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miércoles, 6 de junio de 2018

Galili / Kylián / Duato. CND. Teatro de la Zarzuela.

No sé ni cómo empezar a hablar de este espectáculo. 
Bueno, me lanzo, como siempre, y que las palabras me lleven por donde ellas quieran. 


FOTAZA DE JESÚS VALLINAS

Los programas mezclados, con piezas distintas, suelen correr el riesgo de acabar siendo un pastiche mono y desigual con la sana intención de contentar a todo el mundo y con un resultado desconcertante. Afortunadamente para todos en esta ocasión no es así. En todo caso podría decirse que es el programa PERFECTO para que se luzca toda la compañía. 
Yo no soy ningún experto en danza, ni siquiera soy un entendido. Yo únicamente cuento en voz alta las sensaciones que me produce lo que veo. L@s crític@s especializad@s escriben de maravilla (menos algún clásico revenío), con conocimiento, sabiduría y conceptos claros. A mí especialmente me gusta esta, ESCRITA POR YOLANDA VÁZQUEZ
Yo escribo como escribo y describo como siento.


FOTAZA DE JESÚS VALLINAS. 

"Hikarizatto" me parece una pieza perfecta para que baile todo el mundo. Así todos los inmensos bailarines de la CND salen al escenario, se lucen y participan en una pieza. Es obvio decir que las luces son una maravilla y que todos los bailarines despliegan sus mejores recursos en este ejercicio de precisión y exhibición técnica. Estuve todo el rato con la mandíbula desencajada viendo el despotorre físico de todos. Impecables, precisos, bestiales y matemáticos. Un diez para su precisión y exhibición física. Pero para mi gusto, la coreografía tiene poco de lo que a mí me mueve cuando veo danza. Es un gran número de relojería pero con cero sentimiento. La emoción brilla por su ausencia. Derroche, sí, y tremendo, pero de cualidades físicas. Ni matices, ni sutileza ni temblor. No se me mueven los centros. Eso sí, la mandíbula colgando durante toda la pieza. Y un piso que les pongo a todos ellos, porque están magistrales, pero para mi gusto no hay nada de emoción. Solo virtuosismo. O mejor dicho, virtuosismo, sin "solo". 




FOTAZA DE ALBA MURIEL

"Gods and dogs" es una puta obra maestra. Pero claro, Kylián es dios. 
Reconozco que leyendo el programa de mano se me puso cara de rodaballo. Se supone que es una reflexión sobre la forma en la que nos vestimos y las razones que nos hacen elegir la ropa. Te juro que yo leo esto y lo flipo. La magia del escenario consiste en que uno hace una cosa con una intención y el diálogo con el espectador crea que éste reciba lo que quiera o necesite recibir. Yo veía la lucha de seres torturados, enfermos, necesitados, o directamente locos o suicidas. No todo junto, sino a brochazos. Yo veía a Isaac Montllor y a Daan Vervoort buscando un sitio donde suicidarse, y a Agnes López y a Benjamin Poirier intentando salvar una relación a punto de acabarse y al gran Aleix Mañé luchando con los fantasmas de la enfermedad física y mental. Eso es lo que yo veía. Lo siento, Jirí. Yo veía dioses y perros, salud y enfermedad, locura y cordura, vida y autodestrucción, amor y soledad, huída y necesidad. 
Lo que sí tengo que decir es que en todo momento sobre el escenario los ejecutantes, los actuantes se convirtieron en mediums. He visto el espectáculo dos veces porque quería, aparte de darme el gusto, ver a los dos elencos. No para comparar, está claro, sino para disfrutar de dos maneras distintas de vivir lo mismo. Y para recrearme en lo distintos que pueden ser los mismos pasos si los transitan dos seres distintos y únicos. Porque eso es la danza. Los pasos son los pasos y siempre son (en fin...) los mismos. La danza es lo que hay entre medias, entre paso y paso. Ahí, en ese espacio mínimo pero inmenso es donde vive la personalidad del ejecutante, del mago, del bailarín, del intérprete, del actor, del actuante, del medium. Ese espacio es la danza. Igual que "música" es lo que hay entre una nota y otra nota. Si oyes dos versiones de "Morgen", las dos cantantes darán las mismas notas, porque son las escritas, pero cada una rellenará de un material distinto el espacio entre las notas. 
Eso hacen aquí los bailarines de la CND. Aleix y Álvaro bailan lo mismo, los mismos pasos, pero Aleix se retuerce de dolor, de un dolor interior, torturado, de desgarro interno y crea un ser frágil y atormentado por fantasmas internos mientras que Álvaro, bailando lo mismo, es un joven impetuoso, impulsivo y eléctrico. ¿A quién quieres más, a mamá o a papá? Son dos composiciones distintas. Parten de lo mismo y usan lo mismo pero crean cosas distintas. La sutileza, el matiz y el mundo interior de Aleix y el impulso, la rabia y el brío de la juventud de Álvaro. 
O como Sara y Agnes. Sara es el cálculo, la forma perfecta e intachable, mientras que Agnes mira al suelo, mueve un dedo y quiebra la espalda y de repente el escenario se transforma en una película de Kieslowski. Con Sara flipas con su elegancia y su delicadeza. Agnes transforma el aire que la rodea en necesidad. En necesidad de bailar para contar y para cambiar.
Isaac y Daan viajan por la depresión y el dolor insoportable. Buscan dónde morir. Alessandro y Toby viven ese dolor con otro desgarro, sin querer morir sino buscando la salvación.
Kayoko es fría y perfecta. Elisabet es perfecta y terrenal. 
¿A quién quieres más, a mamá o a papá?




