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miércoles, 29 de mayo de 2019

Doña Francisquita. Teatro de la Zarzuela.

El teatro de la Zarzuela ha vuelto a apostar por un director de escena de lo mejorcito del panorama mundial para darle un aire nuevo y sólido a sus producciones. En esta ocasión, Daniel Bianco ha confiado de nuevo, tras sus anteriores éxitos en este teatro, en Lluís Pasqual, sabio del teatro desde hace muchísimos años. 




Pasqual siente la zarzuela en la sangre desde pequeño, ama el género y aparte de cuestiones pintorescas (sus recuerdos de infancia, su madre se llama Francisca, sus padres tenían una confitería...), se acerca a este título emblemático con la ilusión y la intención de que el público se divierta y salga del teatro, tras casi tres horas, con una sonrisa en los labios y más optimismo en el corazón.
Yo he dicho ya otras veces que la forma de que este género sobreviva al siglo XXI es o con puestas en escena sólidas, novedosas y atractivas para el gran público o tocando los libretos, para despojarlos del costumbrismo apolillado de ciertas partes y de unas formas que hoy en día resultan menos atractivas que en su momento. 
Es evidente que las partes cantadas son intocables así como las notas musicales. Pero las partes habladas son otra cosa. Claro que hemos tenido grandes libretistas, eso es cierto. Grandísimos, pero también es cierto que en muchas ocasiones, en este género que mostraba la vida de la gente corriente en contraposición a los conflictos más lejanos de las óperas, esos autores escribían con un lenguaje muy de su momento y para ser interpretado como se hacía entonces. Todos sabemos que el teatro en España, hasta la aparición de Valle Inclán, Lorca y otros genios, estaba marcado por un costumbrismo que a veces arropaba grandísimas obras, pero cuyos códigos eran otros, particulares y viejunos. Pasqual, en esta anunciada adaptación del texto de los autores originales, intenta quitar esas telarañas que a veces, vistas desde el siglo XXI, pueden resultar lejanas. 
En cualquier caso es una adaptación del libreto original de esta obra, como muchos espectáculos de los que han pasado tanto por este teatro como por cualquier otro teatro del mundo. Ah, por cierto, el libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw ya fue en su momento una versión de "La discreta enamorada" de Lope, pero "actualizando" esa obra intocable a los personajes y gustos de SU época. Vamos, lo mismo que se ha hecho ahora. El objetivo que persigue Pasqual es entretener, divertir y hacer gozar. Yo entré dispuesto a dejarme hacer por lo que iba a ver y me lo pasé pipa. Yo. Sí. Pipa.
Esta coproducción con el Liceu y la ópera de Lausanne tiene todos los ingredientes para ser un bombazo. El grandísimo Oliver Díaz, Alejandro Andújar, Pascal Mérat, Nuria Castejón, Lluís Pasqual, Gonzalo de Castro, la inmensa Lucero Tena, la ORCAM, los fantásticos bailarines, el coro titular... inmejorable.
El primer acto se sitúa en plena II República. Un grupo de cantantes están grabando una versión de "Doña Francisquita" para repartirla por el mundo e intentar "luchar" contra las músicas de Wagner que invadían Europa. Eso sí, sólo van a grabar las partes cantadas, porque como en Europa no entienden el castellano, no van a entender las partes habladas. Una parte del elenco refunfuña porque se quedan sin una parte de su "lucimiento". El segundo acto transcurre durante la grabación de un programa de televisión de aquellos de zarzuela de los sesenta. ¿Problema? El mismo, hay un.. mandatario que se aburre y quiere que el programa vaya ligerito. Así que fuera diálogos. Sólo se grabará la parte cantada. El tercer acto es el ensayo un día antes del estreno de una producción de "Doña Francisquita" en pleno siglo XXI. Al fondo, podemos ver la copia recuperada y restaurada de la versión cinematográfica de Hans Behrendt del año 34. Un lujo poder gozar de la recuperación de esta joya. Estos tres actos son tres formas de enfrentarse a un clásico como este: yendo a su esencia musical, tratándolo como se hacía en plena expansión del género y como se haría en nuestros días. 



La escenografía sobria de Alejandro Andújar acoge bien los propósitos de esta propuesta. El vestuario brilla con una paleta de colores brillante y unos figurines exquisitos. Iluminado de maravilla, como siempre hace Pascal Mérat. Y brillando por encima de todo, las vibrantes coreografías de Nuria Castejón que unos entregadísimos bailarines exprimen al máximo consiguiendo una ovación merecidísima. Bravo, sois asombrosos y vuestro sacrificado trabajo nos regala algunos de los mejores momentos de la velada. 
La ORCAM, bajo la batuta del maestro Oliver Díaz suena vibrante y alegre. Siempre acertadísima y con unos sonidos muy, muy sólidos y acertados. El coro titular, NUNCA ha sonado mejor. Y no sólo vocalmente sino escénicamente. Están brillantes. Lo de Lucero Tena es histórico. No sé cómo explicarlo. Tener la oportunidad de verla en directo es brutal. Cómo consigue con dos trozos de madera sacar de ahí notas musicales, pianos, fortes y todo tipo de matices musicales y expresivos. Asombrosa. Fantástica la intervención de la Rondalla lírica.



El elenco, (yo vi al primer reparto) encabezado por un Gonzalo de Castro tan luminoso como siempre, nos regala la oportunidad de disfrutar de la elegancia de Ismael Jordi. Su voz suave, su timbre único y precioso estuvo a puntito de visar el celebérrimo "Por el humo se sabe..". Sabina Puértolas demostró que la suya es la zona alta, donde su voz se mueve con más libertad. Sus trinos agudísimos volaron bien por la sala. María José Suarez hace una creación única, divertidísima y sin duda se ganó la grandiosa ovación con la que el público le agradeció su entrega. 



Ana Ibarra me deslumbró con una voz poderosísima, con un timbre bellísimo y una presencia escénica brutal. Para mi gusto, lo mejor de la noche.
En cuanto a la dirección de escena, el genio de Pasqual brilló como siempre. Su propuesta (la suya, no la de nadie más, no la mía, no la de nadie) es sólida y alegre. Consigue que el espectáculo navegue ligero y divertido. El primer acto es divertidísimo, el segundo acto es precioso y el tercero, brutal. Quizá, por poner un "pero", la aparición de Lucero Tena quede un poco desdibujada y no termine de estar afinada del todo. Es lógico caer en la tentación de presentársela al público, pero quizá la forma elegida no termine de cuajar del todo. No sé.   



