miércoles, 29 de enero de 2014

Tierra de nadie. Matadero.

Ofú, me parece difícil de cojones escribir sobre esta función. Desde luego, de todo el Pinter que he visto hasta ahora, es el texto más duro y hermético que he disfrutado. Y lo que sí hay que reconocer es que tiene una magia y una musicalidad especial que te tiene pegado las casi dos horas de representación. Y es cierto, como comentó mi amigo Miguel a la salida, hay algo de "Esperando a Godot" en esos dos personajes. En Lluís Homar y Josep María Pou. 



Cuenta la leyenda que Pinter escuchó unas frases sueltas un día en un taxi: "¿Tal cual? Sí, por favor, absolutamente tal cual" y que a partir de ahí escribió esta función. Pues será. Aunque si me cuentan otra también me la creo. Bueno, vamos allá. 
Spooner y Hirst aparecen juntos en la casa del segundo.  No sabemos cómo ni por qué han llegado allí. Darán varias versiones todas ciertas o todas falsas. O da igual Aunque parece que se han conocido en Hampstead Heath Park, un lugar de cruising relativamente conocido. No sería raro que se hubieran conocido en plena faena, de hecho los dos "mayordomos" de la casa tienen un ramalazo tremendo. Si es que son los mayordomos. Quizá sean ellos mismo de jóvenes. O quizá ellos dos sean el mismo. O quizá uno de ellos sea Pinter y el otro su otro yo, o quien le habría gustado ser, o su opuesto. Jesús, qué lío. 
Lo que sí es cierto es que ambos personajes hablan (de forma preciosa y magistral) de temas como la infidelidad o los celos, asuntos que parecen haber marcado su vida. Celos que también invaden a uno de los mayordomos, a Ramón Pujol. Diálogos imposibles, preguntas sin respuesta o quizá un diálogo depurado hasta la misma esencia. El caso es que esta historia de celos, fantasías, deseos, metas, frustraciones, fracasos, soledades, resquemores e imágenes tiene un poder hipnótico sobre el espectador. Igual si un día quiero hacer un estudio en profundidad sobre Pinter, me estudiaré bien este texto, porque tiene tela. Pero bueno, no sé si importa tanto "descifrar" su código. Lo extraño o no es que hay frases que se me han quedao clavadas. Como una de San Lluís Homar: "Perdone mi sinceridad. No es método, es locura". Magistral.
Y magistral desde luego tanto la escenografía de Lluc Castells como el vestuario de María Araujo. Ha vestido a Ramón Pujol realmente de grumete salido de "Querelle", con ese bigotillo, el pantalón ombliguero y esos campanones. Patético y ridículo. Y con un toque gayzón que no se puede aguantar.



San Lluís Homar da una auténtica lección. Cada cosa que hace este pedazo de maestro es espeluznantemente magistral. Cada palabra, cada gesto son sabios. Me vuelve loco. Hasta cuando de pega el pedazo de desayuno lo hace con un arte que flipas. Además demuestra un dominio apabullante de la voz. No así su compañero, Pou, que aunque de gesto está bien (menos en algunos momentos) de voz está raro. Está la mayor parte del tiempo poniendo voz de malo de dibujos animados aunque cuando se le olvida y habla normal, se te olvida todo y comienza el recital.
Ramón Pujol está fabuloso, en el punto chulesco perfecto. Es asombrosa la verdad que transmite este actorazo. No así David Selvas que particularmente no me gustó nada. Se tira toda la función con el brazo doblado e ilustrando cada palabra con un gesto.   

En resumen, es un texto hipnótico, indudablemente bellísimo pero quizá demasiado hermético. Al menos para mí, ayer, lo reconozco. Pero que merece la pena, sin ninguna duda. Aunque solo sea por ver a esos titanes. 

martes, 28 de enero de 2014

El Esperanza. La casa de la portera.

El autor y director Quique Culebras y la compañía "Teatro de Cerca" tienen doblete en Madrid estos días. "La Carcoma" en La Trastienda y "El Esperanza" en La casa de la portera.
De "La Carcoma" escribí el otro día y hoy le toca a "El Esperanza". 



Dos actores que se miran, miran al público, se hacen una seña y comienza el ritual. Aunque lo que también era un ritual en "La Carcoma", aquí quizá lo sea un poco menos. En la otra función realmente sentías que te habías colado en el salón de esas mujeres fantásticas. Aquí el tono es distinto. No es mejor ni peor, sino distinto. En esta ocasión está claro que estás viendo teatro. Comienza con frases aparentemente inconexas de los dos personajes, solapándose sin mezclarse. Una relación que ya te queda clara. Son prácticamente dos unidades juntas. Lo de "pareja" es un término... casi ajeno. ¿Qué los separa? El miedo. Miedo a haber matado, miedo a comprometerme, miedo a que me despidan, miedo a sentir, miedo a contar, miedo a que sepas, miedo a que creas, miedo a que creas que no. Encima uno tiene un secreto, pero es que el otro tiene un secreto sobre tu secreto. Vaya tela. 
Una historia de amor y de relaciones con el miedo y la falta de sincera sinceridad emponzoñando todo. 
Una historia durita y sensible con dos grandes actores que transmiten todo el dramón interno que sufren sus personajes, aunque hay un nosequé que me hace quedarme algo frío. Probablemente sea culpa mía, que esperaba ver un docudrama como "La Carcoma". No lo es, es teatro tal cual. Así que por mi culpa, quizá no me dejé llevar del todo. Aún así, es de destacar el trabajo de los dos actores, Oriol Grau y Paco Romero y una dirección con pulso y ritmo y un texto que te pilla.
Hoy es el último día que están, así que... ¡¡reservad ya mismo!!     

domingo, 26 de enero de 2014

Garage D'Or. Canal.

También es casualidad que en Madrid haya dos espectáculos de teatro visual con unas máscaras semejantes y con historias emotivas. Bueno, miento, hay un espectáculo así, "André y Dorine", porque este "Garage D'Or" de la compañía Familie Flöz, de emotivo sólo tiene la intención. 
No voy a comparar más estos dos espectáculos, sobre todo por no ser cruel. 