FOTACA DE ALBA MURIEL

"Por vos muero" es una joyita. Es muy mona de ver y fácil de gozar. Por supuesto es indiscutible la figura de Nacho Duato en la historia de la danza mundial. Y es una alegría inmensa volver a ver sus coreografías en Madrid. Sólo por eso merece la pena. Lo que tiene "Por vos muero" es que ha envejecido regular. A ver; claro que creó escuela. Lo que en su día fue una revolución, con el paso del tiempo se ha vuelto más habitual. Es lo que tiene convertirte en referente. El uso de esas músicas se ha vuelto algo frecuente, el vestuario ha evolucionado y la coreografía en sí, siendo magistral, bellísima, delicada y gozosa, ahora parece algo menos novedosa. Aun así es un placer para los seis sentidos ver flotar por el escenario a estos magníficos bailarines. Disfrutar de una pieza tan redonda, tan flotante y tan placentera de ver es un regalazo y sin duda, cierra por todo lo alto este programa bestial y necesario. 

Espectáculo asombroso y magistral. Demuestra que la danza es plural, bella, dolorosa y necesaria para vivir. Y José Carlos Martínez nos regala de nuevo la ocasión de gozar como perras viendo cómo bailan y cómo sienten lo que nace en el escenario Mar, Isaac, Agnes, Daan, Elisabet, Alessandro, Shani, Sara, el gran Aleix, Álvaro, Aída, Rodrigo, Marcos, Toby, Jesse o Benjamin. 
Igual que estaría todo el día escuchando la muerte de Isolda, estaría todo el día viendo este programa. Es que la danza es vida. Toda la danza. Hasta la no danza.       









 

martes, 10 de abril de 2018

The show must go on.

"... y se llenó el escenario de gente. Eran hombres y mujeres y ninguno se parecía a nadie".





