miércoles, 23 de mayo de 2018

Divinas palabras Revolution. Teatro Español

Yo con Chévere siempre he tenido mis más y mis menos. Vale, sí, estas "Divinas palabras" no son una producción de Chévere sino del Centro Dramático Galego, pero para el caso, como si lo fuera.
Con Chévere he ido de menos a más. De "Citizen" a esa maravilla de "Eroski Paraíso".  
Con "Divinas palabras" me lo pasé muy bien, disfruté mucho, me reí y me estremecí, pero reconozco que el brillante planteamiento inicial se acabó convirtiendo en la propia trampa del espectáculo. Creo que lo que parecía un hallazgo en un principio, se volvió incongruente a mi modo de ver. 



Manuel Cortés y Xron firman esta versión del textazo de Valle Inclán. A mí el texto de don Ramón María me enloquece y el rosario de personaje inmundos me priva. Situar la acción en un reality de esos en los que encierran a un puñado de desquiciados para que se despellejen delante de las cámaras y delante de millones de ojos ajenos que se olvidan de sus desgracias rebozándose en los jaris de cartón piedra de unos supuestos famosetes prestos a dejarse humillar con tal de pillar unos euros indignos es un acierto. Coño, qué frase más larga me ha salido... 
Los familiares de Xoana (Juana la Reina) están encerrados en un escenario de reality y allí se harán cargo de Laureano, el baldadiño, repartiéndose su cuidado entre Mari-Gaila y Marica del Reino, cuñada y hermana de la fallecida. Les acompañan en esa casa el resto de personajes de la obra de don Ramón María mientras desde fuera, Séptimo Miau les vigilará con su ojoquetodolove.
Este arranque es ingenioso y realmente funciona. La podredumbre de una Galicia ya superada por la realidad funciona bien en este marco. Mientras la vida parece detenerse dentro de ese microcosmos podrido, fuera, Galicia arde y es asolada por un tiempo inexorable. La Galicia que recibirá a toda esta peña al final del desastre, cuando esa placa de Petri en la que han vivido les devuelva a la puta y quemada realidad. 
Los que han ido a esos concursos dicen que ahí dentro "todo se magnifica". Bueno, vale, chaval. Aceptaremos pulpo. Por eso es ingenioso y prometedor encerrar a esos personajes en un micro espacio en el que sus miserias se magnifiquen y se saquen de madre. 
Pero precisamente por las limitaciones de un entorno tan concreto creo que es por lo que acaba haciendo aguas el planteamiento. Me explico: ellos están en un sitio en el que hay cámaras por todas partes y todo lo que pasa es retransmitido en directo. ¿Cómo es entonces posible que suceda el final del baldadiño? Sus causantes deben de saber que lo que está pasando allí lo está viendo todo el mundo, ¿no? Igual que lo que sucede en el dormitorio entre padre e hija. No hay nada de la acción que transcurra en la impunidad de un bosque, o agazapado en la oscuridad o los secretos. Es impensable que pase lo que pasa entre Pedro Gailo y Simoniña. Y no puedes "devolver" la silla a la habitación de Marica sin que se entere toda España. Y no puedes revolcarte con Séptimo Miau porque te ve todo el país. O sí puedes, pero todo eso tendrá consecuencias. Y esas consecuencias se escapan del propósito de los personajes. Quiero decir que hay cosas que pueden darte igual o que pueden tener consecuencias inesperadas, pero otras cosas se hacen cobijado en la impunidad de lo secreto. Está en Valle Inclán y está en la lógica de la acción. Hay cosas que pueden pasar delante de unas cámaras y que no importe pero otras son totalmente inimaginables si tienes una cámara enfocándote. 
Tampoco entiendo que haya habitaciones que no se ven. La escenografía de Suso Montero es una pasada, pero el que falten algunas habitaciones ya da una pista sobre categorías de importancia. Vale que las habitaciones de los mendrugos esos no nos importan, ni la de Tatula, ni siquiera la de Marica, pero que de entrada no aparezcan lo hace demasiado evidente. 



