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domingo, 21 de enero de 2018

Lo(r)ca. Nave 73

Barak Ben-David se metió hace un tiempo en un berenjenal de esos de los que es difícil salir airoso. A no ser que lo que hagas sea destripar los textos de Lorca, exprimirlos, quitarles capas, ponérselas, cambiárselas, entrelazarlas, ponerles pantalón y dotarles de una perspectiva nueva, rica y colorida.
Es obvio que los personajes femeninos de Federico corresponden a una época concreta y que su dimensión dramática es profunda si los sitúas en su momento y lugar. No es lo mismo lo que podría sentir una mujer que no consigue quedarse embarazada en los años 30 que ahora. Ni por supuesto, es igual que lo que puede sentir un hombre HOY por no poder adoptar un hijo. La llamada de la naturaleza es brutal. Y Barak ha conseguido trasladar los dramas y mogollones de varias mujeres lorquianas (palabra que cada vez da más repelús) a los cuerpos y mentes de hombres. De hombres de hoy en día. Y funciona. Vamos, no es que funciona sino que consigue dotar a esos textos de una dimensión bestial y coherente sin que eches en falta nada. Los dramas humanos son dramas humanos y todos los seres somos iguales en lo que sentimos. Al menos en nuestra potencia para sentir. 



Por eso mismo Adela, Martirio, la novia, Doña Rosita o Yerma pueden ser y de hecho SON hombres y no sólo no rechina nada sino que abre horizontes. Y los horizontes siempre son buenos.
Hombres sufriendo los dolores de las mujeres de Federico. Y hombres gays. España es afortunada. Vivimos en una sociedad bastante avanzada en el tema de la normalización de las opciones. Con todo y con eso, somos muy modernis pero sigue habiendo agresiones a todas horas. Nazis, descerebrado, machirulos y peña con necesidad de tenerla mas grande que los demás. Ni te cuento en el resto del mundo, en países muy cercanos, en África, en Asia, o en pueblos pequeños de nuestra querida y remacha piel de toro. Otra dimensión más a añadir a las que tiene este espectáculo.    

El punto de partida de este montaje según yo lo sentí, es el respeto, la honestidad  y el riesgo. Respeto por Federico, por sus palabras y por su intención. Honestidad al plantear un universo distinto e igualmente sincero, doloroso y profundo que el que supuestamente planteaba Federico. Se me ocurre una cosa: ¿si no hubieran asesinado a Federico, habría representado alguna vez sus obras interpretadas por actores, por hombres? Yo me juego un brazo a que sí. Porque es evidente que los dramones que viven sus personajes son universales, no tienen género ni sexo. Y riesgo al adueñarse de unos textos "sagrados" (si queréis podéis leer AQUÍ mis reflexiones sobre Lorca y "lo esperado") y hacer con ellos los que Lorca habría hecho. Directamente apropiarse de ellos, despojarlos de mitos y pudores y llevarlos al sitio donde para ti tienen sentido. 

Visualmente la propuesta es vigorosa, con una iluminación fabulosa y un movimiento escénico brillante. La dramaturgia funciona a la perfección: tanto el texto en sí tal y como está remozado, removido, remezclado y transitado como su concepción escénica son sólidas y muy, muy emocionantes. El ritmo está perfectamente medido y el drama avanza con paso firme incluso con los intermedios desoladores. Doña Rosita navega como si de un despojo humano se tratase, de un lado para otro, buscando su sitio. Y su sitio es todos.

El ramillete de actores que dan vida a estos hombres es de ensueño. 
Raúl Pulido, Jorge Gonzalo, Javier Prieto y un inconmensurable Juan Caballero reviven las palabras de Rosita, de Adela, de la novia, de Yerma, de Martirio... Los cuatro son guapos de caerte de espaldas, bellos y atractivos, simpáticos y empáticos. Circulan del odio al dolor, a la luna, a la risa, al gozo y a la muerte con naturalidad y un desparpajo asombrosos. Son jóvenes, bellos y llenos de solidez en escena. Son pesos pesados y seguros. Personalmente, y por sacar punta, destacaría a Jorge Gonzalo por dar vida a las palabras de Rosita. Quizá el personaje más difícil de encajar en este entramado. Y Jorge logra revivir unas de las más bellas palabras escritas jamás como si nacieran de una necesidad. 
Y Juan Caballero. De Juan llevo tiempo diciendo que es de los mejores actores de su tiempo. Haga lo que haga ves en escena a seres vivos. Juan no fabrica emociones ni las busca, sino que deja que nazcan. Mira a sus compañeros y abre los poros. Por ahí le entran las emociones que le mueven y que dan vida a sus palabras. Nada es fingido, todo en Juan es real, actual, vivo y necesario. Por eso viaja de Martirio a Yerma como si tal cosa.



