domingo, 23 de febrero de 2014

"Casualmente..." de Vaca 35. Kubik Fabrik.

No es ninguna novedad que "Lo único que necesita una gran actriz..." fue junto con "Diario de un loco" lo que más me estremeció del Fringe 2013. El trabajo de Damián Cervantes dirigiendo aquella liturgia y por supuesto el curro demoledor de Diana Magallón y de Mari Carmen Ruiz revolucionaron mi concepto de teatro, de comunicación, de estremecimiento y de cómo afrontar un texto. Y ahora van y se meten con ese icono que es "La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera. Y el nivel de depuración se dispara.
Si en "Lo único..." la referencia a "Las criadas" era más evidente, sobre todo en el comienzo y en algún otro momento bizarro, aquí la referencia no es tan clara, y aparece o mejor dicho, permanece oculta, como una esencia soterrada que invade todo, incluso el "intermedio". Resulta que este montaje es anterior al otro, pero por depuración, parece posterior. Al menos a mí me pareció de una sutileza producto de la depuración de una forma de trabajo.



De nuevo te colocan a escasos centímetros de los actores. Mejor dicho, de los personajes. Tomás, Teresa, ella, él, los dos, cada uno, sólo, acompañado, busco, fumas, te cuento, me echan, miento, gritas, lloro, poema, sufres, yo más. Lo que encuentras del libro de Kundera es como un tarrito de esencias. Si yo hiciera cábalas sobre el posible método de trabajo te diría que parece que han cogido escena por escena, momento por momento, los han reducido a una sola palabra que defina el conflicto y han empezado a jugar alrededor de esa palabra, de esa esencia. Unos juegos se han quedado, otros no, seguramente se han reordenado, todo se ha pulido hasta la esencia más depurada y leve. Ya no está el libro de Kundera (está, pero por debajo) ni siquiera están esos juegos, están los brochazos de esencia  formando una historia cruel, demoledora, triste hasta unos límites dolorosos. ¿Puede el dolor desgarrado del abandono ser sutil? Pues sí, ya te digo yo que sí.
A ver, claro que hay pinceladas del libro, pero sobre todo lo que yo recibí fue un trabajo de depuración, de llevar hasta los límites de la esencia lo que se va planteando en distintos momentos. Es como una secuencia de conflictos materializados en una especie de puzzle de sentimientos. Aderezados con poemas tan desgarradores como el de Sylvia Plath o con boleros como ese brutal de Los tres Caballeros. "Regálame esta noche, retrásame la muerte..." que cuando lo oyes la primera vez,sonríes, aunque se te congele la sonrisa, ya la segunda vez que lo oyes, empiezas a llorar y no paras, porque también preferirías ser horizontal, porque caminas entre ellos, pero no se dan cuenta.



Me confieso eterno devoto del dolor de Vaca35, de su forma de trabajo, de sus depuraciones, de tu infinita inteligencia y de su trabajo exhaustivo y de una profundidad abismalmente dolorosa.       Ni que decir tiene que tanto mi admiradísima Diana Magallón como los descomunales Damián Cervantes y José Rafael Flores están absolutamente soberbios y que hacen un trabajazo de una profundidad e implicación emocional salvaje. Son tres monstruos que incluso en el "intermedio" están escarbando en sus soledades y estrujando sus almas antes de seguir estrujando la tuya. Devoto eterno de Vaca 35. Gracias, gracias, gracias y gracias.

Voy a añadir un enlace, cosa que no hago nunca, pero este comentario sin esta banda sonora... no es nada.


http://www.youtube.com/watch?v=oDIThAJQMmQ
 

lunes, 17 de febrero de 2014

Onegin. Commentaries. Canal.

El New Riga Theatre y el director Alvis Hermanis presentaron en Canal su peculiar versión del "Onegin" de Pushkin. 
En la web ya ponía que el espectáculo iba a tener traducción simultánea. Y en el teatro había carteles explicando que era decisión del mismísimo director lo de la traducción simultánea. Lo que tenías, aparte de la cola para devolver el aparatito a la salida era a una señora probablemente rusa o letona (el espectáculo mezcla ambos idiomas) que iba traduciendo el texto con un acento tremendo, una dicción horrible que daba lugar a curiosidades como llamar "escarbarajos" a los escarabajos. Fallo terrible, ya que para mi gusto, debería haber sido alguien que hablara bien castellano, no ruso o letón. Lo importante es que sepa hablar bien castellano, digo yo, que es el idioma que va a tener que hablar. Total, que tenías en el oído una narración horrible que al menos a mi, durante la primera parte, me hizo sufrir más que disfrutar del espectáculo.
Y fue una pena, porque esta versión del "Onegin" me pareció fabulosa. Mezclaban el texto original (o una selección de partes del texto de Pushkin) con acotaciones que situaban ciertos detalles del texto en su marco social, cultural y temporal. Buena idea, que servía para entender determinados comportamientos o costumbres que ahora nos pueden parecer pintorescos pero que tienen su razón de ser. Estos textos intercalados son ingeniosos e ilustrativos, aunque quizá en algún momento resulten excesivos. En la primera parte, por ejemplo, aparte de la señora esta que te hablaba, estas acotaciones me entorpecieron el desarrollo del "Onegin". 



Pero lo que es la función en sí es fascinante. Un actor hace un poco las veces de Pushkin, al que llamaban "El mono" por ser descendiente de africanos (de todo esto nos enteramos por una de esas acotaciones) y se pasea por el escenario cual simio saltando estantería arriba estantería abajo. El resto del reparto interpreta a los demás personajes de la función a la vez que colabora con las acotaciones. Más o menos nos van contando salpicada de esas interrupciones, la trama de la obra de Pushkin. Hay un intermedio en el que el sábado al menos hubo desbandada. Se piró un huevo de gente. Normal. Al menos para mi gusto, aquello no terminaba de funcionar. Ni la mezcla de tramas y estilos, ni por supuesto, la señora esa que te hablaba de mala manera por los oídos. Y entramos a ver la segunda parte.
Y chico, no me preguntes por qué, pero de repente, en es segunda parte, en algún momento tomo cobra sentido y como por arte de magia mi espíritu, mi mente y mi corazón empezaron a volar y todas las piezas se colocaron de pronto. Lo malo es que no sé explicarlo. Fue como algo milagroso. O como si todo estuviera cuidadosamente calculado para premiar la paciencia y el director nos hubiera hipnotizado para que en ese momento (la parte más lírica de la función, claro) entendiéramos todo. Los actores están brutales todos ellos. Especialmente ese Onegin dandi literalmente amanerado hasta unos extremos descomunales pero conservando la esencia del personaje. Maravilloso. 



