miércoles, 29 de mayo de 2019

Doña Francisquita. Teatro de la Zarzuela.

El teatro de la Zarzuela ha vuelto a apostar por un director de escena de lo mejorcito del panorama mundial para darle un aire nuevo y sólido a sus producciones. En esta ocasión, Daniel Bianco ha confiado de nuevo, tras sus anteriores éxitos en este teatro, en Lluís Pasqual, sabio del teatro desde hace muchísimos años. 




Pasqual siente la zarzuela en la sangre desde pequeño, ama el género y aparte de cuestiones pintorescas (sus recuerdos de infancia, su madre se llama Francisca, sus padres tenían una confitería...), se acerca a este título emblemático con la ilusión y la intención de que el público se divierta y salga del teatro, tras casi tres horas, con una sonrisa en los labios y más optimismo en el corazón.
Yo he dicho ya otras veces que la forma de que este género sobreviva al siglo XXI es o con puestas en escena sólidas, novedosas y atractivas para el gran público o tocando los libretos, para despojarlos del costumbrismo apolillado de ciertas partes y de unas formas que hoy en día resultan menos atractivas que en su momento. 
Es evidente que las partes cantadas son intocables así como las notas musicales. Pero las partes habladas son otra cosa. Claro que hemos tenido grandes libretistas, eso es cierto. Grandísimos, pero también es cierto que en muchas ocasiones, en este género que mostraba la vida de la gente corriente en contraposición a los conflictos más lejanos de las óperas, esos autores escribían con un lenguaje muy de su momento y para ser interpretado como se hacía entonces. Todos sabemos que el teatro en España, hasta la aparición de Valle Inclán, Lorca y otros genios, estaba marcado por un costumbrismo que a veces arropaba grandísimas obras, pero cuyos códigos eran otros, particulares y viejunos. Pasqual, en esta anunciada adaptación del texto de los autores originales, intenta quitar esas telarañas que a veces, vistas desde el siglo XXI, pueden resultar lejanas. 
En cualquier caso es una adaptación del libreto original de esta obra, como muchos espectáculos de los que han pasado tanto por este teatro como por cualquier otro teatro del mundo. Ah, por cierto, el libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw ya fue en su momento una versión de "La discreta enamorada" de Lope, pero "actualizando" esa obra intocable a los personajes y gustos de SU época. Vamos, lo mismo que se ha hecho ahora. El objetivo que persigue Pasqual es entretener, divertir y hacer gozar. Yo entré dispuesto a dejarme hacer por lo que iba a ver y me lo pasé pipa. Yo. Sí. Pipa.
Esta coproducción con el Liceu y la ópera de Lausanne tiene todos los ingredientes para ser un bombazo. El grandísimo Oliver Díaz, Alejandro Andújar, Pascal Mérat, Nuria Castejón, Lluís Pasqual, Gonzalo de Castro, la inmensa Lucero Tena, la ORCAM, los fantásticos bailarines, el coro titular... inmejorable.
El primer acto se sitúa en plena II República. Un grupo de cantantes están grabando una versión de "Doña Francisquita" para repartirla por el mundo e intentar "luchar" contra las músicas de Wagner que invadían Europa. Eso sí, sólo van a grabar las partes cantadas, porque como en Europa no entienden el castellano, no van a entender las partes habladas. Una parte del elenco refunfuña porque se quedan sin una parte de su "lucimiento". El segundo acto transcurre durante la grabación de un programa de televisión de aquellos de zarzuela de los sesenta. ¿Problema? El mismo, hay un.. mandatario que se aburre y quiere que el programa vaya ligerito. Así que fuera diálogos. Sólo se grabará la parte cantada. El tercer acto es el ensayo un día antes del estreno de una producción de "Doña Francisquita" en pleno siglo XXI. Al fondo, podemos ver la copia recuperada y restaurada de la versión cinematográfica de Hans Behrendt del año 34. Un lujo poder gozar de la recuperación de esta joya. Estos tres actos son tres formas de enfrentarse a un clásico como este: yendo a su esencia musical, tratándolo como se hacía en plena expansión del género y como se haría en nuestros días. 



La escenografía sobria de Alejandro Andújar acoge bien los propósitos de esta propuesta. El vestuario brilla con una paleta de colores brillante y unos figurines exquisitos. Iluminado de maravilla, como siempre hace Pascal Mérat. Y brillando por encima de todo, las vibrantes coreografías de Nuria Castejón que unos entregadísimos bailarines exprimen al máximo consiguiendo una ovación merecidísima. Bravo, sois asombrosos y vuestro sacrificado trabajo nos regala algunos de los mejores momentos de la velada. 
La ORCAM, bajo la batuta del maestro Oliver Díaz suena vibrante y alegre. Siempre acertadísima y con unos sonidos muy, muy sólidos y acertados. El coro titular, NUNCA ha sonado mejor. Y no sólo vocalmente sino escénicamente. Están brillantes. Lo de Lucero Tena es histórico. No sé cómo explicarlo. Tener la oportunidad de verla en directo es brutal. Cómo consigue con dos trozos de madera sacar de ahí notas musicales, pianos, fortes y todo tipo de matices musicales y expresivos. Asombrosa. Fantástica la intervención de la Rondalla lírica.



