Yo con Chévere siempre he tenido mis más y mis menos. Vale, sí, estas "Divinas palabras" no son una producción de Chévere sino del Centro Dramático Galego, pero para el caso, como si lo fuera.
Con Chévere he ido de menos a más. De "Citizen" a esa maravilla de "Eroski Paraíso".
Con "Divinas palabras" me lo pasé muy bien, disfruté mucho, me reí y me estremecí, pero reconozco que el brillante planteamiento inicial se acabó convirtiendo en la propia trampa del espectáculo. Creo que lo que parecía un hallazgo en un principio, se volvió incongruente a mi modo de ver.
Manuel Cortés y Xron firman esta versión del textazo de Valle Inclán. A mí el texto de don Ramón María me enloquece y el rosario de personaje inmundos me priva. Situar la acción en un reality de esos en los que encierran a un puñado de desquiciados para que se despellejen delante de las cámaras y delante de millones de ojos ajenos que se olvidan de sus desgracias rebozándose en los jaris de cartón piedra de unos supuestos famosetes prestos a dejarse humillar con tal de pillar unos euros indignos es un acierto. Coño, qué frase más larga me ha salido...
Los familiares de Xoana (Juana la Reina) están encerrados en un escenario de reality y allí se harán cargo de Laureano, el baldadiño, repartiéndose su cuidado entre Mari-Gaila y Marica del Reino, cuñada y hermana de la fallecida. Les acompañan en esa casa el resto de personajes de la obra de don Ramón María mientras desde fuera, Séptimo Miau les vigilará con su ojoquetodolove.
Este arranque es ingenioso y realmente funciona. La podredumbre de una Galicia ya superada por la realidad funciona bien en este marco. Mientras la vida parece detenerse dentro de ese microcosmos podrido, fuera, Galicia arde y es asolada por un tiempo inexorable. La Galicia que recibirá a toda esta peña al final del desastre, cuando esa placa de Petri en la que han vivido les devuelva a la puta y quemada realidad.
Los que han ido a esos concursos dicen que ahí dentro "todo se magnifica". Bueno, vale, chaval. Aceptaremos pulpo. Por eso es ingenioso y prometedor encerrar a esos personajes en un micro espacio en el que sus miserias se magnifiquen y se saquen de madre.
Pero precisamente por las limitaciones de un entorno tan concreto creo que es por lo que acaba haciendo aguas el planteamiento. Me explico: ellos están en un sitio en el que hay cámaras por todas partes y todo lo que pasa es retransmitido en directo. ¿Cómo es entonces posible que suceda el final del baldadiño? Sus causantes deben de saber que lo que está pasando allí lo está viendo todo el mundo, ¿no? Igual que lo que sucede en el dormitorio entre padre e hija. No hay nada de la acción que transcurra en la impunidad de un bosque, o agazapado en la oscuridad o los secretos. Es impensable que pase lo que pasa entre Pedro Gailo y Simoniña. Y no puedes "devolver" la silla a la habitación de Marica sin que se entere toda España. Y no puedes revolcarte con Séptimo Miau porque te ve todo el país. O sí puedes, pero todo eso tendrá consecuencias. Y esas consecuencias se escapan del propósito de los personajes. Quiero decir que hay cosas que pueden darte igual o que pueden tener consecuencias inesperadas, pero otras cosas se hacen cobijado en la impunidad de lo secreto. Está en Valle Inclán y está en la lógica de la acción. Hay cosas que pueden pasar delante de unas cámaras y que no importe pero otras son totalmente inimaginables si tienes una cámara enfocándote.
Tampoco entiendo que haya habitaciones que no se ven. La escenografía de Suso Montero es una pasada, pero el que falten algunas habitaciones ya da una pista sobre categorías de importancia. Vale que las habitaciones de los mendrugos esos no nos importan, ni la de Tatula, ni siquiera la de Marica, pero que de entrada no aparezcan lo hace demasiado evidente.
En lo que se refiere estrictamente a la trama, al hecho de haber trasladado la acción en esta versión a un espacio tan acotado, creo que lo que podría haber ayudado a encerrar y limitar lo repodrido de los hechos acaba atrapado en una incongruencia que al menos a mí me hizo salir de la complicidad inicial y empezar a "ver el cartón".
Por eso creo que la principal baza de esta versión es también su principal trampa.
Además me dio la sensación de que muchas escenas estaban como flojas. Era como si estuvieran recién montadas y necesitaran todavía hacer nacer más vida. Tuve la sensación en muchos momentos de que el hiperrealismo a la hora de montar determinadas escenas lastraba su vida. Y sentía como que casi todo necesitaba rodaje. Seguramente dentro de un mes el espectáculo habrá crecido mogollón, de hecho estoy convencido, porque con una base tan potente es cuestión de entresacar la vida y lo nacido en el momento. Pero en mi cuerpo la tensión caía a ratos y notaba una falta de "vida escénica" resultado del tono hiperrealista de la apuesta de Xron en la dirección.
Aunque colaboro en algún ranking y a veces tengo que "puntuar" espectáculos, no soy muy amigo de poner estrellitas a los espectáculos teatrales. Pienso que uno valora lo que ve y vive por su experiencia única e individual. El director y el equipo han tomado sus decisiones y han optado por hacer las cosas como ellos han querido. Eso es incuestionable y decir de una decisión del director que es acertada o equivocada es una soplapollez. El director ha tomado las decisiones que ha querido y ha creído convenientes para contar su historia a su manera. Y no admite que nos parezca bien o mal a los demás. De lo que se puede hablar es de si esas decisiones han funcionado en nosotros. Si nos han tocado y si nos han funcionado. Ni se me ocurre cuestionar las decisiones de Xron ni de nadie del equipo. Obviamente todo lo que hacen está pensado, repensado, decidido y requetedecidido. Y no lo critico ni lo pongo en duda. Simplemente no funcionó conmigo. Me hizo salirme de la empatía inicial y situarme lejos, en un sitio donde encontraba fisuras en la acción, en la congruencia y en el tono.
El elenco es de ensueño, ahí no se puede poner ni una pega. Lo de Patricia de Lorenzo es pura debilidad. Crea una Mari-Gaila mala de cojones, seductora, pringosa y repugnante (el momento pañal es estremecedor, unos minutos interminables que todo político debería ver antes de tomar decisiones económicas por encima de los seres humanos). Consigue ser todo lo malo que tiene que ser un bicho así y da verdad y vida a cada movimiento. No es una actriz de grandes composiciones desgarradas y mutantes. No, ella trabaja desde sí misma, desde sus recursos y consigue hacer nacer la verdad SIEMPRE. Eso sólo lo consiguen los grandes intérpretes. Los hay que se transforman cada vez y los hay que desde su forma de hacer logran siempre SER el personaje. Adoración absoluta. Y encima ha hecho sus pinitos en doblaje y con eso ya me tiene a sus pies. Yo soy muy fans de mis colegas.
La misma admiración siento por Tomé Viéitez que crea un baldadiño asombroso y la admiración se vuelve absoluta con Borja Fernández, que compone un monstruo repugnante con trazos finos y precisos.
En resumen, creo de verdad que es un gran trabajo de todos, el equipo al completo hacen un curro de altura, desde el creador del espacio sonoro a la responsable del vestuario o al iluminador pasando por los actores e incluso por los responsables de la versión y el director. Sin embargo algo no hizo click en mí y me sacó de la magia de lo nacido en el momento y me hizo ser consciente de que estaba en una butaca de un teatro, con una cabezón que me tapaba la mitad de la visión y con las rodillas dándome con la butaca de delante.
Con Chévere me ha pasado esto otras veces; que simpatizo totalmente con su punto de vista y ética y moralmente me siento cerca, pero algo me descoloca. Quizá el intentar transmitir el mensaje por encima de las formas. Demasiado empeño en dejar claro su punto de vista moral. Y a veces ese empeño, pese a ser lícito y admirable, puede que conmigo no funcione. Prefiero ver yo las cosas y descubrirlas antes que verlas ahí puestas. Está Galicia, está Valle a ratos pero me falta dejarme estar a mí .
Aquí podrás leer MI opinión sobre los espectáculos que voy viendo. Insisto en que es MI opinión, nada mas. No pretendo adoctrinar ni tener razón. Únicamente te contaré MIS razones para amar o amar menos lo que vaya viendo. El teatro son gustos y aquí leerás los míos. No soy crítico, solo necesito contarle al mundo el porqué de mis amores. Lo que puedes leer aquí es lo que yo he sentido al ver estos espectáculos. Ni más ni menos que mis sensaciones. Si a alguien le sirven, estupendo.
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miércoles, 23 de mayo de 2018
domingo, 8 de octubre de 2017
El lunar de Lady Chatterley. Teatro Español, sala Margarita Xirgu.
No deja de ser paradójico que en pleno siglo XXI, con una mujer al mando de la institución, la sala grande del Español se llame "sala principal" y sin embargo la pequeña se llame "Margarita Xirgu". Es como si estuvieran esperando encontrar un hombre de señor lo bastante importante como para darle nombre a la sala grande, cuando podría llamarse perfectamente Sala Margarita Xirgu. Vale, la grande no tiene nombre de tío, pero que la pequeña lo tenga de mujer es otra razón más para no perderse "El lunar de Lady Chatterley". Otra más.
El texto de Roberto Santiago plantea un "qué pasa con los personajes después de sus novelas/obras/películas". En esta ocasión Constance Chatterley se enfrenta a un supuesto juicio en el que ella ejercerá su propia defensa. Vemos un mundo ideal en el que una mujer consigue lo impensable; defenderse a sí misma. El acceso a los estudios o el derecho al voto eran casi ciencia ficción en aquellos años. Qué coño, si el derecho al voto es de no hace tanto, y el abrir una cuenta corriente sin el permiso del marido...
Constance representa a la mujer capaz de desgranar sus condiciones, analizar sus armas y utilizarlas con sutileza. ¿Que me dejáis "sólo" ser sutil, ácida, irónica, sensual y embaucadora? Vale, pues os vais a cagar. Porque con eso hago yo maravillas. Y sencillamente utilizando las pocas armas que los machos de esa época consentían en una mujer, Constance hará un alegato demoledor de la podredumbre de una época (cuántos rasgos se pueden distinguir incluso hoy en día; desigualdad de sueldos, presencia en cargos de responsabilidad, publicidad sexista, humillación y manipulación social, "mi mujer tiene una igual para lavar") y de la capacidad de un ser inteligente (encima mujer) para cargarse los argumentos baratos, añejos, absurdos y sin fundamento.
Constance es la mujer que lucha y la mujer que sobrevive bajo una capa social que la relegaba al rol de florero y poco más. La mujer oprimida, la mujer sin derecho a pensar, a sentir, a gozar, a correrse, a echarse un maromo y a defender su lugar en el mundo. A ras de suelo, al mismo nivel que el resto de los seres vivos.
Constance será la heroína inimaginable de una época en la que la acción de este espectáculo sería impensable y la heroína de hoy, que sigue luchando por desterrar tanta mierda machista y tanta desigualdad como sigue infectándonos.
