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lunes, 9 de mayo de 2016

Mis cosas preferidas. La pensión de las pulgas.

He tenido la suerte a lo largo y ancho de mi vida de ver a las más grandes en escena. Bueno, desgraciadamente sólo a muchas de ellas. Nuria Espert, María Jesús Valdés, Hellen Mirren, María Fernanda D'Ocon, Judi Dench, Cate Blanchett, Blanca Portillo, Rosa María Sardá, Glenn Close... y al mas grande de los grandes del mundo mundial, Alfredo Alcón. Bueno, pues el otro día rematé mi casting viendo a un portento de actriz llamada Valeria Giorcelli. Primer puntazo. 



El segundo puntazo es el texto creado por Macarena García Lenzi y dirigido por ella misma. 
La acción nos presenta a Brenda. Está en casa. Sola. Se ha puesto un vestido elegante aunque pasado de moda. Parece la nieta de la señora Havisham. Ah, claro, está esperando visita. Esa tarde ha reunido a sus amigas de juventud para tomar el té y reencontrarse tras muchos años. Al menos Brenda no ha visto a sus amigas en muchos años. Poco a poco van llegando Laura, Ana Clara y Celina. Las cuatro están sentadas alrededor de una mesita, enfrente tienen el té, una bandejita con trufas de coco y muchos años de recuerdos. Lo que podría ser una reunión de antiguos amigos se convertirá en algo muy distinto según van pasando los minutos.



El texto de Macarena García Lenzi es un prodigio de mesura, de sentido de la progresión, de tensión, de dosificación, de dulzura y de desolación. Hurga en lo más profundo de una mente enferma y saca de ahí oro puro renunciando al merengue y entresacando una naturalidad herida y un dolor del del alma. Del que duele de verdad, del que descoloca, del que aniquila. Lo que comienza siendo una merienda; friki pero una merienda se irá convirtiendo poco a poco en un descenso a la mina de la enfermedad, a la oscuridad de la sinrazón, a los hechos inexplicables y a los recuerdos infectados que sin embargo han mantenido viva a Brenda, porque sin esos recuerdos, sin esas amigas y sin esas envidias, hace tiempo que ni siquiera estaría aquí. Si es que está aquí. Brenda recuerda lo que quiere como congelado en el tiempo y otras cosas, como si hubieran evolucionado como a ella le hubiera gustado. Se ha creado un mundo ajeno rico, peliculero, melodramático y perfectamente posible. La gorda de clase que acaba siendo modelo, la envidiada cuyo marido se pegó cientos de tiros en la sien, y la robanovios eternamente embarazada. Todas unos bichos, todas sonrientes, todas grititos histéricos, todas al borde, como Carrie y todas vivitas y coleando. 
Viven porque ese prodigio de actriz que es Valeria Giorcelli consigue dotar de carne y hueso a las cuatro amigas. El trabajo de Valeria es minucioso, valiente, divertido, terrorífico y espeluznante. Tanto que te hace pensar...si realmente está mujer está bien de la cabeza, jajjaja. No hay palabras para definir su trabajo, consigue hacer exactamente lo que haría una actriz sublime si tuviera delante a tres compañeras. Consigue mirar, ver, escuchar, dar vida y hasta palabra a sus tres compañeras. Logra incluso que sientas las respiraciones de todas ellas. La forma de mirarlas, de escucharlas, de sentirlas, de reaccionar lo que le dicen, de moverse, de transformarse, de mutar y de romperse justo como si ellas estuvieran ahí. Si ya es difícil hacer lo que ella hace teniendo a tres actrices delante, conseguir ese nivel de implicación emocional frente a tres sillas es sobrehumano. 



Si el texto es fabuloso y un arma cargada de dureza dentro de su simplicidad, la interpretación de Valeria es una de esas interpretaciones históricas y de una perfección en cada detalle y en cada mirada que se te quedan clavadas en el alma. Lo que hace esta mujer no es normal. Y entre las dos consiguen que en una horita escasa salgas con la sensación de haberte tragado sin querer una trufa de coco más que envenenada.                

miércoles, 6 de abril de 2016

Home. La pensión de las pulgas.

Que la danza es una de las disciplinas más sacrificadas, desagradecidas, sufridas y desconocidas de las artes escénicas es una triste realidad. Lo he dicho mil veces y desgraciadamente habrá que seguir repitiéndolo, sobre todo tras ver a cuatro chavales tentados por la fama efímera que dan tres volteretas en la caja tonta y pretenden llamar a eso que hacen "danza". No me jodas.
Porque sea vistoso, porque te de la sensación de que los bailarines se divierten y porque gracias a horas y horas y horas y años y años y años de preparación los profesionales consigan transmitir que las salvajadas que hacen son fáciles no significa que lo pueda hacer cualquiera. Hacer que parezca fácil y natural una técnico que lleva años y años de preparación y un aprendizaje y proyección continuos no es porque sea fácil, sino porque a base de sacrificio se ha convertido en virtuosismo. Y el virtuosismo consiste en hacer que parezcan fáciles cosas sobrehumanas. Un respeto, por favor.




José Martet llevó la danza a "La casa de la portera" hace tiempo y le prestó su espacio minúsculo a ese genio estratosférico que es Chevi Muraday y este genio nos regaló "Cenizas" por ejemplo. Ahora el reto llega hasta la Compañía Nacional de Danza. Casi nada.
José Carlos Martínez, director (espero que por muchos años) de la CND, acepta el reto y, en mi opinión aprovecha para atacar por varios frentes. Por un lado les de la oportunidad a los bailarines de la Compañía de que desarrollen sus inquietudes y creen sus propias coreografías (ya hemos visto algún ejemplo más en Matadero, por ejemplo). Un bailarín, aparte de ejecutante debe ser creador y aquí desarrollan su lado creativo aparte del activo. Primer mérito. Pero además saca la danza del "gueto" de los teatros. A ver, ver danza en un teatro es un rito, es una maravilla y es, a veces, casi una eucaristía y es inevitable que para ver una maravilla como "Carmen" o como el "Quijote" que acaban de hacer haya que ir a un teatro. Es así y así tiene que ser. Pero dejar la danza anclada a un escenario es como intentar ponerle fronteras al mar. La danza es una expresión creativa, un impulso natural e inevitable del ser humano y no le hace ningún bien conservarlo como algo elitista, o para entendidos, o para gente con pasta o para apolillados. La danza es una necesidad que se tiene y se puede desarrollar en cualquier sitio. Exactamente igual que el teatro. Porque nace del mismo sitio y de la misma necesidad. Y que Martínez saque la danza de los santuarios y la ponga a medio metro de tu jeta es lo mejor que se puede hacer por la danza. La danza en los teatros es una cuestión de lógica y la danza en cualquier espacio es una cuestión de salud.
Elisabet Biosca y Agnès López son las principales responsables de este "Home", aunque en el programa avisan de que han trabajado en colaboración con sus compañeros de aventura Mattia Russo, Aleix Mañé, Mar Aguiló, Antonio de Rosa e Isaac Montllor, "Home" no es que sea una pieza de orfebrería por todo lo que he dicho antes sobre la danza y el compromiso. Bueno, lo es por eso, pero también por lo que es y por cómo es como espectáculo. Porque "Home" es una puta maravilla.



"Home" no es "House". Hogar no es casa. "Home" es donde uno se recoge cuando necesita calorcito, es refugio y es rincón acogedor, es amor y es pareja, pero es soledad, es abandono, es juguete roto y es salvación. Y "Home" es cualquier familia. Familia de la del siglo XXI, por fin. Hoy existen tantos modelos de familia como individuos hay en el mundo. Dos, tres, uno, una, cuatro, o doce. Y "Home" nos lleva a sitios calentitos casi todos.
Se va a cocinar algo, una receta curiosa que nos va a llevar por sitios cómodos algunos e incómodos otros. Como los seres humanos y sus relaciones. Entramos y bajo la música de Nino Rota comienza el desfile. "Amarcord" tuvo un título entre paréntesis, "mis recuerdos". Y esos recuerdos pueden ser perfectamente los de una saga que quizá empiece con esa pareja mal avenida, siga con el juguete roto abandonado en su día, continúe con una pareja de hombres en la coreografía más sexual y caliente que he visto en años y acabe con la cena de familia sin familia. Todo un prodigio tanto de planteamiento como de desarrollo. Mil enhorabuenas a Agnes y a Elisabet.  