Pero a lo que voy. Supuestamente esta compañía nos cuenta la historia de tres señores que tiene sueños secretos e inalcanzables y una vida opresora. Toman por la calle del medio y deciden abandonar esas vidas y acabarán por cumplir ese sueño imposible. Se supone que si luchas y luchas por conseguirlo, por muy imposible que parezca, lo conseguirás. Mentira, pero bueno. 
El caso es que estos tres señores son tres tíos con los que no simpatizo ni me importan nada. Sus dramas son uno que no sabe poner una lavadora (sin embargo su mujercita sí, evidentemente) el otro que no sabe hacer un puré para la cena de los críos y no sabe cuidar de su bebé (sin embargo su mujercita sí, evidentemente) y el otro que está más preocupado de mirar las estrellas que de su aniversario de bodas. O sea, ¿que tenemos como protas a tres borricos que como buenos machos no saben poner una lavadora? Pues que les den. Una obra que empieza ya con ese planteamiento sexista y retrógrado me interesa cero. Encima la historia es sosa, sin gracia, no se acaba nunca, las máscaras feas y todos los elementos de la escenografía cochambrosos. La poesía con tres mendrugos como protas no me interesa. Y eso dando por hecho que lo que vemos es poético, que para mi ni siquiera lo es. Filosofía baratilla de seguir tus sueños y eso. Estamos ahora como pa sueños. Y un señor que a estas alturas del siglo XXI no sabe poner una lavadora... anda y que le den.
Quien quiera poesía de verdad y sentimientos duros y profundos... al Fernán Gómez.

sábado, 25 de enero de 2014

El huerto de guindos. La casa de la portera.

¡¡Cualquiera diría que vivo en "La casa de la portera"!! Pues mira, porque no hay camas, que yo sepa, si no, igual pedía un edredón y listo. Total, lo veo casi todo y quiero ver más y más.
Y qué quieres que te diga, si es para ver además cosas como "El huerto de guindos" pues sí, me mudaría mañana mismo a la calle Abades.

Como siempre, voy a ser lo más sincero posible. Y supongo que, como siempre, mezclaré conceptos e ideas, pero ahí estáis vosotros para ordenarlas.



Chejov es sin duda un icono y un talismán para La casa de la portera. Y para Raúl Tejón, el brillante director de este montaje. El texto es.. bueno, histórico, una obra maestra de la literatura. Buena versión, conservando toda la esencia de Chejov aunque con algún término quizá demasiado moderno que descoloca un poco sobre en qué época está situada la acción. Personajes y situaciones perfectamente dibujados tanto desde la dirección como desde la interpretación. Buen ritmo que quizá decaiga un poco tras el "número de magia". Como espectador agradezco de pronto ese momento lúdico que relaja un poco la tensión que hay creada con tanta mirada intensa. Como cuando Germán ofrece un caramelo al público, detalles que relajan un pelín. Es como un plano general en una peli de Antonioni. Puede que suene irreverente, pero quizá hay un excesivo "respeto" por el texto. Todas las escenas finales tienen un ritmo algo cansino. Imagino que la belleza del texto y el amor por los personajes hacen duro el meter tijera o el darle más vidilla al asunto, pero cierto es que el ritmo decae algo hacia el final. 
Lo que sí hay es un efecto realmente mágico. A ver cómo lo explico. Sinceramente creo que el tono actoral es variado. Hay varios registros interpretativos. A mi concretamente el de Consuelo Trujillo no me gusta. Sí, da el papel perfectamente. Está maravillosa como señorona anticuada y algo afectada. Pero su forma de hacer no me resulta orgánica. No es la forma que más me gusta. Pero... funciona que te cagas. Bárbara Santa-Cruz está para comérsela (aunque cuando grita se atropella un poco y pierde fuerza) y mira con una intensidad... Sabrina Praga está bien, mira también muy bien y tiene una voz preciosa, aunque debería jugar más, está un pelín envarada. Alicia González está maravillosa. Como David González. Felipe G. Vélez representa perfectamente el pasado, ese mastodonte que ya no es lo que era y que deambula dolorido sin saber muy bien a dónde ir. Carles Francino está fabuloso. Y además tiene una voz y una forma de decir que te enamora. Germán Torres es un actor sublime y está para comértelo. No hay premios suficientes que hagan justicia tanta calidad. Y luego aparte está Nacho Fresneda. Ha creado un personaje que como el Alain Delon de "El Gatopardo" llega del pueblo y casi sin querer se hace con la herencia de los absurdos nobles que se han dejado comer por el desarrollo. La casa de la portera es lo que tiene, y es que teniendo tan cerca a los actores, cualquier falsedad, cualquier minigesto que no salga de los mondongos canta soleares. Y yo tuve a Nacho a 20 centímetros (con perdón) de mis morros. Y te juro que todo lo que había detrás y dentro de cada mirada y de cada respiración era VERDAD. Sólo puedo decir que ha nacido un nuevo icono en mi histérica vida. Y es este pedazo de  señor. Brutal, acojonante, sublime.
Ah, coño, lo del "efecto mágico", que es que me lío y no sé ni por dónde me llego. Bueno, pues eso, que a pesar de que el registro de los actores es variado, el efecto que se produce es extrañamente mágico. Y es cómo "suena" la función. Si cierras los ojos y sólo la escuchas o si te fijas en cómo "suena", es prácticamente una sinfonía. Cada pieza es aparentemente muy diferente de las demás, pero todas unidas son exactamente como deben ser. Y toda la función "suena" como una sinfonía. Cada pieza en su justo lugar e intensidad. este milagro lo he vivido pocas veces, lo aseguro. Y eso es, por supuesto, aparte de labor de los actores, responsabilidad del pedazo de director sabio y sensible que es Raúl Tejón. ¡¡¡Joder con este chico!!! Todo lo que hace lo hace superbien!!!  

Emilia. Canal.

Hay espectáculos que mucho antes de que se estrenen todo el mundo habla de ellos como de "uno de los éxitos del año". Claro, si conoces al autor, al director, si has leído sobre su estreno por otras tierras... vale, puede que intuyas que aquí igual pega el pelotazo también. Pero también hay un componente de idolatría (que yo comparto en muchos casos) que hace que estemos seguros de que lo siguiente que haga un ídolo nuestro vaya a ser cojonudo. A veces pasa, pero a veces no pasa. No todas las películas John Huston fueron obras maestras y no por eso es de los mejores directores de la historia del cine. 
Así que uno va a ver "Emilia" pensando que más vale que te guste, porque como no te guste te vas a a enfrentar a todos los seguidores de la función que te querrán comer vivo. Aunque... a decir verdad, en esta ocasión quitando un par de críticas buenísimas, el resto que he leído yo... han sido más bien frías. Eso para mi significa que no ha gustado demasiado pero que los que escriben prefieren no poner a parir nada y simplemente pasar un poco por encima. Me parece fabuloso, no hay por qué hace leña de árbol caído. Pero bueno, también las cosas son como son, y "Annie" era malísima y "Bajo el volcán" regulera y no pasa nada. 