Esa misma sociedad enferma y tarada es la que forma el espacio escénico. Un entramado de "estructuras" inacabadas, rotas, quebradas por los defectos de esa misma estructura. Fantástico trabajo de Sean Mackaoul.
Por el fondo aparece vestida por Montse Sancho, iluminada por Gustavo Pérez Cruz y arropada por el fabuloso espacio sonoro creado por Iñaki Rubio, Constance, Ana Fernández, casi como un guiñol, como una muñeca buscando el camino en medio de esos hierros entre los que es difícil encontrar una ruta fiable. Ana aparece y se hace la luz en la Margarita Xirgu. No, mejor aún, Ana ilumina la sala. Porque la Fernández es como una luciérnaga, es como si de debajo de esa piel blanca y fresca saliera luz. Ana ilumina desde dentro. Y Constance toma las riendas de la situación con su mejor arma: la palabra. La palabra hecha adjetivo, no sustantivo. Porque lo que ella quiere y necesita es describir, no definir. Porque un adjetivo es más rico y poético que un sustantivo. Aunque parezca que se esconde detrás de él. El adjetivo vive agazapado tras el sustantivo, esperando su momento de iluminar las limitaciones de ese sustantivo protagonista. Y Ana viaja de recurso en recurso, de derroche en derroche demostrando que la escena no tiene secretos para ella, que maneja sus recursos a la perfección y que sabe llevarte de la mano por las sensaciones, las impresiones, los géneros y los destinos. Portentosa.
Encima se busca aliados entre el público. Un fiscal, un juez y un Clifford. Y con ese simple detalle te regala el sentirte partícipe de ese despropósito. De un plumazo te da permiso para entrar en la acción, en su movida. Hala, soy todo tuyo. Ella, cambio, nos da una lección de buen teatro y se nos entrega en alma y cuerpo.
Antonio Gil y José Troncoso hacen lo mejor que se puede hacer en estos casos: se colocan en el sitio del respeto absoluto, marcan unas directrices sencillas y respetuosas y dejan que el espacio lo habite la palabra. Y la presencia y carisma de una actriz tocada por la musa.
"El lunar de Lady Chatterley" es como una película de Mankiewitz. Es elegancia, es drama y es una actriz al mando. Ana Fernández, su saber, su presencia, su don para dominar la palabra y el ritmo. Todo por defender esta lucha a base de ironía, la palabra como arma fina y certera y una batalla casi tan actual como entonces. Una joya que debe verse por toda España y que personalmente deseo que así sea. Porque es un trabajazo.
Ah, y el momento tacita de té... impagable!!!
El texto de Roberto Santiago plantea un "qué pasa con los personajes después de sus novelas/obras/películas". En esta ocasión Constance Chatterley se enfrenta a un supuesto juicio en el que ella ejercerá su propia defensa. Vemos un mundo ideal en el que una mujer consigue lo impensable; defenderse a sí misma. El acceso a los estudios o el derecho al voto eran casi ciencia ficción en aquellos años. Qué coño, si el derecho al voto es de no hace tanto, y el abrir una cuenta corriente sin el permiso del marido...
Constance representa a la mujer capaz de desgranar sus condiciones, analizar sus armas y utilizarlas con sutileza. ¿Que me dejáis "sólo" ser sutil, ácida, irónica, sensual y embaucadora? Vale, pues os vais a cagar. Porque con eso hago yo maravillas. Y sencillamente utilizando las pocas armas que los machos de esa época consentían en una mujer, Constance hará un alegato demoledor de la podredumbre de una época (cuántos rasgos se pueden distinguir incluso hoy en día; desigualdad de sueldos, presencia en cargos de responsabilidad, publicidad sexista, humillación y manipulación social, "mi mujer tiene una igual para lavar") y de la capacidad de un ser inteligente (encima mujer) para cargarse los argumentos baratos, añejos, absurdos y sin fundamento.
Constance es la mujer que lucha y la mujer que sobrevive bajo una capa social que la relegaba al rol de florero y poco más. La mujer oprimida, la mujer sin derecho a pensar, a sentir, a gozar, a correrse, a echarse un maromo y a defender su lugar en el mundo. A ras de suelo, al mismo nivel que el resto de los seres vivos.
Constance será la heroína inimaginable de una época en la que la acción de este espectáculo sería impensable y la heroína de hoy, que sigue luchando por desterrar tanta mierda machista y tanta desigualdad como sigue infectándonos.
Esa misma sociedad enferma y tarada es la que forma el espacio escénico. Un entramado de "estructuras" inacabadas, rotas, quebradas por los defectos de esa misma estructura. Fantástico trabajo de Sean Mackaoul.
Por el fondo aparece vestida por Montse Sancho, iluminada por Gustavo Pérez Cruz y arropada por el fabuloso espacio sonoro creado por Iñaki Rubio, Constance, Ana Fernández, casi como un guiñol, como una muñeca buscando el camino en medio de esos hierros entre los que es difícil encontrar una ruta fiable. Ana aparece y se hace la luz en la Margarita Xirgu. No, mejor aún, Ana ilumina la sala. Porque la Fernández es como una luciérnaga, es como si de debajo de esa piel blanca y fresca saliera luz. Ana ilumina desde dentro. Y Constance toma las riendas de la situación con su mejor arma: la palabra. La palabra hecha adjetivo, no sustantivo. Porque lo que ella quiere y necesita es describir, no definir. Porque un adjetivo es más rico y poético que un sustantivo. Aunque parezca que se esconde detrás de él. El adjetivo vive agazapado tras el sustantivo, esperando su momento de iluminar las limitaciones de ese sustantivo protagonista. Y Ana viaja de recurso en recurso, de derroche en derroche demostrando que la escena no tiene secretos para ella, que maneja sus recursos a la perfección y que sabe llevarte de la mano por las sensaciones, las impresiones, los géneros y los destinos. Portentosa.
Encima se busca aliados entre el público. Un fiscal, un juez y un Clifford. Y con ese simple detalle te regala el sentirte partícipe de ese despropósito. De un plumazo te da permiso para entrar en la acción, en su movida. Hala, soy todo tuyo. Ella, cambio, nos da una lección de buen teatro y se nos entrega en alma y cuerpo.
Antonio Gil y José Troncoso hacen lo mejor que se puede hacer en estos casos: se colocan en el sitio del respeto absoluto, marcan unas directrices sencillas y respetuosas y dejan que el espacio lo habite la palabra. Y la presencia y carisma de una actriz tocada por la musa.
"El lunar de Lady Chatterley" es como una película de Mankiewitz. Es elegancia, es drama y es una actriz al mando. Ana Fernández, su saber, su presencia, su don para dominar la palabra y el ritmo. Todo por defender esta lucha a base de ironía, la palabra como arma fina y certera y una batalla casi tan actual como entonces. Una joya que debe verse por toda España y que personalmente deseo que así sea. Porque es un trabajazo.
Ah, y el momento tacita de té... impagable!!!
viernes, 22 de septiembre de 2017
Los universos paralelos. Teatro Español.
David Lindsay-Abaire escribió este texto el año 2006 y ganó el Pulitzer. Incluso se hizo una peli y Nicole Kidman estuvo nominada como mejor actriz protagonista.
Misterios de la vida, porque a mí el texto me ha parecido lo contrario de lo que David Serrano, director de esta función, cuenta en el dossier. Yo, que soy muy melodramático no sentí la más mínima emoción viendo este espectáculo. Texto lleno de clichés además a medio gas, sin siquiera exprimirlos para buscar la emoción. Ya lo sé, eso sería un truco barato, pero al menos puede que consiguiera emocionar. ¡Coño, más trucos que usaba Douglas Sirk...!
El texto no me emociona nada, los momentos más... estremecedores o las frases más duras están metidas con calzador. Además la puesta en escena es tediosa, se hace larga. La primera escena entre las hermanas por ejemplo, es eterna y no aporta nada a la función. Si la quitas, todo seguiría igual. Incluso si quitaras el personaje de la hermana todo seguiría igual. Igual de blando.
La puesta en escena de David Serrano es superflua y nada emocionada. Me gustó cómo administró las armas en "Buena gente" aunque en el resto de espectáculos que le he visto no ha vuelto a interesarme tanto. Aquí se centra en buscar demasiado premeditadamente los momentos sensibleros y deja pasar perlas auténticas, como por ejemplo la relación de los personajes con los objetos y con el entorno. Es imposible que una madre esté doblando la ropita de su hijo muerto sin estremecerse, sin sentir nada, ni querer olerla, sin que se le aparezcan mil imágenes de su hijo. Y la casa, la soledad en la casa, el sofá, el plato, el vaso, la camita, todo lo que debería recordarles al hijo ausente. Nada, no hay nada de eso.
La baza principal del espectáculo, que debería ser la potencia del drama y la desolación del texto no aparece en la puesta en escena, que a pesar de lo larga que se hace, está como precipitada y los momentos no discurren con naturalidad, sino de forma atropellada y sin dar lugar a que un momento provoque el siguiente.
Una vez desechado todo eso sólo queda el trabajo de los actores. Daniel Grao está fabuloso. Trata de dar profundidad y sufrimiento a su personaje torturado. Lo consigue a medias porque a pesar de que el está fantástico, lo que le rodea le aprisiona y le deja a punto sólo de conseguir la verdad. Algo real en medio de un bosque de gestos, poses, mohines y sombras no fluye como debiera.
Carmen Balagué está inconmensurable. No se puede estar mejor, con más seguridad y pisando el escenario con más derecho. Llevando las riendas de sus momentos como una sabia de la escena. De lejos y sin duda, lo mejor de la función. Aunque debo confesar que le referencia a esa actriz... amiga... en fin, me sacó de golpe de la escena y me dio de morros con la realidad de la sala. Medio llena, todo hay que decirlo. Eso sí, su monólogo sobre el dolor y la pérdida... magistral. Belén Cuesta también está muy bien.
Yo lo siento pero hasta para emocionarme prefiero hacerlo cuando yo lo sienta y sin que me dirijan. Y si lo hacen, que lo hagan bien para que o no me de cuenta de que me están llevando o al menos, no me importe dejarme llevar.
Misterios de la vida, porque a mí el texto me ha parecido lo contrario de lo que David Serrano, director de esta función, cuenta en el dossier. Yo, que soy muy melodramático no sentí la más mínima emoción viendo este espectáculo. Texto lleno de clichés además a medio gas, sin siquiera exprimirlos para buscar la emoción. Ya lo sé, eso sería un truco barato, pero al menos puede que consiguiera emocionar. ¡Coño, más trucos que usaba Douglas Sirk...!
El texto no me emociona nada, los momentos más... estremecedores o las frases más duras están metidas con calzador. Además la puesta en escena es tediosa, se hace larga. La primera escena entre las hermanas por ejemplo, es eterna y no aporta nada a la función. Si la quitas, todo seguiría igual. Incluso si quitaras el personaje de la hermana todo seguiría igual. Igual de blando.
