domingo, 9 de noviembre de 2014

Testamento. Valle Inclán.

Este año, el ciclo "una mirada al mundo" ha estado flojillo flojillo. Menos "Medida por medida" un Donellan simplemente bueno y "Illíada", que fue asombroso, el resto... olvidable, como ese "Gasoline Bill" del que ni he escrito. Y lo de este "Testamento" de verdad que no tiene nombre.




Hablar de esta autora sabiendo que murió joven y poco después de escribir este texto puede parecer cruel e irrespetuoso. El hecho de la muerte de esta chica es dramático, está claro. Pero no deja de ser un texto publicado de un autor fallecido, como Lorca, como Shakespeare o como Fassbinder. En este caso la única explicación que le veo a que este texto se publicara es que los padres de la autora se lo tomaran como cosa personal y una vez fallecida su hija, decidieran publicar sus papeles en plan homenaje. Porque lo siento, igual soy un cactus emocional, pero el texto me parece que no tiene nada. Hablo del texto, no de la autora. El texto es absurdo, es una sucesión de frases sin sentido, inconexas y con unas...¿metáforas? absolutamente incomprensibles. Además es como: "tía, voy a escribir sobre lo muchísimo que van a sufrir mis amigos cuando me muera, porque todos van a sufrir muchísimo". Y eso es exactamente lo que hace. Describir lo mucho que van a sufrir todos, su madre, sus novios, sus amigos. Ella sabe que todos van a sufrir mogollón, lo cual, a mí me parece de todo menos humilde. Para rematar, el director elige lo peor para ponerlo en escena. Decide hacer justo lo que menos ayuda a un texto así. Planta a los actores de uno en uno, frente al público a hablar. Y los deja quietos. A ver, moverse se mueven, bailan, se dan vueltas por ahí, son todos muy happy y muy flower power vestidos como de catálogo de Mango. Pero cuando van a soltar sus monólogos, el director los planta en medio, les prohibe moverse y les deja únicamente hablar. Y claro, uno vale, pero dos, tres, cuatro... no se aguanta. Y eso de que la "pole dance" represente los cuidados paliativos... me deja con cara de rodaballo.
En fin, que tiene narices que un texto sobre la enfermedad que por desagracia ha tocado a tantas familias tenga tan poco de real y en vez de profundizar mínimamente en los estragos íntimos de una persona enferma, te deje frío y nunca simpatices con la prota ni mucho menos con sus colegas ni con su madre. Menos mal que luego nos fuimos de vinitos con Ana y con Roberto y se nos pasaron los males.  

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