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sábado, 10 de marzo de 2018

La casa del lago. Teatro Fernán Gómez.




Uno es muy dueño de ir al teatro buscando lo que quiera. Si quieres pasar un buen rato disfrutando de unas buenas interpretaciones, un buen texto y una buena puesta en escena, "La casa del lago" es perfecta. Pero si lo que quieres es sentarte durante hora y media, dejarte llevar por los miles de pistas que va soltando cada gesto, desde la luz al espacio sonoro o al vestuario o la escenografía, si quieres flipar con dos intérpretes que viajan por mil seiscientos treinta y ocho estados de ánimo, y tratar de bucear por las capas y capas y capas que se esconden bajo esa factura sólida, "La casa del lago" es más perfecta aún. 




Porque desde que entras ya está servida la trama. Una habitación creada por Javier Ruiz de Alegría. Una habitación en blanco y negro. Sólo la lucecita roja de la cámara. Una cama, una mesilla, una cámara y una puerta. ¿De hospital o de prisión? No queda muy claro si estamos en un sótano o en una planta alta. La iluminación del mismo Javier nos sugiere que podría ser un sótano, de hecho parece que se sugieren las sombras de unas rejas reflejadas en el suelo. Quizá. Fernando Soto y Mariano Marín crean un espacio sonoro heredero de los grandes compositores de cine de los años dorados de Hollywood. Notas inquietantes, música nerviosa, en continuo crescendo, sonidos metálicos y alguna referencia lejana que vuelve a apostar por no dejar muy claro si es de día, de noche, si estamos en el campo, en una ciudad, si el edificio es una cárcel, un hospital, un manicomio... Como con el resto de los elementos escénicos, toda la información está ahí, las pistas están servidas, asomando, sugeridas, de ti depende si la quieres o logras descifrar o no. 
Óscar Almeida, supuesto abogado supuestamente se despierta en la cama de una habitación de un supuesto hospital. Supuestamente no sabe cómo ni cuándo ha llegado hasta ahí. Alicia abre el cerrojo y se presenta como la supuesta doctora que le va a ayudar a recuperar la memoria y los recuerdos supuestamente perdidos. Óscar recuerda quién es pero no sabe por qué está ahí. 
Desde ese momento comienza a montarse el puzzle. Miento, se monta ya desde antes, desde que entras en la Jardiel Poncela y ves ese cuerpazo de Fran Calvo revolviéndose en la cama. Está soñando, tiene una pesadilla. Pero, ¿con qué sueña? ¿Por qué está inquieto?
"La casa del lago" es un texto del australiano Aidan Fenessy trufado de pistas y de una atmósfera cada vez más enrarecida. La influencia de Hitchcock es clara y mola todo. 




Fernando Soto maneja a la perfección la información y dosifica como quiere lo que quiere desvelarnos y cuando quiere hacerlo. 
Insisto en que como el buen thriller que es, en "La casa del lago" tenemos mil millones de pistas ahí delante. La luz no deja claro ni dónde ni cuándo estamos. Se intuyen rejas, las sombras se mueven con el cambio de las horas y tanto la intensidad como los ángulos iluminados sugieren cambio e imprecisión. Gran trabajo. Como la escenografía sugerente. Cama, mesilla, puerta de hospital/prisión. Y ya. Un cerrojo invisible y una cámara. ¿Quién está detrás de esa cámara? ¿A quién mira Alicia cada vez que quiere salir?
Y la trama sutil que va desvelando poco a poco detalles que quizá estén ahí y no los veamos hasta que resultan evidentes. Vería otra vez el espectáculo sólo para comprobar si en determinados momentos Óscar no esquiva una mirada, o si recibe con un escalofrío una pregunta, o si Alicia no se asombra ante una respuesta o si hace una pausa antes de preguntar algo. Es como cuando en "Sospechosos habituales" quieres volver a ver la peli una vez que sabes de una puta vez qué coño ha pasado. ¿Es cierto todo lo que sale por la boca de Óscar? ¿Cuándo miente y cuándo no? ¿Recuerda más de lo que dice? ¿Cómo se pueden dosificar la verdad y la mentira para que parezcan lo que son y lo que no son? ¿Pregunto realmente lo que quiero o en mi pregunta hay una trampa? ¿Qué quiero saber en realidad? ¿Quiero saberlo? 
Todo el espectáculo es un vaivén de sombras, dudas, pistas, mentiras, medias verdades, verdades a medias, trampas, cazadores y presas.




Verónica Ronda pisa con fuerza el escenario. Deja que entre un poco de aire a la claustrofóbica habitación cada vez que abre ese cerrojo bestial. Pregunta, sugiere, sirve, duda, presiona y mantiene el tipo como una grande de la escena. Brava.
Y Fran Calvo se exhibe. Así, directamente. Es un actorazo inmenso, el actorazo que me gustaría ser.
Mira, escucha, mide, deja asomar, sugiere, frena, grita, sufre, busca, recoge lo que flota sobre el espacio, lo traga, lo asimila, lo asume, lo digiere y lo transforma en energía teatral. Se alimenta de escena. No se puede ser más guapo y tener mayor peso escénico. Es tan impactante como Robert Mitchum y tan torturado como Burt Lancaster. Y la dosificación que hace de las emociones es simplemente perfecta. Y qué quieres que te diga, pero la mirada final es como para hacerte una camiseta. Es un icono como las grandes imágenes del Hollywood más negro.  














No se le puede poner NI UNA pega a este trabajo. De verdad, esperes lo que esperes de un espectáculo, "La casa del lago" lo tiene. De ti depende que quieras buscar más o menos, mirar más o menos, pensar más o menos. TODO está ahí. Delante de tus morros. 
  
