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jueves, 5 de enero de 2017

Lo mejor y lo peor de 2016.

Como actor me gusta el teatro porque me permite vivir experiencias que no me suceden en mi vida cotidiana. Cuanto más extremas, mejor. Claro que yo de entrada soy un pelín bizarro con mis sueños. Pasé una adolescencia de esas cañeras, atormentado y sufriendo hasta el límite por todo y por todos. Más de una vez y más de dos me imaginé mi propia muerte. Me veía suicidándome y en un entierro rodeado de miles de personas que lloraban como locos y reconocían que se habían equivocado al no prestarme atención. Supongo que por eso me pone burro lo de vivir vidas extremas y sufrir o disfrutar de sensaciones, traumas y desgarros ajenos. 
Como espectador, el teatro alimenta mi parte salvajemente voyeur. Al ver los dramones o las tragedias en otros, espanto los míos y me doy el gusto de verlos desde el agujerito de mi butaca. Espío la vida desde el patio. 
El circo, la danza, la ópera o la música me inundan en un océano de sensaciones en el que nado y me deshago. Me dejo hacer, me dejo invadir y me dejo arrastrar a un universo de sensaciones puras y limpias. Inevitables e indispensables.




Lo mejor de 2016 ha sido comprobar que hay gente, mucha gente que sigue arriesgando. Gente, actores, bailarines, directores, compositores, productores, autores, iluminadores, músicos, escenógrafos, todos los que componen la larga e imprescindible cadena que termina en la puesta en escena. Arriesgan contando historias minoritarias, difíciles, desde sitios jodidos, dolorosos, escondidos, luminosos o atormentados. Y las cuentan de mil maneras distintas a las habituales, a las ortodoxas. Nos las ofrecen al resto de los humanos para que desde el calorcito de nuestras butacas nos removamos y queramos cambiar el mundo, unirnos en una revolución y crear un universo nuevo. Esa gente que arriesga es gente que VIVE para nosotros, público. Ensayan cientos y cientos de horas, imaginan, crean, sueñan, apuestan, arriesgan, piden prestado, camuflan y regalan vidas y razones para pensar. Nos cambian las vidas y nos mejoran. Nos tocan por dentro, nos mueven y nos conmueven. Algunos. Otros se dedican a poner sobre un escenario lo de siempre, de la misma forma que se ha hecho siempre y sin pretender nada.  
Ese TEATRO, esas puestas en escena (hablo siempre de cualquier manifestación escénica) distintas, experimentales, rarunas, únicas son las que me gustan. El resto es mero pasatiempo del que en cuanto pueda, me desengancharé porque para salir como he entrado, paso.

Ahora sí voy con lo peor y lo mejor del año. Empiezo con lo peor y así exorcizo mi cuore. 




Lo peor de lo peor ha sido ver a dos compañeros que se dedican a los títeres pasando no sé cuántas noches encerrados en un calabozo como si fueran unos delincuentes. Desde hace muchos años no se veía una falta de libertad tan asesina como esta que tenemos ahora. Este recuerdo me congela, aunque finalmente quedara en eso, en un recuerdo. Pero el horror que debieron de pasar esos pobres no se lo devuelve nadie. Ni siquiera nuestro olvido colectivo.
Lo peor ha sido ver cómo los políticos mezclan cultura con ideología en el peor sentido de la ecuación. Quizá sea inevitable buscar afinidades pero la difusión de la cultura debería estar por encima de ideologías. La ideología es intrínseca al arte, pero debería estar al margen de la gestión. Despidos absurdos, nombramientos tardíos, linchamientos flagrantes desde los medios (que deberían ser objetivos, ¿no?) y mucho doble rasero. 
Lo peor ha sido seguir viendo cómo se mezclan churras con merinas. Montar un pollo descomunal porque desde el Ayuntamiento se convoque a voluntarios me retuerce. 
A ver, es una convocatoria a la que se presenta quien quiere y si no te mola, no te presentes. Yo hice la prestación social sustitutoria a la mili y durante un año y pico hice "voluntariado", o sea, cubrí un puesto de trabajo gratis. El voluntariado es eso, voluntario y sirve para cubrir puestos de trabajo por tol morro. Se lleva haciendo muchos años y aunque evidentemente no mola que desde las instituciones promuevan el trabajar gratis, el voluntariado es un invento antiguo y nunca ha levantado ampollas. Y es más llamativo todavía cuando estamos todos los días llenando salas en las que el que corta las entradas no está dado de alta, ni contratado. Ni él ni los actores ni el director ni el técnico si lo hay; donde a veces ni se pagan autores (los grandes olvidados) y donde la entrada que te dan es una fotocopia con la que se supone que van a justificar un aforo y a pagar un IVA que sigue siendo una sangría. 