El elenco... glorioso. No voy a hablar de su virtuosismo técnico porque es obvio y evidente. Aleix Mañé abre y cierra con gracia, humor y complicidad. Mar Aguiló te destroza el alma literalmente con ese juguete roto que descompone ante tus morros mientras convierte sus manos en dos instrumentos de lamento psicológico. Esas manos me dejaron machacado. Mattia Russo y Antonio de Rosa se bailan el dúo de amor más precioso de la historia. Necesidad, olvido, apoyo, dependencia y complicidad bajo las notas del "Nunca jamás" de Javier Solís. De no querer que amanezca. Elisabet se marca la pieza de la embarazada con una mezcla de delicadeza, soledad, pasión y abismo que te hiela. El número final tortilla en mano es de antología de la danza. Los hermanos Marx alrededor de una mesa. Genial y consiguiendo dibujar una sonrisa en tu alma herida.
Y luego está el numerazo del sofá, con Agnes y ese ser sobrehumano que es Isaac Montllor. Querer definir este dúo es como intentar definir un amanecer, la sonrisa de un bebé o un abrazo cuando estás roto. Es celeste, es mágico, es una cuchilla, es una rosa y es un pez luna. Sé que sus compis me van a perdonar, pero hay veces en las que encuentras a gente que te producen cortocircuitos emocionales. Desde la primera vez que vi a Isaac bailar me quedé embrujado. hay una conexión especial entre su forma de hacer y mi forma de entender el mundo. O yo qué sé. Pero cada mirada, cada gesto, cada movimiento, cada espasmo y cada respiración se me clavan directamente en mi centro. Hay gente con la que tengo esa conexión extraña que no sé cómo llamarla pero que hace que su forma y nivel expresivo sea exactamente le que mi mente y mi naturaleza necesita para vivir. Y el dúo de Isaac con Agnes es en sí mismo una razón para vivir.




Si hasta hoy había razones más que sobradas para rendirnos a los pies de José Carlos Martínez y de sus prodigiosos intérpretes, después de ver "Home" la adoración y la admiración han traspasado las fronteras del infinito y al menos en mí, se han desbocado como locas. A ver ahora esto cómo lo quemo yo...
       

domingo, 28 de febrero de 2016

Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez. La pensión de las pulgas.

"El plan" se llevó el premio al mejor espectáculo teatral en los galardones organizados por la revista Godoff. A mí me había flipado, me lo pasé en grande y sin duda me pareció uno de los mejores trabajos de 2015. No me gustó tanto "Dignidad", pero es que este "Pequeño catálogo..." no me ha gustado en absoluto. 
Cuatro piezas y una introducción. Supuestamente uno de los secretos es ir descubriendo poco a poco que los personajes son los mismos o están directamente relacionados con los personajes de las otras historias. Aparte de eso, en mi opinión lo que vemos es una serie de tópicos y lugares comunes o sabidos rodeados de buenrollismo y azúcar blanca, morena, de caña y edulcorantes varios. Como en la escena entre Ander y Blanca. Todo es buen rollo, almíbar en medio de una situación que dramáticamente no se sostiene y que sólo se basa en tópicos, personajes endulzados a los que sólo les falta una banda sonora de peli de Mercero. La escena de la barbería también es tópica y típica. Cliché tras cliché y personajes pasados, estereotipados y planos.



Escénicamente además los actores se encuentran en situaciones comprometidas, como Miriam Montilla recreando a la madre andaluza con "acento" de un hijo de su edad y teniendo que inventarse cómo pasar de estar recogiendo unos platos a pelar unas mandarinas así porque sí.  
Yo lo siento, cuando descubrí a Ignasi Vidal pensé que iba a ser una revolución en mí, pero en este "catálogo" se me ha desinflado por completo. Sinceramente (y puedo estar totalmente equivocado,  claro, todo es cuestión de opiniones y de gustos) creo que no todo lo que sale de una pluma es bueno. O uno es un genio absoluto y produce genialidades una tras otra, o para escribir textos buenos, lleva su tiempo. Y no todo lo que se te ocurre es bueno o tiene por qué tener la chispa suficiente. En este caso y en mi única y estricta opinión, el texto de Vidal no llega a lo que pretende y no emociona, ni toca, ni roza. Y los golpes de efecto con los que intenta descolocar se quedan en eso, en un intento. 
Espero que Ignasi Vidal recupere el duende que tenía, al menos conmigo y vuelva a escribir textos realmente importantes porque si fue capaz de crear "El plan" es alguien que merece la pena tener como referencia.          

jueves, 24 de septiembre de 2015

El ojo de la aguja. La pensión de las pulgas.

El mismo equipo que hace unos meses adaptó "Las amargas lágrimas de Petra Von Kant" para La casa de la portera repite fórmula en La pensión de las pulgas con esta adaptación de "La señorita Julia", seguramente la mejor o más conocida obra de Strindberg. Desgraciadamente, en mi opinión, el resultado de "Petra" dista bastante del resultado final de esta otra versión, "El ojo de la aguja". 



En primer lugar, el hecho de trasladar la acción a nuestros días tiene varios problemas. En primer lugar, la lucha de clases que existía en 1888 no tiene nada que ver con la de hoy en día. Y sin lucha de clases, te cargas media función. La distancia entre amo y criado no tiene nada que ver, hoy en día es más cercana, más salvable y si me apuras... casi puramente comercial. Nada que ver. Por otro lado los móviles, internet y la comunicación en general han cambiado la forma de relacionarse entre los humanos. Veo difícil que gran parte de los conflictos de "La señorita Julia" se pudieran dar en pleno siglo XXI. Y luego otra tontería mía: el lago Como era distinto entonces. En esa época sí era un sitio de vacaciones millonarias. Allí iban los ricachones, familias nobles adineradas que se podían pasar meses en una villa. Ahora mismo, el lago es un destino... más normal. Que sí, que es muy fino y eso, pero... ya no es un sitio exclusivo ni las familias se tiran meses y meses en una villa. El lago Como que describe Visconti no es el lago de ahora. 

Y en lo que tiene que ver directamente con la obra... también tengo unas cuantas pegas. 
Creo que la función que vemos es un primer acercamiento al texto. Para mi gusto y mi forma de entender esta función, le falta profundidad. Profundidad de análisis. Es como si lo que viéramos fuera lo que sacas de una primera lectura. Este texto, como todos los de Strindberg, tiene lo que yo entiendo como "muchas direcciones". Cada frase, cada palabra está elegida para provocar algo. Todas y cada una. No hay nada de relleno. Cada frase es concreta, quiere provocar algo en el otro y está lanzada en varias direcciones a la vez. Una va directa al oponente, pero hay unas cuantas direcciones más que están ocultas, soterradas. Esas son las capas y capas que circulan por debajo del texto, de las palabras y son lo que convierten este texto en pólvora emocional. Los personajes de mutilan, se destrozan, se aniquilan. A ver, esto es spoiler, así que... si alguien no sabe de qué va la función (que ya de por sí sería un delito) que no lea. 
A lo que voy; en la función, Juan consigue (o provoca) que la señorita acabe pegándose un tiro. Con lo cual, si el texto sólo provoca lo que "dice", es imposible que Julia se suicide. "Algo" tiene que provocar que Julia acabe aniquilada, sin salida. Ese "algo" son las bombas, las distintas direcciones hacia donde van las frases, las intenciones ocultas. Por eso incluso en determinadas frases, tendría que haber pausas de esas eternas en las que los personajes hacen algo que es lo que realmente provoca el cambio de tercio del otro. Hay cambios bruscos en el texto que si no nacen de una provocación gestual no tienen sentido. A eso me refiero con lo de las "direcciones" o capas del texto. Y lo que vi el otro día era una sola capa, la de arriba, la primera. 
Luego hay detalles rarunos, por ejemplo que ella se meta rayas. Se mete dos o tres al principio y luego otra bastante después. Pero claro, si Julia tiene una adicción, eso cambia totalmente su forma de actuar. Si es cocainómana quizá esa sea la causa de su desquicie. Con lo cual, adiós función. Y si no provoca nada especial en ella... es gratuito. Aunque puede que sea un detalle para ilustrar su "dependencia" general a las cosas y a los seres. Es dependiente de muchas cosas. Pero en ese caso es reiterativo, ilustrativo. Creo que sus dependencias son de otro tipo, son emocionales, de personalidad, mucho más de fondo que "adictivas".
No me gusta tampoco la progresión de los personajes. Juan está desde el principio con una actitud chulesca y retadora nada propia de un criado. Igual que Julia, que desde que entra ya mira a Juan con ojos de "te lo como tó". No sé, pero un poco más de progresión sería interesante. Si no, estás contando el final ya desde el principio. Y la degradación de Julia tiene que pasar por muchos estados. Del desprecio, al amor, al deseo, a la ruina, al vacío. Y es ascenso de Juan lo mismo. Pero aquí ella ya empieza vendida y entregada y él mandando. 
Y luego algo que a mí personalmente me abruma; la palabra. El valor de la palabra, la importancia de la palabra. La naturalidad no tiene por qué ser sinónimo de "tirar" el texto. Quiero decir, el texto lo puedes tirar (allá tú si prescindes de la importancia de la elección del autor) si quieres restarle importancia a algo, pero SIEMPRE tiene que ser audible e inteligible. Hay que saber qué se dice en cada momento, por qué el autor eligió esas palabras y no otras y darles la importancia y el peso que requieren. Y que se entiendan. Quizá por la "relajación" de las muchas funcione,s se haya perdido esa dicción. Pero no puede ser que la famosa frase: "criado, lacayo, en pie cuando yo hablo" se diga así como si nada. O como otros momentos en que los problemas de dicción dificultan que entiendas qué han dicho. Eso sí, los actores entregadísimos y muy, muy buenos. Los tres. Sergio Pozo, Esther Acebo e Irene Escalada. Además hacen un trabajazo dificilísimo. SPOILER (Aunque durante el polvo, yo no miraría hacia arriba, sino que intentaría esconder la cara de puritita vergüenza)  