En lo que se refiere estrictamente a la trama, al hecho de haber trasladado la acción en esta versión a un espacio tan acotado, creo que lo que podría haber ayudado a encerrar y limitar lo repodrido de los hechos acaba atrapado en una incongruencia que al menos a mí me hizo salir de la complicidad inicial y empezar a "ver el cartón". 
Por eso creo que la principal baza de esta versión es también su principal trampa. 
Además me dio la sensación de que muchas escenas estaban como flojas. Era como si estuvieran recién montadas y necesitaran todavía hacer nacer más vida. Tuve la sensación en muchos momentos de que el hiperrealismo a la hora de montar determinadas escenas lastraba su vida. Y sentía como que casi todo necesitaba rodaje. Seguramente dentro de un mes el espectáculo habrá crecido mogollón, de hecho estoy convencido, porque con una base tan potente es cuestión de entresacar la vida y lo nacido en el momento. Pero en mi cuerpo la tensión caía a ratos y notaba una falta de "vida escénica" resultado del tono hiperrealista de la apuesta de Xron en la dirección.
  
Aunque colaboro en algún ranking y a veces tengo que "puntuar" espectáculos, no soy muy amigo de poner estrellitas a los espectáculos teatrales. Pienso que uno valora lo que ve y vive por su experiencia única e individual. El director y el equipo han tomado sus decisiones y han optado por hacer las cosas como ellos han querido. Eso es incuestionable y decir de una decisión del director que es acertada o equivocada es una soplapollez. El director ha tomado las decisiones que ha querido y ha creído convenientes para contar su historia a su manera. Y no admite que nos parezca bien o mal a los demás. De lo que se puede hablar es de si esas decisiones han funcionado en nosotros. Si nos han tocado y si nos han funcionado. Ni se me ocurre cuestionar las decisiones de Xron ni de nadie del equipo. Obviamente todo lo que hacen está pensado, repensado, decidido y requetedecidido. Y no lo critico ni lo pongo en duda. Simplemente no funcionó conmigo. Me hizo salirme de la empatía inicial y situarme lejos, en un sitio donde encontraba fisuras en la acción, en la congruencia y en el tono.   



El elenco es de ensueño, ahí no se puede poner ni una pega. Lo de Patricia de Lorenzo es pura debilidad. Crea una Mari-Gaila mala de cojones, seductora, pringosa y repugnante (el momento pañal es estremecedor, unos minutos interminables que todo político debería ver antes de tomar decisiones económicas por encima de los seres humanos). Consigue ser todo lo malo que tiene que ser un bicho así y da verdad y vida a cada movimiento. No es una actriz de grandes composiciones desgarradas y mutantes. No, ella trabaja desde sí misma, desde sus recursos y consigue hacer nacer la verdad SIEMPRE. Eso sólo lo consiguen los grandes intérpretes. Los hay que se transforman cada vez y los hay que desde su forma de hacer logran siempre SER el personaje. Adoración absoluta. Y encima ha hecho sus pinitos en doblaje y con eso ya me tiene a sus pies. Yo soy muy fans de mis colegas.
La misma admiración siento por Tomé Viéitez que crea un baldadiño asombroso y la admiración se vuelve absoluta con Borja Fernández, que compone un monstruo repugnante con trazos finos y precisos.  



En resumen, creo de verdad que es un gran trabajo de todos, el equipo al completo hacen un curro de altura, desde el creador del espacio sonoro a la responsable del vestuario o al iluminador pasando por los actores e incluso por los responsables de la versión y el director. Sin embargo algo no hizo click en mí y me sacó de la magia de lo nacido en el momento y me hizo ser consciente de que estaba en una butaca de un teatro, con una cabezón que me tapaba la mitad de la visión y con las rodillas dándome con la butaca de delante.
Con Chévere me ha pasado esto otras veces; que simpatizo totalmente con su punto de vista y ética y moralmente me siento cerca, pero algo me descoloca. Quizá el intentar transmitir el mensaje por encima de las formas. Demasiado empeño en dejar claro su punto de vista moral. Y a veces ese empeño, pese a ser lícito y admirable, puede que conmigo no funcione. Prefiero ver yo las cosas y descubrirlas antes que verlas ahí puestas. Está Galicia, está Valle a ratos pero me falta dejarme estar a mí .     