Así que sí, a pesar de la mierda de la traducción simultánea, este experimento funciona, y te ofrece un Onegin original con todo el lirismo y el drama del texto de Pushkin y una emoción desbordada a pesar del artificio que mágicamente funciona de maravilla.      

viernes, 14 de febrero de 2014

El policía de las ratas. Abadía

Muchas veces quiero buscar lecturas por debajo del texto. Temas, conflictos y temblores más allá de lo que a simple vista me cuentan. Evidentemente no siempre acierto. A veces todo es más sencillo de lo que yo quiero ver. Pero hay otras veces en las que uno ve cosas pero no termina de descubrir lo que le cuentan en el programa de mano. ¿De verdad, de verdad, de verdad es tan evidente que en este texto se habla del "poeta", del "artista", del "raro", del "diferente"? ¿Me juras que es tan obvio si no lo lees en el programa de mano? ¿Si no te lees lo que pone, en serio que llegas a las mismas conclusiones que te explican en el programa? Hombre, no me tengo por un prodigio de inteligencia ni por un visionario, pero de verdad te digo que si has contestado "sí" a las tres preguntas que he hecho, te pago una cena.



El texto me gusta, me gusta mucho. La lectura que hacen los do actores no tanto. Y la opción desde la dirección de Álex Rigola de dejar que hablen y hacer poco más, tampoco me parece muy acertada. Joan Carreras habla bien, tiene una voz portentosa y la emplea con maestría. Pero tiene una tendencia a acentuar las palabras de forma rara y acaba diciendo cosas como "el depredádor", "descomposícion" o "al bébe le mataron por ámor". Aparte, el afán por no marcar nada demasiado acaba provocando el efecto contrario. Frialdad. No termina de engancharte en ningún momento. Andreu Benito está aún más lineal. El sonido y el fluir de las palabras es precioso, pero no termina de llevarte a su terreno.
Sinceramente, me parece una propuesta interesante por lo que pretende lograr, porque mola, pero me temo, que al menos conmigo, no lo consiguió. Se me quedó frío y algo tedioso. A lo peor es por mi deformación profesional, pero basar la fuerza hipnótica de todo un espectáculo en la voz (aparte de en el texto, evidentemente) es muy difícil.    

jueves, 13 de febrero de 2014

El nombre de la rosa. Teatro Nuevo Apolo.

"El nombre de la rosa" del Nuevo Apolo es Juan Fernández, la escenografía y poco más. Hala, ya lo he dicho. ¿Que si lo recomiendo? Por supuesto que sí. ¿Que si hay que ir a verlo? Si quieres recibir una clase magistral de un actorazo, no lo dudes.
Vayamos por partes, que me acelero y no llego a ninguna parte.
Lo bueno y lo malo que tiene adaptar este texto al teatro es que todo dios tiene la referencia del libro (best seller de la época) y por supuesto de la peli. Eso ayuda, porque hace que tu memoria te lleve por sitios por donde no te lleva la función, pero es cruel porque las comparaciones, ya sabes... Eso sí, el que no pierde es Juan Fernández, porque si hay un actor en España para hacer las veces de Sean Connery, es Juan. Pero vamos, sin la más mínima duda.



Empiezo otra vez, porque ya me he liado. Joer, soy lo peor.
El texto es conocido, todo el mundo conoce la historia. La adaptación que han hecho José Antonio Vitoria y Garbi Losada está muy bien. Contar el hora y media todo el jari que hay en esta abadía no es fácil y ellos han escrito una adaptación correcta, concreta e interesante. No dejan nada sin explicar. Quizá la escena del juicio sea un pelín larga, pero bueno, ahí está.
La escenografía es acertadísima. Toda la trama gira en torno a un libro. A su supuesto poder maligno ( la risa, eso tan peligroso) y a su efectivo poder letal. Bueno pues han colocado un libro gigante en el escenario y del que salen los personajes que irá cambiando, abriéndose y cerrándose recreando las distintas estancias de la abadía y al que regresarán al final de la narración. Gran idea. Es como si los personajes de un cuento salieran del libro, nos contaran su historia y al final volvieran a su sitio. Se mueve con mucha agilidad y es resultona a tope. Un gran hallazgo. 
El vestuario está bien, es rico y apropiado. Eso sí, lo que viene siendo la caracterización...me pareció bastante bochornosa. Les han plantao a los pobres unas calotas con los pelos largos que parecían todos sacados del circo de Charlie Rivel o de las aventuras de los Ewoks. Una cosa horrorosa. Bueno, no sigo, que me conozco...