En definitiva, un espectáculo vivo, vigoroso y doliente. Una gran dramaturgia, una dirección brillante, iluminada, vestida y con unas imágenes fabulosas y con un puñado de actorazos prodigiosos que consiguen que revivan las tragedias de estos personajes como si de forma natural fueran masculinos. Y es que a lo mejor lo eran. O lo son. O lo serán.         

sábado, 7 de marzo de 2015

Silenciados. DT Espacio.

¿Es bueno ir al teatro a ver algo panfletario? Por supuesto que sí. ¿"Silenciados" lo es? Por supuesto que sí. ¿Es una pena que lo sea? Por supuesto que también. 
Porque es una pena que en pleno siglo XXI, haya que seguir haciendo este tipo de espectáculos. Porque es una pena que en pleno siglo XXI sigan tirando a gente al vacío por vivir su vida. Porque es una pena que en pleno siglo XXI se siga considerando la diferencia como motivo para matar, torturar, herir, martirizar, degradar, mutilar o sencillamente MARCAR al otro sólo porque viva de forma diferente. 
En este caso la discriminación viene por la vida sexual de los implicados. Fíjate tú. La vida sexual, como si uno pudiera elegir qué le excita. Hace poco he leído por ahí: "La sexualidad no la eliges. La descubres" . Pues eso, no me voy a poner ahora a defender que el mar sea azul, que el fuego queme o que llueva hacia abajo. Lo evidente y lo irrefutable no merece mayor defensa. Cada uno vive su vida sexual como le da la gana. Punto. Por eso es horriblemente cruel que un ser humano degrade a otro o torture a otro, o mate a otro sólo por vivir su sexualidad como la siente. 
En ese compromiso político que tiene cualquier obra de teatro, Sudhum decidió hace ocho años poner en escena las historias de cinco seres perseguidos por vivir su sexualidad. Desgraciadamente, ocho años después, siguen representando "Silenciados" y lo peor de todo es que sigue siendo de total actualidad. Y peor aún, lo seguirá siendo si no ponemos remedio. Si no nos damos cuenta de una puta vez de que la vida de cada uno es tan "sagrada" que nuestra única obligación como seres humanos es la de protegerla, cuidarla y respetarla. La de cualquiera. 




El espectáculo, escrito y dirigido por Gustavo del Río Prieto nos cuenta las historias de cinco seres humanos sacrificados por sentir. Cinco seres que surgen de debajo de un plástico como si fueran casi cinco cadáveres escapándose del depósito para contarnos sus historias. Juan Caballero, una debilidad personal, un hiperdotado en hacer creíble y cercano cualquier papel que interprete es el prisionero 1895 de Aushwich. Enrique Gimeno es Octavio Acuña, un activista mejicano asesinado en 2004, Gustavo del Río es Jesús Prieto, asesinado por "motivos religiosos", Jonatan Fernández es Paulina, transexual guatemalteca asesinada por... transexual guatemalteca y Nicolás Gaude es Mateo Rodríguez, víctima de bullying y también muerto. Todos y cada uno de los actores se dejan la piel, los huevos, las babas y media vida en cada representación. Entregan todo lo que son y todo lo que tienen y eso traspasa. Y llega. Y estremece. Y duele. Cinco actorazos a los que sólo se puede admirar contando cinco historias crueles, duras, salvajes e injustas. Tanto que darían hasta risa si no fueran reales. 