Y claro, la polémica. 
Yo pienso que esta es una propuesta. Una. La concreta que ha hecho Pasqual. La que él ha pensado y elegido. Cada uno de nosotros alberga un director oculto. Por eso en las obras hay señores opinando desde las verjas. Y por eso siempre hay alguien pendiente mientras aparcas, comprobando que él aparcaría mejor que tú. 
Si nos hubieran encargado a nosotros esta producción seguramente cada uno habríamos hecho una distinta. Pero se la han encargado a Pasqual. Y él ha decidido hacer esta. 
Obviamente te puede gustar o no, te puede llegar más o menos. Pero es la suya. Decir: "es que esto se debería hacer de tal manera" es un axioma que nos hace parecer poseedores de la verdad. Y en teatro no hay verdades, hay opciones. Entiendo que a mucha gente no le guste, e incluso puedo llegar a entender que a mucha gente le moleste. Lo que no me creo es que genere tanta ira que te haga saltar por los aires y no poder reprimir la necesidad de montar un pifostio. 
De toda la vida de dios, se abuchea, pero cuando procede. O no se aplaude, o si me apuras, si tan mal lo ves, te piras. O montas un griterío en los entreactos, o en los saludos finales, o te vas y pides la hoja de reclamaciones. Yo me he ido muchas veces del teatro y he presenciado abucheos. Pero no los desmanes que se han vivido ahora.  
He visto también miles de adaptaciones. De todo tipo de autores y con todo tipo de resultados. Incluso espantosos y alguno ofensivo. No quito la razón al que se ofenda o se horrorice con esta versión. Cada uno recibe las cosas de una forma y las asume o asimila como puede o quiere. Pero desde luego no me parecen las formas. Es más, eso de montar el jari a los diez minutos de función, cuando todavía no ha dado tiempo a que pase demasiado... me mosquea. 
No sé, de verdad que no entiendo tanta ira. Hace no mucho, por ejemplo, vimos una apaluadida versión de "La casa de Bernarda Alba". Estuvo anunciado como "libreto de Julio Ramos basado en la obra original de...". Se decía que "estaba basado en" y quizá por eso nadie criticó que no estuvieran ahí las palabras de Federico García Lorca. Personalmente creo que la música de las palabras de Lorca es vital para disfrutar del poder de sus textos. Ahora esto se anuncia como "adaptación del libreto de...". Vamos, que avisan de que es una adaptación. ¿Cuál es la diferencia, que la de Julio Ramos  tenía más derecho que esta o que nos gustó y esta en cambio no? Si es cuestión de gustos, entonces no hay discusión posible. Cada uno tiene un gusto y cada uno recibe las cosas de una forma. Y sí, vale que en la Bernarda no se alteraba la trama, pero para mí, las palabras son tan importantes como lo que contienen y si hablamos de alterar, hablamos de alterar. Si no, es que hablamos de resultado. Y eso ya es subjetivo. Ah, y que quede claro que el trabajo de Julio Ramos me pareció fabuloso.       
En cualquier caso me parece una falta de respeto brutal hacia los que están sobre el escenario, trabajando. Todos los artistas que están sobre el escenario están trabajando y haciendo su trabajo lo mejor posible. Y no se les puede dinamitar de esta forma. El derecho a la protesta es incuestionable, pero en el momento y de la forma que hay que ejercerlo. El resto es barbarie. Y la culpa es de los políticos que han perdido el respeto y se han convertido en agitadores, de los medios de comunicación que viven del insulto y de los programas que se alimentan de la carroña. Hoy en día, el insulto y la violencia son habituales y parece que están legitimadas la agresión y la barbarie. Nadie discute que este espectáculo (o cualquier otro) pueda incluso ofenderte, pero ¿en serio ofende tantísimo como para no poder refrenar el impulso de montar un griterío así? Te juro que no me cabe en la cabeza. 
Desde los tiempos de "La torna" o del famoso "Teledeum" o del estreno de "La última tentación de Cristo" no se veía algo así. Deberíamos reflexionar. Ah, y los que gritan son los menos, lo que pasa es que suenan más. 
Hay quien pide responsabilidades, que alguien salga a dar explicaciones. La única explicación que se me ocurre está en el escenario. Esta es la versión concreta que se ha querido mostrar y su defensa es ella misma. El escenario habla. Como siempre. 
No sé qué tiene este género que hay una corriente que pide que no se toque nada. Que todo se haga y se siga haciendo exactamente igual que hace 80 años. No sólo a nivel de resultado sino de concepto. Y no entiendo por qué ese afán. Vale que el género reflejaba una forma de vida y un lenguaje concretos y que no se deberían olvidar. Pero meter la zarzuela en un bote con formol para conservarla intacta no es sano. Y es algo que sólo pasa con este género. Picasso pintó 56 variaciones de "Las meninas" y no borró el cuadro de Velázquez. Si te gustan esos 56 cuadros, vas a verlos. Y si prefieres el original, vas a ver el original y ya está, no acuchillas los cuadros de Picasso. Si es que no pasa nada. ¡Anda que no se hacen y se harán versiones de "Doña Francisquita"! Pues esta te la ahorras y ya está. 
Hace tiempo una señora cardada decía en un entreacto: "hasta esto nos quieren quitar". Ese sentido de la propiedad, de creer que hay cosas que se deben hacer como yo quiero, porque yo tengo más derechos sobre ello que tú es algo muy chungo. Y, señora, no se crea usted que ama más el género que nadie y por supuesto, no piense que le pertenece. La música es libertad y nadie es dueño ni de unas notas, ni del arte, ni de lo que provoca ni de cómo se debe hacer. 
Bueno, quizá le he dedicado demasiado tiempo a la polémica. A la polémica que ha surgido en un par de funciones, además. Pero las redes son tan incendiarias... y hay tanta gente a la que le gusta meter mierda... Porque quejarse es bueno, y estar en contra, inevitable, y ofenderte también. Y yo no digo nada de la gente a la que esta versión no le haya gustado, o le haya parecido horrorosa o infumable. Los gustos son los gustos. Pero de verdad que no me creo que lo que se ve en el escenario ofenda tantísimo como para tener que explotar y sucumbir al deseo irrefrenable de montar un pifostio. Es un espectáculo. Es diversión, es entretenimiento. Para las iras, sería mejor y más productivo ir justo a la vuelta, que ahí si se deciden cosas importantes. Esto sólo son tres horas de tu vida, a las que vas voluntariamente y ya está.            




 Así que por mi parte sólo puedo agradecer a La Zarzuela y a sus responsables por regalarnos un espectáculo a mi parecer redondo y que me hizo pasar una tarde divertidísima y de puro goce. Bravo.




 Las fotazas son de Javier del Real. Si hay algún inconveniente en que las utilice, por favor, comuníquemelo y las quitaré.





















       

 



 

miércoles, 23 de enero de 2019

El sueño de la vida. Teatro Español.

Espero no dar a entender con mis palabras que en ningún momento considere "El sueño de la vida" como una obra fallida. Nada más lejos. Sobre todo porque para que algo falle, tiene que haber una meta, un propósito, una finalidad y justamente mi comentario se basa en lo opuesto. 

A veces, muchas veces, casi siempre la clave de la cosa está en el ojo que mira, no en lo que el ojo ve. El objeto está ahí y tiene la vida que tiene. Es el ojo el que mira y ve, o mira sin ver, o mira una cosa y ve otra, o mira pero ve negro lo blanco, o mira y ve lo que le sale de los cojones...