La dirección sinceramente me pareció... digamos... ausente. No hay absolutamente nada. Sólo una sucesión de escenas, una detrás de otra y en la que el éxito de cada escena depende de la capacidad de los actores que intervienen en ellas. A mejores actores, mejor escena. Pero ya está. Nada de punto de vista, de marca personal, de toque, de autoría. Cero. Una escena, luego otra, luego otra...
Las actores me parecieron bastante irregulares. Juanjo Ballesta... en fin... creo que a pesar de sus buenas intenciones, que están claras, y de la carita de felicidad en los saludos (señal de que el chico está feliz y encantado) creo, digo, que no es el tipo de personaje que mejor le va. Dejemoslo ahí.   
Del resto... acabo antes diciendo quién me gustó. Me gustó mucho David Gutiérrez haciendo de abad. Habla por derecho, habla bien, tiene la voz bien colocada y compone un personaje muy coherente  y atractivo. Me gustó Miguel Munárriz como Bernardo de Gui (solo me gustó, no nos volvamos locos). Y ya.
Bueno, por supuesto, Juan Fernández. Un maestro de la escena. Antes de abrir la boca tiene una presencia abrumadora. Y no es que haya que comparar con Sean Connery, porque no, pero Juan no tiene absolutamente nada que envidiarle. No se me ocurre mejor galanazo que Juan. Ves aparecer a Juan y no es que te olvides, sino que ni te acuerdas de Sean Connery. Repito, su sola presencia es abrumadora. Y claro, abre la boca y se separan las aguas de los ríos. Cada frase tiene sentido, todas, absolutamente todas. Demuestra que es un señor que es cura, que es un ilustrado, que ha sido jefe de la inquisición, que es inteligente paburrir, que es respetuoso y que es duro y riguroso. Todo eso junto en cada frase y en cada gesto. Mal actor es el que no sabe lo que dice en cada frase. Ya, pero con todo y con eso los hay. Juan sin embargo entiende cada palabra que pronuncia y les de significado como si les diera alma. Está claro lo que decía antes, que a pesar de no haber una dirección clara, el peso, el ritmo y el poderío de cada escena lo lleva Juan. Él hace la función. 



Y lo digo de verdad, la función se te pasa en un pispás. Es super entretenida. Coño, no creo que nadie vaya a verla esperando ver teatro psicológico. es como leerte un libro de Agatha Christie o de Conan Doyle (con más enjundia, claro. El tema de los libros prohibidos, del acceso a la cultura, de la risa como elemento peligroso, de la corrupción de le Iglesia... no son moco de pavo)

La función es un divertimento, un ejercicio de intriga muy bien llevado por las manos magistrales de Juan  Fernández  a pesar de tener un huevo de cosas en contra. Vayan, se divertirán y gozarán como perrrrrros con Juan.              

Hécuba. Teatro Español.

¡¡Anda que no sabe ná José Carlos Plaza!! Coge un textazo de Eurípides, lo adapta Juan Mayorga, y llama pa la prota absoluta a Concha Velasco. Coño, mu mal se tiene que dar pa que no sea un éxito. Otro cosa es que sea un trabajazo. Pero es que encima lo es.
Al texto evidentemente no se le puede poner ni un "pero". Eurípides y Mayorga juntos, ahí es nada. Es un textazo, concreto, brutal, muy duro, directo y comprensible para todos sin el mas mínimo esfuerzo. Toda la brutalidad de la guerra, de la venganza, de la humillación y de la dignidad con un lenguaje directo, comprensible tremendamente poético y bellísimo.



La puesta en escena, claro, tiene que trasladar la grandiosidad de la escenografía creada para Mérida al escenario del Español, y al final queda un poco constreñido todo. Igual en Matadero habrían podido darle un toque... especial, no sé, se me ocurre. Aunque justo ahora está la CND, claro. Está bien de todas formas, aunque igual es un poco del "Un, dos, tres", pero es que yo pa las escenografías y pa las luces soy muy mío. Pero vamos, que todo lo que hay en el escenario está bien, se usa y es coherente y  preciso. Es más una cuestión de gusto personal. Sin embargo sí te digo que me parece muy bien iluminado. No me convenció nada lo de las voces grabadas. Sonaban fatal y no funcionaban en absoluto.
En cuanto a dirección, los momentos del coro a mi no me gustaron. Ni los cantos, ni una de las actrices, ni en general cómo estaban resueltos. Menos mal que por ahí estaba Pilar Bayona aprisionando la atención con su mirada y su presencia fantasmagórica y casi demoníaca. Sencillamente arrolladora. El resto está bien dirigido, basando el poder de la función a todos los niveles en el trabajo de Concha Velasco, lo cual no es ninguna tontería, claro está.
En esta tragedia sobre la dignidad y el orgullo, hay que destacar el curro de los actores. José Pedro Carrión está tan bien como casi siempre, dominando la escena, pisando con seguridad y una presencia elegante. Su dominio vocal es extraordinario, aunque últimamente tenga cierta tendencia a nasalizar demasiado. Y no le hace ninguna falta, se le oye de sobra y técnicamente es impecable. Juan Gea está sin embargo como pasando un poco del asunto. Suelta un poco las frases y apoya únicamente determinadas palabras. A ver, claro, hay que apoyar lo más importante, pero no de esa forma tan descarada y fea. Alberto Iglesias es el polo opuesto, está entregadísimo y en un tono perfecto y a la altura de la señora Velasco, lo cual es decir mucho. Luis Rallo bien, aunque su aparición es breve. Alberto Berzal realmente regu. Una cosa es intentar estar natural y otra otra es tirar tanto el texto que no se te entiendan la mitad de las palabras (desde la fila 5, digo, no desde el gallinero). María Isasi está muy bien, entregadísima, doliente y horrorizada. Aunque de entrada no parezca ni tan niña ni tan bellísima, se lleva el personaje de tal forma que acaba estando perfecta. Enhorabuena grande.



Y por encima de todos Concha Velasco. No se puede estar mejor. Tanto física como dramáticamente. Dura, salvaje, dolorosa, pasa de la ira más brutal a la serenidad reclamando su dignidad de reina y de ahí al dolor más salvaje por su sangre derramada. Representa esa dignidad reclamada. Coño, claro, una cosa es ser ahora esclava, pero antes ha sido reina y quiere que la respeten como tal. Se mueve como una reina y como una esclava, y como una mujer deshecha, y como una madre moribunda, y como una perra vengativa. Y habla y domina la voz de tal forma que salta de estado de ánimo en estado de ánimo como si fuera lo más normal del mundo. Claro, cuando uno sabe lo que hace, TODO sale visceral, sale orgánico. Desde luego la entrega de doña Concha Velasco ni tiene duda y por supuesto su calidad de actriz de raza tampoco. Una señora y una perra y una madonna rota. Recital desde que sale hasta que se autoentierra. Para mil premios o más. 
Esa fue la principal diferencia. Las mujeres están bastante más entregadas y sobresalientes que los hombres, que a pesar de no estar mal, estaban un poco pasando del tema, soltando su texto pero sin pringarse mucho. Salvo Alberto Iglesias, claro.              

lunes, 10 de febrero de 2014

Nippon-Koku. CND. Matadero.