 

domingo, 20 de mayo de 2018

Contratiempoymarea. Intemperie Teatro.

Al lío. 
"Contratiempoymarea" es una gozada. Así, tal cual. 
El texto de Sonia Madrid es para leerlo una y otra vez y sacarle jugo, exprimirlo de nuevo y buscarle mas vueltas y luego más y así varias veces. Porque lo que hace es plasmar en el papel el pensamiento de dos seres surrealistas. O absurdos, o sacados de un circo, o de un psiquiátrico. O de la calle. 
Mezcla estilos y géneros con una audacia que te tira de espaldas y llega incluso a atreverse con el monólogo interior en algunos momentos. Magistral. Además retrata a dos seres perdidos y complementarios. Las dos caras de una moneda o la misma desde dos prismas distintos. Pompoff y Thedy, o Vladimir y Estragón, o Cara blanca y Augusto o Tip y Coll o C3PO y R2D2. El uno dice lo que el otro piensa, el uno dice lo que el otro teme, el uno dice lo que el otro espera. Los dos son desconocidos aunque se conocen mejor que nadie. Los dos esperan a su Godot. Los dos aman y han amado y tiene miedo y sueñan y mueren y se defienden de un mundo que no entienden y se pelean y se vacilan. Son como dos amantes o los dos polos de una misma mente. Tan complementarios como enemigos y tan necesarios como peligrosos. 



Maravilla de texto amargo y desgarrado sobre el vació y la incomunicación, la búsqueda y la necesidad.
Y llega Raquel Pérez y disfraza estos dos seres de payasos. Y así ya tiene la coartada perfecta para tocarnos los huevos y que nos lo tengamos que comer. Porque estos dos vagabundos, estos payasos salidos del Retiro (del de antes), estos dos heridos tiene derecho a decir y hacer lo que quieran. Parecen arrancados de un circo barroco, de un circo de esos en los que los payasos hacen llorar y la trapecista tiene las medias rotas y el corazón hecho añicos. Entre cartones de vino, música decadente y recriminaciones ácidas, Plácido y Domingo se buscan, se miden, se encuentran, se necesitan y se matan. El amor puro. La vida misma. Brillante el sitio desde el que Raquel nos cuenta esta historia de amor y brillante la forma y el tempo elegidos. Grandísima directora. 
Albino Hernández-Newman está a los mandos de la luz y el sonido. OLE tú, Albino. 
Iván Villanueva es Cara blanca. Es el reposo, la serenidad, la sabiduría olvidada y el reposo. Quizá peque de estar a ratos demasiado entero. Su locura o su punto de partida a veces se desdibuja un pelo. David González sin embargo da un recital. Todo lo que hace es magistral. Ya desde su aparición, arrastrando un carrito en el que nos avisa de que es esquizofrénico. Sólo con ese cartel nos avisa de que puede hacer cualquier cosa. Y es eso exactamente lo que hace. Cualquier cosa. O mejor dicho, de todo, hace de todo. David grita, susurra, va, viene, salta, llora, corre, ríe, sufre, sodomiza, ama, escupe, mata, busca, escarba, hiere y seduce. Hace de todo y todo lo hace bien. 