Necesitamos, no sé por qué, poner nombre a las cosas. No sé si es porque creemos que si algo no se nombra no existe. Yo más bien pienso que algo no existe si no se piensa. O si no se sueña. O si no se recuerda. Aunque quizá sea cierto, que si no se nombra, no existe. Por eso a la experiencia de colocar a un grupo de ejecutantes y a un grupo de ojos que miran juntos, en un mismo espacio, para que los ojos miren lo que los ejecutantes hacen hemos acordado llamarlo "hecho escénico". 
Ese término suena pelín petardo. Pero lo usamos. Hemos acordado hacerlo. Así que voy a usarlo ahora como lo he usado muchas otras veces.  
El hecho escénico es el mayor acto de amor que hay entre el artista y el público, los ojos que miran, los oídos que oyen. El encuentro entre ojos que miran y personas que muestran debe ser amoroso y generoso. Por ambas partes. Si intentas irte a la cama con alguien y vas pensando en lo bien o en lo mal que va a salir, ese polvo será como mucho gozoso, pero no será cósmico. Y si un polvo no es cósmico es una mierda.
"The show must go on" es, como cualquier hecho escénico, un acto de amor y como tal debe ser mirado. Con la mente abierta, con los ojos dispuestos a mirar y dejar ver, con los oídos abiertos para escuchar y dejarles oír y con las ganas vírgenes de dejarse jugar. 
El encuentro entre seres únicos, individuales, distintos entre sí y distintos a los demás, y los espectadores igualmente únicos, individuales y especiales debe partir del amor. Del amor de unos por otros. Sin prejuicios, sin frenos, sin remilgos y sin pudores. 
Arriba, cuerpos dejándose mover por las ondas de la música. Eso es energía pura. Es algo físico. Que ni está bien ni está mal. Es así porque así nace. Y nace de verdad. El ojo que mira debe hacerlo con amor y generosidad. No para perdonar nada, sino para dejarse tocar libremente, de forma líquida, de forma universal. 
Abajo no sirve con sentarse a mirar. En CUALQUIER espectáculo, el ojo que mira debe querer ver y debe saber y querer hacerlo. 
El camino es fácil. Tanto que parece que asusta. Empieza. "Tonight". Esta noche. "Let the sun shine in", deja que surja la luz. "Come together", vayamos juntos en esto. "Let´s dance", bailemos. Y sigue. 
Hasta que el espacio se abre, la luz inunda de amor el patio de butacas, la cuarta pared y la quinta y la sexta se derrumban y se funden en un plato de mermelada de fresa el escenario y el patio, el que hasta ahora miraba con el que era mirado. 
En ese momento puedes hacer dos cosas, puedes parar y decir que tú en una primera cita no follas, o puedes dejarte mecer y aceptar el reto de ser activo. Activo desde el placer y el goce. Y si quieres bailas y si quieres no bailas y si quieres lloras y si quieres no lloras y si quieres imaginas y si quieres escuchas el sonido del silencio. Polvazo cósmico.
O puedes acojonarte y querer sólo mirar sin ver. Dejarte querer y ya. Echar la cabeza hacia atrás, dejar que te la chupen y pirarte como has entrado. 
¿Que "The show must go on" está muy visto, está trasnochado o tiene muchos años? Sí, más tiene "La Traviata" y si te relajas y la escuchas con deseo seguro que te mola y te la lloras. Chimpún. Mientras funcione... 
El sentimiento de estafa mola. Bailarines que no son bailarines, otros bailarines que no bailan, unas canciones deconstruidas, en medio la puta Macarena, la danza muy poco bella, la estructura rota, el poder en manos del público. ESO ES ESTAFA PURA. Y esa estafa es sana, viva, energética. Para mí, ir a ver "Jacinto y Juanita, dramón en tres actos" o "Historia del suburbio" y encontrarme JUSTO lo que debo encontrarme me mata, me quita vida, me pudre entero. Si el arte no es estafa no es nada. Estafa de lo previsto, toma ya, por listo. Estafa de lo burgués, estafa de lo premeditado, estafa de lo cómodo, estafa de lo sano, estafa de lo que te deja a salvo, estafa de lo que te deja igual, estafa de lo que tú, marisabidillas previsto para ti y para los tuyos. El arte es estafa, señoras, es el choque que te remueve, te conmueve y te trastoca. Es la estafa de la vida, esa que te hace cambiar, ver, ver de otra forma y salir de ti. Lo otro es cine. Es ver un documental.   
Me permito ahora copiar unas palabras que escribió un amigo. Pero es que es de los mejores escritores, poetas y seres humanos del mundo y mejor que él nadie lo expresa.  Dice "Yo pasé del enfado ("dejad imaginar, coño! Apagad los putos móviles y dejad imaginar!") a caer rendido ante la evidencia de lo que estaba pasando. Esa otra cosa que siempre es lo que pasa. Lo que pasa es siempre esa otra cosa que nos excede. Y si la vemos, ilumina."