Primera colaboración entre mi amada CND y La Veronal. Y no sé por qué me da a mi que esto sólo acaba de empezar. La forma de crear de La Veronal, o de Marcos Morau como coreógrafo le pega mucho a mi amada CND. Y eso que es un tipo de gestualidad y de movimientos distintos a los habituales en esta compañía, pero parece que los entienden y los viven y sienten con una naturalidad pasmosa.  
Nippon-Koku forma parte de la serie sobre capitales mundiales. Así pues, ya no es tanto una creación de la CND como de La Veronal con el elenco de la CND.




Lo primero que tengo que destacar, sobre todo porque me da la gana, jeje, es la música. El prolífico Luismi Cobo está solicitadísimo últimamente, y no es para menos. Cada cosa que crea, es un acierto. Coño, y la música para este espectáculo de danza no era nada fácil. Como siempre... sobresaliente. 
La coreografía me gustó en general, aunque, dentro de mi conocida ignorancia en temas danzísticos, hubo alguna cosa que me rechinó un poco. Me explico. Por ejemplo, durante la primera parte, antes de que se abriera el espacio, toda la coreografía me parecía bellísima, con una expresividad gigante y perfectamente adecuada a ese espacio premeditadamente reducido. Pero cuando se abrieron las cortinas y el espacio se agrandó, la gestualidad siguió en la misma línea, como si el cambio de espacio no hubiera afectado. Y un cambio de espacio no solo es un cambio estético, sino que en el espíritu del montaje, en la respiración del espectáculo tiene por narices que influir de alguna manera. Yo al menos no noté gran diferencia, como si solo se hubiera cambiado de marco pero no de estado de ánimo. Como siempre, no sé si me explico. Y también me rechinaron los excesivos movimientos de Mattia Russo como si fuera Gollum. No me gustaba nada cómo el pobre estaba con la espalda curvada, dando una imagen fea fea, cuando es un bailarín inmenso e intenso. Que me parecía feote lo que tenía que hacer, vamos. 
La imagen de la geisha, los suicidios en masa, la nieve, ciertas luces... elementos bellos no, bellísimos. Y una coreografía totalmente personal que sacaba lo mejor de los bailarines en muchos momentos y creaba imágenes impactantes. Ese momento tirano/manipulado/sombrilla fue brillante y celestial. Lo que tengo son dos dudas que por no ponerlas aquí y quedar fatal , las consultaré en privado. Además no tienen que ver con este comentario/crítica. 




Ah, por supuesto lo de Tamako Akiyama no tiene palabras. Divina vocal y físicamente. 
Y mira, si no  lo digo, reviento, así que lo diré. Es conocida mi devoción por Isaac Montllor y me llevé el disgusto de la tarde al ver que no ha podido participar en este montaje. 
Otra vez más, José Carlos Martínez ha apostado por lo novedoso y otra vez más ha vuelto a acertar.            

domingo, 9 de febrero de 2014

El caballero de Olmedo de Lluís Pasqual. Pavón.

Supongo que a estas alturas de la película, sabréis todos que mi director de cabecera, el creador que más admiro por encima de todos mis iconos, es el señor Lluís Pasqual. Sinceramente creo que el hecho de que se ponga al mando de un nuevo espectáculo es un honor que se debería celebrar llenando la sala todos los días. No sé si todos los días pero casi todos tienen ya colgado el cartel. No es para menos. Independientemente de resultados, no cabe discusión o al menos yo no la admito sobre el nivel sobrehumano tanto de cultura como de inteligencia teatral del genio Pasqual. Mi enhorabuena a Helena Pimenta por "prestarle" a Pasqual el honor de llevarse los laureles de este montaje. Eso demuestra su inteligencia y su generosidad.




Según las propias palabras de Lluís Pasqual, esta aventura de unir el Teatro Lliure con la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha sido dura a nivel personal pero tremendamente gratificante. Resaltaba la dificultad de hacer un espectáculo "cercano e intimo" pero en verso. Un verso respetado al máximo, puesto que ahí radica lo complejo y lo divino del verso. Es una cuestión casi numérica, los acentos, las sílabas... toda la musicalidad está encerrada en eso tan antinatural como es el verso. El propio silabeo del verso marca el ritmo de la función, como si se tratara de una sonata (palabras suyas, claro, algo tan acertado tiene que ser suyo). En este caso dirigiendo la orquesta, (o según su propia metáfora, cocinando las patatas con chorizo) ha estado un ser con una capacidad creadora y de comprensión, admiración y respeto por el texto que hace que la nota de partida sea ya alta de cojones.
Tenemos un escenario sobrio. Unas sillas dispuestas aparentemente de forma aleatoria. Una barandilla para apoyar los elementos y los actores. Dos músicos acompañan. Cámara oscura que acogerá yo no diría fondos sino estados de ánimo, iconos trágicos y el alma del drama. Mejor dicho, de la tragicomedia, que es como realmente la tituló Lope de Vega. Y los actores. Como un grupo de comediantes; que es lo que son.
Comienza el recital con una coña muy bien traída para que la gente apague los putos móviles. Brillante. Y literalmente coloca al espectador como un "colega". La cercanía que la Machi acaba de generar inundará el espectáculo y le dará ese toque especial que tiene toda la función.
Es emocionante ver y oír cómo esta generación de actores dicen el verso. Es un gustazo casi "no darte cuenta" de que están hablando en verso. Alcanzar la naturalidad con algo tan "antinatural" es prodigioso.
El espectáculo muestra una España plural, donde se mezclan acentos y orígenes muy a pesar de propio Rey. Un país tiránico donde si el propio dirigente es un intolerante, ¿cómo no va a matar la gente alegremente?
Distintos acentos, distintas músicas, flamenco y ¡¡¡hasta un tango!!! ¡¡¡Con dos cojones!!! Atrevimiento, riesgo, coherencia, precisión y toneladas de emoción.  El espectáculo fluye con un ritmo fantástico, con escenas de acción fantásticamente montadas, alternando momentos jocosos con otros íntimos y dramáticos con una suavidad natural como la música de Wagner en donde una nota te lleva a la siguiente como si fuera lo más natural. La sinfonía está servida. Unas luces preciosas, que marcan el tono de cada momento sin exagerarlo, simplemente acompañándolo. Y ese momento surrealista que es la escena del profesor de latín... momento que no sabes a qué viene está resuelto con una maestría de visionario. Pura farsa, puro circo. Sólo un genio y un sabio puede alternar el dramón del amor interrumpido por la puta muerte injusta y a destiempo con la algarabía de un pueblo. Hay un dominio tan gigantesco de los tiempos, de los ambientes, del clima, del ritmo, de la cualidad y de la esencia de cada palabra que uno no puede por menos que quitarse el sombrero ante tal despliegue de inteligencia y de sensibilidad. 