Una última cosa: ¿Os habéis fijado en las impresionantes fotacas de José Antonio Alba para TeatroMadrid? ¿Son o no son una puta pasada? GRACIASSSSS.

           

domingo, 15 de enero de 2017

Edith Piaf. Taxidermia de un gorrión. Sala Margarita Xirgu.




Hace y tres años que me morí de gusto y de tristeza viendo "André y Dorine" de la compañía Kulunka, especialistas y virtuosos del teatro físico y de máscaras. Aquel trabajo ya fue una maravilla y pasará a los libros de historia del teatro. De hecho, siete años después de su estreno sigue girando por todas partes y la gente se mata por verlo. "Solitudes" confieso que no he tenido la suerte de poder verlo. Cuando vi anunciado "Edith Piaf. Taxidermia de un gorrión" creí morir de gusto. Puse alertas de todos los colores para que NO se me pasara. El día que salieron las entradas a la venta yo estaba con el dedo en el ratón esperando para hacer "click". ¡Toma ya! Fila 1, butacas 1 y 3. Y a esperar.
Ayer sábado era el día. Kulunka, Lola Casamayor y Fernando Soto al mando. Imposible fallar.   



Se apagan las luces, comienza el espectáculo. Digo la magia, digo... la vida.
Y mi corazón se estremece con la primera imagen, con el primer sonido, con la primera luz, con la primera nota. Y no deja de latir de forma posesiva hasta que intuyo el final de esta obra de arte. Cuando siento que el círculo se va a cerrar, las luces se van a apagar y Lola se va a levantar... en ese momento doy las gracias a la vida por haberme puesto al alcance uno hora y media como esta. 
Bueno, a ver si soy capaz de escribir algo sin que se me salga el alma en las palabras...

El texto de Ozkar Galán es una maravilla. No solo por cómo maneja los tiempos y dosifica la información, sino porque consigue que una biografía que creíamos conocer, se vuelva sorprendente, novedosa y nos tenga agarrados a la butaca en todo momento. El juego dramático de introducir los personajes ficticios es brillante y sirve para crear una densidad dramática sólida e irrespirable. 
Fernando Soto dirige de forma magistral. Ama a sus personajes, sabe qué quiere contarnos y desde dónde quiere hacerlo. Para Fernando la Piaf era y es una diosa. Una diosa humana, débil, cruel, enferma, enfermiza, sufridora, tirana y desolada. Un mito lejano. Un ave que no canta convertida en cantante legendaria por el amor de los desconocidos, no por el suyo. La figura de la diva está tratada con amor y con la suficiente distancia como para salvarla. La periodista experta en animales salvajes que la entrevista es el Mengele perfecto que diseccionará a la diosa siguiendo las ordenes del tirano: el mundo.
Pero no solo ama a la Piaf sino que ha logrado momentos de una magia escénica sobrecogedora. Con pocos elementos escenográficos (brillante trabajo de Ikerne Giménez), un vestuario acertadísimo y unas luces salidas del epicentro del drama (bravo, Javier Ruíz de Alegría) ha imaginado unas soluciones a transiciones, cambios de... todo tipo y un desarrollo dramático y escénico magistral. El momento "espejo" es pura magia. Bravísimo, Fernando Soto.



Alberto Huici tiene la parte más desagradecida. Es los hombres. Todos. Y está magistral. Todos y cada uno es distinto a los demás y único en sí mismo. Realmente genial. Se lleva la parte menos lucida del espectáculo pero lo vive de una forma apabullante. 



Intentar decir algo novedoso y justo sobre Lola Casamayor es inútil. Es como querer definir un atardecer o el fluir de un río. Lola es grandiosa, es natural, es sabia, habla con y por derecho y tiene un don especial para saber y transmitir dónde está en cada momento. Es foco y es secundaria, llega, brilla, se retira, regresa, manda, grita, susurra, se oculta, sufre, llora, goza y disfruta de cada emoción. Es obvio que es una de las mejores actrices de este país. Y cuando veas esta "Taxidermia.." verás de qué forma domina la emoción y espera agazapada a que llegue su momento. Y ves cómo se transforma y cómo vuela, y como renace y cómo cae. 



A Garbiñe Insausti la había visto en "André y Dorine". Estaba deliciosa y fascinante. Pero aquí además habla. Y canta. Y TODO lo hace de forma prodigiosa. Me acuso de conocer más a este prodigio de actriz. Quizá por ese pecado mortal mío me ha sorprendido tanto su trabajo. 
Canta que te caes de espaldas. Domina el espacio, la escena, el ritmo, la tensión, los saltos de registro, los vaivenes emocionales, se tira la vacío de la locura y sube al Olimpo de las divas como si fuera algo natural. Tener delante a Lola Casamayor y que no te tiemblen las canillas debe de ser jodido. Para Garbiñe eso es un aliciente. Y no es que no se arrugue, es que le sirve de aliciente. Bebe de Lola y despega. El reto es un impulso para demostrar lo que sabe y lo que vale. Y se vuelve diosa, se eleva y cae cómo y cuando quiere. Si merece la pena emplear tu tiempo y tu dinero en enriquecerte viendo este espectáculo, otra poderosa razón es gozarrrrr viendo el inmenso trabajo de las dos actrices y de su compañero. Uno de los platos más fuertes de la cartelera. 

Emoción, una grandísima puesta en escena llena de recursos inteligentes, un espacio, un vestuario, unas luces fascinantes y un trío actoral descomunal.
Y como remate; no creo que se pueda poner sobre un escenario de forma más impactante el Hymne à l'amour. Lo más de la cartelera ahora mismo.