El programa de mano es como siempre, traicionero. El director viene a decir más o menos que le han pedido que escriba algo para poner ahí y que ha escrito lo que le ha dado la gana. Y poco tiene que ver con la función. En fin, peor pa él. Si ni siquiera utiliza el programa como reclamo... pero bueno.
El texto de Juan Villoro, Juan Cavestany y Pau Miró es antiguo y al menos para mi gusto, poco interesante. Lugares comunes, personajes predecibles y poco profundos, conflictos... desvaídos y alargada en exceso.
Dos personajes que desde que aparecen sabes de qué van ya dónde van a ir. En cinco minutos ha estallado el conflicto pero no nos han contado el proceso para llegar a donde están. Ese proceso sería lo realmente interesante. Ver a dónde han llegado sin que nos cuenten el cómo y el por qué es... una pena. Ya sé que está inspirado en las letras de las canciones de un disco de Lou Reed, y eso no lo vas a cambiar, claro, pero es que el disco es de 1973. Y entiendo que el trabajo de trasladar las canciones de un disco magistral a un texto teatral sea una proeza, pero como texto teatral, para mi gusto, flaquea. Total, que a los diez minutos ya está todo el pescado vendido. Y a la media hora la función empieza a terminar. Y termina una vez, termina una segunda vez, una tercera. Y termina varias veces porque claro, como no nos han contado lo de entre medias, la historia efectivamente no da para más y ya ha terminado. Afortunadamente Andrés Lima mete mano y rodea esta historia de una puesta en escena ocurrente, ingeniosa, potente. Con elementos atractivos y muy acertados, le da al asunto un ritmo acertado, mueve bien a los actores y saca de ellos sus mejores registros. Consigue darle al espectáculo lo que como texto le falta. Bueno, no. Rodea de atractivo un texto regulero (para mi gusto) y lo explota al máximo para sacar todo el atractivo que a veces ni tiene y para envolverlo con un papel atractivo y ponerle un lacito. Así Lima consigue que bastante gente del público se levante y grite "bravo".
Natalie Poza está desgarrada, sucia y acabada. Fabulosa. Un poco en su tono habitual, pero tan atrayente y atractiva como siempre, y sufriendo como una loca, desgarrándose y entregando todo lo que tiene y más. Pablo Derqui comienza mirando como Roberto Zucco, pero se le pasa enseguida. Y a pesar de estar como unas maracas, es tierno, vulnerable, y tan indefenso como cualquier perro maltratador. Impresionante. Aunque quizá esté pasado de revoluciones. Yo bajaría le pedal un poco y me pondría al 9 en vez de al 11 sobre 10.
En definitiva, que ver a estas alturas una historia sabida más propia de los ochenta que de 2014 no es que sea lo más revolucionario del mundo, pero por ver a estos dos bestias y por disfrutar del saber de un Andrés Lima calmado y más íntimo, es un puntazo.
Aquí podrás leer MI opinión sobre los espectáculos que voy viendo. Insisto en que es MI opinión, nada mas. No pretendo adoctrinar ni tener razón. Únicamente te contaré MIS razones para amar o amar menos lo que vaya viendo. El teatro son gustos y aquí leerás los míos. No soy crítico, solo necesito contarle al mundo el porqué de mis amores. Lo que puedes leer aquí es lo que yo he sentido al ver estos espectáculos. Ni más ni menos que mis sensaciones. Si a alguien le sirven, estupendo.
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