El reparto es cosa aparte. Pol López nos da un auténtico recital. Ese acento tan bien llevado, el obispo gallego, la naturalidad con la que te agarra el corazón y te lo estruja en ese monólogo final... prodigioso. Mima Riera está adorable, elegante, dolorosa, y te desgarra el toque fatalista que hay en su voz y en sus gestos. Divina. Francisco Ortiz es prodigioso. Tiene una voz preciosa y prodigiosa, es guapo que te mueres y un pedazo de actor que transmite verdad en cada palabra que dice. Machis aparte, junto con Pol, el mejor actor sobre el escenario. Pepe Motos y Antonio Sánchez adornan con su música y su cante el drama como dos maestros. El resto del reparto muy bien, salvo quizá Javier Beltrán, al que vi algo agarrotado y ligeramente falto de fuerza para un personaje tan gordo. A ver, yo lo que veo, principalmente es aparte de la historia de venganzas y de odios, es una historia de amor celestial truncada antes de tiempo, de forma injusta, cuando no corresponde, y ese fatalismo cósmico inexplicable es lo que no termino de ver en Javier Beltrán. Quizá esté demasiado "natural". Yo habría explotado algo más el lirismo de su personaje. Pero claro, yo, así que no cuenta. Pero vamos, esto por sacar alguna pega.
Bueno, es sabido que el personaje de Fabia lo empezó a ensayar  Rosa María Sardá y que un imprevisto la alejó del estreno, aunque se unirá de nuevo al proyecto pronto. Tuvieron que llamar con urgencia a Carmen Machi. Lluís Pasqual la describió el otro día como "Santa María de la generosidad". Si le dices a alguien que se ha preparado el papel en 19 días, no se lo cree. Es como si hubiera nacido siendo Fabia. Dice absolutamente cada palabra cargada de sentido y acompañando todo con el gesto justo. Te juro que pocos seres hay con tantísima inteligencia y fuerza como para hacer lo que ella hace. Una bestia parda que sobresale por encima de todos. No porque se los coma, porque es totalmente respetuosa con sus compis y con el trabajo general, sino por una sabiduría en el escenario que solo tienen los elegidos.  
De Madrid irán a Barcelona y luego a Bogotá. No creo que pueda ir a Barcelona, pero como sí voy a ir a Bogotá al festival iberoamericano de teatro, te digo yo que me lo veré otra vez. Tal gozada de espectáculo se merece dos, tres, cuatro o cinco visiones. 




Admirado e idolatrado señor Pasqual. Sabe que le admiro a unos niveles cósmicos, pero de verdad le digo que las patatas con chorizo le han quedado de fábula. Que las meigas buenas le acompañen muchos años. 

viernes, 7 de febrero de 2014

Amantes. Valle Inclán.

Hay veces que las referencias que uno tiene son muy poderosas. En esta ocasión es así. Le peli de Vicente Aranda es de mis preferidas del cine español y sin duda, la mejor de su director. Borrar, superar u olvidar esa referencia es jodido, y uno acaba comparando y siendo más subjetivo de lo que es habitualmente.
Con todo y con eso, hay cosas es este montaje que no sé si superan o si igualan, pero sí hacen olvidar el referente cinematográfico. 
Bueno, por partes. La escenografía del prolífico Paco Azorín me pareció interesante y sugerente, aunque noté a los actores no muy cómodos aún moviéndose por esas pasarelas. Hay muchos cajones, pero no representan nada ni se usan para nada. Y eso sí, eché en falta una cama. O mejor dos. Me parece imprescindible casi. 
Las luces casi bien, aunque hay momentos en los que los pobres hablan desde la oscuridad, y no creo que sea a propósito. La dirección de Álvaro del Amo me pareció sombría, curiosamente no muy apasionada y quizá demasiado pendiente de que no decaiga el ritmo, o mejor dicho, la velocidad del espectáculo.