La puesta en escena es elegante, dura, imaginativa, dinámica y muy, muy comprometida. La imagen de los cinco elementos es tan poderosa como la de los cinco actores. Quizá si peca de algo sea de que las cinco historias repiten un poco un esquema parecido y el efecto se va diluyendo un pelín. Aunque por otro lado el que todas las historias sean parecidas sólo refleja que esto no ha cambiado y que es igual en cualquier época y lugar del mundo. Tarados y enfermos hay en todas partes. Ahora mismo, en los telediarios están estos que tiran a gente desde las azoteas y que parecen sacados de la Edad Media y que se creen salvadores de una sociedad que se pudre por lo que cada uno hace en la intimidad de su cama. 




Teatro desgraciadamente necesario que debería ser de visión obligada para TODO ser humano. A ver si de una jodía vez nos damos cuenta de que no hay nada más bonito y azul que la libertad. Libertad para que cada uno haga lo que sienta, respete al de al lado y construya un mundo con el color del arco iris, el único arco que tiene todos los colores y los tiene en armonía.          

miércoles, 8 de octubre de 2014

39 Defaults. Guindalera.

El texto originariamente escrito en inglés de de Mar Gómez Glez se estrenó en Nueva York en 2011. Desde entonces ha recorrido varios locales emblemáticos de Washington y Nueva York y ahora recala en Gindalera, de la mano de 39 productions como compañía invitada. Dirige Laura Madera. Olivier Pontini ha creado la música y Ana Adams y Juan Caballero dan vida a Ricard y a Liz, un activista y una... bueno, mejor me callo. 
Es jodido hablar de esta función sin contar de qué va, y si uno cuenta de qué va, se la carga, así que... a ver qué me sale.
Es texto parece que viene precedido de una buena acogida y de cierta "fama", según cuentan es casi un texto "de culto". Y para mi gusto, está bien, es muy interesante, tiene un tono fresquito muy cercano y te acerca sin querer a lo que te está contando sin falsas poses ni trucos más o menos encubiertos. Es lo que es. Dos jóvenes suben al apartamento de la chica. Ella parece empeñada en emborracharle. Él pasa de beber, sabe que le sienta mal. El presume y de hecho por eso está en NY, de ser un activista que ha estafado a varios bancos para demostrar que el sistema no funciona. En su delito está a justificación. No lo ha hecho para robar la pasta, no, lo ha hecho para demostrar que los bancos mienten y roban y que robar a un ladrón puede ser bueno. Ella sin embargo... recibe llamadas misteriosas y sabemos poca de ella. Poco a poco, la confianza y el buen rollo del comienzo se van convirtiendo en desconfianza, mal rollo, persecución y miradas de soslayo. ¿El delito que él comete se puede llegar a justificar? ¿Y otras cosas se justificarían igual? ¿Un delito deja de serlo si su intención en buena? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuánto? ¿Cuánto hay que estafar para que lo que era bueno empiece a ser malo? Todas estas diatribas se llevan adelante con un texto como digo fresquito, natural pero de verdad y sin ninguna estridencia. Así poco a poco va calando en el espectador y al final de la representación, el debate está abierto. Es un texto que plantea. Platea muchas movidas, muchas dudas y muchas cicatrices abiertas. La dignidad y el delito. La moral y la legalidad. Lo éticamente bueno y lo moralmente malo. 




Laura Madera maneja bien sus armas de directora y sin grandes trucos consigue trasladarnos su inquietud y su punto de vista estético. El ético nos lo deja para nosotros. Juan Caballero vuelve a demostrar que es el prototipo de joven del siglo XXI. Está tan natural, perfecto, simpático y cercano como siempre (menos en "Yernos que aman" donde no está lo que se dice "simpático", jeje). Dan ganas de saltar y darle un achuchón. Ana Adams está bien como neoyorquina acogotada por la situación. 
Espectáculo más que recomendable que todo el mundo debería ver. Aparte de que aquí, en este país también se va a convertir en texto de culto de aquí a nada. Fijo.    

miércoles, 2 de julio de 2014

Yernos que aman. La pensión de las pulgas.

Un cupcake en el fondo no es más que una magdalena de toda la vida pero con costra de colorines. Y una vida enferma, por muy decorada que esté, es una vida enferma.
Este es el segundo espectáculo que veo de Abel Zamora y debo confesar que ha ganado muchísimos putos conmigo con este segundo. Y no es que el primero no me gustara, pero me dejó un poco bluf.
Pero ahora de lo que se trata es de hablar de "Yernos que aman", no de otras obras, así que... al lío.