A mí, está claro a a estas alturas, no me volvió loco. Y como es muy difícil escribir sin contar cosas importantes, aviso. Spoiler. No sigáis leyendo. 
Espacio escénico chulo, ese habitáculo enmarcado con mantas, los muebles colgando, ropa tirada... elementos como de mudanza rodeando a los actores. Luces sencillas pero que cumplen su cometido. Y en medio una familia hipercariñosa. Les dan ataques de amor súbito. Gritan lo mucho que se aman. Todo falso, claro, hay trampa. Y Emilia. Una señora que crió y quiso más a un hijo ajeno que al suyo propio. Aún así cuenta anécdotas crueles de cuando era pequeño y se descojona. Es mala. Pero es buena. Ella le dio su vida y él no le da ni un vaso de agua. Yo pronto vi o quise ver a un maltratador, a un loco que tiene sometida a su mujer y que abusa del hijo (esa carrera al grito de "eres un niño o eres un hombre" me dejó helado). Y ya no es que no me sorprendiera el giro final, sino que la forma de contarme toda la larga primera parte me dejó un poco frío. 
Me explico. Toda la parte inicial, hasta el "giro sorprendente" en la trama  me pareció un poco falta de ritmo. No digo de velocidad, sino de ritmo, de promediar, medir y darle a cada escena y a cada momento el ritmo preciso. Creo que tiene un buen ritmo general, pero no momento a momento. Y mi interés no terminó de germinar en ningún momento. 
Malena Alterio está magistral. Pero sus "idas" y su tardanza en reaccionar y en responder me gustaron la primera vez, pero a la cuarta ya no tanto. A eso me refería antes. El primer "vacío" vale que tenga un ritmo lentísimo, pero el segundo ya no lo necesita, y el quinto menos. Ya hemos comprendido lo que pasa, con lo cual, al no haber elemento sorpresa, la lentitud se convierte en tedio, porque ya sabes que ella va a tardar mucho en bajar de su nube. Ese ritmo irregular es el que creo que afecta a toda la primera parte.



Lo que sí que hay es un autentico recital por parte de todo el reparto. Alfonso Lara está perfecto. Malena Alterio también. Pa comértela. David Castillo me volvió loco. Es asombroso el control que tiene de todo, del espacio, del tono, de las emociones, de la medida, del magnetismo y de saber que las miradas se dirigen a él haga lo que haga. Daniel Grao tiene el papel más desagradecido y difícil y lo saca tan bien como sus compis. Además tiene el monólogo más preciosísimo de toda la función. Ese que empieza: "lo primero que se olvidan son las manos". Nunca he visto mejor definida la ausencia. Me estremeció. Y por supuesto, Gloria Muñoz que es... no sé. lo más. La naturalidad hecha actriz. Se merece desde luego todos los premios del mundo mundial y todas las alabanzas habidas y por haber. Aunque haya un momento en el que su personaje "desaparezca" de la historia.
Los brochazos que definen a cada personaje me encantan, la sordidez de la historia también, las relaciones enfermas entre todos también. Todo me gusta. Pero por algo, me quedo frío. Misterios de la magia del teatro.      

miércoles, 22 de enero de 2014

Cuestión de altura. Teatro Español.

Mira que tiene delito sacar feo a Martiño Rivas en las fotos promocionales de la función. Porque vamos... es una cosa... que servidor no recuerda desde los tiempos de Paul Newman o de Montgomery Clift. Pues nada, van y le sacan feo. Bueno, pero a lo que voy, que me enredo, me enredo y no es plan.
Yo les tengo mucho miedo a los programas de mano. Claro, uno se crece y tiende a pasarse. Yo no estoy de acuerdo con lo de que cada persona sea tres; la que uno quiere ser, la que los demás creen que eres y la que realmente eres. Yo creo que somos muchas más. Pero bueno. Ahora, eso de : "¿Qué nos hace ser como somos? "Cuestión de altura" analiza en profundidad esta cuestión..." Lo de que uno opine de su propio trabajo que es "en profundidad" supongo que es lógico, pero quizá deberían ser los demás los que juzguen la profundidad o no de la propuesta. A mi, por ejemplo no me pareció tan profundo. Pero vamos por partes.
La historia es curiosa. El planteamiento es algo así: un personaje modélico se despierta tras un pedo tremendo y no es tan modélico. Eso si consideramos "modélico" a un señor déspota, creído, despreciativo, putero, chulángano y merecedor de dos hostias. Y si consideramos "no tan modélico" ser bajito y argentino. Pero bueno, tomemos esto como excusa. El "ganador" tiene que descubrir y aceptar qué ha pasado para verse así, y buscar en su interior qué ha podido provocar ese cambio, o si realmente él es así. Pero vamos, que ese planteamiento curioso enseguida se viene un poco abajo cuando ese conflicto deja de interesarte. A mi, a partir de un momento dejó de interesarme si este chico encontraba sus razones y se analizaba. Lo que me flipó fue el trabajo actoral. Creo que ahí está el plato fuerte de la función. 



Aunque por un lado yo me imaginaba a alguien más maduro para el papel (alguien que ha alcanzado la cima, le ha dado tiempo de disfrutarla, de que le aburra, de que le provoque una crisis y de explotar) reconozco que el enorme trabajo de Martiño Rivas hace creíble el personaje. De verdad, está soberbio. Hace absolutamente todo, para arriba, para abajo, ríe, llora, sufre, vuela, se lamenta, alucina, descubre, y todo lo hace bien. Aparte de ser un ser absolutamente perfecto, bello y casi sobrehumano. Y encima es que tiene al lado a Tomás Pozzi, que es una auténtica bestia parda de la escena. No para. Lo digo literalmente, no para. Está al 150% de la energía solemos tener los terrícolas. Tomás viene de otro planeta o no se de dónde porque no es normal ese nivel de hiperactividad. Pero eso sí, todo, absolutamente todo lo que hace va con su personaje. No está histérico e hiperactivo porque sí. Ha hecho una composición barroca y minuciosamente detallada. Es todo un ejercicio de virtuosismo del que sale absolutamente victorioso. Y el hecho de que Martiño Rivas se ponga a su lado es de una valentía admirable. Tiene todas las de perder. Pero no. No pierde, todo lo contrario. Yo creo que se contagia de su compi y lo que podría ser su tumba se convierte en su soporte y hace que el trabajo de los dos esté totalmente a la par. Cojonudos ambos dos. 
Claro que animo a la gente a verlo, por supuesto. Pero también te digo que principalmente por el currazo de los dos protas ante los que me descubro.      

lunes, 20 de enero de 2014

Tristan und Isolde. Teatro Real.