La historia la sabemos todos. A Conejero le encargaron escribir una posible continuación del texto inacabado de Lorca. Obviamente, continuaciones podría haber miles. Pero Conejero escribió la suya, la que él quiso. Una posible. Conejero, amante de Federico como todos sabemos, se puso a dialogar con las palabras de Lorca y de ese encuentro nació este texto. Escribiendo como quien ríe o como quien llora, o como quien vomita. Sin freno, sin medida, con valentía y con el corazón a la altura del estómago.
Y si el AUTOR busca, como Elena, "la verdad", lo justo y necesario es que la busquemos al entrar al teatro a dejarnos hacer por la función.  
Yo confieso que pequé. Durante una décima de segundo, cuando leí que le habían hecho este encargo, pensé "madre mía, si esa obra no se puede continuar". Ese pensamiento me duró na y menos, porque rápidamente mi mente se liberó de prejuicios (juicios previos) y le escribí para felicitarle. De corazón. El encargo no sólo era irresistible (¿quién habría dicho que no?) sino que le ofrecía la posibilidad de nadar entre las palabras de Federico para dejarse mecer por ellas y ver a ver. Que aquí todos somos muy chulos, pero ¿quién habría dicho que no a este proyecto?



La mejor forma y el mejor sitio desde el que mirar al texto de Conejero es desde el respeto y la justicia. Si hacemos juicios previos, si esperamos escuchar (o leer) las palabras "que habría escrito Federico", no sólo nos seríamos justos, sino que nos equivocaríamos de pleno y seríamos ruines, ilusos y bastante soplapollas. 
Este texto hay disfrutarlo con los poros abiertos, con la mente relajadita y los ojos del corazón dispuestos a dejarse hacer. 
El primer acto lo escribió Lorca. Quizá lo habría variado de no haber sido asesinado. Quizá no quedaría nada de lo que nos ha llegado. O vaya usted a saber. Chimpún. El segundo acto y el "epílogo" son obra de Alberto Conejero. De DON ALBERTO CONEJERO. Todos en pie. 



Estilísticamente es puro Federico. Las figuras, las metáforas, las imágenes, son la continuación fluida del texto conocido. Pero aunque no lo fueran. Es bueno en sí mismo. No es la continuación de la acción desde donde lo dejó Lorca, sino que nace del diálogo de un creador con otro. Y nace de ponerse Conejero en el lugar de Federico, y desde ahí bucear buscando de dónde nacían esas palabras. Esas y no otras. Y Conejero hace brotar un texto suyo, propio, bellísimo y potente. 
De todos los textos posibles que se podrían haber escrito en el mundo, Alberto Conejero ha escrito este. Fin de la discusión. Vamos, es que no hay discusión posible. Y se nota que el texto nace de los mismos sitios que el texto de Federico. Quizá no de las mismas necesidades ni de las mismas heridas, pero da igual. Nace de los mismos sitios. Si no, no estaría ahí el grito hacia Roma, ni estaría el lago Eden. 
Así que primer puntazo para "El sueño de la vida", el inmenso texto de Conejero, que unido al primer acto de Federico forman este monumento a la palabra, a la lucha por la verdad y a la raíz oscura.  



El segundo puntazo es tan obvio como injusto. 
Lluís Pasqual, el artista reencarnación de Federico (si no, leed "De la mano de Federico") dirigió "Comedia sin título" como colofón a la época más gloriosa del pobre María Guerrero. Fedelluís ama ese primer acto. Ama al Autor, ama a Elena y ama la necesidad de verdad. Y de cambiar las formas muertas desde dentro del teatro. Desde el patio, desde los autores, desde las actrices, desde los técnicos, desde el apuntador, desde las entrañas del teatro. Con una revolución. A tiros. Porque no vale silbar desde las ventanas. (Como no valen los golpes de estado cobardes). Por eso rompe el teatro. Por eso el Autor está entre nosotros. Y el Espectador 1, y su señora, y Enrique y Guillermina, y Nick Bottom. Esa forma de meternos en medio del cogollo, de hacernos partícipes sí o sí es brillante. Tan brillante como lo era hace 30 años. Sí, es casi igual que en el montaje del 89, pero qué más da. Si hablamos de ser justos y de dejarnos hacer sin prejuicios, eso debe ser así para todo y para todos. Y este primer acto, gracias a Fedelluís es PERFECTO, MAGISTRAL. Fedelluís ya entendió así este acto entonces y lo monta casi igual porque cree que es así, siente que es así y decide que es eso y así. Y yo estoy con él. Porque Lluís es dios. Es inteligencia, sabiduría, es el hombre con ojos en el corazón.
Después viene el segundo acto. Lo que "podría ser" un segundo acto. Por ejemplo. Uno posible. Ya está; un ensayo. GENIAL. Y Pasqual vuelve a demostrar por enésima vez en su vida y en la nuestra, que la mejor forma de enfrentarse a un trabajo es gozándolo, amándolo y mimándolo. Por eso monta ESTE segundo acto de esa forma brillante, respetuosa y dándole al texto de Conejero un sitio generoso y bello. No le habría hecho ningún favor si lo hubiera montado como la "continuación" del acto primero. Porque sería como confirmar que el texto es una "continuación". Y no. Es un complemento. Es el texto de Conejero. Nacido de su tripa y Pasqual lo monta desde la suya. No como herencia sino como unidad. 



El único "pero" que le pongo a función es ese segundo acto. Y no por la calidad del texto ni por su razón de ser, no. Pero confieso que el desarrollo dramático de los personajes se me queda un poco encallado. Lo que podía haber sido esa revolución se queda frenada no sé si por el hecho de montarla NO como una continuación del primer acto, sino como un ser independiente o si se frena porque los personajes avanzan de otra forma. La revolución se estanca, el Autor cede, la actriz, salvo el momento de grito, navega por otros sitios y los personajes se quedan un poco en el sitio. Cierto es que estilísticamente hay brillantez y continuidad, pero dramáticamente el desarrollo de la acción y de los personajes se frena. El espectador vuelve a ocupar la butaca, a sentirse a salvo y a notarse observador ajeno.    
Eso sí, no sé si es Pasqual o soy yo, pero vuelve el cuerpo del revés cuando escucho a Emma Vilarasau gritarle a Roma, o cuando Nacho confiesa ser un pulso herido. Ahí yo me hago pequeñito en mi butaca y el mundo me hace daño. 
Pues si la dirección de escena de San Lluís Pasqual es ejemplar, volcánica y llena de pulso, aparte de ser una respuesta elegante y magistral a las voces opacas y mediocres, el efecto que consigue con el epílogo es tan bestial como el del primer acto. Y cuando en el teatro sientes que te atraviesa una lanza a la altura del corazón y sabes a ciencia cierta que a la salida te irás invadido de luz, es que en el escenario ha pasado algo vivo, real y que te ha cambiado. Sí, Elena, tranquila, lo has conseguido. 
Y debo confesar que escuchar a Echanove como la voz del poeta me pareció no sólo un viaje en el tiempo hasta aquel "Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre" prodigioso, sino un taladro en lo más profundo de "ese sito donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito". La voz del poeta, una reencarnación, dios hablándonos. Ahí morí.  