Lo peor ha sido que NINGÚN político hable nunca de cultura, ni vaya al teatro (estrenos aparte) y hayan vuelto a demostrar que por mucho que presuman, no les interesa la cultura ni un cagao. A ninguno. Por eso cierran salas como Biribó, Guindalera, Kubik... porque no hay un proyecto de fomento, ayuda y promoción de la cultura ni de los espacios culturales. Por eso no hay un sistema fiscal ni de seguridad social realmente específico y que sirva para que las salas que abren amantes del teatro, que se la juegan para regalarnos teatro a los demás no tengan que cerrar. Por eso, como no se puede sostener una legislación anticuada e irreal la gente tiene que pasarse los convenios por el fefo y currar por lo que toque, arriesgando su vida al currar sin estar dado de alta y repartiendo la gorra a pachas con la sala. Por eso la ilegalidad es la forma de vida inevitable. Eso provoca que al final se acaben mezclando trabajos buenos y malos, más profesionales y totalmente aficionados. Porque esto que debería ser un TRABAJO se ha quedado en una afición, en un hobby, que puede hacerlo cualquiera y de cualquier manera. Los políticos juegan con la necesidad de la gente de contar cosas y de mostrarlas. Entre todos les hacemos el caldo gordo, les sacamos las castañas de la necesidad cultural  del fuego y ellos en un alarde de benevolencia, miran para otro lado y nos dejan hacer. Eso es cuidar y fomentar la cultura por los cojones. 
Lo peor ha sido la programación de los teatros públicos. Así en general. Especialmente las salas grandes. En las salas pequeñas de los públicos ha habido grandes espectáculos, arriesgados y vivos. Pero en las salas grandes, la programación en general ha sido viejuna, apolillada y acomodaticia. Se han dedicado a tratar de satisfacer al público de tooooda la vida, al que tiene un oferta ingente en el teatro privado. Pero desde los públicos deberían arriesgar más, ofrecen lo que no se ve en ninguna parte, calmar la sed de las minorías. Olvidarse de tener que ser RENTABLE y ser sencillamente un servicio. La cultura, lo he dicho mil veces, no es un gasto a rentabilizar, sino una inversión. Una inversión en seres humanos, en seres pensantes, en seres sintientes, críticos, inteligentes y vivos. Algún ciclo suelto, alguna función así como de chiripa y algún que otro espectáculo que como ha dado pasta se ha promovido un poco. Islas en medio de una programación añeja y poco digna de teatros públicos, que se deben a la gente, a todos, mayorías y sobre todo minorías (aunque quizá no seamos tan minorías). 
Lo peor sigue siendo la poca visibilidad del trabajo, el esfuerzo y la capacidad creadora de las mujeres de la profesión. En todos los campos. Parece mentira que en pleno siglo XXI se siga pidiendo más a una mujer y se sigan poniendo trabas a la creatividad y a la capacidad artística de los seres humanos según su sexo. Cuando el género se vuelva invisible e imperceptible habremos ganado. Todos. 
Lo peor han sido los proyectos innecesarios y sin ninguna pretensión de cambiar nada. Espectáculos planos, sosos, gratuitos, sin ánimo de tocar a nadie ni de remover nada. Horrores que me han hecho sentir que perdía el tiempo. Es obligación del teatro, de la danza, de la música y del circo querer cambiarte y hacerte algo. Los montajes apolillados y vacíos me han dejado frío, me han hecho sentir que perdía el tiempo. Un maestro mío dice que en cualquier espectáculo, por malo que nos parezca ha habido alguien que en un determinado momento ha sentido que eso que hacía era NECESARIO. Puede que sí y que el que tenga prejuicios sea yo. Pero he visto muchas cosas a las que no he notado  esa "necesidad" por ningún lado. Es un agravio comparativo con la gente que se expone y busca.    