El elenco, (yo vi al primer reparto) encabezado por un Gonzalo de Castro tan luminoso como siempre, nos regala la oportunidad de disfrutar de la elegancia de Ismael Jordi. Su voz suave, su timbre único y precioso estuvo a puntito de visar el celebérrimo "Por el humo se sabe..". Sabina Puértolas demostró que la suya es la zona alta, donde su voz se mueve con más libertad. Sus trinos agudísimos volaron bien por la sala. María José Suarez hace una creación única, divertidísima y sin duda se ganó la grandiosa ovación con la que el público le agradeció su entrega. 



Ana Ibarra me deslumbró con una voz poderosísima, con un timbre bellísimo y una presencia escénica brutal. Para mi gusto, lo mejor de la noche.
En cuanto a la dirección de escena, el genio de Pasqual brilló como siempre. Su propuesta (la suya, no la de nadie más, no la mía, no la de nadie) es sólida y alegre. Consigue que el espectáculo navegue ligero y divertido. El primer acto es divertidísimo, el segundo acto es precioso y el tercero, brutal. Quizá, por poner un "pero", la aparición de Lucero Tena quede un poco desdibujada y no termine de estar afinada del todo. Es lógico caer en la tentación de presentársela al público, pero quizá la forma elegida no termine de cuajar del todo. No sé.   