Brillante la música en directo de Iván Mellén y el piano mágico de Miguel Huertas, tocando como sonaría "Poeta en Nueva York". Fabuloso trabajo de Roc Mateu, de Pascal Merat, de Alejandro Andújar y FABULOSOS  todos y cada uno de los actores. Es de justicia destacar el aplastante peso escénico que despliega Daniel Jumillas, en el hasta ahora, mejor papel de su vida. Los guiños me tocaron mucho, pero yo soy así de petardo. Y ver a María Isasi (soberbia como Guillermina), a Jaume Madaula, a César Sánchez, a Chema de Miguel, a Sergio Otegui y oír a Echanove a mí me trasladó directamente al María Guerrero, aquel fatídico año 89...



Lo de Nacho Sánchez y Emma Vilarasau es de otro planeta. Si Nacho busca y rebusca cada herida dentro de su cuerpecito, Emma despliega el dolor como si tal cosa y lo esparce untado en mil matices sobre el patio de butacas. Nacho es un ser vivo y Emma un ser moribundo. Nacho es doloroso y Emma dolorida. Buscan el todo y la razón. El por qué. Y desgarran tu alma porque rebuscan dentro de ellos con un cuchillo, con un cuchillito. Sólo por ver a estos dos seres merecería la pena ir al menos dos o tres veces por semana al Español. 
Corran, corran, vuelen, no se pierdan esta oportunidad histórica. "El sueño de la vida" es amor puro, es puro amor. Y el amor más puro, desde el patio.

Aparte del espectáculo, que es brutal y una auténtica apisonadora, personalmente, aparte de todo, creo y siento que algo de desborda de sus límites. Leo, he leído y leeré "explicaciones" de por qué se hace este espectáculo o de por qué se ha escrito este texto, "El sueño de la vida". Y sinceramente creo que no hay nada que explicar. Ha habido un encargo y se ha hecho. O ha habido una necesidad de hacer fluir el dialogo entre dos artistas (Fedejero) y se ha plasmado. Punto. Cualquier explicación de por qué sí o por qué no, sobra, suena a justificación más que a explicación. Y no creo que haya que pedir permiso por nada, ni pedir disculpas por nada, ni explicar el por qué de las cosas. ¿Se ha hecho? Sí. ¿Está bien? Sí. ¿El espectáculo está bien dirigido? Bien no, cojonudo, perfecto, magistral. ¿Hay que explicar por qué se monta "Hamlet"? ¿A que no? Pues eso. 
Menos explicaciones y menos leches. Se encargó, se hizo, se ha montado y se ha montado que te cagas. Fin. 
El mejor favor que podemos hacernos, que podemos hacer a Conejero, a Pasqual, a los actores y al propio Federico es ir al Español sin esperar nada, sin esperar oír a Lorca, sin esperar nada "lorquiano" y sin creer que porque nos guste mucho, somos federicólogos. Relaja los esfínteres y deja que lo que hay te toque. O no. Y luego ya si eso, hablamos.    










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miércoles, 17 de octubre de 2018

Romancero gitano. Teatro de la Abadía.

Poder presenciar historias de amor intensas y vitales como la que han forjado Nuria Espert, Lluís Pasqual y Fedrico García Lorca es un lujo que esta época convulsa y envidiosa nos ha permitido disfrutar. 
Lo que podemos ver en la Abadía es el nuevo hijo nacido de esta historia de amor. De amor necesario, de amor imperecedero, de amor desbocado e hiperbólico y de amor que sobrevuela el paso de los años. Este "Romancero gitano" es como volver al origen. Tras "La oscura raíz", "Haciendo Lorca" y "La casa de Bernarda Alba" vuelven a reunirse tres seres que pese a haber navegado solos en muchas ocasiones, estaba escrito que tendrían que volver a reunirse. Porque hay amores y necesidades que son inevitables. Nuria ha viajado con Federico, Lluís ha viajado con Federico también y Federico ha viajado con muchos y muchas. Pero juntos, este trío es amor puro y necesario. 
Los amores necesarios de verdad no necesitan de aderezos ni de adornos. Una flor lo dice todo, un apretón de manos, un beso en el momento preciso o sentir juntos y por igual un aria de ópera pueden ser muestras del amor más hiperbólico e inevitable. Porque amar es estar y es ser. Por eso el escenario está vacío de aderezos o de palabras sobadas y desgastadas. Un escenario vacío y Nuria haciendo resonar las palabras de Lorca. Simplemente unas butacas. Fuera cuarta pared y leches. Aquí sí de verdad. Porque esto es entre tú y yo, entre iguales. "Te voy a contar una historia". Por eso el escenario es el patio de butacas por del revés. There's no greater love.  



A Federico le gustaba leer sus poemas a sus amigos. Quería ver sus reacciones y comprobar el efecto que producían sus palabras al sonar en voz alta y llegar al otro. Eso es sencillamente lo que pasa en la Abadía, que las palabras de Fedrico vuelan por el aire en la voz de Nuria y nos llegan directas al corazón, a los entresijos y al hígado como peces luna. 
En cierta ocasión, con motivo de una conferencia que Lorca pronunció en 1935, escribió también una introducción a cada uno de los poemas de su "Romancero gitano". Esos textos, junto con pequeñas "chispitas" de las experiencias personales de Nuria en sus acercamientos a Lorca, son la base de este hermoso trabajo. 

Pero vayamos por partes. Nuria habla por boca de Federico. Siente tal conexión y su nivel de comprensión de los textos de Federico es tan profundo y certero, que siente que habla con el ritmo interno de Federico. Incluso cuando interpreta al rey Lear, la forma de hablar, el ritmo de las palabras, es el ritmo del latido de Lorca. La verdad de las palabras está en ese latido interno. A eso hay que añadir que tanto Nuria como Lluís sienten que los poemas de Lorca, aun siendo poemas, son como pequeñas obras de teatro. O podrían serlo. Por eso, estudiando bien los textos (o simplemente leyéndolos con los ojos del amor en vez de con los ojos del entendimiento) se puede descubrir qué personajes intervienen en cada poema, cuándo habla cada uno y hasta las répilcas a los demás personajes. Ese tratamiento de los textos desde la máxima profundidad y compenetración hacen que lo que Nuria nos cuenta no sean "los-poemas-del-Romancero-gitano" sino directamente lo que Fedrico nos quería transmitir en cada poema. Lo que vemos no es un recital, ni siquiera un recital glorioso ni un recital mágico sino que es sencillamente un diálogo entre Federico y nosotros y nuestros corazones. Y la forma que tiene Nuria de acercarse a eso textos es simplemente magistral.