Marc Clotet es guapo paburrir y está bueno que te cagas. Lógicamente las dos mujeres se vuelven locas por él. Yo también me volvería loco, porque no se puede ser más guapo y tener más cara de majo. Y sinceramente lleva el peso del papel protagonista con bastante poderío. Pero le noto una cosilla que es perfectamente solucionable. Sabe perfectamente lo que dice y por qué lo dice, quiero decir que entiende el personaje y las situaciones. La dinámica dramática de la función es suya y todo lo tiene muy bien digerido. Pero curiosamente, el físico es lo que le pierde. Hay muchos momentos en los que está con los brazos colgando, sin encontrar el movimiento orgánico. Y es una pena, porque cuando tiene sus monólogos en "primer plano" los saca adelante muy bien, con mucha fuerza y mucho poderío. Ahí se expresa con fuerza, rabia y una categoría de gran actor, curiosamente ahí, en lo más difícil. Me gusta mucho este actor, y si lima ciertas cosillas, muy pronto será una bestia de los escenarios. 
Nada más ver a Natalia Sánchez pensé: "buah, demasiado mona, es como una muñequita, no me la voy a creer". Y como siempre, me cubrí de gloria, porque Natalia es la mejor del trío. Está divina. Es preciosa, porque lo es, pero es capaz de esconder esa belleza que podría haber sido fatal, y desarrollar una personaje complejo y con muchas vueltas. Hace olvidar a la gran Maribel Verdú, o al menos te hace no recordarla. Maravillosa, dulce, amarga, triste y fatalista. Con el tercer vértice del triángulo, Luisa, me pasó algo ya con la peli. Yo me veía más a una Charo López. Victoria Abril aparte de parecerme joven, físicamente no me llenaba, me veía más a una actriz más señorona. Claro que luego Victoria Abril estaba tan bien que no se te ocurre nadie mejor que ella. Pues Marta Belaustegui es un poco el mismo caso. No me la veo. No da el aspecto de señorona algo mayor, parece demasiado joven, y la fuerza, el morbo y el poderío de mantis religiosa de la Abril, no está por ningún lado. Me parece que no da el papel en ningún momento. Ni físicamente, ni morbosamente, ni vocalmente. Y no es que no esté entregada y voluntariosa, pero es como poner a Leonardo di Caprio a hacer de  rey Lear. Ni físicamente ni de poderío podrá sacar adelante el papel. Marta Belaustegui no puede. Y en una función de tres, si un lado falla, se cae, por mucho que los otros dos elementos estén sinceramente muy, pero que muy bien.          

miércoles, 5 de febrero de 2014

Una vida robada. Fernán Gómez.

Hay veces que vas a ver algo ya con el culo apretao porque te hueles el fiasco. Pero hay que reconocer que tener entre manos un tema como el de los niños robados, la puta sor María y todos esos dramas de monjas malas, curas peores y médicos matables y cargártelo haciendo un melodramón barato que no sirve ni para una fotonovela, tiene su mérito. 
La historia, escrita por Antonio Muñoz de Mesa, que ya de paso también lo dirige, es de estas cosas que te las ves venir a los dos minutos de empezar. Sabes perfectamente lo que pasa y lo que va a pasar. Y ya no es que la cosa pierda interés, que lo pierde, sino que lo que ves que va pasando es soso, está mal contado, no tiene nada que te enganche, te suena a sabido, y sobre todo, desperdicia la ocasión de hablar de este tema terrorífico con un mínimo de seriedad. Este drama es tan gordo y tan brutal que no se puede desperdiciar tratándolo como si fuera un melodrama de telefilm de tercera. No sé si busca la lágrima fácil o qué busca, pero desde luego se queda en un pseudointento de algo, con el agravante de pensar que la gente es tonta, y que con dos de pipas, nos íbamos a emocionar. El escaso público que había ayer, estaba compuesto en su mayoría por señoras entradas en años, en muchos años, que ni se inmutaron. Si os cuento los comentarios de mis vecinas de butaca fliparíais. Pa que luego digáis que soy mu bestia. 



Hubo una cosa que me gustó. No, miento, dos. Una, la cojera de Ruth Gabriel, que se la tenía bien currada. La otra, el detalle de hacer desaparecer las cosas de la estantería en los fundidos. Notaba que algo pasaba y me dí cuenta bastante tarde, señal de que estaba bien hecho.
Asunción Balaguer está... Asunción Balaguer. Muy rica, muy mona. Te la comes de encantadora. Carlos Álvarez está bien. Ruth Gabriel está bien y Liberto Rabal está mal. Soso soso soso, deambula por el escenario con los brazos colgando. Está claro que sabe lo que dice (tampoco es que sea Pinter, pero bueno) pero lo dice muy mal, y físicamente está envarado, tieso y absolutamente fuera de tono. Y tiene un pelo muy raro, no sé qué le pasa... Eso si, si yo fuera él, denunciaba al que le haya hecho el vestuario, porque desde luego más horroroso no le han podido vestir. Si el polo del principio es horrible, el pantalón ya ni te cuento, y las camisas que saca luego son que ni del Venca. 
Vamos que un espanto, y lo peor de todo es que hayan desaprovechado la ocasión de hablar de un tema tan trágicamente doloroso y hayan hecho este melodrama descafeinado. 

Autostop. Teatro Lara.





Jugar con fuego es peligroso. Mola, te ríes, te da cosilla arrimar le hocico al peligro. Y luego casi siempre te cagas un su puta madre por no haber parado a tiempo. Es el morbo del riesgo. Empiezas, ves que va bien la cosa, y sigues, te animas un poco más y como veas o creas que no pasa nada, que sigues a salvo, te arrimas un poco más al abismo, y luego un poco más y lo más fácil es que acabes escoñándote montaña abajo.
Y si juegas a ser otro, ya ni te cuento. El fracaso está asegurado. Y si eres una churri bastante pava o un intento de macho alfa (por los cojones) no es que tengas asegurado el fracaso, sino el drama.
Dana y Jupe (el pobre no puede ni fardar de llevar el nombre de un planeta sino de un personaje de unos libros que todos leímos y ninguno recordamos) son un poco sosos. Él va de sietemachos pero en el fondo no tiene ni media hostia. Ella es pava como ella sola, mamá la tiene abrasada y está de viaje con su novio o marido (ambos llevan anillo, aunque casi que da igual) y lleva la blusa abrochada hasta arriba, no sea que...




No sé si entonces comienza el juego o si el juego ya viene empezado, pero en ese momento sí que dan un paso más allá y empiezan a jugar con tentaciones, provocaciones, retos, juegos crueles y torturantes que les llevarán al final que ves venir desde el minuto tres de la función. Pero lo que importa no es tanto ese desenlace final (sin duda lo mejor de todo la función) sino el proceso de juego cruel que les lleva a terminar como terminan, desnudando su cuerpo y su alma y enfrentándose casi a sus peores pesadillas, al descontrol, en un ritual casi digno de Haneke o de Chabrol. Lo más cruel viene de ellos mismos, porque poco antes ellos mismos han dicho "siempre se desea en futuro" o algo así. Y "...cuando te haces mayor, los deseos dejan de cumplirse, pero se quedan ahí parados, en autostop" (cito de memoria, no son las palabras exactas, aunque más o menos entendí eso). ¿Es eso lo que han deseado? ¿Es ese final el deseo que han tenido y que les ha esperado parado, en autostop? ¿Es peligroso desear algo, por si acaso se acaba cumpliendo? ¿Contaban con esto cuando empezaron a jugar? 