En definitiva, una lástima esta versión de "La señorita Julia". Todo el arte desarrollado en su anterior propuesta se diluye en esta y al menos para mi gusto, nos encontramos con una visión simplista y superficial de este clásico. Lo que vemos es lo que se ve en una primera lectura. y no digo que no hayan indagado y trabajado muchísimo, que fijo que sí, sino que parece como si se hubieran quedado en la primera capa. Lo lees, descubres esto, lo armas y como tiene sentido y fuerza, lo dejas ahí. Y unas vueltas más y haber escarbado en los entresijos de Stridnberg y de su mente enferma y enfermiza le habría dado mucha más riqueza y más vueltas a este montaje. 
Bueno, y que la acción se desarrolle en la noche de San Juan, con sus hogueras purificadoras también tiene su por qué. Prescindir de ese detalle... no sé. De lo que no estoy seguro es de si se menciona en la función la cicatriz en la cara de ella. Así que ahí no me meto. Aunque hasta la cicatriz tiene miga.

    

lunes, 21 de septiembre de 2015

Humpday. La pensión de las pulgas.

No me digas que a veces no estás hasta el coño de ver cosas rarunas porque sí. De presenciar berenjenales de esos en los que se mete la peña y de los que ni ellos mismos saben salir. Como si lo raro fuera de por sí bueno y lo hermético, de calidad. Pues chico, yo casi que prefiero ir al teatro, divertirme con un historia cachonda (pero de las envenenadas, de las que molan) y salir con la sonrisilla puesta tras haberme comido un pastelito envenenado y servido con un arte poco común. El de su directora y sus intérpretes. 



Yo la peli no la he visto, y me da a mí que no la veré. Así que llegué a La pensión de las pulgas totalmente virgen. Bueno, digamos... inmaculado (en esta "crítica" hay ciertas palabras que... escuecen). Vamos, que no tenía ni pajolera de qué iba esto. Claro que jugaba sobre terreno fiable. Dando carne... digo dando vida a los protas, nada más y nada menos que Concha Delgado, Javier Ruiz de Somavía y Andres Gertrudix. Y a los mandos Raquel Pérez. No hay que decir nada más. Un ser superior con una inteligencia dramática (teatral) tan apabullante que cualquier sitio al que llegues tú, ella ya lo ha visitado. Es tremenda la tía. Y buena. Cojonuda. Acojonante. Brutal. Bestial. Una apisonadora. Y como directora maneja todas sus armas con la misma maestría. Controla las escenas como si fueran una comedia de Howard Hawks, con un sentido del ritmo y del crescendo certero y sin el más mínimo titubeo. Sabe qué quiere contar, cómo hacerlo y desde dónde. Con eso está todo dicho. Y encima les ha abierto unas puertas interesantísimas a sus actores y ellos como buenos intérpretes que son, han pillado el filón y componen un trío histórico. 
En comedia lo principal es el ritmo. La dosificación de los recursos y de los tempos para conseguir que el interés no decaiga y que a la vez resulte creíble, verosímil y asombrosamente real lo irreal. Existe la tentación de querer darlo todo desde el principio pero aquí ninguna de los implicados cede ante esa manzana envenenada. El arranque (en off) marca ya una filosofía. Y de ahí no se mueve ni cuando el poderío de sus actores habría podido hacer que se decantara el asunto más por el desenfreno. La inteligencia y la mesura envuelve todo el curro.
El texto es un caramelo de estos rellenos de pus. Bajo la primera capa, la de la comedia hay una reflexión sobre la madurez o mejor dicho, sobre el paso del tiempo y sobre la eterna duda que te invade al llegar a cierta edad: ¿habré hecho bien? ¿Habré exprimido mi vida como yo he querido? ¿Habré cumplido mis sueños, aquellos que tenía de joven, cuando todo era energía, ímpetu y gónadas? ¿He renunciado a mis sueños? ¿Tener pareja y querer tener un hijo es haber fracasado? ¿Es más burgués una vida en pareja o una vida aventurera pero para evitar los compromisos? Y luego otra capa más, el deseo oculto, el morbo soterrado, la amistad calentona, el "soy tu amigo pero me pones...", esos frenos autoimpuestos que a veces entierran muchas verdades. Las etiquetas. Las jodías etiquetas. Los miedos. Y el egoísmo. Ay, el egoísmo. Ese que hace que te cuides y te protejas a ti mismo y te consientas todo pero NO a los demás. 
Elementos en definitiva, de duda existencial moderno burguesa que en realidad nos tocan los cojones a todos, más o menos, antes o después. La vida misma. Ahí es ná.




Y ahí tienes a eso tres monstruos en escena. Javier Ruiz de Somavía es un prodigio de naturalidad, de implicación emocional y física, de entrega y de generosidad. El Hugo que compone es un perfecto tocahuevos, el amigo amado y entrañable pero al que le pegarías un tiro. El odiado por tu madre y deseado por tu hermana. Un jodío sinvergüenza que aquí tiene la cara y el cuerpo (y mejor me ahorro los calificativos) pero que podían ser los de Cary Grant. Tiene ese cinismo, ese carisma, ese encanto, ese polvo y esa elegancia sinvergüenza. Fabuloso. Andrés Gertrudix, se acerca por primera vez a la comedia. Pero vamos, porque lo dice él porque es como si hubiera nacido para esto. te descojonas con él. Es un total y absoluto soplapollas. Tierno, metepatas, torpe, liante, te lo quieres comer y le quieres abofetear. Y tiene una guasa y un cachondeo interno que hace que se le escape la comedia sin querer. es asombroso cómo Banquo puede tener este nivel de cachondeo y de juego en las venas. Me quito el sombrero una y cien veces antes eset Woody Allen. Pero es que lo que hace Concha Delgado... es titánico. Su personaje, pobre, es el que a priori, menos miga tiene. Está como recibiendo. Reacciona a lo que ocurre pero no provoca mucho. Eso es lo peor y lo más difícil para un actor. Pero Concha, inteligente y más lista que un ratón colorao, saca la verdad de cada palabra, CREA en cada momento una acción concreta y una verdad. Las crea y las vive. Y consigue que esta mujer, que haga lo que haga y diga lo que diga la va a cagar, lo cual acaba sucediendo, sea el motor invisible de la acción. Saca vida, verdad, compromiso y estremecimiento e indignación en cada mirada, en la tensión corporal, en cómo mueve las manos, en cómo gira, el cómo respira. Y con un trabajo vocal ejemplar. A ver si más de una (y de uno) aprende a tener la voz en el sitio perfecto y a saber usarla, a gritar y a proyectar o susurrar y que todo se entienda y transmita. Para mi gusto, sin duda, Concha se enfrenta a lo más difícil y consigue un trabajo prodigioso. Ella podría ser una Katherine Hepburn así, tal cual. Encima es que la pobre recibe por tos laos y no puede evitar caer mal. Mal no, pero sí ser la "antipática", porque ellos son tan...