Con sus más y sus ligeros menos, esta temporada del Real está siendo en general buenísima. Y si creía haber alcanzado el orgasmo butaquil en "The indian queen", ya lo del Wagner de ayer...
No sé si seré capaz de hablar de todo, por partes y ordenadamente. Antes que nada, decir que por esas carambolas de la puesta en escena, estábamos en la puta primera fila!!!
Marc Piollet dirigiendo fue una experiencia abrumadora. Absolutamente prodigioso desde la primera nota a la última. Sus respiraciones, sus taconazos, sus lágrimas... todo me pareció mágico. Y mágicamente sufrí como una abducción. Cuando se fueron agotando las últimas toses y se acercó al Real la primera nota, que venía como flotando desde las profundidades de un corazón lejano, entré en éxtasis. Como Linda Blair, me poseyó un estado de ánimo que no me abandonó hasta que la última nota volvió a volar hacia su destino lejos del Real. Y mira que me zampé sendos canapés en los dos descansos, pero ni con esas, mi estado extra corpóreo duró las 5 horas de la función. 



Quizá Piollet por ponerle alguna pega, se dejó llevar un poco por el mismo éxtasis que me envolvió a mí y contribuyó a que determinados momentos se enterraran un poco bajo el inmenso volumen e intensidad de la música. En el caso de Tristan, lo habría agradecido el hombre, fijo que sí.
La orquesta del Real estuvo sublime. Y esta vez no quiero usar esa palabra. Orquesta. Anoche trabajaron como un equipo de intérpretes unidos en un compromiso y una seriedad que se transformó en un sonido sólido, compacto, sutil y de otro mundo. Y encima como les veía continuamente las caras y el nivel de compromiso y seriedad... solo puedo quitarme el sombrero. 



La puesta en escena: vamos a ver, Sellars hace un trabajo serio de grandísima altura. Yo diría que hace muy poco, y lo poco que hace es respetar la partitura y la magia de la música de Wagner. Dejan tanto él como Viola que el protagonismo y el foco sea la música. Sellars mueve poco a los actores. Únicamente lo necesario. Casi como un ritual oriental. Es la pura esencia. En escena poco. Nada. Una pequeña plataforma y el pantallón. Luces suaves que no enfatizan ni subrayan nada. Perfecto. Y los vídeos de Bill Viola... sin palabras. ¿Cómo se define una puesta de sol? Yo no sabría. Como no sé definir la belleza de los vídeos de Viola. Imágenes, sombras, siluetas, rituales, cuerpos, luces, color, noche, agua, fuego, naturaleza, amor, grano grueso, fantasmas, una colección de imágenes a cual más bella. Esas imágenes acompañan a las notas. A pesar de la belleza inmensa de cada puta imagen, no enfatizan tampoco nada, ni ilustran. Simplemente acompañan un estado de ánimo. Bueno, como si fuera tan fácil... Te lo juro, mirando fotos para acompañar este texto, no soy capaz de elegir. Son todas tan absoluta y fantasmalmente desbordantes que es imposible escoger entre papá o mamá. Pero no solo es que las imágenes sean bellas, sino que coinciden con momentos musicales. Y de pronto, justo en un agudo de esos estremecedores, en la pantalla hay un cuerpo entrando en el agua. Todo coincidía como por arte de magia.




Y en cuanto a las voces, decir que todos hacen un trabajo excepcional. El rey Marke de Franz-Josef Selig fue asombroso, con una voz potente, una dulzura desgarradora y una presencia brutal. El Kurwenal de Jukka Rasilainen tierno, con un timbre precioso y un gran control del gesto y del énfasis. La Brangäne de Ekaterina Gubanova buenísima. Gran voz y delicadeza. Potente y bella. El Tristan de Robert Dean Smith fue... delicado. Vamos a ver, a mi me gusta su timbre, me parece que tiene una voz muy chula. Y aguantar el papel durante tantas horas es un ejercicio dificilísimo. Él lo aguanta de sobra, y sobre todo en el tercer acto sigue bien de voz como para aguantar la tremenda escena que le espera. Pero quizá le falta un poco de potencia. Es difícil que se oiga a un tenor por encima de la orquesta, y ayer Piollet estaba un poco desaforado, es verdad, igual por eso se comieron un poco mucho al pobre Robert. Y Violeta Urmana estuvo perfecta. Como actriz desplegó mil recursos y mil matices que abarcaron todo el espectro de esa Isolda orgullosa, tierna, deshecha, enamorada, odiosa, odiante, irónica, brutal, sarcástica y tremendamente poética.



Además, como me pasó con Nadja Mitchel en "La conquista de Méjico", me dio la impresión de que se dejó la piel en cada nota. Yo pido a los cantantes que hagan mi función como si fuera la última, como si fuera una actuación histórica y que se entreguen al 100 %. Y la Urmana lo hizo. Vaya que si lo hizo. Ese "Liebestod" yo lo pongo a la altura de los de Waltraud Meier. Y eran tan terroríficamente bellas las imágenes en ese momento que... se me pusieron todos los pelos de gallina (como dice mi amiga) y un nudo en la garganta como pocas veces. Hasta las fotos de Javier del Real son fantásticas.



Te juro que muy pocas veces he sentido en la Ópera lo que sentí ayer. En teatro, unas cuantas, tampoco muchas, no te creas, igual con "El Público" de Lluís Pasqual, con "Las plantas" de San Pablo Messiez y Estefanía (de los dioses) y de los Santos y con "Diario de un loco" de Luis Luque y José Luis García Pérez.  Ah, no es que esté viendo "Tristan e Isolda" todos los días, pero lo he visto alguna vez más. Vamos que no es el flipe de verlo por primera vez.
Y ya no puedo escribir más porque lloro.

Panorama. Compagnie DCA / Philippe Decouflé. Canal.