Eso si, aunque estos planteamientos inquietantes son brotes geniales en este texto, en mi opinión se difuminan un poco por lo excesivamente larga que es la primera parte. La parte digamos más puramente de "juego" tiene altibajos y se hace un poco reiterativa y hasta lenta. Quizá centrando un poco el mogollón y exprimiendo un poco más menos escenas habríamos llegado a ese final apoteósico y casi apocalíptico. Durante la primera parte, el interés va y viene. No ayuda una dirección quizá demasiado tímida. A pesar de lo bruto del texto y de la situación, dejan a los actores demasiado vendidos en actitudes algo forzadas y poco intensas. No ayuda el tener que moverse en ese espacio tan reducido (hay otros decorados montados y no se puede mover, hay que apañarse, es lo que hay). Bueno, yo es que además veía claramente tres opciones estilísticas distintas. El primer acto, casi te diría que es de comic (quizá no tanto como en "Arizona" de Juan Carlos Rubio), el segundo, con Irina por ahí calentando sin querer el cotarro me pedía un toque casi de David Lynch, y el tercero, una explosión oscura casi tenebrista. Pero claro, esa es mi visión, el director tiene otra y es de lejos, mucho mejor que la mía. Lo primero porque para eso es el director y lo segundo porque él es el que sabe. Pero sí creo que algo más de juego escénico habría ayudado a marcar mejor la evolución y a dar más dinamismo e interés a toda la primera parte. Igual que pienso que, a pesar de la valentía de los dos actores (y no lo digo solo por despelotarse y revolcarse por ahí carne en ristre, que evidentemente también) al despelotar su alma, Mentxu Romero, debería jugar más, soltarse más, la noto encogida, recatada, poco juguetona, poco descarada, y me cuesta más creerme su explosión. Aún así insisto, está valiente, entregada y muy pero que muy bien. Pero es que Juan Caballero es sobrehumano. Magistral como ese chuloputas repelente, como ligón frágil de medio pelo y como serial killer. Me encantó, no puedo ponerle ni una pega, magistral, fabuloso, me vuelve loco. ¡¡¡Y encima he visto que hizo arte dramático en Valladolid, como yo, y que ha trabajado con mis amigos de Azar Teatro!!!!!  Le quiero poner un monumento, aunque por ahora, otro más que va a saco de mis mitos adorados.
Ah, eso sí, yo quiero saber dónde conseguir unas botas y un cinturón como los suyos, y por diossss, cuando redecore mi casa, quiero que se encargue Alberto Puraenvidia, porque cada cosa que toca...   

Bueno, y por supuesto, sobra decir que Carlos B ha dado, da y dará muchísimo que hablar en el mundo de la cultura española, porque tanto genio dentro no se puede aguantar.      

lunes, 3 de febrero de 2014

Brokeback Mountain. Teatro Real.

Yo es que soy como Chus Lampreave en "Mujeres..." y, como las testigas, tampoco puedo mentir. Ya me gustaría, ya. Pero es que después de haber visto "Tristán e Isolda" el otro día, lo "Brokeback Mountain" es como salir de probarte un abrigo de Kenzo y luego ponerte un pantalón de los chinos. 



Musicalmente la partitura de Wuorinen no tiene ni una sola nota que vaya a pasar a la historia de la música. Si no, al tiempo. Ya veremos en cuántos teatros se programa esta Ópera en los próximos 50 años. Plana, sin un solo momento matizado. No hay romanticismo, ni delicadeza, ni pasión, ni drama. Una sucesión de notas, casi siempre contrarias a lo que estaba diciendo el texto y la acción. Y nada de pasión. Esta partitura, como la de "Ainadamar" o la de "The perfect american" va a pasar al olvido ya mismo.
La orquesta la defendió como pudo y no sonó mal. Desde luego Titus Engel sacó el máximo partido a esa partitura sosa como el agua de la berza. 
La escenografía, fea con avaricia. Los vídeos... bueno, vale, pero ya está. Las tiendas de campaña, pobres, la caja blanca, horrorosa y con las luces más horribles que he visto en años. La escena de los trajes de novia, aparte de sobrar totalmente, puesto que no aporta absolutamente nada, es fea y está mal movida. Y ya lo de las casa con los muebles por ahí en medio, era como un pasillo de Leroy Merlín. Con los muebles tan bien colocados, que mi acompañante no vio la mitad de lo que pasaba, porque la ducha tapaba la cama y el taquillón tapaba la mesa. Un desastre. Además, podían haber aprovechado ese mobiliario para marcar la diferencia entre los personajes y su estatus. Peor no. Las casa eran absolutamente iguales. Un horror, vamos. Y el final, con la camisa que sube al cielo... no tengo palabras.
Nos guste o no nos guste, y opine lo que opine la escritora, la referencia que tiene todo el mundo es la peli. Ni siquiera hay otra versión de esta ópera que pueda servir de referencia. La única referencia que hay es la peli. Está claro que son dos lenguajes diferentes, pero el nivel de emoción y de sensibilidad y dureza que hay en la peli, aquí no están ni remotamente. En la peli todo funcionó, aquí, pa mi gusto, no funciona nada. Pero nada de nada. O sea, nada. Cero. Nada. Nothing.