SPOILER


Retrato de familia revenía y desestructurada en la que el poder lo tienen casi tanto las ausencias como las presencias. La ausencia del padre provocó que en su momento la madre huyera y ahora haya vuelto envuelta en ansias de cubrir las necesidades de todos menos las suyas propias. No deja de ofrecer un cafetito, o una mandarina, o un bocadillito, aunque no tengas hambre. Que no te falte de nada, que bastante te ha faltado hasta ahora. Esa Mamen García se siente culpable por no haber estado. La ausencia del padre queha marcado su vida. Y su deseo de amar, o de ser querida. Ausencia de auto estima es la que siempre ha tenido esa pobre María Maroto, carente de personalidad, amor propio, dignidad... aunque sea la única que tiene un hada madrina. Ausencia de escrúpulos de Juan Caballero, asqueroso hijoputa sin redención posible. Aunque igual la suya sólo sea una forma diferente de amar. O de calentarse. A saber. Claro que esa crueldad está bastante alejada del amor. O no. Ausencia de horizonte y de sentimientos la de Mentxu Romero, tiranizada, cabreada con el mundo menos con su ogro particular, ausente de humanidad y de sentimientos. Incapaz de llorar la muerte de su hermano. Ausencia la de Marta Belenguer. De respeto, de amor, de confianza, de humanidad. Incapaz de aceptar un fracaso, patea la pierna del ser al que culpabiliza de todos sus males, un ser indefenso y falto de dignidad, sí, pero más honrado. Ausencia gorda la de Abel Zamora. Él es el yerno y ha perdido a su amor. Se le ha muerto su enamorado, la razón de vivir. No soporta su ausencia, aunque su "presencia" sea... algo más que cruel. 



El tremendo daño que provocan las ausencias en absolutamente todos los personajes no es nada comparado con el daño que provocan las presencias. Todos ellos tiene a alguien al lado o cerca que les destroza la vida y les hiere más que las ausencias torturadoras que cada uno sufre. Aunque sea "por amor".
Todos los actores están fantásticos. Cada uno con su registro y en su parcela están magistrales. Mención especial para Juan Caballero, un todoterreno que lo mismo te salta de un coche en el que recoge a una autoestopista a una pelu o a Génova y siempre parece que es su hábitat natural. Es acojonante la facilidad con la que cambia de registro este portento de actorazo. Por no hablar del mazazo que te provoca tras ese golpe en la mesa, cuando aparece su verdadero "yo". Bestial. David Matarín está pa comértelo, pero claro, tiene el papel bombón. A Mentxu Romero en cambio, la vuelvo a ver metida en unos vericuetos emocionales  en los que no la veo cómoda. Se esfuerza por llorar, pero no es orgánico lo que le sale. Me temo que va tener que seguir buscando. Que quede claro que no cuestiono su inmensa capacidad como actriz, ni mucho menos, pero para mi gusto, los directores la meten en terrenos emocionalmente muy densos pero es como si la dejaran sin herramientas. La teoría esta clara, pero no termina de dar con los recursos para hacer de esos torbellinos algo realmente integrado.



Y el gran mago de toda la función es el autor, director y actor Abel Zamora. Claro, como es el que manda, se da el gusto de montarse su momentazo con banda sonora y coreografía. Olé. Y muy bien que hace, ya te digo, yo haría lo mismo. Se merece el momentazo por ser el artífice de que todo este embrollo que bordea el esperpento en todo momento, se quede ahí, justo en el límite del abismo. En el punto ideal para hacer de esta función un gustazo para TODOS los sentidos. Bravo, bravo y bravo. La única objeción que le pondría a su trabajo es que tiende a volverse un poco espeso en algunos momentos. Vamos a ver, estamos ante una familia casi "almodovariana", incluso con citas, referencias y golpes que quizá de forma un poco pretendida, mantienen este dramón en un punto de irrealidad interesante. Pero tiende sin embargo a volverse dramático y transcendente y ahí, al cambiar el registro, se diluye un pelín. Elegir el sitio desde el que se quieren contar las cosas es tan importante como las propias cosas que se quieren contar. Y dominar el cambio de registro sobre la marcha es muy, pero que muy jodido.Y mantener el interés durante casi dos horas con esa mezcla de tonos, registros, distancias, puntos de vista e incluso de estéticas... más jodido todavía.

lunes, 16 de junio de 2014

Lavar, marcar y enterrar, historias de una peluquera en serie. Peluquería Corta Cabeza.