Parece mentira que haya tenido que esperar hasta 2014 para conocer a este coreógrafo. Tiene delito. Porque lo que he visto en este espectáculo me vuelve loco. Sí, es un "grandes éxitos" o una batiburrillo de sus coreografías más famosas o las que él ha elegido para este espectáculo retrospectivo. Y mola ver todas las influencias que tiene este artista. El circo, el comic, movimientos alargados, cortados, seres imaginarios, los cuentos... un imaginario que le facilita el poder hacer lo que le da la real gana. Un trabajo con un nivel de libertad envidiable. Piezas cortitas y números más largos. Número humorísticos y otros de una poesía arrebatadora (el número del "ciervo" es hermosísimo). 



Las coreos tienen un nivel de diversión que salvo en la Werner, pocas veces he visto. Aunque aquí llevado al extremo. Pero no por eso deja de ser un trabajazo de danza. De danza de muchísima calidad y que exige a los intérpretes un nivel bestial. Hay que ser muy buen bailarín para sacar estas piezas. Y un gran actor también. Y tener muy poquita vergüenza, desde luego. Son unos cachondos mentales todos ellos, pero desde luego, el maestro de ceremonias, Matthieu Penchinat, es pa llevártelo a casa. 



No sé, poco se puede decir, el espectáculo es divertidísimo, con un uso de las luces, de la música, del espacio, del juego, del circo, de la acrobacia, de los sentimientos, del humor, de la sensibilidad y del tono lúdico y exigente como pocas veces se ha visto. Hacía tiempo que no disfrutaba tannnnnnnto en un espectáculo de este tipo. Pero que quede claro que como espectáculo de danza es riguroso y de un nivel altísimo. Un gran maestro, monsieur Decouflé.

La carcoma. La Trastienda.

Dos veces que he ido a La Trastienda y dos funciones que me han gustado. Veremos de ahora en adelante, pero de momento llevamos pleno. También te digo que llegar y encontrarte con Fran Calvo ya es una apuesta de seriedad. Estás en un sitio de gente que ama el teatro. ¡¡Y anda que no se nota!!



Conocí a esta compañía, "Teatro de cerca" en el último Fringe y me encantaron. En esta ocasión, hacen una obra más "de cerca" todavía y se ve que es un terreno que dominan perfectamente. Un sofá, dos amigas, unas cerves y los mirones sentados en sillas alrededor. Ellas se miran, respiran, miran uno por uno a todos los del público y comienzan. Ya han marcado desde ese momento que lo que vemos es un puro y duro "ritual".
Dos amigas reunidas frente a unas cervezas (marca "La virgen", jajaja, no es broma) y empiezan a hablar. Una llora, se acaba de separar. La otra parece feliz con su churri. Y pasa lo que tiene que pasar, que sale de todo. hablan de todo, de todos, de ellas, de ellos, de relaciones, de traumas, de ascos, de pollas, de escrotos, de novios, de ir a mear juntas... en definitiva de lo que pueden hablar dos amigas que empiezan a tirar de manta. El texto de Quique Culebras está muy bien. Va a lo que va, no pretende nada más que lo que tiene y funciona de maravilla. Fresco, divertido y durito a ratos. Como la vida misma. Y encima tienes a dos actrizonas como Carmen Flores y Laura Barba que hacen que lo que ves parezca que surge en ese momento. Dar naturalidad a algo ya de por sí tan natural es muy difícil. Y ellas hablan como si estuvieran improvisando. Hablan y escuchan, y se mueven y se ríen, y se mean y se de todo con una naturalidad contagiosa. Te juro que sin ser un texto de mearte de la risa, la gente nos descojonábamos por lo que se decía y por cómo se decía. Realmente estábamos en una reunión de amigos, aunque sólo hablaran dos. 

Muy, muy, muy recomendable espectáculo con un texto divertido, natural y seco y con dos actrices que están que se salen!!!!!

sábado, 18 de enero de 2014

Pequeños dramas sobre arena azul. La casa de la portera.

Ir a "La casa de la portera" siempre es un gustazo. Ir encima a un estreno ya es de correrse vivo del gusto. El miércoles tuvimos la enorme suerte de ir al estreno de esta función escrita, dirigida e interpretada por Abel Zamora.



Nada más comenzar la obra ya te meas. Crees que estás viendo a dos personas disfrazadas de peluches pero no. Los personajes de la función son animales. Talmente. Cinco animales y una humana más bestia que los otros cinco juntos.
Una mujer sola, un poco pedorra, cruel con los seres de su entorno porque le recuerdan a su ex. Una gata recién parida, un gatito joven, inocente que verá trastocada su vida por culpa de su "olor", un gato callejero que quiere dejar su mala vida y formar una pareja, un perro bobón y simple y una paloma histérica y politoxicómana. Lo que en un principio te hace gracia, poco a poco se va diluyendo. La idea es genial, contar todo desde el punto de vista de los bichos. Ellos son los protas y hablan y tiene conflictos como los humanos. Pero en definitiva, sus problemas, no terminan de enganchar. Intentaré explicarlo sin desvelar nada. La movida de Marta Belenguer, obviamente es muy heavy, pero se hace tediosa enseguida y su sufrimiento inicial acaba siendo una obsesión con la que no simpatizas tanto. Me temo que porque se le dedica demasiado tiempo. Se acaba haciendo lenta y tediosa. Mentxu Romero es una petarda y te importa un cagao lo que le pase. David Matarín tiene una movida dura, pero con un problema que contaré al final. En definitiva, las historias de estos personajes, una vez pasada la sorpresa inicial, se quedan en historias flojas sin un interés tan grande como para aguantar la hora y pico que dura la función. A mi se me hizo larga. 
El texto hay veces que tiene gracia. Pero en muchas ocasiones es como si buscara demasiado premeditadamente la broma. Lo que por ejemplo funcionaba de maravilla por sí solo en "Cerda", aquí parece buscado a propósito. Hay bromas y referencias a cosas de la tele que parecen demasiado buscadas. A mi eso me canta, o al menos es la sensación que me da y no me mola. Como ese momento en que Marta Belenguer se pone a bailar y cantar. Se supone que el público debería estar riendo a carcajadas pero no fue así, con lo cual la pobre se quedó bastante vendida. En definitiva, el texto me parece forzada y premeditadamente cachondo y creo que no funciona. El mismo miércoles las risas iniciales se fueron diluyendo a medida que pasaban los minutos.
Los actores están bien. Muy bien. La Belenguer es maravillosa, Mentxu Romero está bien, David Matarín está fabuloso, lo mejor de la función sin duda, Nuria Herrero está bien aunque un poco pasada, y tiene que lidiar con un texto que no es tan gracioso como cabría esperar, pero ella lo defiende de forma magistral, Abel Zamora está bien y Raúl Prieto también aunque con él me pasa una cosa y es que en todo lo que le he visto, habla igual. Todo lo dice de la misma forma, entonces ya no sé si es que él es así o qué, pero interpretar todos los papeles de la misma forma... no sé. Como que no. 