Lo mejor:

Lo mejor de este año ha sido comprobar cómo la gente que entrega su vida al teatro, a la danza, al circo, a la música siguen/seguimos en la lucha. Pase lo que pase,  a pesar de ese IVA destructivo que está intentando hundir estas profesiones, a pesar de que los primeros encargados de cuidar y mimar las artes escénicas passsen totalmente, estos amantes siguen ahí, siguen soñando y siguen pensando, imaginando, creando, escribiendo, iluminando, ensayando, decorando, vistiendo, dirigiendo, produciendo, interpretando y regalando sensaciones únicas e irrepetibles; momentos históricos que nos van a marcar y van a hacer de este mundo de mierda un sitio mejor. Lo mejor es la lucha y los luchadores, el riesgo y los arriesgados, el valor y los valientes.          

Lo mejor ha sido ver nacer un proyecto como el Pavón Teatro Kamikaze. Un puñado de creadores estratosféricos que han arriesgado su dinero y su ilusión para hacernos felices a los demás. Un TEATRO entero con todas sus letras que merece despegar hacia el cielo por honestidad, por amor y porque son cojonudos además.




Lo mejor han sido curiosamente casi los mismos que los últimos años. Hay nombres que se repiten y eso significa que lo que tienen es una forma de pensar y vivir especial, que no son fruto de una casualidad. Voy a dar un puñado de títulos porque a pesar de ser injusto el destacar a algunos, también sería injusto no destacarlos del resto. No tienen por qué ser los mejores (para mí lo son, claro) pero sí son los que han presentado propuestas más vivas, más especiales, que me han removido y conmovido más. Les nombro para darles las gracias por lo que me han hecho. "40 años de paz", "La distancia", "Mis cosas preferidas", "¡Cómo está Madriz!", "La voz humana", "Las princesas del Pacífico", "Todo el tiempo del mundo", "Som faves", "Incendios", "El pequeño poni", "No hay papel" , "Cine", "Moses und Aaron", "Ningún aire de ningún sitio", "Inflamation du verbe vivre"...




Lo mejor ha sido descubrir el genio de Gon Ramos y haber disfrutado/sufrido de esa obra de arte que fue, para mí, "Yogur/Piano". Una personalidad única, un genio desbordante y una sed por contar que nos va a acompañar muchas décadas. Si no, al tiempo. 




Lo mejor ha sido redescubrir el talento ya requetecontrastado de Javier Lara. "Scratch" fue sin duda y de lejos lo mejor de eso llamado Frinje. Una mente prodigiosa y varios pasos por delante del resto, una capacidad interpretativa sin límites ni pudor y un resultado apabullante. Carlos Aladro, Iñigo Rodríguez-Claro, la diosa Carlota Gaviño y Fernando Delgado (el actual/futuro superfenómeno de los escenarios) completaban este pasote. De lo mejorcito del año.  




Lo mejor ha sido ver bailar y sentir respirar a diez centímetros de tus morros a Aleix Mañé, Mar Aguiló, Antonio de Rosa, Mattia Ruso, Elisabet Biosca, Agnès López y ese ser alienigena que es Isac Montllor. Ver las manos de Mar rompiéndose y nadando bajo el velo de novia fue una experiencia sobrehumana. El dúo de Mattia y Antonio, la forma de deslizarse de Elisabet, la delicadeza de Agnès y el dolor interno de Isaac se me quedaron clavadas y la herida dura hasta hoy. "Home" o cómo demostrar (como ya hizo por ejemplo el grandioso Chevi) que la danza es en sí misma un idioma que cabe en cualquier sitio. Danzar es sentir y mover almas. A diez centímetros, estos genios te destrozan. José Carlos Martínez lo sabe y nos lo regala. Lo dije en su momento y lo repito: "el dúo entre Agnès e Isaac es en sí mismo una razón para vivir". Punto.