La puesta en escena de David Serrano es superflua y nada emocionada. Me gustó cómo administró las armas en "Buena gente" aunque en el resto de espectáculos que le he visto no ha vuelto a interesarme tanto. Aquí se centra en buscar demasiado premeditadamente los momentos sensibleros y deja pasar perlas auténticas, como por ejemplo la relación de los personajes con los objetos y con el entorno. Es imposible que una madre esté doblando la ropita de su hijo muerto sin estremecerse, sin sentir nada, ni querer olerla, sin que se le aparezcan mil imágenes de su hijo. Y la casa, la soledad en la casa, el sofá, el plato, el vaso, la camita, todo lo que debería recordarles al hijo ausente. Nada, no hay nada de eso.
La baza principal del espectáculo, que debería ser la potencia del drama y la desolación del texto no aparece en la puesta en escena, que a pesar de lo larga que se hace, está como precipitada y los momentos no discurren con naturalidad, sino de forma atropellada y sin dar lugar a que un momento provoque el siguiente.
Una vez desechado todo eso sólo queda el trabajo de los actores. Daniel Grao está fabuloso. Trata de dar profundidad y sufrimiento a su personaje torturado. Lo consigue a medias porque a pesar de que el está fantástico, lo que le rodea le aprisiona y le deja a punto sólo de conseguir la verdad. Algo real en medio de un bosque de gestos, poses, mohines y sombras no fluye como debiera.
Carmen Balagué está inconmensurable. No se puede estar mejor, con más seguridad y pisando el escenario con más derecho. Llevando las riendas de sus momentos como una sabia de la escena. De lejos y sin duda, lo mejor de la función. Aunque debo confesar que le referencia a esa actriz... amiga... en fin, me sacó de golpe de la escena y me dio de morros con la realidad de la sala. Medio llena, todo hay que decirlo. Eso sí, su monólogo sobre el dolor y la pérdida... magistral. Belén Cuesta también está muy bien.
Yo lo siento pero hasta para emocionarme prefiero hacerlo cuando yo lo sienta y sin que me dirijan. Y si lo hacen, que lo hagan bien para que o no me de cuenta de que me están llevando o al menos, no me importe dejarme llevar.
lunes, 8 de mayo de 2017
La cantante calva. Teatro Español.
Luis Luque vuelve a estar feliz. Y se le nota.
"La cantante calva" es un puritito derroche de optimismo, de brillo y de luz. A pesar de la crítica feroz de un texto intemporal que sigue desnudando y destrozando sociedades. Pero eso se puede contar desde la amargura, desde la sombra, desde la pesadumbre y desde el beige o se pude contar desde el sarcasmo, desde la luz al final del túnel y desde el azul brillante de los calcetines de los protas. Y esta cantante calva del siglo XXI es brillante, luminosa y de colores chillones.
No voy a escribir sobre la importancia del texto, ni sobre la sociedad alienada que intenta comunicarse y no lo consigue, ni sobre cursos de inglés. Ni siquiera sobre las verdades aplastantes que se esconden baja cada una de las frases aparentemente inconexas. Eso ya lo habéis leído en todas partes y os lo sabéis de sobra.
Prefiero hablar de lo que vemos sobre el escenario del Español. Y ahí lo primero que vemos es una versión que está de vuelta. Quiero decir que puedes contar lo mismo yendo hacia las cosas o cuando estás de vuelta de ellas. Pero no porque las tengas superadas y te la pelen sino porque hayas llegado a ellas, las hayas visto, entendido, asumido y asimilado y lo que quede sea el poso de la comprensión y la ironía de la superación. Y creo que en esta ocasión Natalia Menéndez ha llegado a la verdad del texto y nos lo cuenta desde el camino de vuelta. Luis Luque lo mismo, exactamente igual, por eso las frases vuelven a tener gracia, el texto se vuelve comedia y las carcajadas del público son sanas. Porque a pesar de seguir retratando a una sociedad (la de entonces, la de ahora y seguramente la de mañana) aislada y hermética, el poder de las palabras nace desde la superación del trauma. Y ahí renace la comedia, la ironía, el sarcasmo y el descojone. Me río porque me lo puedo permitir.
Luis Luque, ese visionario capaz de dar vida a cada proyecto en el que se sumerge vuelve a acertar de pleno. Normal, porque trabaja desde el corazón. Y encima es un sabio. TODO lo que vemos en escena funciona como la maquinaria de un reloj suizo. El texto como digo está hipertrillado y lo trabajan desde un sitio desvergonzado, optimista y de colores brillantes. Los actores incluso desde antes de que se levante el telón ya están marcando lo que son; autómatas intercambiables, carentes de sentimientos, de acciones conjuntas, de comunicación o de implicaciones. Ese sitio desde el que Luis nos cuenta este cuento cruel es el sitio del amor. Del amor a una historia que ya no es amarga (aunque lo sea), que ya no es cruel (aunque lo sea) y a la que inevitablemente AMA. A la que mira con la dulzura y el rigor del amante sabido. Eso se traduce en amor, en colores, en brillo, en luminosidad y en juego.
Quizá todos estos adjetivos parezcan opuestos a lo que debería ser la dureza y el sarcasmo de "La cantante calva", pero no es así. ¿O no es lógico ese final como de muñecos rotos, de cortocircuito, de autómatas desvencijados? Esa es y así es la sociedad. El telediario, el gobierno, LePen y Macron, Maduro, los refugiados, Montoro, Siria, los curas pederastas, Sor María, la pobreza infantil, Matadero... Este panorama no es muy distinto al final de Luque.
Y por si fuera poco, Luque se rodea de lo mejor de cada casa. Almudena Rodríguez Huertas crea unos figurines deslumbrantes. Convierte a los matrimonios en perfectamente intercambiables. Desde los vestidos, a los calcetines azules, los zapatos o los complementos. Incluso el pañuelo y el chaleco azules de Climent se podrían intercambiar con la amapola roja o los pantalones de Tejero y Ozores se apropia en un momento dado del bolso de Ruiz con toda naturalidad, porque podría ser el suyo. Uniendo todos esos elementos coloridos, el blanco y negro de Lanza. Concepto puro.
Monica Boromello vuelve a plasmar la esencia del "mensaje" en su fascinante escenografía. Lo mismito que hace Luismi Cobo con su partitura. Para componer esta música (otra obra maestra de Cobo, y van no sé cuántas) hay que hacer lo que hace Luque con el texto, Paco con el vestuario, Felipe con la luz o Mónica con su escenografía: ir para volver. Ese arranque con el "Dios salve a la reina" deconstruído es un viaje de regreso. Hay que haber ido para poder volver. O como el impresionismo; hay que saber dibujar para descomponer. Orfebrería fina.
Adriana Ozores, Carmen Ruiz, Fernando Tejero, Helena Lanza y Joaquín Climent están absolutamente PERFECTOS. Si el primer acto es brillantísimo, el segundo, el del matrimonio Martin es apoteósico y las intervenciones de Mary son todas y cada una, una lección de género y de solidez. No me puedo imaginar un elenco mejor.
Resumiendo, una adaptación brillante dirigida de forma tan inteligente como siempre hace Luque , interpretada a la perfección y con una luz, vestuario, música y escenografía FASCINANTES. Puro teatro de calidad de quien sabe lo que hace, por qué lo hace y cómo debe hacerlo.
¿Y la croqueta? AMO LAS CROQUETAS!!!!
Las fotazas son de Javier Naval, acojonantes. Espero que no le importe que las use, peor no hay quien se resista.
"La cantante calva" es un puritito derroche de optimismo, de brillo y de luz. A pesar de la crítica feroz de un texto intemporal que sigue desnudando y destrozando sociedades. Pero eso se puede contar desde la amargura, desde la sombra, desde la pesadumbre y desde el beige o se pude contar desde el sarcasmo, desde la luz al final del túnel y desde el azul brillante de los calcetines de los protas. Y esta cantante calva del siglo XXI es brillante, luminosa y de colores chillones.
No voy a escribir sobre la importancia del texto, ni sobre la sociedad alienada que intenta comunicarse y no lo consigue, ni sobre cursos de inglés. Ni siquiera sobre las verdades aplastantes que se esconden baja cada una de las frases aparentemente inconexas. Eso ya lo habéis leído en todas partes y os lo sabéis de sobra.
Prefiero hablar de lo que vemos sobre el escenario del Español. Y ahí lo primero que vemos es una versión que está de vuelta. Quiero decir que puedes contar lo mismo yendo hacia las cosas o cuando estás de vuelta de ellas. Pero no porque las tengas superadas y te la pelen sino porque hayas llegado a ellas, las hayas visto, entendido, asumido y asimilado y lo que quede sea el poso de la comprensión y la ironía de la superación. Y creo que en esta ocasión Natalia Menéndez ha llegado a la verdad del texto y nos lo cuenta desde el camino de vuelta. Luis Luque lo mismo, exactamente igual, por eso las frases vuelven a tener gracia, el texto se vuelve comedia y las carcajadas del público son sanas. Porque a pesar de seguir retratando a una sociedad (la de entonces, la de ahora y seguramente la de mañana) aislada y hermética, el poder de las palabras nace desde la superación del trauma. Y ahí renace la comedia, la ironía, el sarcasmo y el descojone. Me río porque me lo puedo permitir.
Luis Luque, ese visionario capaz de dar vida a cada proyecto en el que se sumerge vuelve a acertar de pleno. Normal, porque trabaja desde el corazón. Y encima es un sabio. TODO lo que vemos en escena funciona como la maquinaria de un reloj suizo. El texto como digo está hipertrillado y lo trabajan desde un sitio desvergonzado, optimista y de colores brillantes. Los actores incluso desde antes de que se levante el telón ya están marcando lo que son; autómatas intercambiables, carentes de sentimientos, de acciones conjuntas, de comunicación o de implicaciones. Ese sitio desde el que Luis nos cuenta este cuento cruel es el sitio del amor. Del amor a una historia que ya no es amarga (aunque lo sea), que ya no es cruel (aunque lo sea) y a la que inevitablemente AMA. A la que mira con la dulzura y el rigor del amante sabido. Eso se traduce en amor, en colores, en brillo, en luminosidad y en juego.
Quizá todos estos adjetivos parezcan opuestos a lo que debería ser la dureza y el sarcasmo de "La cantante calva", pero no es así. ¿O no es lógico ese final como de muñecos rotos, de cortocircuito, de autómatas desvencijados? Esa es y así es la sociedad. El telediario, el gobierno, LePen y Macron, Maduro, los refugiados, Montoro, Siria, los curas pederastas, Sor María, la pobreza infantil, Matadero... Este panorama no es muy distinto al final de Luque.
Y por si fuera poco, Luque se rodea de lo mejor de cada casa. Almudena Rodríguez Huertas crea unos figurines deslumbrantes. Convierte a los matrimonios en perfectamente intercambiables. Desde los vestidos, a los calcetines azules, los zapatos o los complementos. Incluso el pañuelo y el chaleco azules de Climent se podrían intercambiar con la amapola roja o los pantalones de Tejero y Ozores se apropia en un momento dado del bolso de Ruiz con toda naturalidad, porque podría ser el suyo. Uniendo todos esos elementos coloridos, el blanco y negro de Lanza. Concepto puro.