Hacedme caso. "Contratiempoymarea" es un espectáculo pequeño, con los medios justos y necesarios. Y no necesita más. Pero es un espectáculo GRANDE en su vuelo, en su pretensión, en la profundidad de su texto y en la seriedad de su puesta en escena. Y por supuesto, en el trabajazo ejemplar de sus dos actorazos.
Bravo para todos y cada uno de sus responsables. Este es el teatro que mola.   

lunes, 7 de mayo de 2018

Beatrice. Teatro Galileo

José Gómez-Friha es el responsable tanto de la dramaturgia como de la dirección de esta "Beatrice". Un revisión de "La hostería de la posta", montaje con el que Venezia Teatro celebran su quinto año de vida. 
San Carlo Goldoni escribió "La hostería" en siete días allá por 1762. Doscientos cincuenta y seis años después el aparentemente divertido texto de Goldoni sigue vivo. Tristemente vivo. 
Hace pocos días saltaba la noticia de que la comisión que se va a crear ahora, si es que se crea, en pleno siglo XXI para estudiar la reforma de los delitos sexuales va a estar compuesta únicamente por hombres y que... ay, calla, que no. Que me lío. 
Hace pocos días se hacía pública la sentencia del juicio de "La manada" y todos flipábamos al ver que.. ay, calla que tampoco. Me vuelvo a liar. 




Beatrice pasa una noche en la hostería de la posta con su padre en pleno viaje a Milán, a donde van para que ella contraiga contrato... digo... matrimonio con un señor que le ha buscado su padre y que les vendrá muy bien a ambos, padre e hija. Sobre todo al padre, claro, si no de qué.
Por cosas del destino el futuro marido también pasa la noche en la hostería, aunque ellos no se conocen. El enredo está servido y lo que parece un vodevil de entradas, salidas, cruces y equívocos se convierte en un alegato en defensa del derecho de la mujer a decidir por sí misma. 
José Gómez-Friha se sirve de un par de elementos sencillos para marcar un punto de vista y dar un aplastante poder tanto ético como social frente a lo que estamos viendo. 
Todo en "Beatrice" es estilizado. O mejor dicho, es sobrio y depurado. El espacio en un cuadrángulo con un par de puertas marcadas con luz. Un luz que sencillamente ilumina la zona de acción y oscurece la zona en la que los actores esperan sentados su turno. Punto. Ni más ni menos. Nada que distraiga. El derroche está en el vestuario suntuoso y bellísimo. 

Andrés Requejo, el grandísimo Andrés Requejo se adelanta, enciende una cerilla y se ilumina la lámpara que hay sobre él. Se hace la luz y comienza la acción. 
Todo discurre con brillo, muchísima chispa, buen ritmo y un puñado de actores excelsos. No hay ninguna pega que ponerle. ES COMO DEBE SER. La chispa del texto de san Carlo Goldoni está ahí. El vestuario ayuda, el espacio y las luces no estorban ni distraen del verdadero propósito de lo que vemos. Disfrute. Hasta que de repente, Marta Matute interrumpe la escena para... para... para... y se va. Ese gesto, ese intento de decir algo, de decirnos algo que no está escrito es la clave de "Beatrice". 

SPOILER     

Esto culminará con el gesto final, cuando Beatrice está a punto de aceptar a su marido de encargo, porque el hombre es majo y algo de tilín le ha hecho. Hasta que Marta se para, reflexiona durante unos segundos y decide cortar. Sencillamente no le sale del coño aceptar a este tío porque sí. Ella amenazaba con negarse a aceptarle si no era de su agrado. Pero ahora va más allá. ¿Por qué coño va a aceptarle si ni ella le ha elegido, ni ha pensado en él, ni ha tenido voz ni voto en nada? Ella sabe que es dueña de su vida, de su destino y de su futuro. Y que es la única que manda en sus propias decisiones. Ella, Marta. Y ni manadas ni comisiones de estudio, ni padres, ni tíos ni testosterona. Marta es dueña y señora única y exclusiva de su vida y de sus decisiones. Sí es sí, todo lo demás es violación. Y Marta se quita todos los trastos que tiene que llevar encima, coge la puerta y se pira. Y ahí se quedan todos los machos Ellos verán. 
Lo dice el dossier, no lo digo yo, pero es totalmente cierto, es el portazo de una Nora del siglo XXI. 
Si el montaje como tal estaba siendo impecable y magistral, este detalle sencillo formalmente pero terrorífico como símbolo hace que "Beatrice" levante el vuelo hasta el infinito. ¿No se puede hacer teatro del siglo XVIII en el siglo XXI?  Hablen con José Gómez-Friha y luego ya vemos a ver. O mejor, vayan a ver "Beatrice" y luego nos tomamos un vino. 




