sábado, 4 de marzo de 2017

He nacido para verte sonreír. Abadía

Hace tiempo un señor me llamó "Paulino" y "Messiánico", supongo que por mi pasión y admiración descomunal y pública hacia Pablo Messiez. Me da que pretendía ser un insulto o al menos un desprecio. Nada más lejos. Para mí es un honor, un lujo y una constante. Viendo espectáculos como "He nacido para verte sonreír" uno sólo puede reafirmarse en sus creencias. 



El texto de Santiago Loza es una apisonadora. 
A pesar de las insistentes recomendaciones, no conocía a este autor argentino. Y siento haber perdido el tiempo porque la calidad, la profundidad y el calado de este texto son incuestionables.  El texto de Santiago Loza es de una belleza casi tan salvaje como su dureza. Neorrealismo, melodrama, poesía, desgarro, hábitos, pena, despedida, agua, instintos y lejanía. Todo inundado de un dolor y de un lirismo desgarradores.
Un chico entra en la cocina de su casa y enciende la radio. Suenan Los Panchos. Entra su madre. Hoy toca despedirse, el hijo va a emprender un largo viaje. Y aún queda tanto por decir... La madre intentará recomponer lo que ha hecho las horas antes a la vez que trata de recolocar las piezas de una vida ahora vacía. Su vida está tan despedazada como los frágiles recuerdos de lo que ha hecho esa mañana. Una mujer desesperada y a punto de vaciarse trata de buscar un sentido a lo que ha vivido hasta ahora para poder enfrentarse a lo que va a vivir a partir de esa tarde. Si consigue recomponer esas horas, quizá logre encontrar la grieta, el "momento" en el que perdió el lazo. Intenta despedirse de un hijo que hace tiempo que emprendió su propio viaje. Él hace tiempo que se separó de su madre y del mundo. Ella necesita recomponer su vida y comprenderla para poder separarse de su criatura. Pero Miriam es incapaz de conocerse a sí misma, así que conocer a Rubén es misión imposible. No nos conocemos y mucho menos conocemos al otro, aunque sea al que amamos. "Soy otra cosa que no sé". Esa es la distancia insalvable que va a querer acortar Miriam antes de separarse de su hijo. "Sin ti no podré vivir jamás. Sin ti qué me puede ya importar, si lo que me hace llorar está lejos de aquí".
Dos seres habitan el escenario. Isabel Ordaz y Nacho Sánchez.. 

Elisa Sanz ha creado con la ayuda de Paula Castellano un espacio mágico, seco y caliente. Un nido. Literalmente. Es un nido maternal y calentito como el que cuelga del techo. Las ramas que rodean la cocina son las ramas que la madre ha ido entrelazando a lo largo de sus vidas como espacio de seguridad. Ya no sale, le molesta hasta el sol. Y el exterior. Total, lo único que le importa en la vida está dentro de esa casa, aunque lejos. Ella ha construido un nido uterino del que no quiere salir y del que no sabe si podrá vivir cuando el polluelo lo abandone. Sobrecogedor trabajo. 
Nicolás Rodríguez ha diseñado el sonido. Desde esa radio saldrán los dolores más desgarradores y nos envolverán hasta el paroxismo lacrimal. Y la nevera. Esa nevera...diossssss.

Paloma Parra ilumina el nido. Abro la boca y  grito que este trabajo de Paloma es uno de los trabajos más precisos y preciosos que he visto en mi vida. Es algo que no es de este mundo. Es luz con vida. Desde el deslumbre más blanco y limpio hasta las sombras inasibles de las necesidades del otro. "¡Mírame!". Las luces salen directas de tu alma o del corazón de Miriam, pero son sentimiento, son alma, son dolor y son verdades ocultas. Es imposible imaginar una iluminación distinta, es el halo, al aura, la esencia. "Folle ivresse, doux rêve". 
Hasta las fotografías de Sergio Parra parecen irreales. Pero no lo son, son sencillamente prodigiosas. 

