sábado, 25 de marzo de 2017

"Château Margaux" y "La viejecita". Teatro de la Zarzuela.

Lo mejor que uno puede hacer al sentarse en una butaca es dejarse llevar. Entornar los ojos, abrir el corazón, los recuerdos y la piel y dejar que pase lo que tenga que pasar. 
Este no es un programa doble. Es un espectáculo compuesto por dos obras pero que forman una. Una, fresca, divertida, ingeniosa y con muchísima luz. La luz de los recuerdos luminosos. 




Yo no viví la época recreada en estas obras, evidentemente, pero sí crecí escuchando la radio. Mi abuela amaba la Zarzuela y mi madre la radio. El sonido de mi casa era el de las ondas. Los seriales, Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Vilariño, las cuñas aquellas cantadas, los consejos, las canciones dedicadas, las competiciones culturales entre colegios... Noche tras noche me acostaba con un pequeño transistor pegado a la oreja y tal como me acostaba, me levantaba. La radio era el mundo de lo imaginable, de todo lo posible. La locutora era bella y el locutor un galanazo guapo y bien vestido. La música te hacía volar y las voces soñar.
Este espectáculo se estrenó hace unos años como homenaje a la radio, a los sueños y a la imaginación. 
Si yo fuera Daniel Bianco habría hecho exactamente lo mismo, pedirle al mejor director de escena del mundo que viniera a la Zarzuela con este espectáculo fresco, optimista, divertidísimo y formalmente brillante. Un encargo de hace años de Emilio Sagi a Pasqual.




Siempre insisto en que uno de los mayores valores de Bianco, y mira que tiene, es su obsesión por acercar el género a todos los públicos. En esta ocasión, "Château Margaux y La viejecita" forman el espectáculo perfecto para encantar al público más tradicional y al más moderni y aventurero. No quiero decir que sea un espectáculo añejo, sino que cubre las expectativas de quienes esperen un espectáculo formalmente impecable y de los que quieran una visión moderna y eminentemente fresca y divertida. 
Ricardo Gracián (un sólido Jesús Castejón) presenta un programa especial; la final de "Camino a las estrellas", un concurso en el que sus finalistas Ángela Sarmiento y Manuel Fariñas, "el ruiseñor de Lalín" lucharán por hacerse con el triunfo y con el honor de interpretar la nueva sintonía del patrocinador, Château Margaux. En la segunda parte disfrutaremos de la retransmisión de la zarzuela "La viejecita", del maestro Fernández Caballero. Ahí entra en juego la imaginación y el poder evocador y creador de la radio, la palabra y el recuerdo. Todo esto en medio de un libreto que Pasqual ha reconvertido pasando del original y creando esta nueva joy plagada de humor, referencias, guiños y derroches de inteligencia y sentido dle humor.   

Miquel Ortega dirige fantásticamente a la ORCAM. Suenan realmente a orquesta radiofónica, alegre, pícara, divertida y brillante. El coro titular del teatro canta bien, con gracia y la calidad vocal que les caracteriza. Aunque a las mujeres les falte un poco más de picardía y "salero" en sus bailes de "La viejecita". 
El vestuario de Isidre Prunés fantástico, como las luces del propio Pasqual y la escenografía de Paco Azorín. 
La dirección de escena es brillante y sabia. Saca lo mejor de cada pieza del engranaje, mueve como debe a todos y sobre todo, impregna todo el espectáculo entero del aroma de los cafés antiguos, del recuerdo como lugar cálido y de la imaginación como cobijo. Lo recuerda le propio Pasqual, y es cierto; dice "tenía razón doña Rosita la soltera cuando decía, "no hay nada más vivo que el recuerdo". Pues eso hay sobre el escenario, alegría, diversión, vida, luz y optimismo. 




Si la música te afecta sin filtros y te provoca reacciones sin que puedas evitarlo, la música del maestro Fernández Caballero y la puesta en vida del dios Pasqual te alegran la vida, te regalan luz y ganas de vivir y de reír, te inundan de optimismo y de alegría de la necesaria, de la de primavera. 
El reparto entero es sólido y fabuloso. Pero es de ley destacar a Emilio Sánchez, divertidísimo cantando (de mearte vivo) y hablando. Ruth Iniesta, que aparte de tener una gran voz y cantar con desparpajo y alegría, está fabulosa como actriz, aunque se Ángela Sarmiento (heredera directa de la Lolita Sevilla de "Bienvenido Mr. Marshall")  sea más acertada que la Luisa de "La viejecita". 




Y por encima de todos, Borja Quiza, un barítono de grandísima voz y una capacidad interpretativa DESCOMUNAL. Si ya de por sí canta que te caes de espaldas, cantar como lo hace él con ese acento argentino desternillante es un prodigio. Tiene un sentido del humor y una capacidad escénica abrumadora. Sin duda, el superhéroe de la función. 


Otro acierto más (y van... ni se sabe) de Daniel Bianco. Exitazo en la puesta en escena de Lluís Pasqual y triunfo para la orquesta y el elenco entero, especialmente para Borja Quiza, un animal escénico. 
Risas, diversión, luz, recuerdos, nostalgia de la calentita y una sensación de que el mundo es bonito y la vida merece la pena.




Unas fotos son de Enrique Moreno Esquibel y otras de Javier del Real, todas fabulosas. Gracias por dejarme usarlas.   

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