Y claro, la polémica. 
Yo pienso que esta es una propuesta. Una. La concreta que ha hecho Pasqual. La que él ha pensado y elegido. Cada uno de nosotros alberga un director oculto. Por eso en las obras hay señores opinando desde las verjas. Y por eso siempre hay alguien pendiente mientras aparcas, comprobando que él aparcaría mejor que tú. 
Si nos hubieran encargado a nosotros esta producción seguramente cada uno habríamos hecho una distinta. Pero se la han encargado a Pasqual. Y él ha decidido hacer esta. 
Obviamente te puede gustar o no, te puede llegar más o menos. Pero es la suya. Decir: "es que esto se debería hacer de tal manera" es un axioma que nos hace parecer poseedores de la verdad. Y en teatro no hay verdades, hay opciones. Entiendo que a mucha gente no le guste, e incluso puedo llegar a entender que a mucha gente le moleste. Lo que no me creo es que genere tanta ira que te haga saltar por los aires y no poder reprimir la necesidad de montar un pifostio. 
De toda la vida de dios, se abuchea, pero cuando procede. O no se aplaude, o si me apuras, si tan mal lo ves, te piras. O montas un griterío en los entreactos, o en los saludos finales, o te vas y pides la hoja de reclamaciones. Yo me he ido muchas veces del teatro y he presenciado abucheos. Pero no los desmanes que se han vivido ahora.  
He visto también miles de adaptaciones. De todo tipo de autores y con todo tipo de resultados. Incluso espantosos y alguno ofensivo. No quito la razón al que se ofenda o se horrorice con esta versión. Cada uno recibe las cosas de una forma y las asume o asimila como puede o quiere. Pero desde luego no me parecen las formas. Es más, eso de montar el jari a los diez minutos de función, cuando todavía no ha dado tiempo a que pase demasiado... me mosquea. 
No sé, de verdad que no entiendo tanta ira. Hace no mucho, por ejemplo, vimos una apaluadida versión de "La casa de Bernarda Alba". Estuvo anunciado como "libreto de Julio Ramos basado en la obra original de...". Se decía que "estaba basado en" y quizá por eso nadie criticó que no estuvieran ahí las palabras de Federico García Lorca. Personalmente creo que la música de las palabras de Lorca es vital para disfrutar del poder de sus textos. Ahora esto se anuncia como "adaptación del libreto de...". Vamos, que avisan de que es una adaptación. ¿Cuál es la diferencia, que la de Julio Ramos  tenía más derecho que esta o que nos gustó y esta en cambio no? Si es cuestión de gustos, entonces no hay discusión posible. Cada uno tiene un gusto y cada uno recibe las cosas de una forma. Y sí, vale que en la Bernarda no se alteraba la trama, pero para mí, las palabras son tan importantes como lo que contienen y si hablamos de alterar, hablamos de alterar. Si no, es que hablamos de resultado. Y eso ya es subjetivo. Ah, y que quede claro que el trabajo de Julio Ramos me pareció fabuloso.       
En cualquier caso me parece una falta de respeto brutal hacia los que están sobre el escenario, trabajando. Todos los artistas que están sobre el escenario están trabajando y haciendo su trabajo lo mejor posible. Y no se les puede dinamitar de esta forma. El derecho a la protesta es incuestionable, pero en el momento y de la forma que hay que ejercerlo. El resto es barbarie. Y la culpa es de los políticos que han perdido el respeto y se han convertido en agitadores, de los medios de comunicación que viven del insulto y de los programas que se alimentan de la carroña. Hoy en día, el insulto y la violencia son habituales y parece que están legitimadas la agresión y la barbarie. Nadie discute que este espectáculo (o cualquier otro) pueda incluso ofenderte, pero ¿en serio ofende tantísimo como para no poder refrenar el impulso de montar un griterío así? Te juro que no me cabe en la cabeza. 
Desde los tiempos de "La torna" o del famoso "Teledeum" o del estreno de "La última tentación de Cristo" no se veía algo así. Deberíamos reflexionar. Ah, y los que gritan son los menos, lo que pasa es que suenan más. 
Hay quien pide responsabilidades, que alguien salga a dar explicaciones. La única explicación que se me ocurre está en el escenario. Esta es la versión concreta que se ha querido mostrar y su defensa es ella misma. El escenario habla. Como siempre. 
No sé qué tiene este género que hay una corriente que pide que no se toque nada. Que todo se haga y se siga haciendo exactamente igual que hace 80 años. No sólo a nivel de resultado sino de concepto. Y no entiendo por qué ese afán. Vale que el género reflejaba una forma de vida y un lenguaje concretos y que no se deberían olvidar. Pero meter la zarzuela en un bote con formol para conservarla intacta no es sano. Y es algo que sólo pasa con este género. Picasso pintó 56 variaciones de "Las meninas" y no borró el cuadro de Velázquez. Si te gustan esos 56 cuadros, vas a verlos. Y si prefieres el original, vas a ver el original y ya está, no acuchillas los cuadros de Picasso. Si es que no pasa nada. ¡Anda que no se hacen y se harán versiones de "Doña Francisquita"! Pues esta te la ahorras y ya está. 
Hace tiempo una señora cardada decía en un entreacto: "hasta esto nos quieren quitar". Ese sentido de la propiedad, de creer que hay cosas que se deben hacer como yo quiero, porque yo tengo más derechos sobre ello que tú es algo muy chungo. Y, señora, no se crea usted que ama más el género que nadie y por supuesto, no piense que le pertenece. La música es libertad y nadie es dueño ni de unas notas, ni del arte, ni de lo que provoca ni de cómo se debe hacer. 
Bueno, quizá le he dedicado demasiado tiempo a la polémica. A la polémica que ha surgido en un par de funciones, además. Pero las redes son tan incendiarias... y hay tanta gente a la que le gusta meter mierda... Porque quejarse es bueno, y estar en contra, inevitable, y ofenderte también. Y yo no digo nada de la gente a la que esta versión no le haya gustado, o le haya parecido horrorosa o infumable. Los gustos son los gustos. Pero de verdad que no me creo que lo que se ve en el escenario ofenda tantísimo como para tener que explotar y sucumbir al deseo irrefrenable de montar un pifostio. Es un espectáculo. Es diversión, es entretenimiento. Para las iras, sería mejor y más productivo ir justo a la vuelta, que ahí si se deciden cosas importantes. Esto sólo son tres horas de tu vida, a las que vas voluntariamente y ya está.            




 Así que por mi parte sólo puedo agradecer a La Zarzuela y a sus responsables por regalarnos un espectáculo a mi parecer redondo y que me hizo pasar una tarde divertidísima y de puro goce. Bravo.




 Las fotazas son de Javier del Real. Si hay algún inconveniente en que las utilice, por favor, comuníquemelo y las quitaré.





















       

 



 

1 comentario:

  1. Gracias David por mentar a la Rondalla Lírica de Madrid "Manuel Gil" que tengo el orgullo de dirigir, la gran olvidada en esta ocasión por la prensa clásica, en una plantilla orquestal en donde los instrumentos de plectro tienen un hueco importante. Inteligente e interesante tu defensa del espectáculo. Soy partidario de la modernización de los textos pero no cambiar totalmente la trama argumental. Para gustos los colores. Aún así reconozco que Lluis Pascual me ha divertido en algunos momentos de este montaje. Una reflexión: en la era de la realidad virtual, me pregunto si no se podrían conseguir escenarios maravillosos a golpe de ordenador. Hacer de Doña Francisquita o cualquier zarzuela un video juego donde el espectador "viajara" por las calles de Madrid, o por la huerta murciana o por una dehesa de la Extremadura acompañado de la maravillosa música correspondiente. Como músico, no puedo dejar de elogiar una y mil veces la lectura impecable que se ha hecho de la partitura, y probablemente la mejor intervención del Coro del Teatro de la Zarzuela en las últimas décadas.

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