domingo, 26 de marzo de 2017

Festen. Valle Inclán.

A mí se me va la fuerza por la boca, no es ningún secreto. Vamos, que lo que pienso lo digo. 
Magüi Mira nunca ha sido santo de mi devoción. Sin embargo creo que este "Festen" tiene bastantes aciertos.
Todo el mundo seguro que conoce la famosa película en la que se basa y conoce perfectamente la trama. Bien, pues poner eso en pie sin caer en tópicos y transmitiendo cierto punto de vista no era fácil.



Primer acierto: contar con David San José para que componga la música. Es evidente y sabido que David es un pedazo de músico todoterreno y brillantísimo. Y aquí lo vuelve a demostrar creando una partitura invisible, de las que provocan su efecto pero sin que te des cuenta. La esencia de una "banda sonora". José Manuel Guerra ilumina de maravilla el espacio creado por la propia Magüi y por Javier Ruiz de Alegría. Una mesa, una puerta, un piano y un sinfín de espacios creados simplemente con la luz y las sombras. Muchas, demasiadas sombras. Buena escenografía y fabulosa iluminación. Lorenzo Caprile se encarga del vestuario. Sí, mucho poderío, mucho glamour, mucho modelazo, todo precioso.
En todo este planteamiento hay algo añejo. El espacio blanco, el vestuario negro y blanco menos el de la muerta, que es rojo (hasta que cumple su cometido, se hace justicia y el esquema se rompe) son elementos vistos mil veces. No es que no sea original sino que es bastante básico. Pero funciona. 
No funciona tanto el crear espacios distintos con la luz. La recreación de las habitaciones de la mansión es justita y no funciona demasiado bien. Especialmente cuando las parejas se van a dormir.



Magüi Mira mueve bien a los actores, ayudada por Rosángeles Valls y mide bien la tensión, la progresión dramática y algo vital: los silencios. Hay pausas y silencios eterrrrrnos en los que de repente, el ambiente en la sala se vuelve denso y espeso. El público necesita que alguien hable para destensar ese aire irrespirable. Y un buen rato después, sin prisa, alguien lo rompe. Dominar esos silencios sin que haya angustia ni prisas por volver a hablar es dificilísimo y ahí Magüi Mira demuestra control y poderío. Escénicamente el espectáculo aguanta bien, se ve cómodamente, todo fluye y es coherente y no nos arrastra ninguna desmesura sino que la coherencia y el control dominan todo. Bueno, todo menos el trabajo de una actriz que está absolutamente desmangada y haciendo justo lo contrario de lo que los personajes dicen de ella.
Lo único que me canta un poco es el excesivo aire melancólico de Isabelle Stoffel. Se pasea a veces de una forma demasiado lánguida. A ver, ya sabemos que es un fantasma, no es necesario que vaya flotando todo el rato ni mucho menos mirando al público. Somos espectadores mirando una especie de urna en la que pululan los personajes; acercarnos y hacernos cómplices con esas miradas es un poco romper un código. Es salir de esa urna y hacernos participar de una forma más implicada. Y no hace falta, es más duro dejarnos fuera, mirando fríamente ese mogollón. Evidentemente no cuestiono las decisiones de la directora, faltaría más, sólo comento que en mí, esas decisiones no funcionaron. 



Y luego hay otro lastre y es un reparto demasiado irregular. Aparte del tema de las edades, que en algunos casos es chocante.
Carmen Conesa está fantástica. En cada gesto, en su frialdad, en su monólogo, en sus miradas, en su presencia y su peso en escena. Fantástica. 
David Lorente es como un río en medio de las montañas. Lo que debía suponer para cualquiera una dificultad para él es un aliciente y saca provecho de cualquier traba. Es un actor descomunal y aquí vuelve a salirse. Gabriel Garbisu me sorprendió gratísimamente. Hacía mucho tiempo que no le veía y me gustó muchísimo su implicación y su poderío. Como el trabajazo de Manu Cuevas, al que desgraciadamente no conocía y ha pasado a ser ya un referente al que voy a seguir con fijación. 
Y por supuesto Jesús Noguero es un grandioso actor y aquí vuelve a demostrarlo. Como Carolina África, otra de mis debilidades. Mette es pa llevártela a casa, aunque reconozco que el acento... no me convenció. Casi me parecía innecesario (supongo que será una noruega entre daneses) y me sonaba casi más a rusa. En fin, cosas mías.

En definitiva, "Festen" me parece un buen trabajo, sólido y de altos vuelos. Aunque peque quizá de ciertos lugares comunes, el resultado es potente y sobre todo, sobrio y contenido.          

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