En definitiva, una buen planteamiento, un texto que está bien aunque ciertas bromas no terminen de funcionar, y unos actores fantásticos. Eso sí, convendría meterle tijera y darle caña a ciertas escenas dramáticas pero faltas de ritmo. 
Y lo que decía antes de David Matarín. SPOILER total. Voy a contar algo importante de la trama. David es un gatito joven, inexperto, con ganas de salir al mundo y de follar. Piensa en gatas todo el rato y se pone cachondo, pero cuando le castran, de pronto, se enamora de otro gato y decide huir con él. ¿Hace falta estar castrado para que te guste otro gato? ¿Por qué si antes pensaba en gatas, tras castrarle se pone burro con otro gato? No es que no me guste la idea, es que me parece horrible. Igual no entendí la movida o no está bien explicada, pero es lo que yo entendí y no me moló nada.   

Los áspides de Cleopatra. Teatro Pavón.

La verdad es que llegué cansadísimo y puede que no fuera el mejor día para ver esta función. Y que yo sepa, este texto no es de las obras más famosísimas de Francisco de Rojas Zorrilla. Por algo será. A mi particularmente me parece un texto soso y aburrido hasta decir "basta". Monologazos eternos que no aportan nada. Tampoco le veo ni una riqueza lingüística semejante a la de otros textos que sí se han convertido en obras maestras o al menos, en clásicos. Así que, texto simple y no muy atractivo y una historia que se puede reducir a veinte minutitos de función.



El proyecto de colaboración entre la CNTC con el Complejo teatral de Buenos Aires está bien y por supuesto es de aplaudir, pero el resultado para mi gusto, se queda en "normalito". La dirección me parece sosa. Es una simple sucesión de escenas. Escena uno, salen los actores, se ponen de frente al público para que se les oiga bien en esa sala tan acústicamente mala como es el Pavón, sueltan sus textos y se van. Escena dos, lo mismo, escena tres, igual. Hay incluso dos actores "acróbatas" que salen al principio y hacen los cambios arropados por una cibermúsica que no pega mucho pero que de repente dejan de salir, ya no salen más, con lo cual no sabes muy bien qué pintaban antes. 
Eso sí, como casi siempre, los actores maravillosos. Iride Mockert y Gustavo Pardi están que se salen como la pareja protagonista, aunque tengan cierta tendencia a decir todo con el mismo toniqute, acentuando las mismas sílabas en todos los versos. Se hacen un poco monótonos, pero con todo y con eso, están fabulosos. El resto del reparto también. Están todos muy bien, muy entregados y muy voluntariosos.

Pero en definitiva... ya veremos si cuando acabe la temporada alguien se acuerda de estos "áspides".   

miércoles, 15 de enero de 2014

El cojo de Inishmaan. Teatro Español.

El texto de Martin McDonagh es genial. Me encantó. Muy bestia. Se pasa tres pueblos con todo y con todos. No le tiene respeto a nada. Mejor dicho, no le tiene respeto servil a ninguna figura de las establecidas, solo respeta la amistad, el amor, el compañerismo, la integridad. Lo que según el texto podría llamarse "actitud políticamente incorrecta", para mí es todo lo contrario. Eso es ser consecuente y ética y moralmente como hay que ser. Y sí, se pasan tres pueblos, pero con las cosas con las que uno de puede y se debe pasar. Si somos íntegros lo somos, ¿no?



Gerardo Vera demuestra que con un buen texto y unos grandiosos actores, muy mal se tiene que dar para que no te saquen adelante la función. Y Vera se dedica a poner a los actores en escena, y dejar que hagan. Ellos lo hacen todo en medio de esa escenografía horrorosa que en vez de ayudar, parece que intenta cargarse la función. No puede ser más feo todo lo que hay, esas cortinas feas, el morro de la barca que queda supercutre... las sillas plantadas en primer término... en fin, escenografía espantosa y dirección yo diría que simplemente correcta y funcional. La trama es sencilla y funciona de maravilla, te atrapa desde el principio y hace que rías, te emociones, disfrutes y quieras más de esos personajes. Quizá sea un poco pastelosa, porque en definitiva nadie es malo, solo como mucho, travieso o ligeramente meticón, pero como en todos los pueblos y en todos los países.  Un buen truco para comenzar es plantar a Marisa Paredes y a Terele Pávez en la primera escena de la función en dos sillas, en primer término. Están que se salen, y en 3 minutos, has conseguido meterte al público en el bolsillo. Si esa escena funciona, funcionará todo el espectáculo. Y ayer funcionó.
Todos los actores están estupendos. Hasta uno que no soporrrrrto en esta función reconozco que está bien, aunque el papel igual pedía alguien más corpulento, no sé. Quizá Ferran Vilajosana esté un poco pasado en su composición física. No hace falta que esté todo el rato moviéndose pacá pallá para que veamos lo que ha trabajado físicamente. Marisa Paredes y Terele están fabulosas y divertidas. Son dos maestras cada una en su estilo. Y luego Irene Escolar me parece que está increíble. Tiene un desparpajo y una mala hostia que te meas con ella. Tiene un sentido del ritmo, de la escena y del magnetismo que parece como si llevara cuarenta años en un escenario. Y esa Teresa Lozano que no puede estar mejor!!!
Resumiendo, que a pesar de esa escenografía horrorosa, la historia es tan mágica y los actores están tan bien que es un gustazo. Aplaudes con ganas y sales con una sonrisa en los labios. 

André y Dorine. Fernán Gómez.

Es curioso que en los "grandes" teatros madrileños se hacen cosas bastante más interesantes en las salas pequeñas que en las tochas. La pequeña del Español, la del María Guerrero, la del Fernán Gómez, incluso la del Valle Inclán... nada que ver.
"André y Dorine" de la compañía Kulunka Teatro es una joya que tiene ya varios años de vida y un éxito rotundo por todo el mundo. Sí, por todo el mundo. Y no es para menos.
No hay ni una sola palabra en toda la función y los actores usan máscaras. Unas máscaras ingeniosas e infinitamente expresivas. Esas máscaras unidas al prodigioso trabajo corporal y expresivo de los tres actores hacen que haya un nivel expresivo en toda la función realmente sorprendente.
Es mejor no desvelar nada de la historia. Pero es jodido hablar sin contar nada. Voy a ver cómo me lo monto.