Monica Boromello vuelve a plasmar la esencia del "mensaje" en su fascinante escenografía. Lo mismito que hace Luismi Cobo con su partitura. Para componer esta música (otra obra maestra de Cobo, y van no sé cuántas) hay que hacer lo que hace Luque con el texto, Paco con el vestuario, Felipe con la luz o Mónica con su escenografía: ir para volver. Ese arranque con el "Dios salve a la reina" deconstruído es un viaje de regreso. Hay que haber ido para poder volver. O como el impresionismo; hay que saber dibujar para descomponer. Orfebrería fina.
Adriana Ozores, Carmen Ruiz, Fernando Tejero, Helena Lanza y Joaquín Climent están absolutamente PERFECTOS. Si el primer acto es brillantísimo, el segundo, el del matrimonio Martin es apoteósico y las intervenciones de Mary son todas y cada una, una lección de género y de solidez. No me puedo imaginar un elenco mejor.
Resumiendo, una adaptación brillante dirigida de forma tan inteligente como siempre hace Luque , interpretada a la perfección y con una luz, vestuario, música y escenografía FASCINANTES. Puro teatro de calidad de quien sabe lo que hace, por qué lo hace y cómo debe hacerlo.
¿Y la croqueta? AMO LAS CROQUETAS!!!!
Las fotazas son de Javier Naval, acojonantes. Espero que no le importe que las use, peor no hay quien se resista.
domingo, 15 de enero de 2017
Edith Piaf. Taxidermia de un gorrión. Sala Margarita Xirgu.
Hace y tres años que me morí de gusto y de tristeza viendo "André y Dorine" de la compañía Kulunka, especialistas y virtuosos del teatro físico y de máscaras. Aquel trabajo ya fue una maravilla y pasará a los libros de historia del teatro. De hecho, siete años después de su estreno sigue girando por todas partes y la gente se mata por verlo. "Solitudes" confieso que no he tenido la suerte de poder verlo. Cuando vi anunciado "Edith Piaf. Taxidermia de un gorrión" creí morir de gusto. Puse alertas de todos los colores para que NO se me pasara. El día que salieron las entradas a la venta yo estaba con el dedo en el ratón esperando para hacer "click". ¡Toma ya! Fila 1, butacas 1 y 3. Y a esperar.
Ayer sábado era el día. Kulunka, Lola Casamayor y Fernando Soto al mando. Imposible fallar.
Se apagan las luces, comienza el espectáculo. Digo la magia, digo... la vida.
Y mi corazón se estremece con la primera imagen, con el primer sonido, con la primera luz, con la primera nota. Y no deja de latir de forma posesiva hasta que intuyo el final de esta obra de arte. Cuando siento que el círculo se va a cerrar, las luces se van a apagar y Lola se va a levantar... en ese momento doy las gracias a la vida por haberme puesto al alcance uno hora y media como esta.
Bueno, a ver si soy capaz de escribir algo sin que se me salga el alma en las palabras...
El texto de Ozkar Galán es una maravilla. No solo por cómo maneja los tiempos y dosifica la información, sino porque consigue que una biografía que creíamos conocer, se vuelva sorprendente, novedosa y nos tenga agarrados a la butaca en todo momento. El juego dramático de introducir los personajes ficticios es brillante y sirve para crear una densidad dramática sólida e irrespirable.
Fernando Soto dirige de forma magistral. Ama a sus personajes, sabe qué quiere contarnos y desde dónde quiere hacerlo. Para Fernando la Piaf era y es una diosa. Una diosa humana, débil, cruel, enferma, enfermiza, sufridora, tirana y desolada. Un mito lejano. Un ave que no canta convertida en cantante legendaria por el amor de los desconocidos, no por el suyo. La figura de la diva está tratada con amor y con la suficiente distancia como para salvarla. La periodista experta en animales salvajes que la entrevista es el Mengele perfecto que diseccionará a la diosa siguiendo las ordenes del tirano: el mundo.
Pero no solo ama a la Piaf sino que ha logrado momentos de una magia escénica sobrecogedora. Con pocos elementos escenográficos (brillante trabajo de Ikerne Giménez), un vestuario acertadísimo y unas luces salidas del epicentro del drama (bravo, Javier Ruíz de Alegría) ha imaginado unas soluciones a transiciones, cambios de... todo tipo y un desarrollo dramático y escénico magistral. El momento "espejo" es pura magia. Bravísimo, Fernando Soto.
Alberto Huici tiene la parte más desagradecida. Es los hombres. Todos. Y está magistral. Todos y cada uno es distinto a los demás y único en sí mismo. Realmente genial. Se lleva la parte menos lucida del espectáculo pero lo vive de una forma apabullante.
Intentar decir algo novedoso y justo sobre Lola Casamayor es inútil. Es como querer definir un atardecer o el fluir de un río. Lola es grandiosa, es natural, es sabia, habla con y por derecho y tiene un don especial para saber y transmitir dónde está en cada momento. Es foco y es secundaria, llega, brilla, se retira, regresa, manda, grita, susurra, se oculta, sufre, llora, goza y disfruta de cada emoción. Es obvio que es una de las mejores actrices de este país. Y cuando veas esta "Taxidermia.." verás de qué forma domina la emoción y espera agazapada a que llegue su momento. Y ves cómo se transforma y cómo vuela, y como renace y cómo cae.
A Garbiñe Insausti la había visto en "André y Dorine". Estaba deliciosa y fascinante. Pero aquí además habla. Y canta. Y TODO lo hace de forma prodigiosa. Me acuso de conocer más a este prodigio de actriz. Quizá por ese pecado mortal mío me ha sorprendido tanto su trabajo.
Canta que te caes de espaldas. Domina el espacio, la escena, el ritmo, la tensión, los saltos de registro, los vaivenes emocionales, se tira la vacío de la locura y sube al Olimpo de las divas como si fuera algo natural. Tener delante a Lola Casamayor y que no te tiemblen las canillas debe de ser jodido. Para Garbiñe eso es un aliciente. Y no es que no se arrugue, es que le sirve de aliciente. Bebe de Lola y despega. El reto es un impulso para demostrar lo que sabe y lo que vale. Y se vuelve diosa, se eleva y cae cómo y cuando quiere. Si merece la pena emplear tu tiempo y tu dinero en enriquecerte viendo este espectáculo, otra poderosa razón es gozarrrrr viendo el inmenso trabajo de las dos actrices y de su compañero. Uno de los platos más fuertes de la cartelera.
Emoción, una grandísima puesta en escena llena de recursos inteligentes, un espacio, un vestuario, unas luces fascinantes y un trío actoral descomunal.
Y como remate; no creo que se pueda poner sobre un escenario de forma más impactante el Hymne à l'amour. Lo más de la cartelera ahora mismo.
viernes, 22 de abril de 2016
Numancia. Teatro Español.
¿Es posible que un espectáculo en el que todos los que intervienen hagan un gran trabajo, todos los ingredientes sean de primera y encima lo demuestren pero con todo y con eso no funcione?
El hecho teatral es siempre único. Lo he repetido hasta la saciedad y lo seguiré haciendo. El espectador de la fila 5, butaca 7 vive su propia experiencia única y viva y no tiene por qué ser la misma que vive y siente el espectador de la fila 5, butaca 9. Dos seres pensantes y sintientes que reciben, digieren y metabolizan de forma personal e intransferible el mismo espectáculo.
El día del estreno hubo muchísimos aplausos, gente en pie y gritos de "bravo". Evidentemente a todos ellos les había encantado la función. Y yo me alegro por ellos, en serio. Yo también voy siempre al teatro esperando y confiando en que me vaya a gustar lo que voy a ver. Aunque no siempre pasa.
La versión de Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño me parece muy acertada. Incluso las referencias más cercanas estan bien introducidas a pesar de que tanto el prólogo como el epílogo sean quizá algo ilustrativas e intenten explicar lo que cada uno por sí mismo sabe y o está a punto de corroborar. La escena del parto... sinceramente, no me gustó. No me conozco la obra de Cervantes al dedillo, pero creo haber leído por ahí que es añadida en esta versión. Desacertada según mi parecer. Pero bueno, en general digamos que la versión es buena y sólida. El espacio creado por el maestro Alessio Meloni es bestial. Colores, materiales, densidades, texturas... todo evoca la guerra, la desolación, el asco y la barbarie. Con apenas unos paneles, un fondo poderoso y una pasarela, despliega tanto el campo de batallas, como la intimidad de una casa o el cerco a la ciudad de Numancia. Ahí radica la grandeza de una escenografía. Genial. Como geniales son las luces de José Manuel Guerra. Más que luces son seres vivos y no solo crean espacios, focalizan intimidades y elevan deseos sino que cobran vida casi como si fueran un personaje más. Muy bien vestido todo el espectáculo por Almudena Huertas, aunque quizá los abrigos romanos resulten algo obvios. Tanto la música como el espacio sonoro creados por Luismi Cobo vuelven a ser un portento, otra demostración más de que sin duda Luismi Cobo es no sólo un compositor descomunal, sino un alma sensible que bucea entre las palabras y entresaca emociones. Prodigioso.
El reparto es buenísimo, de lo mejorcito que puedes encontrar ahora en Madrid. Todos son grandísimos actores. Beatriz Argüello, Alberto Velasco, Markos Marín, Maru Valdivielso, Alberto Jiménez, Carlos Lorenzo..., todos ellos han demostrado mil veces que son grandísimos actores y capaces de lo que les pongan por delante. Sin embargo, en esta ocasión, creo que la mano que les guía no ha sacado lo mejor de ellos. Cuando hacen de "grupo" se mueven con solidez y entre todos crean una masa como tiene que ser; sólida y firme y ahí están todos mejor que en sus momentos individuales. Porque todo está teñido de un aire de "trascendencia". Todo está dicho como si fuera importantísimo y con demasiado peso. Todas las frases parecen sentencias declamadas con un tono casi apocalíptico. Menos Beatriz y Alberto, ahí sí hay libertad y el corsé se relaja. Dan paso a un verso fresco y suelto, a pesar de seguir manteniendo la grandeza de lo que dicen. La palabra sigue siendo demoledora, pero la actitud es otra, no es trascendente y con eso consiguen que el peso de lo que dicen caiga con más fuerza. Toda la escena de Miryam Gallego por ejemplo, me parece paradójicamente demasiado plana. Arranca con ella en un tono emocional ya altísimo y prácticamente sigue en el mismo tono todo el rato. Pero porque empieza tan arriba que es casi imposible subir más. Ella pone fuerza, desesperación, emoción, todos sus recursos de buenísima actriz, pero... la escena para mi gusto no levanta el vuelo porque es premeditadamente dramática y no solo se le ve el cartón, sino que ese exceso dramático no ayuda a dar verdad.
Eso ocurre un poco en general. El espectáculo cuenta con ingredientes de primer orden. Pero la mayoría de las veces tanto el espacio como las luces, la música o los actorazos están cubriendo emociones y verdades que no terminan de aflorar. La maquinaria espectacular y abrumadora suple una emoción más real. No sé cómo explicarlo, creo que Pérez de la Fuente tiene un gran sentido del espectáculo, así a lo grande. Crea un envoltorio realmente espectacular pero que impide que se desarrollen verdades y emociones más reales. Insisto, los actores son brutales, las luces, música, espacio, ambiente, densidad, todo. Todo es brutal, pero... la parafernalia y el exceso de querer emocionar y epatar consiguen lo contrario, que el texto suene demasiado expuesto y que pretenda tener más peso del que tiene. Ese afán de recalcar consigue, en mi caso al menos, enfriar. En mi corazón, lo que iba sintiendo era que tanta parafernalia (toda sublime, eso sí) restaba emoción y verdad.