Hay quien dirá que utiliza muchos recursos y hay quien dirá, como yo, que lo que hace es llevar su compromiso con la escena a sus últimas consecuencias. Con un leve gesto, ensancha su voz, descuelga los hombros, clava la mirada y se transforma en todos los personajes del poema e incluso dialoga entre ella y ella misma. Y de pronto se quiebra y es La madre, o se vuelve a quebrar y es Yerma o Doña Rosita. Me da igual si se lo cree o no, si usa recursos de dama sabia del teatro, el caos es ue el efecto que debe conseguir, que es que yo en mi butaca me lo crea, eso lo consigue y yo la veo mutar. Delante de tus morros. Con profesión se puede dar el pego, pero sin corazón y sin el compromiso total con el hecho escénico no se traspasa, no se consigue que todo el teatro llore estremecido al oír "Con un cuchillo, con un cuchillito..." o al menos en mi caso, al comprender por primera vez en mi vida el significado del Romance Sonámbulo. Y mira que a Federico me lo tengo estudiado, requeteestudiado y asimilado. Pero Nuria nos lleva un paso más allá.
Y si Nuria habla por boca de Federico, Lluís Pasqual ES Federico. No voy a explicar aquí por qué, ni voy a contar lo del nacimiento, lo de Gonzalo (el ángel que ilumina) ni nada. TODO está en esa joya literaria y vital que es "De la mano de Federico", libro en el que Pasqual habla de y desde Federico. 
Así que si juntamos la voz de Federico y el espíritu de Lorca, ¿qué puede salir? Magia. Un viaje en el tiempo, amor. 

Pascal Mérat ilumina el espacio como si fuera un rincón del corazón. La luz y las sombras laten, respiran, iluminan y ocutan deseos, sueños, frustraciones, navajas, lunas y amores. Y Roc Mateu les pone sonidos a esas lunas. Los mismos sonidos nacidos de la necesidad y el amor. Un toque de guitarra, una pandereta o un simple zumbido.
Si alguien espera batas de cola, guitarras, gitaneo y referencias de esas que los limitados llaman "lorquianas" mejor que se quede en casa. Este montaje es lorquiano cien por cien porque no hay nada más "lorquiano" que sumergirte sediento en sus palabras y dejar que te mojen. Eso es lo que han hecho Nuria y Lluís. Alejarse de estereotipos, de clichés, de tópicos y de cadenas y dejarse llevar. Reconocer que todos tenemos peces luna en nuestras vidas. Y cuchillos. Que no hay nada más revolucionario ni más estabilizador que el amor. Que vivimos para amar y que ellos dos, Lluís y Nuria son amor. Y es que "Romancero gitano" tiene poco de Andalucía. A ver s, sí, es Andalucía, pero es amor, es muerte, es soledad, es pena, una pena mu grande, mu interna y mu desoladora. 




Imagino, supongo, sospecho que quizá Nuria necesitaba volver a casa tras el azote de "Incendios" y Lluís también necesitaba volver a casa tras el golpe de estado de este verano. Los dos se han vuelto a reunir con el tercer amante, Federico y entre los tres han vuelto a hacer un acto sencillo, delicado y estremecedor. Algo tan revolucionario como sencillo. Un acto de amor. Los dos se han cobijado en un nido seguro y calentito, en las palabras y los remolinos de Lorca. Los unos arropados en los otros y los otros en los unos.Y encima lo rematan con el "Soneto de la dulce queja", un grito desesperado de necesidad de amar, un grito al universo que sólo se lanza desde el conocimiento del amor necesitado, el que se sacia con un gesto sencillo. El mayor amor imaginable se contenta con un abrazo, con un paretoón, con una sonrisa o un "te quiero " bajito, dicho al oído. O dejándome ser la sombra de tu perro. Como colofón, el "Grito hacia Roma", ese alarido frente a la injusticia de la Iglesia y su falta de amor hacia el ser humano total. Un vómito a la altura de un Koltés bravo y suicida. Un ajuste de cuentas con la INJUSTICIA, LA FALTA DE VISIÓN, LA FALSEDAD y la mierda que embarra a los que van de dignos. Quizá los dos gritos más desgarrados y desgarradores de Federico; el grito al amor y el grito a la injusticia.  



Puede que como espectáculo teatral no pase a la historia; nada es epatante aunque todo es excelso. Y vivimos una época en la que un fisting vale más que un soneto y una buena vídeoproyección conmueve más que una sola palabra de Federico. Así que todo seguirá igual después de este "Romancero gitano", aunque en la oscuridad de la sala los cuerpos se ondulen con las palabras de Lorca y los cuerpos sientan que pueden "bordar una rosa en la uña de un niño recién nacido". Yo no soy el mismo que era antes de entrar. He comprendido cosas, he colocado otras, he perdonado muchas pendientes y me muero de amor como nunca. 
Repetiría todos los días de mi vida, porque las palabras de Federico en boca de Nuria y con la intención de Lluís sanan. Gracias por este espectáculo.

Y chico, como si no lo digo reviento, mejor lo suelto. De paso, Nuria y Lluís han demostrado que el original es infintamente mejor que la copia, que el maestro entiende y el mediocre desbarra y que mueve más un ceño relajado y un aria de Saint-Saëns que una plantilla vacía.     



           

martes, 19 de diciembre de 2017

Mi top 10 de 2017




No es que me gusten especialmente estos rankings, o las listas de fin de año o los resúmenes de lo que ya ha pasado y por tanto tiene poco sentido. Pero cuando miras atrás, sea por lo que sea y ves experiencias, momentos que te han marcado, te han cambiado y te han hecho mejor, lo justo es nombrarlas, hacerles la ola, ponerles un piso y dedicarles una entrada en tu blog.
Y puesto que este es mi blog y escribo en él cuando lo necesito y sobre lo que me apetece y cuando me apetece, en este top diez voy a hablar de ocho espectáculos. Porque sí. Y de regalo, de otros cinco más. Eso sí, no os volváis Lorcas porque el orden es simplemente temporal. He empezado por enero y llegado hasta hoy. 


"LA VOZ HUMANA"




  El textazo de Jean Cocteau lo hemos visto cientos y cientos de veces. Se lo hemos visto a las mejores actrices, desde Anna Magnani a Amparo Rivelles. Incluso Poulenc compuso una ópera porque es tan demoledor el texto, tienen tantísimo peso las palabras que es imposible no caer en la tentación de ponerlas en pie. Hasta yo, en mis locuras particulares, tengo dos ideas fascinantes para llevar a escena esta "Voz humana". La versión de Israel Elejalde es brillante. Acerca al siglo XXI este drama. Lógico, quizá en estos tiempos de móviles y Black Mirror quede raro lo del teléfono. Elejalde corta, pega, mueve, se carga todo lo de la operadora y las interferencias y va al meollo del asunto. 
Pau Fullana ilumina de forma prodigiosa un espacio creado por Eduardo Moreno. Luces salidas del corazón de la mujer, ella, la sin nombre. Cada foco es un rincón de su corazón, de su tripa, de su abandono o de su coño. Eduardo Moreno cambia la consabida cama por una especia de tumba/escenario brillante y negra. Otro prodigio. Y para rematar Arnau Vilà ha compuesto una música tan terrorífica como los mazazos que suponen esas notas sencillas. Cada tecla del piano es un escalofrío directo a tus intestinos. Ana López viste a la Wagener de mujer acabada, cubierta con una gabardina ajena y tan desvalida como el gatito de "Desayuno con diamantes".
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"IN MEMORIAM. LA QUINTA DEL BIBERÓN"