En definitiva, un trabajazo ejemplar. En sus aspiraciones terrenales y certeras pero bastante más densas de lo que puedan parecer. Trabajo sacado adelante con inteligencia, serenidad y un sentido prodigioso de los recursos. Dirigido sabiamente y con tres seres tocados por las musas. Javier, Andrés y sobre todo Concha, que están para comértelos. Pero vamos, literalmente.              

viernes, 20 de febrero de 2015

El plan. La pensión de las pulgas.





Sí, ya lo sé, yo soy mu rarito. Siempre me he imaginado dentro de las escenas de las pelis que me gustan. Igual que me veo dentro del escenario de las funciones que me molan. Y sí, ya sé también que toda la vida es cine y los sueños...cine son, pero... pocas veces me había sentido en medio de una peli pero en un teatro. Y ver "El plan" es como estar en medio de una escena de "Los lunes al sol" o hasta de una de Ken Loach. 
El texto de Ignasi Vidal, que también hace las funciones de director, es un mazazo sin escrúpulos a nuestra burguesa mirada. Tres amigos han planeado "algo" para esa mañana. Tres parados. Tres vecinos tuyos, míos, de cualquiera (bueno, de Fátima Báñez igual no, ni de Montoro, pero bueno, casi mejor). Lo que parece una quedada tal cual acabará siendo lo que menos te imaginas. O lo más lógico, cualquiera sabe. 




El principal mérito de este prodigio es su propia esencia y naturaleza. No hace falta irse la callejón del gato para deformar nada. La propia realidad, o mejor dicho, la propia hiper realidad está ahí y es así. Ni las palabras pueden ser más llanas ni los actores más naturales. Lo que se cuente, o se dirige y se vive así o no se hace. Y ellos lo han hecho. Los cuatro. El director poniéndose al lado de los personajes, a su misma altura y "simplemente" dejando que respiren como deben hacerlo. Nada está realzado, ni retocado, ni mimado, ni oculto ni sobre expuesto. Todo lo que dicen, lo que cuentan, cómo lo cuentan, cómo lo hacen, es tal cual. Está vivo. Sólo se puede uno tomar una cerve así, sólo se puede esperar y desesperar uno así, no hay otro camino. No es realismo siquiera, es hiper realismo, es como si plantaran un microscopio en la vida de cualquiera. Es un trozo de la vida de tres seres NORMALES a los que les pasan cosas normales, y tiene movidas normales. Pero normal de normal, no de "impostadamente" naturalista. Eso que no te terminas de creer. NO, esto es real y está vivo. Y está vivo gracias al respeto del autor por sus personajes y por su situación, al respeto del director por situarse en el mejor sitio posible para contarnos este "drama cotidiano" y está vivo gracias al trabajazo denso, detallista, ligero, amoroso, aparentemente leve y terroríficamente humano de los tres actorazos inmensos que llevan el peso de la cotidianidad. Esos tres monstruos escénicos y vitales dan vida, carne, interior, pasado, presente, duda, tortura, decepción, frustración, deseo, humor y cuerpo a tres seres del descansillo de tu casa. A esos currantes (o no) que se toman su cafelito con un chispazo. Encima está envuelto en esa trampa mortal que es el humor. Pero si te fijas bien, no es un humor de realzar nada ni de meter con calzador bromas, chascarrillos, coñas o morcillas "naturalistas". Qué va. Absolutamente todo lo que se dice es real, no hay nada que busque la coña. La risa viene sola al ver desde fuera lo que en realidad es la vida tal cual. Te descojonas porque lo reconoces. En ti, en tu vecino y en tu cuñao.  




Creo sinceramente que no se puede hacer nada mejor ni más respetuoso ni implicado, ni ácido ni terrorífico que llevan la puta realidad al escenario, y en "El Plan", Ignasi Vidal, Javier Navares, Chema del Barco y David Arnáiz no solo lo hacen sino que lo bordan. Totalmente espectaculares. De obligada visión y disfrute (es un decir). Espero y cruzo los dedos para que prorroguen y prorroguen eternamente para que todo dios pueda vivir la experiencia de estar en medio del comedor de estos tíos.             

martes, 27 de enero de 2015

Héroes. La pensión de las pulgas.

Puede haber y de hecho hay distintas razones para recomendar una función. No las hay mejores que otras. Y hay veces en las que se juntan muchas de estas razones y entonces ya si que NO recomendar a la peña que vaya a ver algo es de delito. Pues aquí el que escribe os recomienda que vayáis a ver "Héroes" a "La pensión de las pulgas". Luego ya la cosa dependerá de eso tan frágil, cruel y personal como es el gusto. Posiblemente mi primera función de teatro (como espectador) fuera allá por el año 83 u 84 (soy bastante más mayor de lo que creéis y de lo que afortunadamente aparento). Sin embargo me decidí a compartir mis impresiones sobre lo que veía con el resto del mundo hace escasamente dos años. ¿Por qué? Seguramente porque hay un momento en el que uno siente la NECESIDAD de contar. Fijo que Antonio Hernández Centeno sintió también la necesidad de contar esta historia y ahora ha sentido la necesidad de dirigirla. Porque es una historia de esas que salen de dentro. Una historia de amor, de culpa, de perdón, de asumir que algo empieza y de digerir que algo acaba. De valor, del valor del amor, del valor de la entrega, del valor del sentimiento profundo, el hondo, el de verdad, el oscuro, el negro, el enterrado, el que se quiere escapar como el agua cuando rebosa un cubo, el valor indomable y vivificante. Todo eso que nadie te explica que también es el amor. 



Ulises mata a gente por sus ideales. Iván odia a gente por sus ideales. Y María ayuda a gente por sus ideales. Los tres están más solos de lo que creen y quizá por eso mismo acabarán unidos en una historia de amor... de amor amor. Del de llorar, del de dolor, del de sufrir más cuanto más gozas. No quiero desgranar más de la historia porque... porque no quiero. Porque la tienes que descubrir y la tienes que sentir y te la tienes que llorar. Amor, perdón, redención, purificación...
Antonio Hernandez Centeno se la sabe al dedillo y por eso la ha querido dirigir. Pues di que sí, qué coño. Monta un juego escénico interesantísimo, en una sola habitación, pero con un ingenio y un dominio del sentido dramático cojonudo. El juego a tres bandas o a dos o a una o incluso a cuatro es brillante. Sólo quizá por poner una pega a tanto genio ingenioso diría que María a veces juega con los focos de forma algo confusa. Su Andrés (creo que era Andrés) a veces está en la silla pero a veces se mueve, se convierte en Raúl, o en Miguel y eso a veces despista. Yo, y cuando digo "yo" digo "yo" fijaría a Andrés siempre en un mismo sitio. Pero eso es como los gustos, que cada uno tiene uno y todos son buenos. 
Brillante dirección como digo de Antonio Hernández Centeno y brillantísimos los tres encargados de dar vida a estos seres. Diana Palazón tiene ese imán que hace que sea natural y creíble en cualquier situación. Eso se llama "duende"  y ella lo tiene. Carga con la parte más antipática, la que no pinta nada en medio de esto pero por algún motivo mis ojos se me iban a ella continuamente para ver qué hacía, qué sentía, si sus ojillos se le ponían chirripitosos o si se estremecía. Me interesaban sus reacciones, quería saber más de ella y de su relación. Raúl Tejón está... en su línea. En su línea de bien digo. De cojonudo. Esa forma de mirar, esa naturalidad con esos textos a veces un pelín "literarios", esa manera de escuchar, de oír, de recibir y de tragárselo es... brutal. Trabaja desde las tripas, desde el riesgo y desde la verdad absoluta y eso se nota y se escapa en esas lágrimas indomables que se escurren solas. Choni, tierno, cruel, despiadado, amoroso, oso, comestible, odiable, un prisma de seres y de sentimientos, como debe ser, cojones. Y Miguel Diosdado está que te mueres. Guapo, chulangano, chungo, débil, enamorado, rabioso, destrozado, amante, sacrificado, angelical y soberbio. Otro recital. 
En definitiva, que recomiendo esta función porque la historia lo merece, porque está muy bien dirigida, porque ellos están que te cagas y sobre todo, porque me ha gustado.    
  


jueves, 15 de enero de 2015

Lo último que quiero. La pensión de las pulgas.