Y si brillante es el planteamiento y la forma que han elegido, el reparto es cosa aparte. 

Andrés Requejo tiene un breve papel pero demuestra un poderío y un dominio de la escena y del género incuestionable. Este hombre es inmenso. Juanma Navas está brillante. Como David Alonso, que está divertido y payaso en la justa medida. 
El trío de ases son oro puro. TODOS ellos pero quizá estos tres al tener más papel luzcan más, TODOS ellos, digo, tienen una de las cualidades más tristemente escasas hoy en día en un escenario. Saben hablar. Tienen una dicción per-fec-ta. Y sí, no nos pongamos a la defensiva porque sabéis como yo que es verdad. No es fácil encontrar actores que hablen como hay que hablar. Con una dicción impoluta, y dando a cada palabra el peso necesario. 
Rubén de Eguía está para comérselo. Aparte de ser un rato guapo, es un actorazo de los inteligentes, de los que saben que el fin de un intérprete es ser un medio, no un objetivo. Y se "limita" a dar vida a su personaje desde la sinceridad y la palabra correcta y limpia. Si ya se lo vimos en "El principio de Arquímedes", ya. 
Marta Matute es una de las más grandes de su generación. Llevo diciéndolo desde hace tiempo. Desde que la vi por primera vez hacer ... o mejor dicho, escuchar una Antígona. Da igual que haga teatro del siglo XVIII como este o del siglo XXI como en "La escena número 12" o del siglo XXII como "Yogur/Piano",  o una figuración en el Real o que nade entre las palabras de Pessoa; Marta es inmensa, implicada, lista como ella sola y un muestrario de estados de ánimo y de recursos. 
Y para mí, mi mayor descubrimiento fue Pablo Sevilla. Las razones son simples. Porque sabe hablar. Tiene un timbre de voz luminoso y una dicción realmente buena. Impecable sin afectación. Es un gusto oírle hablar. Y no sólo por la calidez de su palabra sino por su calidad. Sabe medir las palabras, sabe su significado (sí, aunque suene básico, es así, cuántas veces oyes a gente que no sabe lo que dice) y sabe su poder y su repercusión. Y obviamente su composición del personaje es exquisita, perfecta, compleja y atinada.  
Y completando este grupo de hombres está Álvaro Llorente con el violonchelo. El complemento perfecto para provocar a Marta.  Corran a ver esta nueva versión de "La hostería de la posta", porque "Beatrice" es una joya. Pero una joya joya. Y déjense llevar por el poder de una mujer que se reivindica en pleno siglo XXI y por la belleza de la palabra dicha con sentido y peso.  




  

miércoles, 2 de mayo de 2018

Cyrano de Bergerac. Teatro Reina Victoria.

Atreverse con un texto como el de Edmond Rostand es un reto, pero también es una trampa. 
Todos hemos visto quinientas mil versiones, a quinientos mil actores y hemos visto resultados buenísimos y estrepitosos fracasos. Versiones divertidas, truños insufribles, luces y sombras.
Esta versión de "Cyrano" es de las divertidas, de las brillantes, de los aciertos sobre todo gracias al inmenso trabajo de José Luis Gil. 
Carlota Pérez Reverte firma la versión junto a Alberto Castrillo-Ferrer, quien también se encarga de la dirección del espectáculo. Alberto ya dirigió otro montaje anterior, "Si la cosa funciona" con la misma pareja protagonista. El entendimiento entre ellos tres se nota en esta nueva puesta en escena (aunque llevan ya 100 representaciones). 