Respondiéndome a mí mismo, en este caso creo que sí, que es posible que teniendo la mejor música, la mejor escenografía, las mejores luces, un gran vestuario, un grandioso reparto y un textazo, al final acabe resultando al menos para mí, frío y de una densidad inmerecida. Es posible que Juan Carlos Pérez de la Fuente haya puesto tanto de sí mismo y de sus circunstancias personales que haya descuidado el peso efectivo de lo que estaba montando. O puede, simplemente que conmigo no haya funcionado su trabajo. Esto último es más que probable.
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sábado, 20 de febrero de 2016
Arte Nuevo (Un Homenaje) Teatro Español
Antes de empezar con este comentario, quiero dejar claro que Garci no es de mis directores de cine favoritos. Tiene películas memorables, pelis reguleras y alguna que me resulta... pesada. Este, en realidad es un comentario prescindible, porque como director de cine puede ser como le de la gana, en este caso se trata de que sea BUEN director de teatro. Y ahí, ya te digo que no me lo parece.
Cada una de las artes escénicas es en sí misma una especialidad con una forma de trabajo, un lenguaje y unas características completamente especiales y únicas. Hay que tener un poco (más bien un mucho, pero bueno) de control sobre el lenguaje que vas a utilizar. Encargar un proyecto a alguien sin experiencia es...cuanto menos... arriesgado. En este caso, en mi opinión, a Garci le ha sobrepasado desde la poda que ha hecho a los textos, buscando una versión más... no sé qué decirte, a algunas elecciones de casting pasando por la propia dirección de escena.
Lo que es innegable es que José Luis Garci es una enciclopedia andante y que se conoce el cine clásico como la palma de su mano. Confieso y reconozco que yo aprendí mucho viendo la primera etapa de su antológico programa "Qué grande es el cine". Por respeto a esa inteligencia que no dudo ni un segundo que esté ahí, generando y buscando referencias y homenajes, decidí hacer algo que no he hecho jamás y que quizá debería intentar practicar más. Me explico; al salir, pensaba que estas dos eran dos obras menores de sus autores. Y como me extrañaba que alguien como Garci hubiera elegido dos obras menores, decidí buscarlas y leerlas para ver qué vio Garci en ellas. El movimiento "Arte Nuevo" nació para enfrentarse al teatro aburrido, apolillado y rancio de una época plagada de naftalina, de amor por el mármol, por las velas y por las catacumbas. Decidieron romper con esa forma anticuada de escribir y de hacer teatro. Sastre... en fin, ya conocemos su carrera. Medardo Fraile dejó enseguida el teatro y se centró en la novela y principalmente, en el cuento. He leído en alguna entrevista que Garci habla de "Cargamento de sueños" como de un "Esperando a Godot" adelantado a su tiempo. Visto lo visto, como que no, pero leído lo leído la cosa cambia. A ver, no creo que sea tanto "Esperando a Godot" como un reflejo de las corrientes existencialistas que sobre todo estaban rebosando en Francia en esos años aunque con un toque religioso que choca un poco con esa dicotomía "esencia/existencia". Eso sí está en el texto, en las palabras de Sastre si hay una lucha entre destino, fatalidad, fe, dios y ser humano dueño de sus actos y responsable de su pasado, causa de su presente y desencadenante de su futuro. Todo eso está en un texto al que Garci ha quitado parte de su esencia al escribir esta versión. Ha reducido escenas, podado momentos, enfatizado otros, ha utilizado reiteraciones, elipsis y armas que no están en el texto original. También ha suprimido personajes no sé con qué intención, porque particularmente me parecen casi vitales. Incluso la aparición de Jeschoua no tiene nada que ver con cómo está descrita por Sastre. No lo llego a comprender y te digo que si hubieran montado la obra tal cual es, todo adquiriría una dimensión totalmente distinta. Con "El hermano" pasa un poco lo mismo. Ha suprimido momentos decisivos, ha suprimido personajes importantes y directamente se ha inventado un final que no corresponde con lo escrito por Fraile ni de lejos. Lo peor es que lo que sugiere Fraile es mucho más terrible que lo que deja entrever Garci. Si ha querido buscar morbo, desde luego el texto original tiene mucho más. Y tiene muchas más capas de las que aquí aparecen. No estamos viendo una escena costumbrista en torno a una mesa y ya está. El texto de Fraile tiene referencias políticas, sociales, emocionales, suspense, violencia, denuncia, morbo...todos los ingredientes que puede tener un GRAN relato corto, que es lo que es, aunque esté escrito como teatro. Por ejemplo, todo lo de Marcial Lafuente Estefanía es inventado, en el texto original, el padre lee el periódico y comenta las noticias. Tampoco encienden la radio ni se oye ningún dato sacado de Wikipedia.
Aparte de estas "recreaciones" de los textos, la puesta en escena de las dos obras peca precisamente de lo contrario del movimiento al que quieren homenajear. Arte Nuevo querían romper con un teatro apolillado, pero lo que hace Garci es justamente eso. Bueno, ni eso. Si quisiera hacer un homenaje a Arte Nuevo habría tenido que romper moldes y ser más "radical". Y si quería "recrear" el posible teatro que ellos hicieron en su momento, debería haber sido también más rompedor y no tratar de utilizar una escenografía "hiperrealista", una iluminación al uso y una banda sonora clásica. Debería haber montado estas obras de otra forma. De cualquiera menos de esta forma, haciendo teatro "clásico".
Y lo de que los actores lleven micrófonos no me gusta nada. Estamos en el Español, que sí, es enorme, impone y es la leche. Pero los actores que se suben a ese escenario saben o deben saber proyectar y hablar de tal forma que se les oiga desde cualquier parte. No hablamos de Matadero o de espacios... distintos donde según las características del montaje puede que sea necesario llevar micros, sino que hablamos de un escenario convencional. Usar micros provoca un sonido raruno, artificial y extraño. Y absolutamente innecesario. Toda la vida de dios se ha hablado en los escenarios incluso en escenas hiper íntimas sin micro, esa es parte de la grandeza del escenario. No es necesario llevar micros para poder trabajar la intimidad. Me temo que esta decisión es puramente técnica y... todos sabemos que ni Gary ni Ana tienen problemas de proyección, eso es evidente.
Micros aparte, desde el mismo arranque ya te quedas descolocado. Por la megafonía del teatro se oye la voz de Alfonso Sastre presentando su obra como si de una grabación del NODO se tratara. Parece incluso que el sonido se ha "manipulado" para que suene con el ruidillo ese de fondo de las grabaciones de la radio antigua. Antes de que comience el espectáculo ya te han dejado claro que lo que vas a ver es clásico, antiguo, un "homenaje" a otra época, no a un movimiento en concreto.
Aparte de micros y de NODOS, "Cargamento de sueños" acaba resultando plana, sin emoción y está contada desde ningún sitio. Quiero decir que si como responsable has elegido ese texto entre todos los del mundo mundial será porque quieres contar algo justamente con ese texto. Y más aún si escribes una versión de ese texto. Sin embargo, ponerlo en pie de forma afectada y llevar a los actores a que estén distantes, fríos, colocados, y sin nada más que postureo es un poco decepcionante. Miguel Ángel Muñoz está buscando continuamente qué hacer, cómo defender eso, descubrir por qué y para qué está en el escenario. Dice todo igual, no surge nada de emoción en lo que dice o hace, y deambula por ahí intentando dar sentido a lo que no lo tiene. Y lo siento pero me temo que de eso, el responsable es el director. O el proceso anterior al estreno, a la búsqueda, que no ha dado frutos. Pero si eso no se ha producido, queda en manos del director. Él es quien debe saber por qué y para qué. Los pobres actores está claro que no lo saben, pero nadie se lo ha dicho. La sensación que yo tenía era la de estar viendo uno de los primeros ensayos. Un ensayo de esos en los que pones en pie por primera vez el texto para ver si va pasando algo, para intentar que con la acción descubras cosas. AL final no las descubres y acabas soltando el texto y probando a ir pacá y pallá por si encuentras algo por el camino. Gary Piquer opta por la trascendencia para ver si así su Jesucristo encuentra el sentido. Pero no. Y Ana Carlota Fernández hace lo que puede. Se pone donde le han marcado por los focos, da intensidad al tópico y mantiene el tipo en esas situaciones escénicamente imposibles por las que ha optado Garci en su intento por contar algo que no es lo que personalmente creo que está en el texto.
En "El hermano" los planteamientos son los mismos. Hacer teatro costumbrista, multiplicar los detalles escénicos como si fuera a rodar y retocar el texto dejando fuera elementos vitales para comprender la dimensión de un texto infinitamente más rico que lo que vemos. En esta obra, cuentas como espectador con la simpatía de los recuerdos familiares. Lo que ves te lleva a sitios reconocibles aunque insisto en que no sé si eso era lo que querían Arte Nuevo. El texto no es que sea "Fortunata y Jacinta" o "La colmena", pero tiene muchas capas y muchos lugares incómodos que hacen de este texto una joyita que no se corresponde con la versión que ha dejado Garci.
Una situación reconocible y una familia bien dibujada sobre todo por el trabajo de los actores, que exprimen hasta la última letra de sus diálogos y sacan oro puro de sus pausas y de los silencios. Dramática y teatralmente esta obra es infinitamente mucho más certera. Aquí Gary Piquer sí está cómodo, se suelta los corsés y le ves suelto y relajado. Y tú te relajas, dejas de sufrir por él y hasta sonríes con su actitud de macho alpha posguerra aunque le falten ciertas vueltas que tiene su personaje escrito y que aquí no están. Miguel Ángel Muñoz sigue igual, en el mismo sitio de descontrol, de decir todo igual y de sentir más bien nada. Ana Candela sube muchos enteros al encontrar realmente un personaje al que dar vida, luz y ciertas sombras. Vuelvo a insistir en que quizá peque un poco de falta de capas.
Y luego está Ana Fernández, la grandísima Ana Fernández. Porque vamos a ver, ver a esta mujer (haciendo un personaje de bastante más edad que la suya, por cierto) moverse por el escenario es ver vida. Su trabajo es un ejemplo de lo que es coger un texto, buscar en sus pliegues, encontrar luz, hacerlo parte de ti, crear vida en el escenario y conseguir que todo parezca dicho, sentido, descubierto y vivido por primera vez en ese momento. Ana trabaja en primerísimo primer plano, justo en el sitio donde vive la verdad. Eso es ser una gran actriz. Cuando vayas a verlo, fíjate en ella. No le quites los ojos de encima. Verás que eso ES teatro. Recrea cada movimiento, cada mirada, cada silencio, cada respiración como si estuvieran sucediendo por primera vez en la vida. Ahí hay vida y ahí hay verdad. Sin ninguna duda, Ana Fernández brilla.
Recomiendo que veas este espectáculo y sobre todo recomiendo que leas estos textos. Encierran muchas cosas y dan luz a esta movimiento sobre el que ahora mismo tengo muchas ganas de saber más.
