domingo, 2 de noviembre de 2014

MBIG (III) La pensión de las pulgas.





El texto me lo conozco casi al dedillo. He visto miles de millones de versiones de McBeth en todos los formatos habidos y por haber. Incluso esta versión la había visto ya otras dos o tres veces, ya ni recuerdo. Pero lo de esta matinal ha superado toda mi capacidad emocional, que por cierto, es ingente, y he visto desbordado mi interior como pocas veces antes en mi puta vida. Ya sé que he escrito antes dos veces sobre este montaje, pero cada vez que lo he visto ha sido un terremoto emocional nuevo, así que voy a por la tercera. Podría esperar a mañana o a que reposara el sentimiento, pero es como cuando te despiertas y has tenido un sueño de esos que te han hecho llorar, o retorcerte, o gozar y tienes tentaciones de escribirla para que no se te olvide. O lo escribo ahora o callo para siempre y yo callao, no puedo estar.
También he tenido la tentación de leer lo que escribí en su momento pero prefiero no hacerlo. No quiero usar recursos de otras veces, aunque si coinciden, será que son así. 
Mira, me lo he pensado mejor y creo que no voy a hacer un repaso al uso de cada elemento de la función. En esta ocasión seré más raro que nunca y lo voy a definir con sensaciones. 
Al minuto y medio de empezar la función he notado un calambrazo. No estaba sentado encima del enchufe, no, era que la tensión y la electricidad que automáticamente se había creado en esa habitación era tan mágica que había cobrado vida. Era como los rayos esos de las pelis de ciencia ficción, o como los relámpagos de una tormentaza en medio del campo. Era algo casi físico que se podía ver. José Olmo le da un talante y un poderío a su Duncan que lo hace carnal y real. Andres Gertrudix es el Banquo perfecto. Sutil, malo, envidioso, buen amigo y peor enemigo. El Ross de Javier Mejía es un recital de recursos minúsculos. Imposible decir más con tan poco. Asombroso. Jorge Suquet es un McDuff antológico. Hace lo mas difícil que puede hacer un actor; escuchar cómo te cuentan que han matado a tu mujer y a tus hijos y aguantar, tragarse todo el hedor que le sale y que tú notas y luchar porque no se vea. Y luchar y luchar hasta que la lágrima se escapa sin tú quererlo. Es lágrima traicionera que Jorge ha luchado por que no se le escape y se le cae sin querer, cuando ya no lo puede evitar. Sólo por ese momento... se merece el cielo. Lo de Javier Ruiz de Somavía es... no sé... como que despierta la envidia más sucia y saca todo mi veneno. No se puede ser más guapo, estar más buenorro, tener una dicción más precisa y unos matices más preciosos. ¡¡¡Y encima parece que ese es su estado natural!!! Te odio, Javier, porque lo tienes todo y yo me pongo malo, jajajja. Tener a diez centímetros a Maribel Luis ya Pilar Matas es retroceder en el tiempo y volver a cuando tenía 6 años (yo, claro) y nos llevaban al pueblo y llegábamos a casa de mi tía Basi. Yo me cagaba vivo. Tenía ese pelo, vestía igual (los domingo sólo, claro), ponía las manitas igual que estas dos malas perras. y yo me iba por las patas. No sabía si me daba más miedo que me diera un beso o que no me lo diera. Ellas son así, son sapos, rata, víbora, murciélago, mi tía Basi, barro, mierda, pedo, odio, luz y ese color verde de mi tía que me helaba y me hiela la sangre. Raquel Pérez es la diosa del teatro y la sabiduría hecha mujerona. Se las sabe todas y ha conseguido hacer tan suyos esos monólogos fríos sobre le mundo empresarial, que la peña se partía el culo con ella. Y te canta, y te deja helado cuando te llora, y grita  y tu cuerpo quiere dejar este mundo.
Rocío Muñoz-Cobo es una burra de tres pares de cojones. Es una madrastra de Blancanieves, es la femme fatal que habla por el coño y domina en la cama. La perra más perra que te puedas imaginar. y se planta unos monólogos acojonantes demostrando una maestría de grandísima actriz que te ponen la sangre a mil. Hace algo que es lo más difícil en un monólogo y es tener claros y distinguir los focos a los que les habla en cada momento. Un monólogo no es hablar en voz alta. Es dirigir tu texto a distintos objetivos y ella los tiene clarísimos. Por eso está concreta certera, bestial y perra. Absolutamente perfecta y cada día más diosa. Bella como una madrugada y mujer tierra. La naturaleza en una cama redonda.             
Y Fran Boira. Creo a estas alturas que he dicho todo lo que se puede decir de este hombre. Es un niño grande que sufre y se empalma con las palabras "poder" y "cobarde". Hace un todo con el llanto, el sufrimiento y la risa. Ríe cuando sufre y cuanto más sufre, más ríe. Y si en otras ocasiones parecía que lo daba todo e incluso que había empeñado su propia estabilidad emocional para prestársela al personaje, hoy he visto incluso un paso más allá. Hoy no he visto a Fran Boira interpretando ni viviendo ese McBeth. Hoy directamente he visto y he sentido a McBeth. No había un actor interpretando, hoy teníamos delante, como en una sesión de espiritismo, al auténtico McBeth. Te juro por Mahler que Fran Boira estaba poseído. En varias ocasiones me ha mirado. Mejor dicho, ha dirigido su mirada hacia mí y la ha clavado en mi espíritu. Pero yo no veía a Fran Boira, no me miraba Fran Boira, me miraba un ser indefenso atrapado en el cuerpo sufriente de McBeth. Sólo sé que a la salida no he sido capaz de esperar a que saliera para felicitarle. No tengo valor para mirarle a la cara. me habría resquebrajado. 
Supongo que no he sido capaz de transmitir lo que ha ocurrido hoy en la calle Huertas. Pero es que es imposible describir un amanecer, o la sonrisa de la persona amada, o un recuerdo doloroso, o la belleza de la sinceridad, o el escalofrío de un orgasmo por amor. Hay momentos, experiencias y sensaciones que sólo se viven y las palabras no alcanzan a describirlas. En mi vida ha habido cuatro o cinco momentos de los que recuerdas para siempre. Cuando noté que mi amor era para siempre, cuando murió mi padre, cuando noté que mi amiga Esmeralda lo sería para toda la vida, cuando supe que Lluís iría siempre conmigo y esta tarde. No paro de llorar, pero no de pena, sino de sensaciones. Me avasallan. Eso nunca os lo podré agradecer lo suficiente. Me habéis dejado traspasado, herido, desgarrado. ¡Cabrones!

O será que estoy muy mayor. 

El resto, es silencio.  

2 comentarios:

  1. ¡Hala! Superándote a ti mismo, ¿eh? Una Crítica con mayúsculas.

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    1. Ay, Luz, es que he salido fatal. Te juro que me temblaban las canillas y estaba tocado, tocado. Brutal. Gracias, maestra!!!

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