sábado, 25 de mayo de 2019

"Los Remedios". Sala Exlímite.

El pasado es eso que nos imaginamos para poder soportar el presente y tener fuerzas para enfrentarnos la futuro.





Eso piensa Fernando Delgado-Hierro, ese manojo de inteligencia, creatividad, clarividencia y capacidad creadora.
Fernando se crió en el barrio sevillano de Los Remedios junto a su amigo Pablo. Como todos los espíritus que no caben en su cuerpo, Fernando necesitaba aire. Se marchó a Madrid, igual que Pablo y cada uno por su lado intentaron seguir. Pero para comprender su presente necesitaban perdonarse su pasado. Porque ser andaluz, sevillano, hombre, joven, guapo, de clase media y no sentir ni querer nada de lo que se supone que debes ser y querer es jodido. Pero juntos es más fácil. Siempre el cobijo de un AMIGO te da calorcito y te cuida. Juntos, ahora, años después, inician este viaje al pasado para intentar comprender por qué fue todo, por qué es todo ahora y por qué todo es y fue así.
Si consiguen llegar a un acuerdo con su pasado podrán comprenderse ahora, en el presente. Y perdonar. Y perdonarse. Y poder seguir. Y entender. Y para entender hay que repetir. Para despojar, limpiar y dejar en la esencia. Y asumir que todo está en el cuerpo, que lo llevas ahí y que ese gesto que hacía tu madre y que te ponía malo, lo llevas tú ahí. Y que te sale cuando lo has repetido... ¿cuántas veces?

Yo, la gente de mi edad, tuvimos que reconstruir nuestra infancia y nuestra juventud a base de recuerdos, de memoria y de un puñado de fotos en blanco y negro. Estos chicos, los que hoy mueven el mundo han tenido una infancia y una juventud 2.0. Tiene mil millones de vídeos, de fotos, de películas, de certezas digitales. Yo me inventé mi pasado en "B" para ajustar cuentas con él y perdonarme, pero Fernando y Pablo y la gente de su edad, que son los amos hoy en día, tienen que perdonar y ajustar cuentas con lo evidente, lo inapelable, lo digitalizado y lo palpable. Su pasado es implacable porque tienen mil pruebas de ello. Yo me lo inventé y lo hice, seguramente, como más me convenía para que me doliera menos o para que me doliera más. Ellos tienen su pasado en un disco duro. Ajustar cuentas con eso es duro de cojones. 



El textazo escrito por Fernando es magistral. Se pueden percibir fuentes de las que este cerebro privilegiado ha bebido y de las que ha sacado el máximo provecho desde sí mismo. Es el alumno ideal porque capta la esencia y la hace suya. Escribe desde su propia personalidad y consigue un texto divertido, duro, incisivo, curativo y demoledor. Y tanto él como Pablo Chaves exorcizan sus demonios (o eso nos hacen creer) con un despliegue de recursos A-CO-JO-NAN-TE. Los dos actores literalmente lo dan todo. Y no sólo es admirable esa generosidad sino que lo hacen desde el sitio perfecto, sabiendo a cada instante qué hacer, cómo y desde dónde. DOS PRODIGIOS.
Como prodigiosa es la dirección de Juan Ceacero, otro monstruo que últimamente está soltando todo su inmenso poder creativo con una certeza pasmosa. Toda la concepción global, la dramaturgia, es clara, amigable y empática. Ama lo que cuenta, ama a esos personajes y ama lo que quieren contarnos. Las transiciones vertiginosas y diabólicas le permiten un juego escénico perfecto y magistral
La sala Exlímite se cuelga la primera medalla por ser los primeros en regalarnos esta puta maravilla por la que se van a pegar ahora todos. Todo dios va a querer tener en su programación esta JOYA. BRAVO.
No sé, pero para alguien como yo, criado en el Valladolid de los ochenta y con ningún sentido de terruño... "Los Remedios" me tocó desde el minuto uno. Nunca me he sentido especialmente vallisoletano pese a haber vivido allí mis años decisivos y de tener a mis amigos más amados allí. Mis héroes eran los Comuneros y mi forma de ser es castellana, pero mi falta de sentido del terruño y mi nulo sentimiento de raíz es tan grande como mi debilidad por el vino de Pesquera.
Por eso con "Los Remedios" me dejé derretir desde el minuto uno. Porque el desarraigo, el no cumplir con lo esperado, el recomponer y perdonar para seguir y la necesidad de una liturgia desinfectante es universal. 
Gracias, Fernando, Pablo y Juan por regalarnos algo así. 


  AMO "LOS REMEDIOS"


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