Aunque insisto en que no estoy seguro de que llevar estas obras a escena de esta forma sea lo que este grupo hubiere querido. Reivindicar la modernización y homenajear el cambio desde una estética clásica no me parece un acierto.
Cada una de las artes escénicas es en sí misma una especialidad con una forma de trabajo, un lenguaje y unas características completamente especiales y únicas. Hay que tener un poco (más bien un mucho, pero bueno) de control sobre el lenguaje que vas a utilizar. Encargar un proyecto a alguien sin experiencia es...cuanto menos... arriesgado. En este caso, en mi opinión, a Garci le ha sobrepasado desde la poda que ha hecho a los textos, buscando una versión más... no sé qué decirte, a algunas elecciones de casting pasando por la propia dirección de escena.
Lo que es innegable es que José Luis Garci es una enciclopedia andante y que se conoce el cine clásico como la palma de su mano. Confieso y reconozco que yo aprendí mucho viendo la primera etapa de su antológico programa "Qué grande es el cine". Por respeto a esa inteligencia que no dudo ni un segundo que esté ahí, generando y buscando referencias y homenajes, decidí hacer algo que no he hecho jamás y que quizá debería intentar practicar más. Me explico; al salir, pensaba que estas dos eran dos obras menores de sus autores. Y como me extrañaba que alguien como Garci hubiera elegido dos obras menores, decidí buscarlas y leerlas para ver qué vio Garci en ellas. El movimiento "Arte Nuevo" nació para enfrentarse al teatro aburrido, apolillado y rancio de una época plagada de naftalina, de amor por el mármol, por las velas y por las catacumbas. Decidieron romper con esa forma anticuada de escribir y de hacer teatro. Sastre... en fin, ya conocemos su carrera. Medardo Fraile dejó enseguida el teatro y se centró en la novela y principalmente, en el cuento. He leído en alguna entrevista que Garci habla de "Cargamento de sueños" como de un "Esperando a Godot" adelantado a su tiempo. Visto lo visto, como que no, pero leído lo leído la cosa cambia. A ver, no creo que sea tanto "Esperando a Godot" como un reflejo de las corrientes existencialistas que sobre todo estaban rebosando en Francia en esos años aunque con un toque religioso que choca un poco con esa dicotomía "esencia/existencia". Eso sí está en el texto, en las palabras de Sastre si hay una lucha entre destino, fatalidad, fe, dios y ser humano dueño de sus actos y responsable de su pasado, causa de su presente y desencadenante de su futuro. Todo eso está en un texto al que Garci ha quitado parte de su esencia al escribir esta versión. Ha reducido escenas, podado momentos, enfatizado otros, ha utilizado reiteraciones, elipsis y armas que no están en el texto original. También ha suprimido personajes no sé con qué intención, porque particularmente me parecen casi vitales. Incluso la aparición de Jeschoua no tiene nada que ver con cómo está descrita por Sastre. No lo llego a comprender y te digo que si hubieran montado la obra tal cual es, todo adquiriría una dimensión totalmente distinta. Con "El hermano" pasa un poco lo mismo. Ha suprimido momentos decisivos, ha suprimido personajes importantes y directamente se ha inventado un final que no corresponde con lo escrito por Fraile ni de lejos. Lo peor es que lo que sugiere Fraile es mucho más terrible que lo que deja entrever Garci. Si ha querido buscar morbo, desde luego el texto original tiene mucho más. Y tiene muchas más capas de las que aquí aparecen. No estamos viendo una escena costumbrista en torno a una mesa y ya está. El texto de Fraile tiene referencias políticas, sociales, emocionales, suspense, violencia, denuncia, morbo...todos los ingredientes que puede tener un GRAN relato corto, que es lo que es, aunque esté escrito como teatro. Por ejemplo, todo lo de Marcial Lafuente Estefanía es inventado, en el texto original, el padre lee el periódico y comenta las noticias. Tampoco encienden la radio ni se oye ningún dato sacado de Wikipedia.
Aparte de estas "recreaciones" de los textos, la puesta en escena de las dos obras peca precisamente de lo contrario del movimiento al que quieren homenajear. Arte Nuevo querían romper con un teatro apolillado, pero lo que hace Garci es justamente eso. Bueno, ni eso. Si quisiera hacer un homenaje a Arte Nuevo habría tenido que romper moldes y ser más "radical". Y si quería "recrear" el posible teatro que ellos hicieron en su momento, debería haber sido también más rompedor y no tratar de utilizar una escenografía "hiperrealista", una iluminación al uso y una banda sonora clásica. Debería haber montado estas obras de otra forma. De cualquiera menos de esta forma, haciendo teatro "clásico".
Y lo de que los actores lleven micrófonos no me gusta nada. Estamos en el Español, que sí, es enorme, impone y es la leche. Pero los actores que se suben a ese escenario saben o deben saber proyectar y hablar de tal forma que se les oiga desde cualquier parte. No hablamos de Matadero o de espacios... distintos donde según las características del montaje puede que sea necesario llevar micros, sino que hablamos de un escenario convencional. Usar micros provoca un sonido raruno, artificial y extraño. Y absolutamente innecesario. Toda la vida de dios se ha hablado en los escenarios incluso en escenas hiper íntimas sin micro, esa es parte de la grandeza del escenario. No es necesario llevar micros para poder trabajar la intimidad. Me temo que esta decisión es puramente técnica y... todos sabemos que ni Gary ni Ana tienen problemas de proyección, eso es evidente.
Micros aparte, desde el mismo arranque ya te quedas descolocado. Por la megafonía del teatro se oye la voz de Alfonso Sastre presentando su obra como si de una grabación del NODO se tratara. Parece incluso que el sonido se ha "manipulado" para que suene con el ruidillo ese de fondo de las grabaciones de la radio antigua. Antes de que comience el espectáculo ya te han dejado claro que lo que vas a ver es clásico, antiguo, un "homenaje" a otra época, no a un movimiento en concreto.
Aparte de micros y de NODOS, "Cargamento de sueños" acaba resultando plana, sin emoción y está contada desde ningún sitio. Quiero decir que si como responsable has elegido ese texto entre todos los del mundo mundial será porque quieres contar algo justamente con ese texto. Y más aún si escribes una versión de ese texto. Sin embargo, ponerlo en pie de forma afectada y llevar a los actores a que estén distantes, fríos, colocados, y sin nada más que postureo es un poco decepcionante. Miguel Ángel Muñoz está buscando continuamente qué hacer, cómo defender eso, descubrir por qué y para qué está en el escenario. Dice todo igual, no surge nada de emoción en lo que dice o hace, y deambula por ahí intentando dar sentido a lo que no lo tiene. Y lo siento pero me temo que de eso, el responsable es el director. O el proceso anterior al estreno, a la búsqueda, que no ha dado frutos. Pero si eso no se ha producido, queda en manos del director. Él es quien debe saber por qué y para qué. Los pobres actores está claro que no lo saben, pero nadie se lo ha dicho. La sensación que yo tenía era la de estar viendo uno de los primeros ensayos. Un ensayo de esos en los que pones en pie por primera vez el texto para ver si va pasando algo, para intentar que con la acción descubras cosas. AL final no las descubres y acabas soltando el texto y probando a ir pacá y pallá por si encuentras algo por el camino. Gary Piquer opta por la trascendencia para ver si así su Jesucristo encuentra el sentido. Pero no. Y Ana Carlota Fernández hace lo que puede. Se pone donde le han marcado por los focos, da intensidad al tópico y mantiene el tipo en esas situaciones escénicamente imposibles por las que ha optado Garci en su intento por contar algo que no es lo que personalmente creo que está en el texto.
En "El hermano" los planteamientos son los mismos. Hacer teatro costumbrista, multiplicar los detalles escénicos como si fuera a rodar y retocar el texto dejando fuera elementos vitales para comprender la dimensión de un texto infinitamente más rico que lo que vemos. En esta obra, cuentas como espectador con la simpatía de los recuerdos familiares. Lo que ves te lleva a sitios reconocibles aunque insisto en que no sé si eso era lo que querían Arte Nuevo. El texto no es que sea "Fortunata y Jacinta" o "La colmena", pero tiene muchas capas y muchos lugares incómodos que hacen de este texto una joyita que no se corresponde con la versión que ha dejado Garci.
Una situación reconocible y una familia bien dibujada sobre todo por el trabajo de los actores, que exprimen hasta la última letra de sus diálogos y sacan oro puro de sus pausas y de los silencios. Dramática y teatralmente esta obra es infinitamente mucho más certera. Aquí Gary Piquer sí está cómodo, se suelta los corsés y le ves suelto y relajado. Y tú te relajas, dejas de sufrir por él y hasta sonríes con su actitud de macho alpha posguerra aunque le falten ciertas vueltas que tiene su personaje escrito y que aquí no están. Miguel Ángel Muñoz sigue igual, en el mismo sitio de descontrol, de decir todo igual y de sentir más bien nada. Ana Candela sube muchos enteros al encontrar realmente un personaje al que dar vida, luz y ciertas sombras. Vuelvo a insistir en que quizá peque un poco de falta de capas.
Y luego está Ana Fernández, la grandísima Ana Fernández. Porque vamos a ver, ver a esta mujer (haciendo un personaje de bastante más edad que la suya, por cierto) moverse por el escenario es ver vida. Su trabajo es un ejemplo de lo que es coger un texto, buscar en sus pliegues, encontrar luz, hacerlo parte de ti, crear vida en el escenario y conseguir que todo parezca dicho, sentido, descubierto y vivido por primera vez en ese momento. Ana trabaja en primerísimo primer plano, justo en el sitio donde vive la verdad. Eso es ser una gran actriz. Cuando vayas a verlo, fíjate en ella. No le quites los ojos de encima. Verás que eso ES teatro. Recrea cada movimiento, cada mirada, cada silencio, cada respiración como si estuvieran sucediendo por primera vez en la vida. Ahí hay vida y ahí hay verdad. Sin ninguna duda, Ana Fernández brilla.
Recomiendo que veas este espectáculo y sobre todo recomiendo que leas estos textos. Encierran muchas cosas y dan luz a esta movimiento sobre el que ahora mismo tengo muchas ganas de saber más.
Aunque insisto en que no estoy seguro de que llevar estas obras a escena de esta forma sea lo que este grupo hubiere querido. Reivindicar la modernización y homenajear el cambio desde una estética clásica no me parece un acierto.
sábado, 16 de enero de 2016
El grito en el cielo. Teatro Español.
A mí La Zaranda me gustan. Me gusta su forma de ver, de analizar y de trabajar.
También me gusta mucho Fellini, pero no "La voce della luna". Quiero decir, que por mucho que alguien te guste y por mucho que compartas su forma de trabajar y su visión de las cosas, el hecho teatral es otra cosa. Ese fenómeno se produce cada noche y hay veces en las que lo que ves te toca y te cambia. Y no es una frase hecha, el teatro te cambia, te tiene que cambiar, no sales igual después de una función. No deberías.
Lo chungo es cuando sales igual que has entrado, cuando lo que ves no te toca.