Sergio Martínez Vila ha escrito este texto lleno de humor negro, amargura, ironía y dolor contenido y lo ha soltado en las habitaciones de "La pensión de las pulgas" como si tal cosa. Y allá te las compongas. 
Lourdes tiene un cáncer en fase terminal y ha decidido junto con Elena, su mujer, morir esa noche. Lo tienen todo preparado. Unas inyecciones ayudarán a Lourdes a acabar su agonía. Elena ha invitado a un compañero suyo, Ángel a que las acompañe en ese momento. Él no sabe muy bien a qué va y cuando se encuentre con este cuadro... todo lo previsto se irá  tomar por culo. 



Isabel Ampudia está genial como esa mujer enferma, amargada y tocapelotas. Yo me creo que esa mujer esté harrrrta de la vida e incluso de su mujer, de la persona que más la quiere, a la que más ama y precisamente a la que menos necesita. Isabel Ampudia está fabulosa y despliega todo un abanico de sentimientos chungos y desesperados. Mercedes Castro es la mujer sufriente perfecta. Está con ella, con una paciencia infinita, comprendiendo, soportando, cargando y tragando carros y carretas. Perfecta. Iván Villanueva sin embargo tiene que tirar ( y tira) de un personaje más vacío, ciertamente incomprensible y dramáticamente insustancial. Su presencia no aporta gran cosa y aunque el actor está muy pero que muy creíble, sólido en lo que hace y convincente en su personaje, es el propio personaje el que aporta poco a la historia. Aunque cierto es que es la propia historia la trampa que hace que esta suma de buenos elementos. 



Lamentablemente en las tres escenas que componen la función no pasa realmente nada. O pasa poco. Quiero decir, que en la primera escena, aparte de la presentación de los personajes, ocurre poco. En la escena de la cena igual, y en la tercera lo mismo. Y cuando el supuesto giro argumental debería dejarnos epatados en la silla, no termina tampoco de funcionar, hasta que de pronto, se acaba. Quiero decir, que se termina de repente y porque sí, porque no se ha llegado a ningún final, a ningún sitio distinto de donde estábamos. Y tienen que salir a saludar los inmensos actores porque no nos hemos enterado muy bien de que ha terminado. Es realmente una lástima porque la historia, el planteamiento es muy, pero que muy atractivo y prometedor y los actores están fabulosos, pero la propia historia es la que renquea y se queda en un punto muerto. Una penita.      

domingo, 2 de noviembre de 2014

MBIG (III) La pensión de las pulgas.





El texto me lo conozco casi al dedillo. He visto miles de millones de versiones de McBeth en todos los formatos habidos y por haber. Incluso esta versión la había visto ya otras dos o tres veces, ya ni recuerdo. Pero lo de esta matinal ha superado toda mi capacidad emocional, que por cierto, es ingente, y he visto desbordado mi interior como pocas veces antes en mi puta vida. Ya sé que he escrito antes dos veces sobre este montaje, pero cada vez que lo he visto ha sido un terremoto emocional nuevo, así que voy a por la tercera. Podría esperar a mañana o a que reposara el sentimiento, pero es como cuando te despiertas y has tenido un sueño de esos que te han hecho llorar, o retorcerte, o gozar y tienes tentaciones de escribirla para que no se te olvide. O lo escribo ahora o callo para siempre y yo callao, no puedo estar.
También he tenido la tentación de leer lo que escribí en su momento pero prefiero no hacerlo. No quiero usar recursos de otras veces, aunque si coinciden, será que son así. 
Mira, me lo he pensado mejor y creo que no voy a hacer un repaso al uso de cada elemento de la función. En esta ocasión seré más raro que nunca y lo voy a definir con sensaciones. 
Al minuto y medio de empezar la función he notado un calambrazo. No estaba sentado encima del enchufe, no, era que la tensión y la electricidad que automáticamente se había creado en esa habitación era tan mágica que había cobrado vida. Era como los rayos esos de las pelis de ciencia ficción, o como los relámpagos de una tormentaza en medio del campo. Era algo casi físico que se podía ver. José Olmo le da un talante y un poderío a su Duncan que lo hace carnal y real. Andres Gertrudix es el Banquo perfecto. Sutil, malo, envidioso, buen amigo y peor enemigo. El Ross de Javier Mejía es un recital de recursos minúsculos. Imposible decir más con tan poco. Asombroso. Jorge Suquet es un McDuff antológico. Hace lo mas difícil que puede hacer un actor; escuchar cómo te cuentan que han matado a tu mujer y a tus hijos y aguantar, tragarse todo el hedor que le sale y que tú notas y luchar porque no se vea. Y luchar y luchar hasta que la lágrima se escapa sin tú quererlo. Es lágrima traicionera que Jorge ha luchado por que no se le escape y se le cae sin querer, cuando ya no lo puede evitar. Sólo por ese momento... se merece el cielo. Lo de Javier Ruiz de Somavía es... no sé... como que despierta la envidia más sucia y saca todo mi veneno. No se puede ser más guapo, estar más buenorro, tener una dicción más precisa y unos matices más preciosos. ¡¡¡Y encima parece que ese es su estado natural!!! Te odio, Javier, porque lo tienes todo y yo me pongo malo, jajajja. Tener a diez centímetros a Maribel Luis ya Pilar Matas es retroceder en el tiempo y volver a cuando tenía 6 años (yo, claro) y nos llevaban al pueblo y llegábamos a casa de mi tía Basi. Yo me cagaba vivo. Tenía ese pelo, vestía igual (los domingo sólo, claro), ponía las manitas igual que estas dos malas perras. y yo me iba por las patas. No sabía si me daba más miedo que me diera un beso o que no me lo diera. Ellas son así, son sapos, rata, víbora, murciélago, mi tía Basi, barro, mierda, pedo, odio, luz y ese color verde de mi tía que me helaba y me hiela la sangre. Raquel Pérez es la diosa del teatro y la sabiduría hecha mujerona. Se las sabe todas y ha conseguido hacer tan suyos esos monólogos fríos sobre le mundo empresarial, que la peña se partía el culo con ella. Y te canta, y te deja helado cuando te llora, y grita  y tu cuerpo quiere dejar este mundo.
Rocío Muñoz-Cobo es una burra de tres pares de cojones. Es una madrastra de Blancanieves, es la femme fatal que habla por el coño y domina en la cama. La perra más perra que te puedas imaginar. y se planta unos monólogos acojonantes demostrando una maestría de grandísima actriz que te ponen la sangre a mil. Hace algo que es lo más difícil en un monólogo y es tener claros y distinguir los focos a los que les habla en cada momento. Un monólogo no es hablar en voz alta. Es dirigir tu texto a distintos objetivos y ella los tiene clarísimos. Por eso está concreta certera, bestial y perra. Absolutamente perfecta y cada día más diosa. Bella como una madrugada y mujer tierra. La naturaleza en una cama redonda.             
Y Fran Boira. Creo a estas alturas que he dicho todo lo que se puede decir de este hombre. Es un niño grande que sufre y se empalma con las palabras "poder" y "cobarde". Hace un todo con el llanto, el sufrimiento y la risa. Ríe cuando sufre y cuanto más sufre, más ríe. Y si en otras ocasiones parecía que lo daba todo e incluso que había empeñado su propia estabilidad emocional para prestársela al personaje, hoy he visto incluso un paso más allá. Hoy no he visto a Fran Boira interpretando ni viviendo ese McBeth. Hoy directamente he visto y he sentido a McBeth. No había un actor interpretando, hoy teníamos delante, como en una sesión de espiritismo, al auténtico McBeth. Te juro por Mahler que Fran Boira estaba poseído. En varias ocasiones me ha mirado. Mejor dicho, ha dirigido su mirada hacia mí y la ha clavado en mi espíritu. Pero yo no veía a Fran Boira, no me miraba Fran Boira, me miraba un ser indefenso atrapado en el cuerpo sufriente de McBeth. Sólo sé que a la salida no he sido capaz de esperar a que saliera para felicitarle. No tengo valor para mirarle a la cara. me habría resquebrajado. 
Supongo que no he sido capaz de transmitir lo que ha ocurrido hoy en la calle Huertas. Pero es que es imposible describir un amanecer, o la sonrisa de la persona amada, o un recuerdo doloroso, o la belleza de la sinceridad, o el escalofrío de un orgasmo por amor. Hay momentos, experiencias y sensaciones que sólo se viven y las palabras no alcanzan a describirlas. En mi vida ha habido cuatro o cinco momentos de los que recuerdas para siempre. Cuando noté que mi amor era para siempre, cuando murió mi padre, cuando noté que mi amiga Esmeralda lo sería para toda la vida, cuando supe que Lluís iría siempre conmigo y esta tarde. No paro de llorar, pero no de pena, sino de sensaciones. Me avasallan. Eso nunca os lo podré agradecer lo suficiente. Me habéis dejado traspasado, herido, desgarrado. ¡Cabrones!