Una pareja de ancianos han convertido su vida en una rutina en la que la máquina de escribir de él y el violonchelo de ella ya no son cómplices sino casi enemigos. Entre medias, tratando de ejercer de árbitro, su hijo ya maduro e independiente. Como casi siempre, un hecho inesperado trastocará esa vida apaciblemente arisca. Desde ese momento, tras unos instantes de no saber qué hacer, deciden volver atrás para poder seguir adelante.
La mejor o la única forma que conoce André de plasmar las cosas es escribiendo. Escribirá la historia de su amor desde el principio. Es la única forma de materializarlo y de poder conservarlo. Deberán recordar cómo eran y cómo se amaron. Sólo así podrán seguir amándose. Entonces volvemos al pasado y vemos una historia de amor sencilla y entrañable. Como muchas otras, pero contada con una sensibilidad y una gracia que te estremecen. Y aunque haya momentos sensibleros, situaciones que te estrujan directamente el corazón y te succionan las lágrimas, todo está hecho desde un respeto tan gigantesco que sólo puedes desarmarte y entregarte a una historia dura de cojones y dejarte estremecer. Y sí, te entra mejor porque son casi muñecos, si fueran actores a cara descubierta... a saber qué habría pasado. Pero está claro que los cuentos, incluso los más crueles entran mejor si te los cuentan unos títeres, unos dibujos animados o unos actorazos con máscaras.
Historia de amor, de recuerdos, de recuperar la memoria, de recordar sensaciones pasadas y reales, de mirar al futuro, de entender al otro, de comprendernos para situarnos. Espectáculo complejísimo y tremendamente bello que te hace llorar como un descosido, pero es que la vida es así. Gracias eternas a estos tres actores, Garbiñe Insausti, Edu Cárcamo y José Dault y al director, Iñaki Rikarte por darme la mejor tarde de domingo imaginable. Bueno, y la música de Yayo Cáceres que es como esas bandas sonoras que con sólo oír dos notas se te rompe el corazón. Como con la música de "La strada", que solo con dos o tres notas te pones a llorar. Evocadora y mágica.

Vayan señores míos, vayan al Fernán Gómez. Y déjense llorar.      

Las niñas no deberían jugar al fútbol. La Trastienda.

Nunca había ido a "La Trastienda" y la verdad es que el sitio me gustó. Gente maja, que saber que les gusta el teatro. Una sala agradable, quizá un poco fría, pero agradable y más cómoda que muchas otras. Vamos, que eso de entrada ya mola, porque a veces acabas viendo cosas en cada cochiquera...
Me moría de ganas de ver a Marta Calvó así en vivo. Me vuelve loco este pedazo de actriz inconmensurable y lo de verla así en persona... coño, que me apetecía. Encima hubo momentazo bizarro. Estaba entre el público Lydia Bosch. ¡¡¡La buena y la mala de "Motivos personales" juntas!!! Jajaja, momento único.



El texto de Marta Buchaca está bien. La historia es curiosa y plantea cosas majas. ¿Qué pueden hacer tres desconocidos en un mismo coche? A partir de ahí, elaboras un puzzle, al igual que los tres personajes lleno de prejuicios, imaginación, suciedad, y todos los ingredientes que hacen que te inventes una película calenturienta a partir de dos brochazos. El resto lo pones tú.
La dirección no destaca por nada, es solvente y a pesar de varios detalles cuestionables en la trama, se deja ver de maravilla sobre todo por ser una propuesta clara, concisa y por el buen trabajo de los actores. Bueno, aclaro. Katia Klein es sorprendente. Está al borde de farfullar en muchos momentos, pero no farfulla. Está como fría y fuera de situación, pero no es verdad, porque de pronto pega un giro que te deja muerto. Tiene una forma y una naturalidad para interpretar que te deja desarmado. Y eso mola, esa novedad, esa forma particular de hacerlo me gusta. Daniel Gallardo está bien, natural, intenso, aunque quizá. por el texto, haya cosas en su personaje que no me terminen de cuadrar. Y luego está Marta Calvó. Que es que flipas con esta mujer. Compone a una bicharraca que te dan ganas de soltarle dos hostias. Pero es débil. Mira con un odio y un asco a los otros dos que te cagas pero luego les mira con sumisión. Es capaz de hacer creíble un personaje límite y además con una naturalidad impresionante. No se, es un portento de credibilidad y de entender y crear un personaje tanto física como emocionalmente. Prodigiosa.
Quizá no sea el obrón del año, pero desde luego esta función lo tiene todo para funcionar que te cagas. Una buena sala, un texto interesante y unos actores que funcionan de maravilla. Además de tener a Marta Calvó, que solo por eso merece la pena lo que sea en esta vida.

sábado, 11 de enero de 2014

Atra bilis. Cuarta Pared.

Una buena noticia y una mala. Bueno, según cómo se mire, pero bueno.



La mala es que no me ha gustado nada esta primera parte de la "Trilogía de la memoria" de la compañía Micomicón.
El texto me ha parecido nada interesante, con un lenguaje rebuscado, premeditado, antinatural y demasiado forzado, la dirección burda, la historia no me ha interesado lo más mínimo, es como de hace varios siglos y la "trama" es previsible y cero interesante. Las interpretaciones enervantes. 
Ya sé que con ese lenguaje pretenden llevarnos al mundo de la España rural de... no sé cuándo, y que es antinatural por eso mismo y que por eso es rebuscado pero no es eso lo que me rechina. Lo que me rechina es que ni me lleva a ningún pueblo ni a ninguna época. Y si lo que pretenden es emular situaciones o estéticas e incluso éticas lorquianas... 
No me llegó en absoluto. Por no ser cruel diré sólo que es de las cosas más... prescindibles que he visto en Cuarta Pared. 
La buena noticia es que ahora va a haber menos problemas para conseguir entradas para las otras dos partes de la trilogía, porque yo desde luego, me lo voy a ahorrar.     

Alchemy. Momix. Canal.

Yo vi a Momix hace muchísimos años y por aquel entonces me gustaron. Me pareció muy mono lo que hacían y visualmente prodigioso.
Han pasado los años por mí pero no por Momix. Siguen haciendo exactamente lo mismo. Y claro, ahora ya, me la refanfinfla.
Lo que pone en la web acerca del espectáculo... bueno, mejor no hablar. Yo es que los prospectos esos que intentan explicar y alabar algo que luego no encuentras por ningún lado me parecen muy chorras. "La alquimia del arte", "arcanas sugestiones"... sin comentarios.
El caso es que según el programa de mano este espectáculo es una creación (como siempre) de Moses Pendleton, pero con la ayuda de veintitantas personas!! Coño, ¿entonces qué ha hecho él? Bueno, eso son dudas mías porque es que soy mu burro.