Y por supuesto la mano gloriosa de Pablo Messiez. Coloca cada pieza en el punto exacto que necesita la obra para que el engranaje salte de donde quiere a donde pretende. Se coloca y nos coloca en un rincón silencioso de esa cocina desde donde casi en silencio, aguantando la respiración, veremos a estos dos seres casi como si se tratara de un hormiguero de esos que salen en los documentales que están cortados por la mitad y protegidos por un cristal. El sitio que elige es el más delicado y amoroso. El sitio en el que el drama se ve con amor y sin aspavientos y la ternura es cobijo. Justamente ahí, donde Pablo se coloca y nos coloca estamos a salvo, estamos cobijados y calentitos frente al dolor ajeno. Se puede pensar que en un monólogo todo el poderío está en el intérprete y en su capacidad y que un director hace poco. Lo primero, esto no es un monólogo. Aunque la única que hable sea Miriam, no es un monólogo, porque el diálogo con su hijo está vivo. Dosificar, crear un idioma, un tono y un código especial y único en los actores es la labor del director. Sacar lo personal de cada uno y colocarlo en medio de una historia en la que Pablo ha decidido situarse en un rincón, el rincón del alma de la madre. Igual que la música es la única de las artes que no va mediatizada, te inunda o no te inunda, pero es siempre primaria y salvaje, así es el trabajo de Pablo. Es tan certero que es invisible, todo parece que fluye, que es así "naturalmente" y claro, esa "naturalidad" es la mano, la sensibilidad y el talento descomunal de alguien que mira y ve. Y que ve más. Y que ve más que todos.

Quien no conozca a Nacho Sánchez y a Isabel Ordaz va a desvanecerse en su propia baba. Es imposible estar mejor. Tal cual. Los dos transitan por mil millones de sitios todos más peligrosos que el anterior. Descomunales y valientes. Quien SÍ conozca a Nacho Sánchez y a Isabel Ordaz va a desvanecerse en su propia baba. Porque lo que hacen es de otro planeta. Nacho tiene la parte a priori más ingrata. No es que no hable, no es que escuche, es que vive en otro mundo. Pero es que Nacho está en otro mundo. Desde que se deja llevar por la música empieza a volar por su mundo y sólo en contadas ocasiones responde a palabras que oye en medio de la verborrea materna. Algo oye que le trae a la tierra por una décima de segundo. ¿Qué pasa, qué dice Miriam para que de pronto Rubén parezca que conecta? ¿Qué hay en las palabras? ¿O es lo que hay entre ellas? ¿O lo que ellas provocan? Delicado, sublime, ajeno, jugando con las sombras del nido, las sombras misteriosas e inasibles que flotan por esa cocina uterina.

Isabel Ordaz hace posiblemente el mejor trabajo de su vida. Es una madona protectora, amorosa, cálida, recelosa de Laurita, la ajena. Es italiana, es mediterránea, es cálida, es la niña que aprendió a cantar sin voz, es mamá gallina y es el alma herida que busca entender a su hijo, el silencio de su hijo, del nacido de sus entrañas, de lo único que tiene. Y lo tiene lejos. "¿Dónde estás? ¿Lejos? ¿Cerca?" "Estoy sola en la realidad. En realidad estoy sola". Es una madre que intenta y necesita estar cerca de su hijo. De un hijo que ni la mira. Necesita recomponer este último día para que su vida de recoloque y así poder comprender y asumir su vida y su soledad. No sabe qué hacer con su amado hijo ni cómo hacerlo. Ha salido de ella, estaban los dos desnudos al nacer y sin embargo su hijo no está ya. Y ella le necesita para vivir. Necesita una sonrisa suya, porque ella ha nacido para verle sonreír. Ya está, sólo eso, sólo una sonrisa. Es una mujer así, con su glamour, con su elegancia y su lado tontuno. Pero de pronto surgen frases demoledoras, misteriosas y casi primitivas, salvajes, griegas y la comedia neorrealista se vuelve tragedia. ¿Por qué amando y necesitando tanto a su hijo que casi podría huir con él, los dos solos, a morir juntitos, ha decidido internarle? Todas esas preguntas, esos recovecos y esos grises los tiene Isabel Ordaz. Equilibra a la perfección la tentación de utilizar sus recursos efectivos y confortables para no llevar a su Miriam a la comedia. Se para y no cae en la tentación de querer notar que está llegando al público. Un actor siempre desea gustar y notar que lo que hace es recibido y entendido. La Ordaz se queda justo en el filo de ese abismo y prefiere arriesgarse a no saber qué está pasando y hacer lo que tiene que hacer. No se puede hacer Miriam si no es desde ahí. 

Si hay espectáculos que se te meten en los tuétanos, te inundan y te rondan durante muchos días "He nacido para verte sonreír" es de esos. Todo es armonía, delicadeza, dolor y amor. Como para no ser Paulino y Messiánico. Y Lozista.   
Pillad entradas YA. Aunque fijo que prorrogarán y prorrogarán y girarán y girarán, cuanto antes lo veáis, antes repetiréis.


4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. No, Mariano, belleza de espectáculo. Para repetir y volver a gozarlo.

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  2. Tus críticas me dejan siempre con ganas de salir a la carrera de casa para ver el espectáculo que cuentas. ¡Enhorabuena a ti!

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  3. Después de ver he nacido para verte sonreír, mi pasion por el teatro se reafirma. Maravilloso texto. maravillosa dirección, maravillosa Isabel Ordaz e inconmensurable Nacho Sanchez.

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