Lo mejor han sido dos fenómenos que no necesitan más comentario que su simple mención. Grumelot y María Morales.




Lo mejor ha sido la gestión del Teatro de la Zarzuela de Daniel Bianco y su equipo.

Siento una admiración desmedida por cualquiera que se sube a un escenario y se expone a las miradas de seres variados. Por cualquiera que dedica su tiempo, su esfuerzo, su salud, sus sueños y su amor en trabajar para transmitir vidas ajenas y soñadas. El riesgo de contar, de compartir y de cambiar es admirable. Espero que llegue  pronto el día en el que se valore el sacrificio de un músico, de un bailarín, de un acróbata, de un actor, de un escenógrafo, de un dramaturgo, de un compositor, de un iluminador, de un figurinista, de un director, de un productor, de un ayudante o de un cover. Cuando ves un trabajo bien hecho parece que no se nota el esfuerzo, pero se debería valorar muchísimo más el sacrificio que tienen que soportar estos genios para llegar a hacer que parezca fácil lo imposible. 

El teatro es inevitable. Como el circo, la música, el canto, la danza. Por eso durante 2017 nos seguiremos viendo en los teatros, estremeciéndonos de gusto con todos estos genios, cómodamente sentados y gozando desde el patio. 

      

miércoles, 6 de abril de 2016

Home. La pensión de las pulgas.

Que la danza es una de las disciplinas más sacrificadas, desagradecidas, sufridas y desconocidas de las artes escénicas es una triste realidad. Lo he dicho mil veces y desgraciadamente habrá que seguir repitiéndolo, sobre todo tras ver a cuatro chavales tentados por la fama efímera que dan tres volteretas en la caja tonta y pretenden llamar a eso que hacen "danza". No me jodas.
Porque sea vistoso, porque te de la sensación de que los bailarines se divierten y porque gracias a horas y horas y horas y años y años y años de preparación los profesionales consigan transmitir que las salvajadas que hacen son fáciles no significa que lo pueda hacer cualquiera. Hacer que parezca fácil y natural una técnico que lleva años y años de preparación y un aprendizaje y proyección continuos no es porque sea fácil, sino porque a base de sacrificio se ha convertido en virtuosismo. Y el virtuosismo consiste en hacer que parezcan fáciles cosas sobrehumanas. Un respeto, por favor.




José Martet llevó la danza a "La casa de la portera" hace tiempo y le prestó su espacio minúsculo a ese genio estratosférico que es Chevi Muraday y este genio nos regaló "Cenizas" por ejemplo. Ahora el reto llega hasta la Compañía Nacional de Danza. Casi nada.
José Carlos Martínez, director (espero que por muchos años) de la CND, acepta el reto y, en mi opinión aprovecha para atacar por varios frentes. Por un lado les de la oportunidad a los bailarines de la Compañía de que desarrollen sus inquietudes y creen sus propias coreografías (ya hemos visto algún ejemplo más en Matadero, por ejemplo). Un bailarín, aparte de ejecutante debe ser creador y aquí desarrollan su lado creativo aparte del activo. Primer mérito. Pero además saca la danza del "gueto" de los teatros. A ver, ver danza en un teatro es un rito, es una maravilla y es, a veces, casi una eucaristía y es inevitable que para ver una maravilla como "Carmen" o como el "Quijote" que acaban de hacer haya que ir a un teatro. Es así y así tiene que ser. Pero dejar la danza anclada a un escenario es como intentar ponerle fronteras al mar. La danza es una expresión creativa, un impulso natural e inevitable del ser humano y no le hace ningún bien conservarlo como algo elitista, o para entendidos, o para gente con pasta o para apolillados. La danza es una necesidad que se tiene y se puede desarrollar en cualquier sitio. Exactamente igual que el teatro. Porque nace del mismo sitio y de la misma necesidad. Y que Martínez saque la danza de los santuarios y la ponga a medio metro de tu jeta es lo mejor que se puede hacer por la danza. La danza en los teatros es una cuestión de lógica y la danza en cualquier espacio es una cuestión de salud.
Elisabet Biosca y Agnès López son las principales responsables de este "Home", aunque en el programa avisan de que han trabajado en colaboración con sus compañeros de aventura Mattia Russo, Aleix Mañé, Mar Aguiló, Antonio de Rosa e Isaac Montllor, "Home" no es que sea una pieza de orfebrería por todo lo que he dicho antes sobre la danza y el compromiso. Bueno, lo es por eso, pero también por lo que es y por cómo es como espectáculo. Porque "Home" es una puta maravilla.