Siempre que hacemos teatro hacemos política. De una u otra forma. Al menos así debería ser.
Tras el golpe de estado de Franco, si España ya estaba dividida, se dividió más. Una guerra entre hermanos, vecinos y amigos. En este espectáculo nos recuerdan lo que ocurrió en 1938, cuando el ejército republicano "reclutó" de manera forzosa a chavales de 17 años, "la quinta del biberón", unos niños inocentes "como los niños de 12 años de ahora".
El punto de partida de este trabajo parece ser que fue una lectura entre el director y los actores de testimonios reales de los supervivientes de aquel horror. Esos testimonios reales unidos al ingente material recabado sobre el tema han acabado por llevar a los escenarios este espectáculo necesario y brutal.  
Un tío de Lluís Pasqual fue uno de esos críos muertos de esa quinta. En su casa nunca se habló del tema. Parece ser que tras analizar los testimonios de los pocos supervivientes hay tres ideas que sobrevuelan todos los relatos: el sentimiento de amistad surgido entre ellos, el miedo que pasaron y una especie de pacto para no hablar de la muerte.

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"VIENTOS DE LEVANTE".





El levante es el viento más puñetero. "Destroza nervios, ilusiones y cristales". Es cierto, cuando sopla levante es mejor quedarse en casa y cruzar los dedos para que pase pronto.

Sinceramente creo que en esta ocasión, el alma de este trabajo de Carolina África está compartido. Carlos Matallanas es un origen, un referente y una inspiración casi vital.
Frente al levante lo mejor es cobijarse en casa. Y frente a una enfermedad terminal también. No digo cerrarse, sino buscar calor, sentir calorcito, seguridad, afecto y hogar.
Carolina África es la brillante autora de este texto. También lo dirige. Afortunadamente.
En el texto de Carolina están todos los ingredientes que hacen de este un textazo universal y eterno.
Cuando a un ser humano vivo y sano le dicen que la suerte ha hecho que la enfermedad le toque con su varita cruel, el mundo es posible que se derrumbe. En ese momento puedes optar por dos caminos igual de respetables. Puedes hundirte y no asumir que junto a la vida va pegada la muerte o puedes intentar buscar calor. Puedes optar por intentar asumir que la puta casualidad ha hecho que la célula pocha te toque a ti, que la vida va a tener un fin quizá más programado que el de los demás y que eso no significa que dejes de gozar del sol, de la paz, de un vino, de una puesta de sol o de un beso relleno. 

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"HE NACIDO PARA VERTE SONREÍR"





Hace tiempo un señor me llamó "Paulino" y "Messiánico", supongo que por mi pasión y admiración descomunal y pública hacia Pablo Messiez. Me da que pretendía ser un insulto o al menos un desprecio. Nada más lejos. Para mí es un honor, un lujo y una constante. Viendo espectáculos como "He nacido para verte sonreír" uno sólo puede reafirmarse en sus creencias. 

El comentario que escribí en su día era realmente jugoso. Puedes leerlo entero PINCHANDO AQUÍ.



"FURIOSA ESCANDINAVIA"





Somos lo que contamos. Cierto. Y fuimos lo que podamos recordar. Y seremos lo que nos recordarán. Una de las grandes obsesiones del hombre es la herencia. El por qué estamos aquí, aparte de por la conjunción de unas células. En cierta forma si somos es para dejar algo, seremos lo que dejemos. ¿Existió un hombre llamado Alejandro de Avellaneda que vivió en 1643? Quizá sí, quizá no. Si nadie le recuerda, ¿existió realmente? Ese afán de dejar algo, aunque sea un recuerdo es nuestra trascendencia. Desaparecer pero dejar una huella, dejar algo detrás. 

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"LA CANTANTE CALVA"





Luis Luque vuelve a estar feliz. Y se le nota.
"La cantante calva" es un puritito derroche de optimismo, de brillo y de luz. A pesar de la crítica feroz de un texto intemporal que sigue desnudando y destrozando sociedades. Pero eso se puede contar desde la amargura, desde la sombra, desde la pesadumbre y desde el beige o se pude contar desde el sarcasmo, desde la luz al final del túnel y desde el azul brillante de los calcetines de los protas. Y esta cantante calva del siglo XXI es brillante, luminosa y de colores chillones.


Esto es sólo el principio, PINCHA AQUÍ para leer el comentario enterito. 



"ENSAYO"






Si es que Fernanda tiene razón. La estructura se ha derrumbado. Está hecha añicos. ¿Cómo que cuál? Todas. La pareja, la sociedad, el futuro, el entramado, la seguridad, la paz, el bienestar, la belleza, la comunicación, la creación...

Ahí lo dejo. Puedes PINCHAR AQUÍ para leer el resto del comentario. 




"BODAS DE SANGRE"






Lorca es Dios. 

Punto. El resto lo descubrirás si PINCHAS AQUÍ



Y sería injusto no mencionar "Iphigenia en Vallecas". María Hervás vuelve a dar un recital de naturalidad y espontaneidad acojonantes. Iphi te desmonta, te destroza, te saca los colores y te deja en bragas frente a ti mismo. Imprescindible. 
Como imprescindible es "Tebas Land", un bombón, una historia de amor dolorosa y cruel. Dos personajes heridos, uno de ellos en lo más profundo de su ser, su relación con su padre al que ha matado. Los dos se irán acercando poco a poco a base de sinceridad, falta de pudor, de juicio, de vergüenza, de expectativas y de prejuicios. Israel Elejalde y Pablo Espinosa brillan y piden amor con los brazos abiertos. 
"Espía a una mujer que se mata" es un Chéjov de libro. Un grupúsculo humano está encerrado en un espacio mínimo y van a crear poco a poco un ambiente irrespirable, enfermizo y castrante. Alguna de las mejores y más densas interpretaciones del año: Malena Gutiérrez, Ginés García Millán y la divina Natalia Verbeke junto a la diosa Susi Sánchez. En ese espacio reducido se crea lo que debería pasar siempre en un escenario: que todos los actores recojan, se alimenten de lo que está pasando en el momento y juntos creen una atmósfera. Un prodigio escénico.  
Y dos maravillas venidas de lejos. "TERRENAL, PEQUEÑO MISTERIO ÁCRATA", del maestro Kartun, un MILAGRO con un uso del lenguaje y de la palabra realmente mágico y prodigioso. una OBRA MAESTRA TOTAL. 
Y "RABIOSA MELANCOLÍA", una auténtica partitura sonora en la que notas, palabras, ritmos y sentimientos componen una sinfonía milimétrica. Otra auténtica OBRA MAESTRA.