O será que estoy muy mayor. 

El resto, es silencio.  

sábado, 1 de noviembre de 2014

Ámame. La pensión de las pulgas.

Los "encuentros" que he tenido en estos últimos años con Carlota Ferrer ("Los nadadores nocturnos", "Misántropo", "Maridos y mujeres", "Las hermanas Rivas", "Ámame"...),  se saldan con bastantes aciertos, incluso alguna obra de culto. Como directora me quité el sombrero ante aquellos "nadadores nocturnos" que eran poesía pura y submundo retorcido y enfermo. 
Lo que tenemos en "Ámame" es "Misery" de Stephen King y William Goldman, autor de la novela y guionista de la peli. Y sí, "Misery" me gustó mucho en su momento y Kathy Bates estaba genial y todo eso. Pero claro, es que es "Misery". Ya puedes cambiar el Valle de Tuscany por el del Jerte y contar que la prota, una bodeguera malvada llamada Angustias Channing tiene un mayordomo llamado Ling Chu y que aparece su sobrino Chus Giovanni con su familia a luchar por la bodega que aún así estarás contando Falcon Crest. En Ámame, han cambiado la nieve por el campo, al escritor por un actor y a la friki con horquilla por una fan bastante más interesante, eso sí, que la Annie Wilkes de la Bates. Pero vamos, que es Misery. Lo que sí es un acierto respecto al original es que la chica, la friki, la prota, la tarada es bastante más normal. La ves y tanto el aspecto como su forma de hablar, de tratar al prisionero es mucho más normal y cotidiana y eso le da a la función un toque naturalista mucho más terrorífico.



 Óscar de la Fuente está fabuloso como actor preso, dándolo todo desde la inmovilidad, con los recursos justos, lo más difícil, demostrando una vez más que es un todo terreno, o mejor dicho, un pedassso de actor que saca adelante todo lo que le eches. Carlota Ferrer compone un personaje con muchas vueltas, terrorífica en su mirada y en su aparente deambular cargado de energía desbocada soterrada. Da miedo verla tan "normal". Por supuesto, cuando tiene que desplegar matices y vueltas las tiene todas, es innegable que sabe perfectamente lo que quiere dar en cada momento. Y compone, como digo, un personaje menos caricaturesco que el de su colega norteamericana y más tenebrosamente normal. Hubo una cosa que no me gustó. Y ya lo noté en "Las hermanas Rivas". Las canciones. No es que estén mejor o peor cantadas, eso da igual, pero están cantadas muy deprisa. Quiero decir que tres canciones o cuatro son muchas. Pero no se pueden cantar deprisa, rapiditas, como para quitártelas de encima pronto. Imagino que la letra tendrá que ver con la acción. O si buscan un efecto sedante o relajante en la tensión de la acción, habría que cantarlas lentamente, dejando que las notas produzcan su efecto. Pero están cantadas así como de procedimiento y pierden efecto. 
En definitiva, que la historia se desinfla enseguida, en cuanto ves que te la sabes y que ya la has visto. Aún así te queda el gusto de ver el trabajo de estos dos seres dotados para el teatro y que tan cerquita notas que destilan verdad por todos sus poros.    

lunes, 22 de septiembre de 2014

Un disgusto danés. La pensión de las pulgas.

"Un disgusto danés" llega a La pensión de las pulgas después de haber estado hace años en el bar del Lliure de Gràcia.  Elena Fortuny y Gretel Stuyck interpretan este texto del propio director, Jumon Erra.



Dos amigas se reunen para cenar después de cuatro años sin verse. También veremos qué ocurrió cuatro años atrás entre ellas. 
Hora y veinte de raka raka sin parar. Cuando te quieres dar cuenta, llevas media hora de verborrea en la que ni se han movido del sitio. Y tampoco es que el texto sea nada del otro mundo. Lugares comunes, poca emoción giros... previsibles y poco o nada emocionantes y dos actrices empeñadas en resultar naturales. A ver, las dos demuestran tener muchas tablas, muchos recursos y ser realmente buenas, pero lo que hacen es plano, con una frescura buscada y poco natural. Poca garra en la dirección, basando todo en la fuerza de un texto que se queda a medio gas, perdido entre tópicos y situaciones previsibles y en la fuerza de unas actrices, que se dan todo lo que tienen pero que no consiguen levantar el montaje.

miércoles, 2 de julio de 2014

Yernos que aman. La pensión de las pulgas.

Un cupcake en el fondo no es más que una magdalena de toda la vida pero con costra de colorines. Y una vida enferma, por muy decorada que esté, es una vida enferma.
Este es el segundo espectáculo que veo de Abel Zamora y debo confesar que ha ganado muchísimos putos conmigo con este segundo. Y no es que el primero no me gustara, pero me dejó un poco bluf.
Pero ahora de lo que se trata es de hablar de "Yernos que aman", no de otras obras, así que... al lío.

SPOILER


Retrato de familia revenía y desestructurada en la que el poder lo tienen casi tanto las ausencias como las presencias. La ausencia del padre provocó que en su momento la madre huyera y ahora haya vuelto envuelta en ansias de cubrir las necesidades de todos menos las suyas propias. No deja de ofrecer un cafetito, o una mandarina, o un bocadillito, aunque no tengas hambre. Que no te falte de nada, que bastante te ha faltado hasta ahora. Esa Mamen García se siente culpable por no haber estado. La ausencia del padre queha marcado su vida. Y su deseo de amar, o de ser querida. Ausencia de auto estima es la que siempre ha tenido esa pobre María Maroto, carente de personalidad, amor propio, dignidad... aunque sea la única que tiene un hada madrina. Ausencia de escrúpulos de Juan Caballero, asqueroso hijoputa sin redención posible. Aunque igual la suya sólo sea una forma diferente de amar. O de calentarse. A saber. Claro que esa crueldad está bastante alejada del amor. O no. Ausencia de horizonte y de sentimientos la de Mentxu Romero, tiranizada, cabreada con el mundo menos con su ogro particular, ausente de humanidad y de sentimientos. Incapaz de llorar la muerte de su hermano. Ausencia la de Marta Belenguer. De respeto, de amor, de confianza, de humanidad. Incapaz de aceptar un fracaso, patea la pierna del ser al que culpabiliza de todos sus males, un ser indefenso y falto de dignidad, sí, pero más honrado. Ausencia gorda la de Abel Zamora. Él es el yerno y ha perdido a su amor. Se le ha muerto su enamorado, la razón de vivir. No soporta su ausencia, aunque su "presencia" sea... algo más que cruel. 



El tremendo daño que provocan las ausencias en absolutamente todos los personajes no es nada comparado con el daño que provocan las presencias. Todos ellos tiene a alguien al lado o cerca que les destroza la vida y les hiere más que las ausencias torturadoras que cada uno sufre. Aunque sea "por amor".
Todos los actores están fantásticos. Cada uno con su registro y en su parcela están magistrales. Mención especial para Juan Caballero, un todoterreno que lo mismo te salta de un coche en el que recoge a una autoestopista a una pelu o a Génova y siempre parece que es su hábitat natural. Es acojonante la facilidad con la que cambia de registro este portento de actorazo. Por no hablar del mazazo que te provoca tras ese golpe en la mesa, cuando aparece su verdadero "yo". Bestial. David Matarín está pa comértelo, pero claro, tiene el papel bombón. A Mentxu Romero en cambio, la vuelvo a ver metida en unos vericuetos emocionales  en los que no la veo cómoda. Se esfuerza por llorar, pero no es orgánico lo que le sale. Me temo que va tener que seguir buscando. Que quede claro que no cuestiono su inmensa capacidad como actriz, ni mucho menos, pero para mi gusto, los directores la meten en terrenos emocionalmente muy densos pero es como si la dejaran sin herramientas. La teoría esta clara, pero no termina de dar con los recursos para hacer de esos torbellinos algo realmente integrado.