"Home" no es "House". Hogar no es casa. "Home" es donde uno se recoge cuando necesita calorcito, es refugio y es rincón acogedor, es amor y es pareja, pero es soledad, es abandono, es juguete roto y es salvación. Y "Home" es cualquier familia. Familia de la del siglo XXI, por fin. Hoy existen tantos modelos de familia como individuos hay en el mundo. Dos, tres, uno, una, cuatro, o doce. Y "Home" nos lleva a sitios calentitos casi todos.
Se va a cocinar algo, una receta curiosa que nos va a llevar por sitios cómodos algunos e incómodos otros. Como los seres humanos y sus relaciones. Entramos y bajo la música de Nino Rota comienza el desfile. "Amarcord" tuvo un título entre paréntesis, "mis recuerdos". Y esos recuerdos pueden ser perfectamente los de una saga que quizá empiece con esa pareja mal avenida, siga con el juguete roto abandonado en su día, continúe con una pareja de hombres en la coreografía más sexual y caliente que he visto en años y acabe con la cena de familia sin familia. Todo un prodigio tanto de planteamiento como de desarrollo. Mil enhorabuenas a Agnes y a Elisabet.  



El elenco... glorioso. No voy a hablar de su virtuosismo técnico porque es obvio y evidente. Aleix Mañé abre y cierra con gracia, humor y complicidad. Mar Aguiló te destroza el alma literalmente con ese juguete roto que descompone ante tus morros mientras convierte sus manos en dos instrumentos de lamento psicológico. Esas manos me dejaron machacado. Mattia Russo y Antonio de Rosa se bailan el dúo de amor más precioso de la historia. Necesidad, olvido, apoyo, dependencia y complicidad bajo las notas del "Nunca jamás" de Javier Solís. De no querer que amanezca. Elisabet se marca la pieza de la embarazada con una mezcla de delicadeza, soledad, pasión y abismo que te hiela. El número final tortilla en mano es de antología de la danza. Los hermanos Marx alrededor de una mesa. Genial y consiguiendo dibujar una sonrisa en tu alma herida.
Y luego está el numerazo del sofá, con Agnes y ese ser sobrehumano que es Isaac Montllor. Querer definir este dúo es como intentar definir un amanecer, la sonrisa de un bebé o un abrazo cuando estás roto. Es celeste, es mágico, es una cuchilla, es una rosa y es un pez luna. Sé que sus compis me van a perdonar, pero hay veces en las que encuentras a gente que te producen cortocircuitos emocionales. Desde la primera vez que vi a Isaac bailar me quedé embrujado. hay una conexión especial entre su forma de hacer y mi forma de entender el mundo. O yo qué sé. Pero cada mirada, cada gesto, cada movimiento, cada espasmo y cada respiración se me clavan directamente en mi centro. Hay gente con la que tengo esa conexión extraña que no sé cómo llamarla pero que hace que su forma y nivel expresivo sea exactamente le que mi mente y mi naturaleza necesita para vivir. Y el dúo de Isaac con Agnes es en sí mismo una razón para vivir.




Si hasta hoy había razones más que sobradas para rendirnos a los pies de José Carlos Martínez y de sus prodigiosos intérpretes, después de ver "Home" la adoración y la admiración han traspasado las fronteras del infinito y al menos en mí, se han desbocado como locas. A ver ahora esto cómo lo quemo yo...