Este es mi resumen de 2017. En general no ha habido demasiado nivel. Se hace mucho pero se hace poco bueno. O sincero. O desde un sitio honesto, coherente, bello o necesario. Todos queremos contar peor no todo merece ser contado. O al menos, no merece ser contado así. Es difícil que se junten las musas para crear buenos espectáculos ,de los que plantean interrogantes, abren heridas o al menos te cambian la vida. Yo si algo del teatro igual que entré, no me sirve. Puede que me entretenga, pero como el humo de los cigarros esos electrónicos, no me va a dejar huella. Y no estamos como para perder ni tiempo ni ganas. 
Menos mal que siempre hay maravillas, joyas estremecedoras y que te cambian. El teatro debe hacernos mejores. A veces se consigue. Por eso enjaulo mis reticencias a los rankings y las carreras de caballos y agradezco a estos espectáculos por haberme hecho mejor ser humano. 

A estos y a "El lunar de Lady Chaterley", a las "Tres hermanas" de Raúl Tejón, a los "Placeres íntimos" de Martret y a los grandísimos espectáculos de danza, música, zarzuela, ópera y circo que he gozado. La danza y el circo sobre todo, los grandes olvidados, de los que nadie se preocupa y que crean algunos de los momentos más mágicos y creativos del año. La danza, la música y el canto salvan el mundo. Y yo vivo para ser salvado.      

miércoles, 3 de mayo de 2017

Blackbird. Pavón Teatro Kamikaze.

Llevo tiempo, pero tiemmmmpo diciendo que Carlota Ferrer es la ama de la escena madrileña. Es una artista estéticamente mágica, visualmente potente e intelectualmente privilegiada. Tiene una capacidad creadora bestial y además tiene la suerte de contar con los medios suficientes como para poder desarrollar sus ideas hasta el límite. Eso es una suerte que te cagas. Para ella y para nosotros.



Blackbird es un encargo del Festival de Otoño y hemos podido gozarlo en el Pavón Teatro Kamikaze. Otra vez estamos de suerte. 
Cuentan en el dossier que "Blackbird" (mirlo en inglés) es la mezcla de "Black", el mal, la muerte, el descenso al infierno y "bird", el ascenso a los cielos, la vida eterna. Simboliza, en definitiva "la tensión entre cuerpo y alma, entre lo espiritual y lo terrenal". El mirlo es también la forma que adoptó el diablo para tentar a San Benito y que este deseara a una niña. 
"Blackbird" tiene muchísimas bazas a su favor. El texto, cotejado, corroborado, llevado a escena en otras ocasiones es un valor seguro. Seguro no, segurísimo. Encima traducido por José Manuel Mora. Carlota Ferrer a los mandos. Irene Escolar y José Luis Torrijo dando la cara. Mónica Boromello creando otro espacio mágico de esos a los que nos tiene malacostumbrados. David Picazo iluminando el espacio y los rincones del espíritu a la vez. Una puta pasada.

Monia Boromello es una debilidad que yo tengo. Lo confieso y lo grito al universo. Me enloquece. 
Arriba, la "realidad", una especia de sala de espera de tanatorio o casi una planta nuclear, fría, gris, llena de basura que se escapa sin querer. Basura azul, vasos, bolsas, azules. Y en medio de esa desolación un rama. Azul también. Una brizna de vida que se cuela por el hormigón. Porque hasta en los más inhóspito cabe la vida. Hasta en la mayor crueldad puede haber amor. Hasta en lo más repulsivo puede haber algo puro. 
Abajo una ciudad que se queda pequeña, que es pequeña. Un sitio por donde huir pero que acaba sirviendo de trampa. Con casitas con ventanas circulares, como las casitas de los pájaros. En realidad SON casitas de pájaros. Y en cada casa un pajarito. En cada casa, una Una que quizá vuele o quizá no. Creo de verdad que es uno de los espacios más inspirados de Mónica. Por su simbolismo, por su dureza y por su poética. Es casi un resumen moral de lo que vamos a ver. No hay calificativos suficientes para alabar la visión y el trabajo de esta mujer. 
Y encima va y lo apoya todo la iluminación de David Picazo, otro genio. Pone luz a los estados de ánimo, a las emociones, crea sombras psicológicas e ilumina mentiras y traumas. Bestial, mágica, de visión obligada para cualquier estudiante de luces.



Tanto la trama como la forma en la que está presentada es de libro. Perfecta. Una historia dolorosa, de personajes heridos sin querer, en la que el "verdugo" ha conseguido pasar página y la "víctima" sin embargo se quedó pillada. Lo que en un principio parece claro pronto se enturbiará. La realidad no siempre es como parece y casi nunca es lineal. Sobre todo si el origen del torbellino es el amor. Amor sí. Y poder. Abuso de poder. Pero amor también. En definitiva, los miles de grises que hay entre el blanco y el negro. Carlota se coloca en su sitio y nos pone a nosotros a su lado. Y lo que nos pasa a nosotros es lo que ella ha pasado. Nos habla y nos trata de igual a igual. Al principio tenemos claro que Una está deshecha por culpa del abuso de Ray. Él sobrevivió y ella pagó por las culpas de él. Él se cambió de ciudad y de vida y ella se quedo y sufrió día a día la vida en su ciudad, en su barrio, rodeada de gentes compasivas y crueles. Ella pagó por las culpas de él. Pero los mil giros del texto te llevan exactamente a cada rincón que busca Carlota. 



Cuando se presentó la versión del Lliure, Lluís Pasqual lo definió como "teatro político". Teatro al que no llegas con una idea preconcebida, con una respuesta sobre lo que está bien y lo que está mal. Es evidente que si el texto hablara sólo de pedofilia, todos estaríamos posicionados. La pedofilia es mala. Punto final. Pero no, aquí se mezcla abuso, pedofilia, amor, culpa, ... A las preguntas que se plantean en este textazo no hay respuesta posible. Hay mil, y a lo más que hemos llegado es a crear un ordenamiento jurídico que diga que lo que a los 17 está prohibido, a los 18 ya no. ¿Dónde termina el amor y empieza la ley? ¿El amor es amor si el ilegal?   
El trabajo que hace Carlota Ferrer es el de un arquitecto. Aunque cada trabajador ponga su grano de arena para levantar un edificio sin entender o sin tener en cuenta lo que hace el de al lado, el edificio funcionará como una suma, y será al final cuando vean el resultado de todas las partes juntas. Carlota hace eso mismo, va llevando cada frase, cada escena, cada giro por donde sólo ella sabe y tú como espectador sólo sospechas hasta que al final, ves el edificio terminado, tus cimientos removidos, tus principios tambaleados y tu moral... accidentada. La labor de Carlota es ejemplar. Inteligente y sólida. Incluso la canción de Robbie Williams y la coreo que se marcan (resumen de su historia de amor) están encajadas de forma magistral.
Quizá hubo un pequeño detalle que a mí no me funcionó y que hizo que el edificio no terminase de parecerme una obra maestra. La dirección de actores. Me explico. Lo siento por Alba de la Fuente, pero aunque ella está bien, es evidente que el trabajo actoral debe centrarse en José Luis y en Irene.