A lo que voy. El espectáculo es una hora y veinte de música como de documental de "Murcia desde el aire" que te pone de los nervios a los 10 minutos. No soporto ese "easy listening" sin parar durante tantos minutos. Eso aderezado con numeritos horteras a más no poder. Amantes flotando por los aires, burbujitas que van y vienen, cosas etéreas que flotan y fluyen... hora y pico de almíbar que seguramente quedará maravillosamente en un casino de Las Vegas, pero que como espectáculo a mí me rechina, me aburre y me parece un auténtico tostón. Salí con tal nivel de azúcar en la sangre que tuve que tirarme a por un bocata de panceta con morcón para escapar del coma. A la hora de poner etiquetas a este comentario no sabía muy bien si poner "teatro", "danza" o qué poner. Por supuesto no es teatro, pero tampoco es danza. Comparar esto con la danza es un crimen. Es como un espectáculo multimedia o yo qué sé, lleno de imágenes horteras azucaradas y una música insufrible.
Que sí, que son Momix, que son casi una leyenda, y que cada vez que vengan llenarán, no te digo que no, pero igual que al David de hace veintitantos años le parecieron muy monos, al de ahora ya no. ¿Problema mío? Seguramente, pero a mí no me vuelven a pillar.

Carlota. María Guerrero.

He estado fuera unos días, entre Navidades y asuntos propios. Os he dejado descansar y sobre todo, esto ha permitido que varias funciones y funcioncillas se hayan librado de mis crueles garras. Y por supuesto, si no lo hice en su momento, ahora ya no pienso perder un segundo en hablar de esos espectáculos que vi en diciembre y de los que no hablé. Mejor para ellos.
Aunque para eso tenemos enero. Mes feo de cojones que no me gusta una mierda. Y esta primera semana de actividad teatral me ha aportado un par de cosillas interesantes. Y poco más.
Para mí, volver al María Guerrero siempre es volver atrás en el tiempo. A cuando había cafetería donde ahora está la sala pequeña. Pero que yo vuelva en mi memoria hasta hace veintitantos años es una cosa y que me lleven hasta los años 50 en pleno teatro nacional es otra.
Es sabido que yo soy muy mitómano de mis mitos. Y Carmen Maura es un mito muy mito mío. Claro que la adoro, claro que la amo, claro que me gusta TODO lo que hace, claro que me enamoré de ella la primera vez que la vi y me volví a enamorar para los restos cuando la vi en "La ley del deseo". Sí, Carmen Maura está pa comérsela. Está perfecta, maravillosa, divertida, sarcástica, monísima, delgadísima, y yo me la querría llevar a casa pa siempre. También es verdad que hace casi lo mismo de siempre. La composición que hace en "Carlota" es lo que ella hace con la punta nada más levantarse. Vamos, que sin el más mínimo esfuerzo, me la imagino bajando a por el pan y haciendo lo que hace en el escenario. No digo que no tenga mérito, todo lo contrario. Carmen Maura es de esos seres intergalácticos que casi siempre hacen lo mismo, hace de "ella misma" o de la imagen que tenemos de ella y sin grandes composiciones, lo que hace, funciona. Está siempre maravillosa haciendo de ella misma. Hay actrices que se meten y se van al terreno de sus personajes y otras que se llevan los personajes a su terreno y funciona igual de bien. Eso hace Carmen Maura, hace un poco lo de siempre (o casi siempre) y consigue que funcione. Eso es de tener mucho arte y mucha musa dentro. Me refiero, eso sí, a ese tono frívolo, de tonito alto, codos doblados, manos hacia arriba y juego soylistaperomehagolatonta o soytontaaunqueparezcolista que para una comedia sin la más mínima pretensión, funciona de perlas. No me imagino a otra actriz mejor que mi amada Maura. Lo que no me explico tampoco es por qué ha elegido esta función para su "regreso a las tablas". Esto lo hace ella sin pestañear, y no es un obrón que le vaya a dar todos los premios del año.



Pero ya está. Esto es lo único que salvo de esta "Carlota" en pleno siglo XXI. A mi Maura y porque la amo.
La puesta en escena es simple, no tiene la más mínima gracia ni nervio ni ná. Han puesto un pedazo de escenario gigante que no aporta nada, pero en el que se han gastado una pasta, lo han iluminado normalito, han llamado a un puñado de buenos actores y ya está. Comienza con unos títulos de crédito proyectados en el telón que son talmente una versión española de Saul Bass aderezados con una música remedo de Bernard Herrmann. Te crees que vas a ver una peli de Hitchcock. A eso lo llamo yo "modestia". Y ya está. Ni Hitchcock, por supuesto ni nada. Mihura. Pa lo bueno y pa lo malo. El texto no tiene ninguna pretensión, es una gracieta sin más. Pero la puesta en escena tampoco. Eso sí que es chungo. Los actores están correctos salvo alguno que bordea el ridículo, como la pobre Pilar Castro que está más que vendida con ese papel que no sabe qué hacer con él. Ah, otra cosa: dentro de mi ignorancia... ¿cómo es que hay un director de escena y un encargado del "movimiento escénico"? ¿No dirige el tráfico el director? ¿Entonces qué hace en un montaje como este si no es dirigir el tráfico?
Ya sé que si vas a ver un Mihura no puedes esperar nada más que lo que hay en esta "Carlota", pero me parece un poco de juzgado de guardia que en pleno siglo XXI sigamos con estos ataques de naftalina y alcanfor. Todas las señoronas con abrigazos de pellejos que había se rieron y disfrutaron, es verdad, pero tampoco se despellejaron las manos aplaudiendo. Vamos que les gustó, pero tampoco enloquecieron. Si esto lo ponen en un teatro privado, pues tan ricamente, a ganar dinero que de eso se trata. Pero que se haga con el dinero de todos en un intento de contentar a todos los públicos... como que no. Hay muy poco dinero para teatro, y todo cuesta mucho. Desde los nacionales creo que la obligación es hacer cosas más interesantes que un Mihura de segunda. Y no quiero dar nombres de directores pasados, pero si echamos la vista atrás... qué lástima ver las programaciones de hace años.