Juanma F. Pina escribe y dirige esta "comedia de balas, calaveras y pelucas" con una gracia, un salero y un humor negro negrísimo. Y encima lo han estado representando hasta ahora en una pelu real de la Corredera. Es como el colmo del Off. O en este caso, es rizar el rizo del Off. Contarte la historia de una pelu desde la propia pelu te hace sentir más voyeur y más espía que nunca, casi parece uno un espíritu de los que habitan la peluquería y ponen en marcha los secadores. Mola todo verte la función dentro de la pelu y sentado en un sillón de barbero, no me digas que no.
La historia... sin caer en spoilers, viene a ser más o menos algo así como: pareja de atracadores aficionados entran en pelu histórica y se topan con la dueña (señora más histórica aún que la pelu) y con su ayudante (señor más histérico que la peluquera y que los atracadores juntos). Y comienza el lío. O el enredo. O el vodevil. O casi, si me apuras, la peli de la Ealing. Porque el toque clásico de comedia negra negrísima que tiene es Ealing total. ¿Que no? 



Nada es lo que parece. Ni la propia peluquería, ni la peluquera, ni los atracadores, ni ese ayudante. Y aunque quizá todo peque un pelín de previsible, mantiene el interés gracias ya los diálogos brillantes y a unos actores más brillantes aún. 



Los atracadores de traca son Juan Caballero (el perejil del Off, que está en más proyectos que nadie) y Danai Querol (lo mejor junto con el gran Jesús Noguero de aquellas "Bodas de sangre" de hace na en el Valle Inclán). Mira que los dos son buenos, porque son muy buenos (y majos y guapos, y de tó) pero quizá les haya tocado la parte "seria" de la función. El tono que ambos tiene es quizá demasiado serio comparado con sus compis. Así está marcado y creo que no ayuda. hay demasiado contraste. Cuando los atracadores (los personajes, no los actores) se despendolan están mejor, más acordes con el tono descacharrante que es el que domina. Olga Hueso y Mario Alberto Díez están fantásticos. Te meas con ellos y se llevan el foco de la función, insisto, aunque sus compis están igual de bien aunque les toquen los roles más deslucidos. 



Así que cuatro actorazos, en una historia con altibajos en su tono, en el punto de vista elegido, en el sitio desde el que nos cuentan lo que ocurre y que hace que tanto los actores como el público estemos un poco pacá pallá en cuanto a complicidad. 
Pero vamos, que este espectáculo está siendo un bombazo, es el descubrimiento de la temporada y con razón. No hay que perdérselo. Te meas, gozas con los actores, los diálogos en general son brillantes y los altibajos de tono se suplen con el arrrrrte que tienen los cuatro protas para llevarte carcajada en mano a donde quieren. Y ya veréis pero este montaje va a ser el típico que todo el mundo te va a preguntar: ¿has visto ya "lavar, marcar y enterrar"? Eso si no lo es ya.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Autostop. Teatro Lara.





Jugar con fuego es peligroso. Mola, te ríes, te da cosilla arrimar le hocico al peligro. Y luego casi siempre te cagas un su puta madre por no haber parado a tiempo. Es el morbo del riesgo. Empiezas, ves que va bien la cosa, y sigues, te animas un poco más y como veas o creas que no pasa nada, que sigues a salvo, te arrimas un poco más al abismo, y luego un poco más y lo más fácil es que acabes escoñándote montaña abajo.
Y si juegas a ser otro, ya ni te cuento. El fracaso está asegurado. Y si eres una churri bastante pava o un intento de macho alfa (por los cojones) no es que tengas asegurado el fracaso, sino el drama.
Dana y Jupe (el pobre no puede ni fardar de llevar el nombre de un planeta sino de un personaje de unos libros que todos leímos y ninguno recordamos) son un poco sosos. Él va de sietemachos pero en el fondo no tiene ni media hostia. Ella es pava como ella sola, mamá la tiene abrasada y está de viaje con su novio o marido (ambos llevan anillo, aunque casi que da igual) y lleva la blusa abrochada hasta arriba, no sea que...