Estamos ante un artificio. No es que sea "teatro dentro del teatro" pero sí es "teatro como representación", artificioso. No es una recreación de la vida sino un juego escénico, una representación. Y como tal la vemos. El escenario, con las candilejas en el proscenio, unos paneles de madera que se cubren de telas, de tapices o que se desnudan según la escena. O sirven de pantalla donde se proyectan imágenes que ambientan otros lugares, o se adelantan o atrasan para crear entradas y salidas. En definitiva, una escenografía del grandísimo Alejandro Andújar junto con Enric Planas que es a la vez eficaz, útil, evocadora y expresiva. Es casi como el escenario ambulante de una compañía. Madera, versatilidad y eficacia. Como alguna caracterización; barbas postizas nada disimuladas, múltiples personajes a cargo de cada intérprete, cambios de escenografía a la vista, pómulos postizos casi de comedia dell'arte...
Luces y vestuario de Nicolás Fitschel y Marie-Laure Bénard al servicio del espectáculo. Y en el mismo tono que la escenografía. 
La dirección de Alberto Castrillo-Ferrer es eficaz y respetuosa. Nos cuenta esta historia trágica de amor desde el respeto por los personajes, por todos ellos y lo barniza todo con un aire de comedia de repertorio de compañía ambulante. El artificio "evidente" es así de evidente para realzar el carácter del texto. Quieren contarnos una historia. Como tal, una historia. La historia de Cyrano, de su amor por Roxana y de la imposibilidad de ese amor. Castrillo-Ferrer pasa de la comedia de toda la primera parte a la tragedia amarga de esa escena final antológica y del humor de la panadería al amor de la escena del balcón. Cada escena, cada momento tiene un tono, un ambiente, una profundidad. JUSTA y EXACTAMENTE la que necesita cada momento. Así no sólo consigue que no despegues el culo del asiento en las dos horas y pico que dura la función sino que sin querer vas sumergiéndote en el estado de ánimo de Cyrano, el eje obvio del espectáculo. No esperéis un montaje grandioso, no. Todo lo que vemos es medido y es justo y escueto. Lo gordo; lo gordo gordo está donde tiene que estar, no tanto en la forma. 



El resto queda "sencillamente" en manos de los intérpretes. Y ahí encontramos de todo. Desde el trazo grueso de la experimentada Rocío Calvo al poderío en escena del gran Carlos Heredia. De la experiencia de Ricardo Joven a la frescura y el desparpajo de Álex Gadea. Cada uno está en su código y todos ellos al servicio del conjunto. Ana Ruiz está estupenda de presencia y de gesto. Cada movimiento, cada mueca, cada movimiento de su cara, por leve que sea es perfecto. Sabe lo que dice y por qué lo dice. Pero hay algo atropellado en su verso. Junta demasiado algunas palabras y pasa por encima de ellas, sin darles todo el espacio que necesitan. Si las palabras siempre son escogidas, en el verso esto se dispara. Y las palabras elegidas son esas porque necesariamente deben ser esas, no sólo por la rima y la medida, que también, sino por la carga, el significado y el poder de las palabras. Y a veces Ana pasa un poco por encima de las palabras. Y vocalmente quizá ayer estaba algo tocada, porque su emisión, la proyección vocal quedaba escasa y su voz se quedaba en un agudo con no mucho color que está claro que no corresponde a una actriz que además canta, como ella. Vamos, que ella canta muy, muy bien. Por eso supongo que lo de ayer sería un asunto pasajero. Y es una lástima, porque tanto la belleza del personaje como toda su gestualidad fueron muy acertadas. 



