y dos tontunas, nada más. Pero luego contaré por qué este detalle es importante. Total, que eso, que iba yo atacao. Y por supuesto me las ingenié para que nos sentáramos en tol centro de la primera fila. Ya cuando sales al tejado el corazón te da un vuelco. La escenografía de Mónica Boromello y Alessio Meloni te dejan flipado. Pocos elementos, todos necesarios, imprescindibles, simbólicos y tremendamente poéticos. Y detrás, como un animal enjaulado, ves a José Luis, o más bien a Aksenti. Te mira con ojos pícaros, de animalillo juguetón, provoca, seduce, sonríe, te reta y te dan ganas de saltar y cascarle dos besos.
En otra ocasión, con "Las plantas" de San Pablo Messiez y Estefanía (de los dioses) y de los Santos, lo definí como ouija, o algo así. Eso es cuando lo que estás viendo es como un acto de espiritismo y el actor es un completo médium poseído por el personaje. NUNCA HE VISO NADA IGUAL.  Bueno, sí, pero lo de José Luis es de otro planeta. La simplicidad, el magnetismo, la picardía, la seducción, la economía de recursos, la valentía, el amor y el vértigo emocional con los que vive durante esa hora en la piel de Aksenti hacen que no haya adjetivos suficientes para definir lo que es un trabajo integral, visceral y emocional absolutamente desbordante. El pobre funcionario que afila las plumas de su jefe se convierte en un ser que comienza a oír hablar a los perros como la cosa más normal del mundo. Un pobre hombre o un hombre pobre que tiene la desgracia o la circunstancia de ser gris, de no ser nadie especial ni especialmente atractivo. Las negativas y los muros con los que se va encontrando en su vida le hacen derrapar en la carrera de la vida, salirse del camino pero seguir mirando a la luna de la forma más orgánica posible. No es un loco, ni se vuelve loco. Vas con él en ese viaje, y oyes a los perros hablar, entiendes sus cartas, te indignas igual que él, te enamoras de esa mujer que ni le mira, te crees que es rey de España, y vives su degradación en el manicomio como la confabulación de los que le quieren derrocar. Porque es verdad, todo es verdad. Y es verdad, porque José Luis te lleva agarrado del corazón desde que te mira por primera vez, antes incluso de pronunciar el primer sonido. ¿O no es verdad que no podemos vernos las narices porque todas están en la luna? Estaría horas y meses hablando de los milagros que hace José Luis en cada microgesto, de cómo notas que cada palabra y cada pausa y cada silencio están llenos de verdad. Si yo fuera más joven que él, querría ser don José Luis García Pérez de mayor. Como actor que soy no podría pedir nada más.
Y este milagro lo es porque así lo ha visto Luis Luque. Si ya era un gustazo "La escuela de la desobediencia" y un prodigio retorcido "Ahora empiezan las vacaciones", lo de "Diario de un loco" es un derroche de inteligencia, de sensibilidad, de sabiduría, de clarividencia y de maestría. Yo tengo un mito que está por encima del bien y del mal, ha sido, es y será mi director preferido ahora y siempre, pero después, y a día de hoy no se me ocurre un nombre más poderoso. Luis Luque es para mí, el mejor y más sabio director y entendedor de teatro.
Todo esto lo complementas con la mágica y colaboradora música del genio Luis Miguel Cobo, la escenografía que ya he mencionado, el vestuario de Paco Delgado que es otra obra de arte (ese pijama blanco roto, que puede ser un pijama de niño o un pijama de manicomio, o la sorpresa-calendario...) , y la luz dificilísima pero finalmente bella y fascinante da David Hortelano y lo que te sale es el mejor espectáculo del Fringe de este año.
Vamos, no sé, pero esta función espiritista debería estar en el María Guerrero o en el Español sí o sí.
Ah, el cotilleo de José Luis. Al acabar la función, tomando una cañita en el bar... salgo a fumar. Allí está José Luis rodeado de colegas actores y tal. Claro, yo no voy a interrumpir para felicitarle, así que me voy para una esquinita. Y a los 15 segundos se acerca José Luis, ma casca un abrazo y me dice que le había ayudado mucho ver una cara amiga en primera fila. Imagínate, yo me meo, me cago y me corro todo a la vez. Ya sé que es una tontería (además yo sólo soy mitómano con quien lo merece) pero aparte de emocionarme como un bobo y de entrame una ganas locas de llorar, me hizo ver que ese ser que yo veía como a tres metros sobre el cielo, un médium iluminado que me tenía sobrecogido... encima era majo y humilde!!!! Ya sé que todos los actores y los directores, o la mayoría al menos, son majos y humildes, pero haber conocido a don Luis Luque y a mi mito eterno José Luis García Pérez y haber recibido lo que recibí esos días... me elevó al cielo más cielo de los cielos y ahí sigo.

La verdad es que creo que este comentario me ha quedado churrero, pero son tantas emociones desbordadas y tanta la pasión que provocó en mí, que no soy capaz de organizar mis ideas. Todo es un torrente. Sin ningún género de dudas, el mejor o de los mejores espectáculos de este año.