Termino con otra cita copiada. La compartió otro ser único e iluminado. Un ser que cuando le conocí por primera vez me hizo tener ganas de morir para nacer otra vez e intentar parecerme a él.

Gracias, Javi, por la cita.Te la pillo.

"La Naturaleza no es bella, bellos son los ojos que la miran. 2008, 2009, 2010... La noche cae sobre el mundo. ¿Qué hacer? ¿Callar? Siento un sincero respeto por todos aquellos artistas que dedican su vida a su arte: ése es su derecho o su condición. Pero prefiero a aquellos que dedican su arte a la vida. En defensa del arte y de la estética, en tiempos de crisis y de paz. El Arte no es adorno, la Palabra no es absoluta, el Sonido no es ruido, y las imágenes hablan."

 
 
Gracias, Monsieur Bel.

Anabel, Agnes, Mar, Sara, Jose Manuel, Jorge, Víctor, Emilio, Shani, Victor DJ, Inés, Charo, Daan, Ana, Óscar, Eduardo, Paola, Christian, Kike, Aida, Andrea, Dina, Henrique... OS AMO.

sábado, 3 de febrero de 2018

La danza

Soy un asiduo espectador de espectáculos de danza. Afortunadamente en Madrid hay ocasiones de ver danza. Es evidente que debería haber muchísimos más. Pero algo hay. 
Siempre he pensado que cualquier expresión artística tiene que nacer de una necesidad. Bailar, cantar, hacer acrobacias, vivir en las palabras de otro... son actos antinaturales. Como seres humanos, nuestro código de comunicación es otro, más terrenal, más carnal, más cercano y más basicote. Comunicar cantando, bailando, tocando un instrumento es... raro. No es lo habitual. 
A ver si me explico. 
Actores, directores, escenógrafos, coreógrafos, iluminadores, vestuaristas, todos las partes vitales de un espectáculo necesitan una preparación, un planteamiento previo, a veces hasta unos estudios y siempre mucho, mucho, mucho trabajo previo. Pero músicos, cantantes, malabaristas, acróbatas, funambulistas, y bailarines NECESITAN una preparación muchísimo más exigente, continua y rigurosa. Años y años y años y años de curro en silencio, llevando su cuerpo al límite para ofrecernos algo único y especial. Nos regalan lo que los demás NO PODEMOS hacer. Eso nos fascina (o me fascina) de la música, del circo, del canto y de la danza. Que veo a gente hacer cosas extremas que yo jamás sería capaz de hacer. Son seres especiales. Hacen cosas especiales. Tocan fibras especiales. ¿O es que hay alguien que no haya roto a llorar escuchando un aria en concreto, o un solo de violonchelo, o viendo a un acróbata haciendo un numerazo en el mástil chino, o viendo bailar el paso a dos de "Espartaco"?
Todo ese trabajo duro, sordo, anónimo y gratuito de estos artistas no trasciende, es algo que parece que damos por hecho. Y sólo eso es de quitarse el sombrero y admirar de por vida. Son gente que sacrifican su entrenamiento y llevan su cuerpo al límite para regalarnos belleza. 
Ese es el estado previo, el trabajo anterior. Luego viene en encuentro con el público. Si un autor, un director y un actor sienten la NECESIDAD de compartir y de que su voz sea escuchada y mirada por los otros, estos dioses con más motivo, puesto que su lenguaje además, es antinatural. ¿O no es antinatural cantar "Amore" durante cinco minutos? Antinatural pero primario. primitivo, impulsivo, racial. Quizá de las primeras cosas que uno hace sean bailar ( o moverse según siente los ruidos, la música y los estímulos externos) o intentar gritar, llorar y soltar la voz, o tratar de seguir un ritmo y producir sonidos armónicos con el sonajero o con un palo. 