A ver, Irene está fabulosa. Pero quizá el momento que más me tocó fue su monólogo en la ciudad, cuando narra lo que pasó aquella última noche. Tanto en la primera parte como en sus arrebatos me parece que está un poco subida de revoluciones. Y con eso quizá provoque (al menos en mí) cierto rechazo. Está demasiado desquiciada. No digo que no tenga que estarlo, o que no sea lógico, o que sea una mala elección. Pero en mí provoca cierto prejuicio que quizá no ayude a simpatizar del todo con ella ni al principio ni al final. Sólo en medio; cuando está más sobria. Porque la sobriedad me parece más dura y desoladora. Al menos a mí. Al contrario, Torrijo está frío y serio. Y cuando se derrumba y confiesa lo que pasó aquella noche, cuando se rompe, te pegas a su sufrimiento y tus principios se derrumban. A lo que voy con esto es que al verla a ella desquiciada y a él sufridor, se me produjo demasiado prejuicio. Ella me parecía demasiado histérica y él demasiado empático. Como siempre, habrá un 50% de decisión de la directora, que cuenta lo que quiere y como quiere, y otro 50% de mi propia percepción. En este caso me funcionó toda la maquinaria al 80%. En cualquier caso, tanto lo que hace Irene Escolar como lo que hace Torrijo es una cosa sobrehumana. Están ambos inconmensurables.   



Así que sí, grandísimo trabajo el de TODOS los implicados en este pedazo de obrón que demuestra una vez más que Torrijo es un gran actor, que Irene Escolar también es bestial, que Carlota es una mano sólida y potente, que Picazo y Mónica son dos seres tocados y que el gris es el color más rico del mundo.
Otra genia, Vanessa Rabade, ha hecho estas fotazas acojonantes. Supongo que no le importa que las utilice. Gracias.



Por cierto... el mirlo que se estrella contra el coche al final... ¿es el fin de la venganza, es Una que se suicida, es la irrupción de la culpa en esa nueva pareja, es...?  

sábado, 25 de marzo de 2017

"Château Margaux" y "La viejecita". Teatro de la Zarzuela.

Lo mejor que uno puede hacer al sentarse en una butaca es dejarse llevar. Entornar los ojos, abrir el corazón, los recuerdos y la piel y dejar que pase lo que tenga que pasar. 
Este no es un programa doble. Es un espectáculo compuesto por dos obras pero que forman una. Una, fresca, divertida, ingeniosa y con muchísima luz. La luz de los recuerdos luminosos. 




Yo no viví la época recreada en estas obras, evidentemente, pero sí crecí escuchando la radio. Mi abuela amaba la Zarzuela y mi madre la radio. El sonido de mi casa era el de las ondas. Los seriales, Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Vilariño, las cuñas aquellas cantadas, los consejos, las canciones dedicadas, las competiciones culturales entre colegios... Noche tras noche me acostaba con un pequeño transistor pegado a la oreja y tal como me acostaba, me levantaba. La radio era el mundo de lo imaginable, de todo lo posible. La locutora era bella y el locutor un galanazo guapo y bien vestido. La música te hacía volar y las voces soñar.
Este espectáculo se estrenó hace unos años como homenaje a la radio, a los sueños y a la imaginación. 
Si yo fuera Daniel Bianco habría hecho exactamente lo mismo, pedirle al mejor director de escena del mundo que viniera a la Zarzuela con este espectáculo fresco, optimista, divertidísimo y formalmente brillante. Un encargo de hace años de Emilio Sagi a Pasqual.




Siempre insisto en que uno de los mayores valores de Bianco, y mira que tiene, es su obsesión por acercar el género a todos los públicos. En esta ocasión, "Château Margaux y La viejecita" forman el espectáculo perfecto para encantar al público más tradicional y al más moderni y aventurero. No quiero decir que sea un espectáculo añejo, sino que cubre las expectativas de quienes esperen un espectáculo formalmente impecable y de los que quieran una visión moderna y eminentemente fresca y divertida. 
Ricardo Gracián (un sólido Jesús Castejón) presenta un programa especial; la final de "Camino a las estrellas", un concurso en el que sus finalistas Ángela Sarmiento y Manuel Fariñas, "el ruiseñor de Lalín" lucharán por hacerse con el triunfo y con el honor de interpretar la nueva sintonía del patrocinador, Château Margaux. En la segunda parte disfrutaremos de la retransmisión de la zarzuela "La viejecita", del maestro Fernández Caballero. Ahí entra en juego la imaginación y el poder evocador y creador de la radio, la palabra y el recuerdo. Todo esto en medio de un libreto que Pasqual ha reconvertido pasando del original y creando esta nueva joy plagada de humor, referencias, guiños y derroches de inteligencia y sentido dle humor.   

Miquel Ortega dirige fantásticamente a la ORCAM. Suenan realmente a orquesta radiofónica, alegre, pícara, divertida y brillante. El coro titular del teatro canta bien, con gracia y la calidad vocal que les caracteriza. Aunque a las mujeres les falte un poco más de picardía y "salero" en sus bailes de "La viejecita". 
El vestuario de Isidre Prunés fantástico, como las luces del propio Pasqual y la escenografía de Paco Azorín. 
La dirección de escena es brillante y sabia. Saca lo mejor de cada pieza del engranaje, mueve como debe a todos y sobre todo, impregna todo el espectáculo entero del aroma de los cafés antiguos, del recuerdo como lugar cálido y de la imaginación como cobijo. Lo recuerda le propio Pasqual, y es cierto; dice "tenía razón doña Rosita la soltera cuando decía, "no hay nada más vivo que el recuerdo". Pues eso hay sobre el escenario, alegría, diversión, vida, luz y optimismo. 




Si la música te afecta sin filtros y te provoca reacciones sin que puedas evitarlo, la música del maestro Fernández Caballero y la puesta en vida del dios Pasqual te alegran la vida, te regalan luz y ganas de vivir y de reír, te inundan de optimismo y de alegría de la necesaria, de la de primavera. 
El reparto entero es sólido y fabuloso. Pero es de ley destacar a Emilio Sánchez, divertidísimo cantando (de mearte vivo) y hablando. Ruth Iniesta, que aparte de tener una gran voz y cantar con desparpajo y alegría, está fabulosa como actriz, aunque se Ángela Sarmiento (heredera directa de la Lolita Sevilla de "Bienvenido Mr. Marshall")  sea más acertada que la Luisa de "La viejecita". 




Y por encima de todos, Borja Quiza, un barítono de grandísima voz y una capacidad interpretativa DESCOMUNAL. Si ya de por sí canta que te caes de espaldas, cantar como lo hace él con ese acento argentino desternillante es un prodigio. Tiene un sentido del humor y una capacidad escénica abrumadora. Sin duda, el superhéroe de la función. 


Otro acierto más (y van... ni se sabe) de Daniel Bianco. Exitazo en la puesta en escena de Lluís Pasqual y triunfo para la orquesta y el elenco entero, especialmente para Borja Quiza, un animal escénico. 
Risas, diversión, luz, recuerdos, nostalgia de la calentita y una sensación de que el mundo es bonito y la vida merece la pena.




Unas fotos son de Enrique Moreno Esquibel y otras de Javier del Real, todas fabulosas. Gracias por dejarme usarlas.