Y vamos a lo gordo. Porque como decía al principio, "Cyrano" es tanto un reto como una trampa. Y el actor que se encargue de dar vida a este ser amoroso, ingenioso, brillante, divertido, sabio, inteligentísimo, generoso, pícaro, sacrificado, del que querrías ser amigo y alumno; el actor que de vida a Cyrano se la juega. Cyrano NECESITA para vivir a un actor capaz de hacer surf en cada palabra, en cada sílaba, en cada acento, porque si no, el texto naufraga. 
Pero, ¿que ha hecho Alberto Castrillo-Ferrer? Darle el papel a un ser de otro mundo. JOSÉ LUIS GIL, así, en mayúsculas. Para la mayoría será conocido por sus interpretaciones televisivas, en las que es EL MEJOR. Pero José Luis lleva años y años y años tocando todos los palos de la interpretación. TODOS. No sólo es gracioso y un cómico asombroso, sino que ha estado en vuestras mentes y corazones sin que os dierais cuenta, porque José Luis ha participado en los mejores doblajes que se han hecho en este país. Yo le he visto hacer cosas que vosotros, humanos, no creeríais. Ha sido y ES uno de los mejores actores de este país delante de un micrófono. ¿Y eso qué le ha dado? La sensibilidad y sabiduría de distinguir, conocer y valorar el peso de cada palabra. Porque cuando delante de ti sólo tienes una interpretación ya hecha y un texto y tu obligación es dar vida a las palabras para que se junten a esa cara y todas unidas parezcan vivir, en ese momento el poder está en LA PALABRA. Y José Luis llena CADA palabra que sale de su boca de carne, de sangre, de peso, de saber, de sentido y de emoción. Lo hace delante de un micro y lo hace delante de una cámara y lo hace encima de un escenario. Y encima lo hace dando vida a Cyrano, la trampa de las trampas. Porque con Cyrano puedes meter la pata y creerte que eres la hostia. Puedes empezar a gustarte y que se te vaya la pinza y la medida. Puedes empezar a cantar, a hacer ripios, a querer sonar grandilocuente. Puedes querer hacer un personaje aún más grande de lo que es Cyrano. Puedes venirte arriba, creerte la estrella y que te sobren los compañeros. Y el teatro, como todo en la vida menos la masturbación, es una labor de equipo. Pero José Luis no hace nada de eso. Jose entiende las palabras, las ha desgranado una a una, las tiene medidas y tiene medida la medida de lo que quiere y necesita hacer para que este "Cyrano de Bergerac" sea coherente, sólido y brillante. Jose se sitúa justo donde debe en cada escena, es prota cuando debe serlo y secundario cuando es menester. Y sobre todo, tiene un control de LA PALABRA que hace que sea posiblemente el mejor Cyrano posible. Así lo demuestra. Jose emociona, viaja por mil estados de ánimo, regala dos mil millones de matices y convierte cada palabra que sale por su boca en una obra maestra. 



Confieso, que al igual que me pasa con Cyrano, a mí me pasa con José Luis, que querría ser su amigo y su alumno. También confieso que he aprendido de él sin él saberlo lo que sé de mi profesión. Siempre ha sido una referencia. Por mucho. Por todo. Y es que yo le veo y le hago la ola.        


             

Si no te hubiese conocido.

Sergi Belbel ha estado siete años sin escribir y ahora que lo ha hecho nos habla de amor. Y del destino. 
Reconozco que Belbel me gusta y Unax Ugalde también. Sin embargo mis expectativas de derrumbaron nada más empezar el espectáculo. Por todo. 



SPOILER TOTAL, NO LEAS SI NO QUIERES ENTERARTE DE LA TRAMA.

Empieza la acción y vemos una escena de matrimonio. Los niños se acaban de acostar y ellos, sentados en dos sillas que simulan ser un hogar, hablan de los niños, de sus movidas, de llevarles al cole al día siguiente. Prácticamente por accidente, Elisa, la mami se encarga de hacerlo. y por accidente también, se mata junto con los nenes. Esta primera escena nos da todas las claves de lo que vamos a ver: diálogos artificiosos, frases de carpeta, diálogos increíbles y afectados y personajes que se empeñan en contarnos que se quieren aunque tanto sus palabras como sus actos nos dejen ver que hay muy poquito afecto entre ellos.
Y de ese momento dramático pasamos a otro trágico. Retrocedemos hasta 1989, con los cuatro protagonistas de la historia en la uni, tía. Y yo me encojo en mi butaca al ver a los actores haciendo de jóvenes ochenteros. Confieso que me viene a la mente Meryl Streep en "La casa de los espíritus". 