En esta reflexión en voz alta quiero ceñirme a la danza. Porque en estos días he tenido el honor de disfrutar de tres espectáculos y tres concepciones distintas de lo que es, de dónde nace y de a dónde quiere llegar la danza. 
Los tres espectáculos nacen de una necesidad extrema de compartir dolor y asfixia. Y digo necesidad, de necesidad, del verbo necesidad. De que si no, te mueres.



Chevi Muraday y Paloma Sáinz-Aja necesitaban dar luz a las palabras de Paco Tomás. No hablo de la luz mágica y estremecedora de David Picazo, sino de sacar de la tumba a esos dos seres medio muertos, vengativos, necesitados el uno del otro, crueles, débiles, heridos y putrefactos. Si Chevi siempre baila porque no le cabe el cuerpo en el cuerpo, en esta ocasión ha arriesgado te diría que su serenidad para meterse en la piel de un moribundo, de un cadáver becketiano. Y lo ha hecho por pura necesidad. Porque no se puede vivir con eso dentro. Por eso hay que bailarlo. Y Chevi lo baila y lo llora. 



Sharon Fridman en "All ways" necesita hablar en voz alta. Necesita decirnos que hay salida, que si sueñas y vuelas te puedes liberar. Que a pesar de todo lo que se cruce en tu camino, si miras al frente, respiras y confías, llegarás. Por eso desnuda a un puñado de seres perfectos y celestiales. Cuerpos bellos, desnudos, libres, con el morbo de una estatua clásica y la piel al aire, buscando horizontes. Por eso Melania Olcina, ese ser puro, transparente y frágil sonríe, cierra los ojos y danza como si estuviera poseída, como si bailara hipnotizada y en éxtasis. Por eso su sonrisa regala paz. Por eso salimos flotando y sintiendo que en el fondo la vida en bella. 
La CND es un debilidad que tengo, eso es sabido. En Kamikaze han vuelto a colgar el cartel de NO HAY ENTRADAS (igual que Chevi y que Sharon, cuidado). Cada vez que actúan demuestran que a la gente le gusta la danza, que la gente quiere ver danza, que cuando hay danza se agotan las entradas. Por dios, que alguien se entere. ¡LA DANZA LLENA! 
Aparte de que la CND necesita y merece urgentemente una sede, un teatro donde puedan bailar todos los días, no sé, Albéniz, Teatro de Madrid, Matadero..., la Compañía Nacional de Danza baila porque lo necesita. Porque el grupo de bailarines jóvenes que acaban de entrar en la compañía necesitan bailar. Porque si no las compartes, hay cosas que se enquistan. Porque los humanos necesitamos ver y sentir a Mar, a Aleix, a Seh, a Aída, a Isaac, a Elisabet, a Esteban, a Daan, a Anthony, a Cristina, a Álvaro, a Agnés, a Yanier...  
El programa, aparte de repasar en sala varios trabajos habituales (como los sobrehumanos "Passing time" o "Polvo eres" de Juan Carlos Santamaría con unos Aída Badía y Erez Ilan grandiosos) presentaron varias coreos nuevas y prometedoras, como "Jián", "Odila", "Triple Bach" o "Absolutio". Cuatro maravillas. 



En el ambigú del Kamikaze bailaron Agnés López e Isaac Montllor "Elogio del caminar". La verdad es que decir "bailaron" es falso. Isaac y Agnés no bailan. Viven. Ellos dos son el ejemplo perfecto de la necesidad. Bailan, danzan, respiran, miran, sufren, lloran, sonríen y viven por necesidad. La pieza es una auténtica maravilla de orfebrería fina, pequeña y delicada. Y ellos dos están tan llenos de dolor, de confusión, de búsqueda y de dependencia que necesitan que salga. Y sale danzando, dejando que el cuerpo lo exprese. Su necesidad se hace movimiento y su mirada se inunda de emoción. Porque los dos bailan con todo, bailan con el cuerpo, bailan con la mirada, esa mirada llena y pesada que taladra, bailan con su respiración, bailan con el aire que les rodea, bailan con el cosmos y bailan porque lo necesitan. Y a mí particularmente me llevan a sitios fabulosos e íntimos. Me dan ganas de saltar y abrazarles y revolcarme y dejar que mi cuerpo hable también (obviamente no como ellos, yo sería más bien el saco de patatas revolconas y sin gracia). Contagian lo que sienten, porque lo que sienten se les escapa por los poros y necesitan regalarlo. Ellos dos demuestran que las manos son el final del brazo, no una parte que va después de la muñeca. Y demuestran que bailar es lo que hay entre movimiento y movimiento. Los pasos son los pasos, pero bailar es lo de en medio. 