"El grito en el cielo" es un texto de Eusebio Calonge dirigido por Paco de la Zaranda utilizando muchos de sus conceptos habituales. Sin embargo en esta ocasión el texto para mi gusto se queda reducido a unos chistes repetitivos, un conflicto poco emocionante y una resolución... delicada. Un grupo de ancianos, aparcados en una residencia (no sabemos si están aparcados allí o si se han aparcado ellos, aunque quizá eso sea lo de menos) y con el único aliciente de las diferentes terapias a las que les van sometiendo sirven para mostrarnos el patetismo de unos seres vapuleados y muy poco dueños de su destino. Yo conozco la vida de las residencias de ancianos y es triste. La que yo conozco. Pero el patetismo de esos pobres señores me pareció... exagerado. Y no me mola verlo. Pero no porque me haga daño y me escueza, sino porque encima ni me hace daño ni me escuece. Sólo me parece demasiado patético, demasiado buscado. No me cuela, no me engaña, no me lleva, no me afecta, no me toca y no me cambia. E insisto en que es una pena porque no hay nada que me guste más que disfrutar en el teatro. Pero curiosamente esa tarde no se produjo ninguna magia conmigo. Y me quedé frío. Incluso escuchando "Tannhäuser", que mira que me gusta. La imagen del muerto escapando de su propio destino y regresando a la vida para intentar huir de su destino o el uso del teatro como paliativo a su "sufrimiento" pero perdiendo su esencia creativa e inspiradora son interesantes pero se quedan un poco en eso, en apuntes.
Las luces del propio Calonge tampoco me llevan a ningún sitio. Demasiado claroscuro y demasiado intento de efecto. Me resultaron premeditadas y creando una oscuridad ambiental que me trasmitía poco.
La huida de este grupo hacia... alguna parte es ingeniosa y ahí sí caí cautivado. Sin embargo la resolución volvió a alejarme. Y no sólo intelectualmente, que también sino formalmente. Se me volvió a escurrir entre los dedos la emoción. E insisto que no porque a mí lo de río de aguas cristalinas y estrellitas de importe un pito. Mis creencias trascendentales son muy mías y no es que no coincidan con las de esta función, sino que las de esta función no provocaron nada en mí, aparte del gustito de escuchar la música de Wagner.
En definitiva, una propuesta a la que le vi el cartón y que no me enganchó. Ellos trabajan en su línea y si te gusta La Zaranda, ahí están ellos, pero confieso que no me tocaron.
Tampoco entiendo tantísima risa desde el principio. Aunque esas risas se fueron acallando con el tiempo.
También me gusta mucho Fellini, pero no "La voce della luna". Quiero decir, que por mucho que alguien te guste y por mucho que compartas su forma de trabajar y su visión de las cosas, el hecho teatral es otra cosa. Ese fenómeno se produce cada noche y hay veces en las que lo que ves te toca y te cambia. Y no es una frase hecha, el teatro te cambia, te tiene que cambiar, no sales igual después de una función. No deberías.
Lo chungo es cuando sales igual que has entrado, cuando lo que ves no te toca.
"El grito en el cielo" es un texto de Eusebio Calonge dirigido por Paco de la Zaranda utilizando muchos de sus conceptos habituales. Sin embargo en esta ocasión el texto para mi gusto se queda reducido a unos chistes repetitivos, un conflicto poco emocionante y una resolución... delicada. Un grupo de ancianos, aparcados en una residencia (no sabemos si están aparcados allí o si se han aparcado ellos, aunque quizá eso sea lo de menos) y con el único aliciente de las diferentes terapias a las que les van sometiendo sirven para mostrarnos el patetismo de unos seres vapuleados y muy poco dueños de su destino. Yo conozco la vida de las residencias de ancianos y es triste. La que yo conozco. Pero el patetismo de esos pobres señores me pareció... exagerado. Y no me mola verlo. Pero no porque me haga daño y me escueza, sino porque encima ni me hace daño ni me escuece. Sólo me parece demasiado patético, demasiado buscado. No me cuela, no me engaña, no me lleva, no me afecta, no me toca y no me cambia. E insisto en que es una pena porque no hay nada que me guste más que disfrutar en el teatro. Pero curiosamente esa tarde no se produjo ninguna magia conmigo. Y me quedé frío. Incluso escuchando "Tannhäuser", que mira que me gusta. La imagen del muerto escapando de su propio destino y regresando a la vida para intentar huir de su destino o el uso del teatro como paliativo a su "sufrimiento" pero perdiendo su esencia creativa e inspiradora son interesantes pero se quedan un poco en eso, en apuntes.
Las luces del propio Calonge tampoco me llevan a ningún sitio. Demasiado claroscuro y demasiado intento de efecto. Me resultaron premeditadas y creando una oscuridad ambiental que me trasmitía poco.
La huida de este grupo hacia... alguna parte es ingeniosa y ahí sí caí cautivado. Sin embargo la resolución volvió a alejarme. Y no sólo intelectualmente, que también sino formalmente. Se me volvió a escurrir entre los dedos la emoción. E insisto que no porque a mí lo de río de aguas cristalinas y estrellitas de importe un pito. Mis creencias trascendentales son muy mías y no es que no coincidan con las de esta función, sino que las de esta función no provocaron nada en mí, aparte del gustito de escuchar la música de Wagner.
En definitiva, una propuesta a la que le vi el cartón y que no me enganchó. Ellos trabajan en su línea y si te gusta La Zaranda, ahí están ellos, pero confieso que no me tocaron.
Tampoco entiendo tantísima risa desde el principio. Aunque esas risas se fueron acallando con el tiempo.
martes, 22 de diciembre de 2015
El Cínico. Sala Margarita Xirgu, Teatro Español.
Los amantes de la danza estamos de enhorabuena estos días. Aparte del descomunal y merecidísimo éxito del "Quijote" de mi amada CND en la Zarzuela hay que añadir el tremendo logro de Chevi Muraday de estar actuando en el mismísimo Teatro Español.
Siempre lo digo, pero es que desgraciadamente sigue siendo verdad: la danza, junto con el circo, son las dos artes escénicas peor tratadas. Pero vamos, con diferencia. A falta de que tengan un trato mejor por parte de las instituciones y de los propios teatros, encontrar un espectáculo de danza en un teatro público es un logro apabullante. Hay que agradecer a Juan Carlos Pérez de la Fuente que haya querido contar con uno de los mejores coreógrafos e intérpretes del país, Chevi Muraday y le haya dado la oportunidad de actuar en el Español.
Pero es que Chevi es mucho Chevi. Y los cientos y cientos de horas de preparación, de sacrificio, de entrega, de ensayos agónicos acaban por dar sus frutos. La danza es la hostia. Tienes que matarte a ensayar, a preparar tu cuerpo, a llevarlo a límites, a exprimir sus posibilidades, tienes que dedicar media vida y casi toda el alma para sacar adelante un espectáculo que casi nunca se valora en la medida que se merece. Ya ni te cuento el trabajo y el proceso de idear, crear y elaborar un espectáculo como "El Crítico", posiblemente uno de los espectáculos de danza más bellos que se han visto en la historia de la cultura. Y fíjate que no sé siquiera si es correcto nombrarlo como espectáculo de danza. Porque danza hay, y sublime, pero hay música, música en directo encima, hay trabajo actoral, hay sentimientos, hay acrobacia, hay una dramaturgia, hay un tratamiento de la luz casi museístico, hay tantos elementos dramáticos y tantas disciplinas juntas que acotarlo a la palabra "danza" (con toda la inmensidad que esa palabra conlleva) es reducir su aspiración y su expansión.
El genio de David Picazo crea otro alarde de perfección (Return, Cenizas, En el desierto...) y crea un espectáculo brutalmente embrujador, absorbente y de una belleza hiriente y demoledora. Toma como punto de partida la figura de Diógenes de Sínope, un filósofo de la escuela cínica que renunció a todas las posesiones materiales en su búsqueda de la sinceridad, de la verdad y de la honestidad. El protagonista de esta eucaristía acumula recuerdos, deshechos, objetos, citas e intenta buscar donde no hay. Intenta hablar con la boca (dentadura) de otro, busca en los abrigos robados a otros intentando hallar un cobijo que no encuentra. Anota frases en papelitos quizá por si algún día su memoria se pierde; tapa la luz que da vida, desespera buscando en cajones, en armarios, en tazas, en horizontal y en vertical y entre la ropa con olor a otro. Y sobre todo escarba y deshecha la palabra bonita, la palabra encantada de conocerse. David Picazo cuenta con las palabras escogidas de San Pablo Messiez. Poco se puede decir. Pablo es la palabra pensada, la palabra única, especial, la justa, la pensada, la decisiva y la cambiante. Pablo es el amo de la palabra y lo que él escribe cobra vida. Existe. Magia. Inmejorable. Alessio Meloni crea un espacio embrujador. Picazo se encarga de crear unas luces que tienen personalidad. Quiero decir que casi son un personaje, tienen vida, cuerpo y dramaturgia. David Picazo es un genio y ya nos tiene acostumbrados a trabajazos de esta altura este mago de la luz y de la sombra. ¿O no me digas que los fogonazos de luz no dejan una huella como de retablo barroco en tu retina? La música es otro plato fuerte y los músicos, con Bárbara Bañuelos a la cabeza están fascinantes.
Y Chevi. Sale de las sombras y a las sombras vuelve. Exhibe su capacidad extrema de entrega, nos regala su sufrimiento, su prodigioso arte y su mirada "de llorar", nos suda, se vierte, va y viene, sube, baja, surge, respira, vive, desespera, muere por dentro, revienta, grita y nos retuerce el alma y los hígados de tal forma, que tienes que agarrarte a la butaca para no saltar y ayudarle a destrozar ese apartamento y a tirarlo todo por la ventana. Sinceramente lo digo, no conozco a ningún bailarín o intérprete global como es Chevi que tenga una capacidad de implicación mayor. Compromete su interior y te regala su exterior. Su carisma y su poder de traspasar al espectador con esos ojos limpios y esa mirada doliente es algo único y sobrehumano. Creo que en vez de bailar, lo que hace Chevi es dar cuerpo al espíritu de sus personaje y regalarnos por una hora cómo sería el mundo a través de los retortijones de Diógenes de Sínope. Espeluznante, aterrador, sublime. "Y que la piel se entienda con la piel".
Chevi debería ser una asignatura obligatoria para cualquier estudiante de arte. Por su capacidad infinita de generosidad escénica y por su descomunal labor pos darle a la danza el lugar que debería ocupar. En lo más alto del Olimpo de las artes escénicas. ¡Como para no estar en el Español!
sábado, 7 de noviembre de 2015
No daré hijos, daré versos. Sala Max Aub.
"Debemos adelantarnos a la melancolía celeste".
Confieso que hasta ayer yo desconocía la figura de Delmira Agustini. Y lo siento porque ahora tengo unas ganas locas de bucear en la vida y obra de esta mujer. Una adelantada, una valiente, una sufriente, una descarada, una desvergonzada, una poetisa libre y una mujer presa.