Y el gran mago de toda la función es el autor, director y actor Abel Zamora. Claro, como es el que manda, se da el gusto de montarse su momentazo con banda sonora y coreografía. Olé. Y muy bien que hace, ya te digo, yo haría lo mismo. Se merece el momentazo por ser el artífice de que todo este embrollo que bordea el esperpento en todo momento, se quede ahí, justo en el límite del abismo. En el punto ideal para hacer de esta función un gustazo para TODOS los sentidos. Bravo, bravo y bravo. La única objeción que le pondría a su trabajo es que tiende a volverse un poco espeso en algunos momentos. Vamos a ver, estamos ante una familia casi "almodovariana", incluso con citas, referencias y golpes que quizá de forma un poco pretendida, mantienen este dramón en un punto de irrealidad interesante. Pero tiende sin embargo a volverse dramático y transcendente y ahí, al cambiar el registro, se diluye un pelín. Elegir el sitio desde el que se quieren contar las cosas es tan importante como las propias cosas que se quieren contar. Y dominar el cambio de registro sobre la marcha es muy, pero que muy jodido.Y mantener el interés durante casi dos horas con esa mezcla de tonos, registros, distancias, puntos de vista e incluso de estéticas... más jodido todavía.

viernes, 20 de junio de 2014

MBIG. La pensión de las pulgas (II)

Que un espectáculo teatral es algo único y vivo está claro. Que no hay dos funciones iguales también. Que le teatro, como la energía y la pena (¿verdad, Fany?) se transforman es también algo sabido. Y para muestra, un MBIG. 
Yo lo vi nacer y entonces la fiera, el monstruo escrito por Shakespeare y adaptado y dirigido por el gurú Martret era una bestia parda. Una explosión de energías desbocadas. No digo que fueran descontroladas, ni mucho menos, pero sí que tenía muchas aristas en su propia concepción. O quizá era por la conjunción de torrentes. Ahora todo está pulido, el diamante se ha pulido, las aristas son ahora formas suaves, compactas y la fiera se ha domado aunque es más peligrosa aún que antes. 
No voy a leer lo que escribí en su momento y es posible que me repita en muchas cosas. Me la pela. También os digo que si queréis leer lo que escribí en diciembre... guay. Pero aquel era un montaje y este es otro. 



Todos los elementos que forman parte de un espectáculo están en este utilizados y concebidos como si fueran personajes. La luz es la mejor que se ha visto en La pensión de las pulgas. Bolsos, soperas, rincones, la luz sale, surge, entra, mancha, ilumina, atrae, tiene vida propia. El vestuario es divino, precioso, sensual y personal. La paleta de colores va del verde bruja mala al negro femme fatal pasando por el blanco inocencia. Colores, formas y patrones con personalidad. 
Martret se sobra dirigiendo este milagro. Toma a Shakespeare por banda, y demostrando un respeto y una admiración tremendos por el texto, intercala un personaje, Camelia, que convierte las luchas de poder en metáforas de la productividad y eficiencia de una mega empresa internacional. Adaptación respetuosa y brillante. Y una dirección medida en cuanto a ritmos, desaforada en cuanto a pasiones y magistral por lo compacta. Y está contada desde el mejor sitio posible. Yo confieso mi absoluta debilidad por McBeth y esta versión es justamente la que yo habría hecho. Para mi gusto está contada desde el sitio y de la forma perfectas. ¿Y ese juego de miradas? En cada escena de grupo, o en cuanto hay al menos tres personajes en escena, las miradas entre los personajes, hablen o no hablen son como una batalla de espadas láser de "La Guerra de las galaxias". Son miradas mortales, llenas, potentes. Siempre hay miradas entre ellos, fulminantes, llenas de texto, llenas de reacción, llenas de verdad.  Como una bella coreografía que es casi como otra obra dentro de la obra.



 
Pilar Matas y Maribel Luis son las brujas. Vestidas, peinadas y con hechuras de malas pero malas perras malas. Yo no sé si son como esa tía que me tenía acojonao de pequeño, o como esa vecina mala que te da el punto de que cualquier día te envenena al perro.  Son más malas que un dolor, y con esa luz y esas miradas y esos estertores... te dan un yuyu que te cagas y son uno de los platos fuertes de la función. Grandes las dos. 
Daniel Pérez Prada es un Banquo multifacetas. Tiene una ristra de matices que hacen de su Banquo un amigo, un cómplice, un verdugo, una víctima, un ser vivo. Hasta cuando está muerto está vivo. Flipante.
Javier Mejía es un Ross elegante, caballero, con la fuerza del susurro y el estremecimiento del actor que sabe escuchar. Pepe Ocio es McDuff. Y reconozco que aunque su arranque me pareció... frío, va de menos a más, tiene una progresión brutal y termina recibiendo la noticia del destino de su señora y sus hijos con una verdad, que se te eriza el total. Francisco Olmo tiene la solvencia y el poderío de un actor de raza. Y Manuel Castillo es el que más ha crecido. Está mucho más terrenal, ha crecido como actor mucho, ha ganado confianza, cree más en lo que hace y lo transmite. Sobresaliente su esfuerzo.   



Raquel Pérez. ¿Qué se puede decir estas alturas de esta mujer? Habla, se mueve, te convence, canta, seduce, entra, sale, llora, va y viene y te lleva con ella a donde se le antoja. Tiene ese imán único que hace que cuando ella está en escena, no quieras perderla de vista. Te interesa todo lo que hace, todas su reacciones. Y qué quieres que te diga, pero una persona que es capaz de hacerme llorar con un monólogo sobre "el índice de probabilidad de error"... es mu fuerte, ¿no?
Y luego Rocío Muñoz-Cobo. Sí, es Liz Taylor, es Ava, es María Asquerino, es carne, es vida, es sangre, es incitadora, es perra, es mala, es enferma, es femme fatal, es niña, es veneno, es cobarde, es audaz, es todo lo chungo. Ha creado un personaje enfermo, enfermizo y enfermante que es un prodigio de verdad. Y además hace un trabajo vocal acojonante. Saca unos graves y una voz de ultratumba que combinada con esos ojos, con esa mirada infernal, con esa raza de perra cachonda, húmeda, llena de bilis, de podredumbre, de ambición, de coño y de tierra, hace de su Lady un bicho podrido desde las raíces. Por cierto, la escena del sonambulismo... una lección. 




Y Fran Boira. No sé ni qué decir de Fran Boira. Creo de corazón que hace una de las composiciones más complejas, completas e intensas del año. O de muchos años. Es como un niño que de pronto se ve metido en una espiral que le supera, pero de la que no puede escapar. Su motor no es el odio, ni la venganza, y si me apuras casi ni la ambición. Es una mezcla de destino fatal con una erección constante cuando oye la palabra "cobarde", un amor desmesurado por la perra, un sentimiento de culpa mal digerido y un masoquismo que le lleva a reír cuando más sufre y a sufrir cuando más ríe. Un desquicie emocional que el mago Fran Boira lleva con una naturalidad inexplicable. Ese abismo emocional es durísimo para un actor, y Fran lo lleva como si fuera su propia piel, dando una vida, una naturalidad a esa putrefacción que no tiene palabras en este mundo para definirlo. Y el mogollón de escenas que tiene con Rocío son puros recitales. Hace poco dije que son los Lawrence Olivier y Vivien Leigh españoles. No exageraba. Pero es que aquí el nivel de electricidad es tan brutal que son hasta Liz Taylor y Richard Burton en, o Bette Davis y Joan Crawford. Una pareja perfecta y químicamente salvajes. Ambos dos deberían estar en todos y cada uno de los repartos del mundo mundial. Son dos seres capaces de hacer lo que les salga del pepo. Gigantescos. Bestiales. Únicos.  