Lloré con Melania, lloré con Chevi (como siempre) y lloré con Agnés y con Isaac. Porque cuando estos seres sacrificados, incomprendidos, maltratados y olvidados nos regalan su necesidad de explotar, uno sólo puede abrirse, dejarse hacer, dejarse querer, dejarse herir y echarse a llorar ante tanta belleza. 

Los bailarines (o la gente que se expresa bailando) son seres especiales y sacrificados. Lo que hacen es único. Así que, señores que mandan y que programan, cuiden un poco más a estos currantes. Ellos se mueren creando belleza y nos la regalan. Y eso nos hace mejores.
Más danza, por dios.       


   

jueves, 5 de enero de 2017

Lo mejor y lo peor de 2016.

Como actor me gusta el teatro porque me permite vivir experiencias que no me suceden en mi vida cotidiana. Cuanto más extremas, mejor. Claro que yo de entrada soy un pelín bizarro con mis sueños. Pasé una adolescencia de esas cañeras, atormentado y sufriendo hasta el límite por todo y por todos. Más de una vez y más de dos me imaginé mi propia muerte. Me veía suicidándome y en un entierro rodeado de miles de personas que lloraban como locos y reconocían que se habían equivocado al no prestarme atención. Supongo que por eso me pone burro lo de vivir vidas extremas y sufrir o disfrutar de sensaciones, traumas y desgarros ajenos. 
Como espectador, el teatro alimenta mi parte salvajemente voyeur. Al ver los dramones o las tragedias en otros, espanto los míos y me doy el gusto de verlos desde el agujerito de mi butaca. Espío la vida desde el patio. 
El circo, la danza, la ópera o la música me inundan en un océano de sensaciones en el que nado y me deshago. Me dejo hacer, me dejo invadir y me dejo arrastrar a un universo de sensaciones puras y limpias. Inevitables e indispensables.




Lo mejor de 2016 ha sido comprobar que hay gente, mucha gente que sigue arriesgando. Gente, actores, bailarines, directores, compositores, productores, autores, iluminadores, músicos, escenógrafos, todos los que componen la larga e imprescindible cadena que termina en la puesta en escena. Arriesgan contando historias minoritarias, difíciles, desde sitios jodidos, dolorosos, escondidos, luminosos o atormentados. Y las cuentan de mil maneras distintas a las habituales, a las ortodoxas. Nos las ofrecen al resto de los humanos para que desde el calorcito de nuestras butacas nos removamos y queramos cambiar el mundo, unirnos en una revolución y crear un universo nuevo. Esa gente que arriesga es gente que VIVE para nosotros, público. Ensayan cientos y cientos de horas, imaginan, crean, sueñan, apuestan, arriesgan, piden prestado, camuflan y regalan vidas y razones para pensar. Nos cambian las vidas y nos mejoran. Nos tocan por dentro, nos mueven y nos conmueven. Algunos. Otros se dedican a poner sobre un escenario lo de siempre, de la misma forma que se ha hecho siempre y sin pretender nada.  
Ese TEATRO, esas puestas en escena (hablo siempre de cualquier manifestación escénica) distintas, experimentales, rarunas, únicas son las que me gustan. El resto es mero pasatiempo del que en cuanto pueda, me desengancharé porque para salir como he entrado, paso.

Ahora sí voy con lo peor y lo mejor del año. Empiezo con lo peor y así exorcizo mi cuore. 