Marianella Morena ha escrito y dirigido este homenaje a Delmira y a las mujeres libres, valientes y desubicadas. Un texto brillante en el que utiliza distintos estilos y actitudes a la hora de enfrentarse a un drama evitando la carnaza, el melodrama y la sensiblería. Cuando los hechos y las personas hablan por sí mismas no hacen falta adornos ni recursos baratos. Y encima ha desarrollado una dramaturgia ingeniosa y acertadísima. Tres actos, tres estilos y tres objetivos.
En el acto primero se presenta directamente y de forma cortante y desgarradamente lírica la tragedia que rodea a esta pareja, especialmente a Delmira. Arrancan contándonos... o mejor dicho cantándonos el final de la historia. A Delmira la mató su (ex) marido de dos tiros. A partir de ahí nos contarán hechos, momentos, situaciones y concepciones que llevarán a ese trágico final. Porque lo que vemos es una TRAGEDIA; un ser enfrentado inevitablemente a un destino fatal. Escénicamente Marianella lo resuelve de forma magistral. Una cama, eje de la relación entre Reyes y Delmira. Podría ser un ring. En la cama tres parejas. O seis personas. O tres Delmiras y tres Reyes. O una Delmira y un Reyes. Multiplicados. Como las caras de un dado o los rostros de la verdad. Y empezamos a romper formas. Se rompe el juego lógico de pregunta/respuesta, cambian los ejes, se destruye la dinámica. Este juego te desarma, te descoloca y te pone en un sitio vulnerable. Eso por si acaso venías tú con alguna idea preconcebida. Juego sutil y altamente lírico para contar qué pasó. Hasta podría llegar a ser un poema épico. Estilo puro y depurado, vertiginoso y brillante, lírico y crudo. Y tú te quedas herido, entregado, dolido y permeable. Transcurre al fondo, escenario iluminado y brillante. Es el pasado.
Segundo acto. Cambio de estilo. Comedia grotesca también con un componente lírico importante. Y aunque Delmira está presente e inundando todo, el centro de este segundo acto es el hecho teatral en sí, o cómo convertir la realidad en representación, o cómo traer el pasado al presente, o cómo reconstruir un recuerdo, o qué parte de tu herencia trasciende . Ahí es nada. Intentamos recomponer una estampa idílica o realista o imaginada. A saber. Juego teatral. Incluso metateatral. Es el presente o la ilusión del presente. ¿Qué hay de verdad en el recuerdo? ¿Qué parte o qué versión del pasado ha llegado hasta el presente? ¿Realmente "nadie te va a leer"? Y en medio de esta lucha imposible por revivir un recuerdo tenemos la lucha entre Delmira y Reyes. Su búsqueda, su encuentro y su lejanía. Delmira desea a borbotones y Reyes no sabe cómo responder. Y si no fuera porque Lucía Trentini sufre y se asfixia de vida desde una verdad aplastante no nos creeríamos tanta sed. Y si no fuera por la mirada inocente y perdida de Cristian Amacoria nos tiraríamos a darle dos hostias. Pero él está perdido, él sufre y tiene una mirada tan limpia, dulce y sobrepasada que consigue que el demonio sea tierno y cante desbordando amor. Amor letal, del que no vale. Pero amor. Y una de las muertes más bellas de la historia del teatro. Grandiosos actores. Transcurre en un plano medio y la luz ha caído algo, más tenebroso el ambiente. Es el presente.
Tercer acto. La puta realidad. ¿Por qué cojones tenía razón Reyes cuando decía que "nadie te va a leer"? Bueno, a ver, claro que la obra ha trascendido. Y la figura. Y el símbolo. Pero el fútbol puede más. Tercer estilo. Casi parece un documental. El acercamiento al público se ha ido multiplicando desde al acto uno hasta ahora. Tienes a los actores encima de ti, pegaditos. Porque la realidad es así de inevitable y de aplastante. Estilo más seco, menos permeable. Casi podríamos estar viendo un documental de esos con testimonios. La verdad tal cual. Los hechos fríos. Bueno, todo lo fría que puede ser una carta. Pero frío el estilo. Gélido. Helador y desolador. Esto ha quedado. Un lote en una subasta. Y el universo pendiente de un gol. Manda cojones. Y vuelta otra vez a la canción. A la verdad. Esto es una guerra. Una guerra entre dos personas. Y a Delmira la mataron. De dos tiros. Su marido. Por desear. Jódete, Reyes, que sí han perdurado sus versos. esa es la herencia de Delmira. Porque ella nació no para darte hijos, sino para darnos versos. Transcurre en primer plano, casi a oscuras. Es el futuro.
Grandísimo trabajo de todos los implicados, escenografía, vestuario, música y letra de las canciones, maravillosas luces... y un reparto estratosférico. La mirada de Agustín Urrutia y la presencia de Domingo Milesi... prodigiosas. Mané Pérez y Laura Báez fabulosas, componiendo desde lo pequeño. Y brillando Lucía Trentini y Cristian Amacoria como dos seres heridos y sufrientes. Brutales. Componer una víctima sin melodramas y un verdugo vulnerable es terrorífico y ambos hacen unos trabajos perfectos y envidiables.
Gran trabajo de todos, un elenco de ensueño, una dirección prodigiosa, un texto sabio y una dramaturgia inteligente. Ojala hicieran temporada. Sin duda, uno de los trabajos más profundos, brillantes, delicados, inteligentes, esperanzadores y demoledores que he visto este año. Como la vida misma. Y como el pasado, el presente y el futuro. Y es que ya lo dijo Delmira: " para morir como su ley impone, el mar no quiere diques, ¡quiere playas!"
Confieso que hasta ayer yo desconocía la figura de Delmira Agustini. Y lo siento porque ahora tengo unas ganas locas de bucear en la vida y obra de esta mujer. Una adelantada, una valiente, una sufriente, una descarada, una desvergonzada, una poetisa libre y una mujer presa.
Marianella Morena ha escrito y dirigido este homenaje a Delmira y a las mujeres libres, valientes y desubicadas. Un texto brillante en el que utiliza distintos estilos y actitudes a la hora de enfrentarse a un drama evitando la carnaza, el melodrama y la sensiblería. Cuando los hechos y las personas hablan por sí mismas no hacen falta adornos ni recursos baratos. Y encima ha desarrollado una dramaturgia ingeniosa y acertadísima. Tres actos, tres estilos y tres objetivos.
En el acto primero se presenta directamente y de forma cortante y desgarradamente lírica la tragedia que rodea a esta pareja, especialmente a Delmira. Arrancan contándonos... o mejor dicho cantándonos el final de la historia. A Delmira la mató su (ex) marido de dos tiros. A partir de ahí nos contarán hechos, momentos, situaciones y concepciones que llevarán a ese trágico final. Porque lo que vemos es una TRAGEDIA; un ser enfrentado inevitablemente a un destino fatal. Escénicamente Marianella lo resuelve de forma magistral. Una cama, eje de la relación entre Reyes y Delmira. Podría ser un ring. En la cama tres parejas. O seis personas. O tres Delmiras y tres Reyes. O una Delmira y un Reyes. Multiplicados. Como las caras de un dado o los rostros de la verdad. Y empezamos a romper formas. Se rompe el juego lógico de pregunta/respuesta, cambian los ejes, se destruye la dinámica. Este juego te desarma, te descoloca y te pone en un sitio vulnerable. Eso por si acaso venías tú con alguna idea preconcebida. Juego sutil y altamente lírico para contar qué pasó. Hasta podría llegar a ser un poema épico. Estilo puro y depurado, vertiginoso y brillante, lírico y crudo. Y tú te quedas herido, entregado, dolido y permeable. Transcurre al fondo, escenario iluminado y brillante. Es el pasado.
Segundo acto. Cambio de estilo. Comedia grotesca también con un componente lírico importante. Y aunque Delmira está presente e inundando todo, el centro de este segundo acto es el hecho teatral en sí, o cómo convertir la realidad en representación, o cómo traer el pasado al presente, o cómo reconstruir un recuerdo, o qué parte de tu herencia trasciende . Ahí es nada. Intentamos recomponer una estampa idílica o realista o imaginada. A saber. Juego teatral. Incluso metateatral. Es el presente o la ilusión del presente. ¿Qué hay de verdad en el recuerdo? ¿Qué parte o qué versión del pasado ha llegado hasta el presente? ¿Realmente "nadie te va a leer"? Y en medio de esta lucha imposible por revivir un recuerdo tenemos la lucha entre Delmira y Reyes. Su búsqueda, su encuentro y su lejanía. Delmira desea a borbotones y Reyes no sabe cómo responder. Y si no fuera porque Lucía Trentini sufre y se asfixia de vida desde una verdad aplastante no nos creeríamos tanta sed. Y si no fuera por la mirada inocente y perdida de Cristian Amacoria nos tiraríamos a darle dos hostias. Pero él está perdido, él sufre y tiene una mirada tan limpia, dulce y sobrepasada que consigue que el demonio sea tierno y cante desbordando amor. Amor letal, del que no vale. Pero amor. Y una de las muertes más bellas de la historia del teatro. Grandiosos actores. Transcurre en un plano medio y la luz ha caído algo, más tenebroso el ambiente. Es el presente.
Tercer acto. La puta realidad. ¿Por qué cojones tenía razón Reyes cuando decía que "nadie te va a leer"? Bueno, a ver, claro que la obra ha trascendido. Y la figura. Y el símbolo. Pero el fútbol puede más. Tercer estilo. Casi parece un documental. El acercamiento al público se ha ido multiplicando desde al acto uno hasta ahora. Tienes a los actores encima de ti, pegaditos. Porque la realidad es así de inevitable y de aplastante. Estilo más seco, menos permeable. Casi podríamos estar viendo un documental de esos con testimonios. La verdad tal cual. Los hechos fríos. Bueno, todo lo fría que puede ser una carta. Pero frío el estilo. Gélido. Helador y desolador. Esto ha quedado. Un lote en una subasta. Y el universo pendiente de un gol. Manda cojones. Y vuelta otra vez a la canción. A la verdad. Esto es una guerra. Una guerra entre dos personas. Y a Delmira la mataron. De dos tiros. Su marido. Por desear. Jódete, Reyes, que sí han perdurado sus versos. esa es la herencia de Delmira. Porque ella nació no para darte hijos, sino para darnos versos. Transcurre en primer plano, casi a oscuras. Es el futuro.
Grandísimo trabajo de todos los implicados, escenografía, vestuario, música y letra de las canciones, maravillosas luces... y un reparto estratosférico. La mirada de Agustín Urrutia y la presencia de Domingo Milesi... prodigiosas. Mané Pérez y Laura Báez fabulosas, componiendo desde lo pequeño. Y brillando Lucía Trentini y Cristian Amacoria como dos seres heridos y sufrientes. Brutales. Componer una víctima sin melodramas y un verdugo vulnerable es terrorífico y ambos hacen unos trabajos perfectos y envidiables.
Gran trabajo de todos, un elenco de ensueño, una dirección prodigiosa, un texto sabio y una dramaturgia inteligente. Ojala hicieran temporada. Sin duda, uno de los trabajos más profundos, brillantes, delicados, inteligentes, esperanzadores y demoledores que he visto este año. Como la vida misma. Y como el pasado, el presente y el futuro. Y es que ya lo dijo Delmira: " para morir como su ley impone, el mar no quiere diques, ¡quiere playas!"
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