Simplemente voy a insistir en una cosa. Si hay alguien que no lo haya visto, por dios, que lo vea. Pero ya. Fenómenos así se dan pocos el tol año. Yo os juro que he sentido como si me hubieran hipnotizado al entrar y me hubieran despertado al salir. Ha sido un viaje de tripi. Un paréntesis en la vida. Uno de esos momentos, como una puesta de sol, o un beso, o el recuerdo de alguien querido, o un abrazo bien dao, que hacen que la vida sea más bonita y el mundo un lugar más hermoso.     

domingo, 8 de junio de 2014

Sótano. La pensión de las pulgas.

Así de entrada, "Sótano" lo tiene todo. Texto de Benet i Jornet, dirección del maestro de la interpretación Israel Elejalde, dos monstruos de trayectoria intachable como son el prodigioso Juan Codina y ese fenómeno que es Victor Clavijo (que parece que está doblado por mí, jeje, perdón por el autohomenaje) y todo esto en "La pensión de las pulgas". Con todos esos ingredientes, ¿qué puede salir mal? Pues chico, no lo sé, pero conmigo, algo salió mal, o al menos regular, porque no me estremeció todo lo que yo habría querido.
El texto, a pesar de ser una tela de araña de engaños, trucos, mentiras y ardides, me resultó previsible en muchos momentos (y eso que iba cansado de cojones), el supuesto truco final me lo vi venir desde el minuto ocho, y en bastantes momentos me parecí plagado de frases grandilocuentes y más literarias que teatrales. A ver, no todo ha de ser naturalismo, está claro, pero frases tipo: "fue en ese momento cuando tomé consciencia de mi propia mentira" me resultan demasiado artificiales. Es un ejemplo inventado, eso no se dice nunca en la función. Y si uno de los platos principales de este menú flaquea, el peso recae sobre el resto de los responsables. Y siento decir que la dirección tampoco me pareció algo histórico. Que Israel Elejalde es uno de los actores más poderosos de ahora mismo es indiscutible, pero esa sabiduría para interpretar me faltó un poco a la hora de montar este espectáculo. Quiero decir, eché en falta más punto de vista, saber mejor desde dónde me estaban contando la historia. No dejan de ser dos portentos hablando y moviéndose casi nada. Vale que todo es muy espeso y que la cadencia debe ser esa. Eso de acuerdo. Pero acaba haciéndose algo tedioso sobre todo porque son escenas o momentos muy largos con uno a un lado de la sala y el otro al otro lado. 



En definitiva, que casi acaba siendo un duelo interpretativo. Y como son dos monstruos, ahí sí hay un acierto gordo. Y te reconcilias con todo por el altísimo nivel de ambos dos. Que Juan Codina es una bestia parda lo sabe to dios, porque es verdad y porque lo ha demostrado mil veces. También es verdad es que tiene cierta tendencia a fruncir el ceño. Y sobre todo en la segunda "parte" de "Sótano", suelta el entrecejo, y concentra su poderío infernal en su forma de decir, en la intensidad de lo que dice, en la densidad con la que lo dice y en una preparación vocal fabulosa. Preparación en la que Victor Clavijo es un maestro. Tiene un control de su voz como pocos actores. Muchas veces se confunde ser natural o "fresco" con hablar mal, farfullar o susurrar demasiado. Y una cosa es que en una salita pequeña de Off se oiga todo, y otra muy distinta no tener una técnica vocal adecuada para cuando te llamen de un teatro tocho. Ahí, por muy natural o "fresco" que seas, no te van a oír más allá de la fila tres. San diafragma, el mejor aliado de un actor, Santa respiración, la patrona de los actores. Si tienes bien analizado y entendido el texto y lo juntas con ambos santos,  es la rehostia. Y Victor (como Codina, claro) lo tiene tan asimilado que lo que en otros podría ser técnica, en él es su estado natural. Y la gente alucina por su poderío vocal. es una pena que lo que debería ser norma sea excepción. Y sí, llama la atención. Claro que esa preparación y dominio técnico de su voz va unido a una inteligencia interpretativa descomunal, que hace que en una función como esta, un duelo de frase contra frase, sea potente y poderosa. Realmente es esa definición tan utilizada. Un duelo interpretativo. Con dos monstruos, dos portentos que cargan con todo el peso de la función, que aunque previsible y algo "densa", les permite lucirse como ellos saben. Prodigiosos.        

miércoles, 28 de mayo de 2014

El tesorero. La pensión de las pulgas.

De pequeño recuerdo que mi madre estaba empeñada en que me tomara por las noches, una taza (verde, de duralex) con leche y 8 galletas María de Fontaneda. Todo eso se machacaba bien y quedaba hecho una especie de pasta grumosa que a mí me sabía a gloria. PERO a veces, mi madre tenía la feliz idea de poner un huevo crudo, tal cual, en el fondo de la taza. Eso me daba una ascazo que no te imaginas. La leche con galletas me sabía riquísima, pero al llegar al fondo, cuando quedaba ya poquito,  de repente me topaba con un puto huevo crudo y a tomar por culo la leche, las galletas, el rechupete y todo. Pero ella, noche tras noche juraba y perjuraba que no había puesto nada en la papilla. Supongo que si me lo hubiera dicho no me lo habría tomado. Pues José Ignacio Tofé me ha hecho lo mismo. Me ha colado un pedazo de crítica al sistema político en general y al temita de la corrupción escondido en el fondo de una taza de comedia delirante mezclada con dos interpretaciones prodigiosas. Igual si me llega a avisar...  



"El tesorero" es una puta joya. El textazo de José Ignacio Tofé no tiene desperdicio. Nos hace un retrato de la corrupción política acidísima, profunda, hiriente, sincera y me temo que nada irreal. Además te lo coloca sin ponerle nombre a ningún partido ni ideología. Lógico, todos son iguales y todos lo hacen. Todos nos roban a manos llenas. Bueno, vale, casi todos. Así que la crítica brutal no tiene nigún compennete añadido ni de simpatía ni de repelús particular. No te sientes "ofendido" porque hablen de los tuyos ni te frotas las manos porque hablen "de los otros". Habla de todos, qué cojones. Y ahí nos pilla en alma y la dignidad a todos. Y encima te descojonas vivo. Porque el texto tiene un humor ingenioso, inteligente, brillante, corrosivo e hiriente como pocas veces se ha visto. Es una gozada disfrutar de un texto inteligente, descacharrante e incisivo a la vez. Confieso que me recordó en el nivelamen de crítica institucional y altura cómica a otro gran clásico de "La casa de la portera".  Textazo de altura. Sólo por esa primera escena con el jamón y el vino ya merece la pena el espectáculo. En serio. Direccion ágil y realmente acertada. Quizá se me hizo larga la escena del "discurso", pero ya está. La verdad es que las escenas repiten un poco el mismo esquema, y esta peque de cierta...espesura. Yo le metía tijera y la agilizaba un poco. La función no es corta y puesto que todas las escenas son un poco similares... hay que sostener el ritmo como sea.
Mario Tardón está genial. Divertidísimo, cabronazo, y con una gestualidad que llega. Y esa risa contagiosa y asquerosa... que te dan ganas de darle dos hostias. 
Y por encima de todo, José Navar. FABULOSO. BRUTAL. Te lo comes. Hace varios personajes, todos en la misma línea pero todos distintos. Eso ya dice mucho de un actor, que sabe crear varios personajes similares pero que todos resulten distintos. Por algo. Por matices. Por cosas pequeñitas. Y eso que está haciendo una comedia gruesa. Gruesa de trazo y fina de alcance. Los detallitos, el chasquido de la lengua, la hebrilla del jamón, una forma de mirar, cómo sostiene una carpeta, cómo agarra la copa de vino... son detallines de grandísimo actor que den vida a los personajes en un alarde de sabiduría de actor de toda la vida. 
En resumen, que aunque esta función lleva tiempo en cartel, que viene de "La casa de la portera", que ha debido de pasar por allí medio Madrid, por diosssss, id a verla. No os la perdáis. Y si ya la habéis visto, seguro que os apetece volver a descojonaros cualquier tarde de estas. Y esto os lo pido casi como favor personal. Si teneís amigos a los que relamente queréis, les deberíais recomendar que vean "El tesorero". Van a disfrutar, se van a cagar en todo, van a soltar mierda, se van a partir el culo y van a disfrutar de dos actorazos acojonantes. Si no, ya me lo dirás. ¡¡¡Coño, si es que hasta el cartel es genial!!!!