Lo peor de lo peor ha sido ver a dos compañeros que se dedican a los títeres pasando no sé cuántas noches encerrados en un calabozo como si fueran unos delincuentes. Desde hace muchos años no se veía una falta de libertad tan asesina como esta que tenemos ahora. Este recuerdo me congela, aunque finalmente quedara en eso, en un recuerdo. Pero el horror que debieron de pasar esos pobres no se lo devuelve nadie. Ni siquiera nuestro olvido colectivo.
Lo peor ha sido ver cómo los políticos mezclan cultura con ideología en el peor sentido de la ecuación. Quizá sea inevitable buscar afinidades pero la difusión de la cultura debería estar por encima de ideologías. La ideología es intrínseca al arte, pero debería estar al margen de la gestión. Despidos absurdos, nombramientos tardíos, linchamientos flagrantes desde los medios (que deberían ser objetivos, ¿no?) y mucho doble rasero. 
Lo peor ha sido seguir viendo cómo se mezclan churras con merinas. Montar un pollo descomunal porque desde el Ayuntamiento se convoque a voluntarios me retuerce. 
A ver, es una convocatoria a la que se presenta quien quiere y si no te mola, no te presentes. Yo hice la prestación social sustitutoria a la mili y durante un año y pico hice "voluntariado", o sea, cubrí un puesto de trabajo gratis. El voluntariado es eso, voluntario y sirve para cubrir puestos de trabajo por tol morro. Se lleva haciendo muchos años y aunque evidentemente no mola que desde las instituciones promuevan el trabajar gratis, el voluntariado es un invento antiguo y nunca ha levantado ampollas. Y es más llamativo todavía cuando estamos todos los días llenando salas en las que el que corta las entradas no está dado de alta, ni contratado. Ni él ni los actores ni el director ni el técnico si lo hay; donde a veces ni se pagan autores (los grandes olvidados) y donde la entrada que te dan es una fotocopia con la que se supone que van a justificar un aforo y a pagar un IVA que sigue siendo una sangría. 




Lo peor ha sido que NINGÚN político hable nunca de cultura, ni vaya al teatro (estrenos aparte) y hayan vuelto a demostrar que por mucho que presuman, no les interesa la cultura ni un cagao. A ninguno. Por eso cierran salas como Biribó, Guindalera, Kubik... porque no hay un proyecto de fomento, ayuda y promoción de la cultura ni de los espacios culturales. Por eso no hay un sistema fiscal ni de seguridad social realmente específico y que sirva para que las salas que abren amantes del teatro, que se la juegan para regalarnos teatro a los demás no tengan que cerrar. Por eso, como no se puede sostener una legislación anticuada e irreal la gente tiene que pasarse los convenios por el fefo y currar por lo que toque, arriesgando su vida al currar sin estar dado de alta y repartiendo la gorra a pachas con la sala. Por eso la ilegalidad es la forma de vida inevitable. Eso provoca que al final se acaben mezclando trabajos buenos y malos, más profesionales y totalmente aficionados. Porque esto que debería ser un TRABAJO se ha quedado en una afición, en un hobby, que puede hacerlo cualquiera y de cualquier manera. Los políticos juegan con la necesidad de la gente de contar cosas y de mostrarlas. Entre todos les hacemos el caldo gordo, les sacamos las castañas de la necesidad cultural  del fuego y ellos en un alarde de benevolencia, miran para otro lado y nos dejan hacer. Eso es cuidar y fomentar la cultura por los cojones. 
Lo peor ha sido la programación de los teatros públicos. Así en general. Especialmente las salas grandes. En las salas pequeñas de los públicos ha habido grandes espectáculos, arriesgados y vivos. Pero en las salas grandes, la programación en general ha sido viejuna, apolillada y acomodaticia. Se han dedicado a tratar de satisfacer al público de tooooda la vida, al que tiene un oferta ingente en el teatro privado. Pero desde los públicos deberían arriesgar más, ofrecen lo que no se ve en ninguna parte, calmar la sed de las minorías. Olvidarse de tener que ser RENTABLE y ser sencillamente un servicio. La cultura, lo he dicho mil veces, no es un gasto a rentabilizar, sino una inversión. Una inversión en seres humanos, en seres pensantes, en seres sintientes, críticos, inteligentes y vivos. Algún ciclo suelto, alguna función así como de chiripa y algún que otro espectáculo que como ha dado pasta se ha promovido un poco. Islas en medio de una programación añeja y poco digna de teatros públicos, que se deben a la gente, a todos, mayorías y sobre todo minorías (aunque quizá no seamos tan minorías). 
Lo peor sigue siendo la poca visibilidad del trabajo, el esfuerzo y la capacidad creadora de las mujeres de la profesión. En todos los campos. Parece mentira que en pleno siglo XXI se siga pidiendo más a una mujer y se sigan poniendo trabas a la creatividad y a la capacidad artística de los seres humanos según su sexo. Cuando el género se vuelva invisible e imperceptible habremos ganado. Todos. 
Lo peor han sido los proyectos innecesarios y sin ninguna pretensión de cambiar nada. Espectáculos planos, sosos, gratuitos, sin ánimo de tocar a nadie ni de remover nada. Horrores que me han hecho sentir que perdía el tiempo. Es obligación del teatro, de la danza, de la música y del circo querer cambiarte y hacerte algo. Los montajes apolillados y vacíos me han dejado frío, me han hecho sentir que perdía el tiempo. Un maestro mío dice que en cualquier espectáculo, por malo que nos parezca ha habido alguien que en un determinado momento ha sentido que eso que hacía era NECESARIO. Puede que sí y que el que tenga prejuicios sea yo. Pero he visto muchas cosas a las que no he notado  esa "necesidad" por ningún lado. Es un agravio comparativo con la gente que se expone y busca.    