A partir de ahí entramos en una historia de amores posibles y de "mundos paralelos". La típica historia de "qué habría pasado si en un momento de mi vida, hubiera tomado otra decisión". Sí, aquello que contó tan bien Edgar Neville en "la vida en un hilo" y Manuel Hidalgo y Carmen Posadas no tan bien en "Una mujer bajo la lluvia", por ejemplo. Pues eso mismo. Con una diferencia, que lo que allí era fábula, era magia y era un ajuste de cuentas con la felicidad y el equilibrio cósmicos, aquí es un ir y venir y transitar por momentos absurdos en los que el pobre Unax Ugalde SIEMPRE tiene un momento de lucidez en el que se da cuenta de la movida. Y eso se lo carga todo. Porque por mucha fábula que le metas a la cosa (que tampoco la tiene) y por mucha magia que quieras untar (que tampoco) es imposible que un ser que vive palante y patrás esté a por uvas todo el rato pero de pronto tenga una chispita de lucidez. Que tampoco le sirve para nada. Una chispita gratuita e inútil. 
En definitiva, la historia no solo me parece trillada sino que está plagada de frases empalagosas y situaciones reiterativas y vacuas. Diálogos sensibleros, situaciones increíbles y moralejas ñoñas.
No se me ocurriría decir que el texto de Sergi Belbel es malo, sería una osadía. Pero sí digo que no me tocó en absoluto, ni me lo creí, ni me embaucó, ni me estimuló, ni me trastocó, ni me cambió ni me afecto lo más mínimo. Sin hablar de los cientos de detalles incomprensibles o cantosos dentro de la historia, como que el novio de una boda no sepa quién cantó en su boda, o una accidentada a punto de morir se levante tan pichi de la cama, o que de pronto una actriz aparezca disfrazada y maquillada de vieja y los demás no. Pero bueno, son detalles. 
Y lo que más siento es que el resto de elementos del espectáculo tampoco me gustaron nada. Las luces me parecieron sucias y que enturbiaban. Ni las luces ni las sombras, todo me parecía difuso e impreciso. La escenografía no ayudaba nada. La pared blanca y las sillas podrían ser multiusos y hacer que recurramos a la imaginación para rellenar ese simbolismo, pero entonces me sobran las revistas, los libros y los pocos elementos concretos. Y luego, técnicamente, los cambios en la parte de atrás "suenan" muchísimo y desde las filas delanteras no hacíamos más que mirar hacia los lados y hacia atrás porque parecía que iba a aparecer alguien en cualquier momento. 
Ni me gustó que las canciones estuvieran grabadas. Y tampoco sonaban como que fueran las grandes grabaciones de una super estrella de la canción. 
La dirección no tiene ni punto de vista estético ni ético. Las cosas están contadas al corre corre, sin dar tiempo a que nada nazca, crezca ni se desarrolle. Parece que hay prisa por contarlo todo rapidito para que no nos aburramos. Y al final resulta una dirección vacía y sin rumbo. 
Unax Ugalde va a toda mecha. Llora mucho y se tira de cabeza a los pozos emocionales en los que debe sumergirse, pero quizá todo sea tan precipitado que no termina de dar profundidad ni siquiera una ligera capa oculta a ninguna situación. Aunque es de ley reconocer el enorme esfuerzo que hace y que se deja la piel. Marta Hazas está bien de gesto y de intención aunque también sufre las prisas. Y tiene algo en la voz que yo creo que quizá podría revisar. El sonido que emite tiene algo rasposo, una emisión extraña, no sé.
Óscar Jarque y sobre todo Ana Cerdeiriña están en otro código, están totalmente disparados. Conmigo consiguieron que no empatizara ni un sólo segundo con ellos y me rechinaban tanto sus personajes como su código. 



Siceramente, confieso que en este caso, el trabajo seguro que durísimo de todos los implicados no consiguió ningún efecto en mí. Es una pena, porque el cartel tiene nombres grandes, aunque mi experiencia fue totalmente infructuosa.