No sé si entonces comienza el juego o si el juego ya viene empezado, pero en ese momento sí que dan un paso más allá y empiezan a jugar con tentaciones, provocaciones, retos, juegos crueles y torturantes que les llevarán al final que ves venir desde el minuto tres de la función. Pero lo que importa no es tanto ese desenlace final (sin duda lo mejor de todo la función) sino el proceso de juego cruel que les lleva a terminar como terminan, desnudando su cuerpo y su alma y enfrentándose casi a sus peores pesadillas, al descontrol, en un ritual casi digno de Haneke o de Chabrol. Lo más cruel viene de ellos mismos, porque poco antes ellos mismos han dicho "siempre se desea en futuro" o algo así. Y "...cuando te haces mayor, los deseos dejan de cumplirse, pero se quedan ahí parados, en autostop" (cito de memoria, no son las palabras exactas, aunque más o menos entendí eso). ¿Es eso lo que han deseado? ¿Es ese final el deseo que han tenido y que les ha esperado parado, en autostop? ¿Es peligroso desear algo, por si acaso se acaba cumpliendo? ¿Contaban con esto cuando empezaron a jugar? 




Eso si, aunque estos planteamientos inquietantes son brotes geniales en este texto, en mi opinión se difuminan un poco por lo excesivamente larga que es la primera parte. La parte digamos más puramente de "juego" tiene altibajos y se hace un poco reiterativa y hasta lenta. Quizá centrando un poco el mogollón y exprimiendo un poco más menos escenas habríamos llegado a ese final apoteósico y casi apocalíptico. Durante la primera parte, el interés va y viene. No ayuda una dirección quizá demasiado tímida. A pesar de lo bruto del texto y de la situación, dejan a los actores demasiado vendidos en actitudes algo forzadas y poco intensas. No ayuda el tener que moverse en ese espacio tan reducido (hay otros decorados montados y no se puede mover, hay que apañarse, es lo que hay). Bueno, yo es que además veía claramente tres opciones estilísticas distintas. El primer acto, casi te diría que es de comic (quizá no tanto como en "Arizona" de Juan Carlos Rubio), el segundo, con Irina por ahí calentando sin querer el cotarro me pedía un toque casi de David Lynch, y el tercero, una explosión oscura casi tenebrista. Pero claro, esa es mi visión, el director tiene otra y es de lejos, mucho mejor que la mía. Lo primero porque para eso es el director y lo segundo porque él es el que sabe. Pero sí creo que algo más de juego escénico habría ayudado a marcar mejor la evolución y a dar más dinamismo e interés a toda la primera parte. Igual que pienso que, a pesar de la valentía de los dos actores (y no lo digo solo por despelotarse y revolcarse por ahí carne en ristre, que evidentemente también) al despelotar su alma, Mentxu Romero, debería jugar más, soltarse más, la noto encogida, recatada, poco juguetona, poco descarada, y me cuesta más creerme su explosión. Aún así insisto, está valiente, entregada y muy pero que muy bien. Pero es que Juan Caballero es sobrehumano. Magistral como ese chuloputas repelente, como ligón frágil de medio pelo y como serial killer. Me encantó, no puedo ponerle ni una pega, magistral, fabuloso, me vuelve loco. ¡¡¡Y encima he visto que hizo arte dramático en Valladolid, como yo, y que ha trabajado con mis amigos de Azar Teatro!!!!!  Le quiero poner un monumento, aunque por ahora, otro más que va a saco de mis mitos adorados.
Ah, eso sí, yo quiero saber dónde conseguir unas botas y un cinturón como los suyos, y por diossss, cuando redecore mi casa, quiero que se encargue Alberto Puraenvidia, porque cada cosa que toca...   

Bueno, y por supuesto, sobra decir que Carlos B ha dado, da y dará muchísimo que hablar en el mundo de la cultura española, porque tanto genio dentro no se puede aguantar.