 Daniel Okulitch está más preocupado por parecer duro que por cantar. Se mueve por ahí como imitando a John Wayne pero con los brazos colgando, metiendo tripa y poniendo cara de duro. Pero no. Cantó regu, y desde luego no tiene graves. Se le quebraron absolutamente todos. Aunque en las notas medias, pues vale. Tom Randel no tiene agudos. Estupendo, un barítono sin graves y un tenor sin agudos. Tom es bastante mejor actor que su compañero pero peor cantante. Así que la media es justi justi. El resto se mueve entre la corrección de Heather Buck al... mejor me callo de Hilary Summers.
¿Qué más, qué más...? Creo que está todo. Yo, que soy Mortieriano a muerte y me parece que el trabajo de Mortier en le Real ha sido fabuloso, creo que con esto ha metido la pata. En realidad creo que ha acertado programando, pero ha metido la pata con las producciones nuevas. Al menos con "Ainadamar", "The perfect american" y este "Brokeback Mountain".  Pero mira, chico, siempre nos quedará "Alceste".  

domingo, 2 de febrero de 2014

Ejecución hipotecaria. CNC Mirador.

Al parecer K Producciones nació con la idea de llevar a los escenarios textos actuales que traten de temas candentes y socialmente preocupantes. Con "Ejecución hipotecaria" han vuelto a dar en el clavo, tras el nivelazo de "Naturaleza muerta en una cuneta" y de una fabulosa "En tierra de nadie" de hace unos años.
Es mérito de la Mirador el programar este tipo de funciones. Siempre ha sido así, pero ahora, en su nueva etapa como Centro de nuevos creadores, es más que evidente su interés por remover conciencias y tocar los huevos. 



El texto es totalmente actual y correcto. Un equipo de burócratas van a ejecutar un desahucio. Y se encuentran con el propietario y sus circunstancias. El mayor acierto quizá sea el mostrar a esos burócratas como seres humanos débiles, unos pringaos que hablan, se defienden y lo que dicen es verdad, pero no por eso tienen razón. Porque enfrente tienen a un ser humano, no un código, ni un número de expediente. Él no es un santo, pero ellos tampoco son unos monstruos. Son unos putos mandados que van a joderle la vida, sí, pero no son unos monstruos. Además, está basado en un hecho real, así que no hay peligro de juzgar lo que está ocurriendo, porque efectivamente ha ocurrido. Evidentemente, antes de que empiece la acción, TODOS los espectadores estamos de entrada de parte del prota. Pero tampoco dilapidas a esos pobre ejecutantes. A ver, pobres por pringaos, no porque no sean culpables. Claro que lo son. Aunque es eso o el paro. ¿Qué es mejor, dedicarte a ayudar a arruinar la vida de la gente o estar tú puteado? ¿Les arruinas tú la vida o ya la tienen arruinada? ¿Hasta dónde llega la supervivencia y empieza la cacería?
Durante la función, quizá fallen los flah backs. Se intenta explicar por qué el prota ha llegado al punto en el que está. Y no hace falta. Nos lo imaginamos. Y casi mejor imaginártelo. Lo que cuentan flojea un poco, como ciertos detalles. No digo que para que alguien esté al borde del desahucio tenga que vivir en una chabola, pero ver ese pedazo de tele, o ese sofá o esa barra de bar y esa nevera de diseño no ayudan a simpatizar con el prota. Y los cuatro brochazos con los que se pretende contar su proceso descorazonador quedan cojos. No se ve claramente el proceso destructivo, falta desarrollo. 
Pero bueno, aparte de esos ajustes narrativos, el espectáculo funciona, el espacio funciona, las luces, el movimiento, y sobre todo los actores. Quizá lo más flojo sea ese mejicano que no da mucho el pego. Estupendos todos, fabulosos y creíbles. Pero por encima de todos, ese fenómeno de la naturaleza que es Juan Codina. El peso y el trabajo que tiene durante toda la función es estratosférico. Va de un extremo emocional a otro como si nada y mantiene la tensión y el foco en todo momento con una maestría brutal. Sólo por ver su inmenso currazo merece la pena. Pero vamos, que merece la pena por todo. ¡¡¡¡Ya estáis todos corriendo a la Mirador!!!!

Julio César. Teatro Bellas Artes.

Pues qué quieres que te diga, el mayor mérito que le veo yo a Paco Azorín es conseguir hacer un Shakespeare con un repartazo de lujo y que sea aburrido. 
Que conste que el texto de Shakespeare me encanta, eso es cierto y que Tristán Ulloa y Sergio Peris-Mencheta me gustan mucho también. Pero ni con esas. Mu poquita pasión y mu poquita empatía me despertaron el otro día.



El vestuario es una mezcla de trajes de chaqueta con togas bastante feo. No es ni de lejos, el impacto cromático que suponía la propuesta de Lluís Pasqual en los 80 con sus trajes. Y los vídeos que se proyectan detrás no ayudan realmente a nada. Son chulos y están muy bien hechos y son muy monos, y todo eso pero aportan cero. Y si no aportan nada, fuera. 
Mario Gas sale, dice su texto, pega un par de gritos y muere. Yo pa mi que ni se despeina. Bueno, vale, a lo mejor tampoco tiene que hacer mucho más, pero claro... ni simpatizas con él ni le odias ni nada. No te da tiempo ni intensidad. Incluso el momento de la muerte está montado bastante soso.  Le matan y tú piensas: "pos bueno".
Tristán Ulloa pone toda la carne que puede y realmente está fabuloso, aunque quizá esté un poco cabizbajo todo el tiempo. Algo más de cambio no habría sobrado. Pero muy entregado y muy inteligente con su personaje. Como Peris-Mencheta. Aunque en ese afán de hacer "natural" todo, se pierde la fuerza de su gran monólogo. En realidad no hay picos en la función. Todo es bastante lineal y has cierto punto, soso. Siempre está como a punto de arrancar la emoción y no arranca, te deja frío.
José Luis Alcobendas está demasiado redicho. Pero bueno, correcto.
El resto del reparto, sinceramente, flojito. Muy vigorosos todos y muy saltarines y energéticos, pero... tirando a flojitos.
El juego ese de altavoces con el sonido del pueblo grabado... no funciona, queda cutrecillo y obliga a los actores a desgañitarse para nada. 
En fin que en estos tiempos que corren, montar un Shakespeare para hacerlo así de soso... pero bueno, tiene buen cartel, seguro que funciona (cosa de la que me alegraría, por supuesto) pero no creo que vaya a pasar a la historia del teatro español del siglo XXI.