Lo mejor:

Lo mejor de este año ha sido comprobar cómo la gente que entrega su vida al teatro, a la danza, al circo, a la música siguen/seguimos en la lucha. Pase lo que pase,  a pesar de ese IVA destructivo que está intentando hundir estas profesiones, a pesar de que los primeros encargados de cuidar y mimar las artes escénicas passsen totalmente, estos amantes siguen ahí, siguen soñando y siguen pensando, imaginando, creando, escribiendo, iluminando, ensayando, decorando, vistiendo, dirigiendo, produciendo, interpretando y regalando sensaciones únicas e irrepetibles; momentos históricos que nos van a marcar y van a hacer de este mundo de mierda un sitio mejor. Lo mejor es la lucha y los luchadores, el riesgo y los arriesgados, el valor y los valientes.          

Lo mejor ha sido ver nacer un proyecto como el Pavón Teatro Kamikaze. Un puñado de creadores estratosféricos que han arriesgado su dinero y su ilusión para hacernos felices a los demás. Un TEATRO entero con todas sus letras que merece despegar hacia el cielo por honestidad, por amor y porque son cojonudos además.




Lo mejor han sido curiosamente casi los mismos que los últimos años. Hay nombres que se repiten y eso significa que lo que tienen es una forma de pensar y vivir especial, que no son fruto de una casualidad. Voy a dar un puñado de títulos porque a pesar de ser injusto el destacar a algunos, también sería injusto no destacarlos del resto. No tienen por qué ser los mejores (para mí lo son, claro) pero sí son los que han presentado propuestas más vivas, más especiales, que me han removido y conmovido más. Les nombro para darles las gracias por lo que me han hecho. "40 años de paz", "La distancia", "Mis cosas preferidas", "¡Cómo está Madriz!", "La voz humana", "Las princesas del Pacífico", "Todo el tiempo del mundo", "Som faves", "Incendios", "El pequeño poni", "No hay papel" , "Cine", "Moses und Aaron", "Ningún aire de ningún sitio", "Inflamation du verbe vivre"...




Lo mejor ha sido descubrir el genio de Gon Ramos y haber disfrutado/sufrido de esa obra de arte que fue, para mí, "Yogur/Piano". Una personalidad única, un genio desbordante y una sed por contar que nos va a acompañar muchas décadas. Si no, al tiempo. 




Lo mejor ha sido redescubrir el talento ya requetecontrastado de Javier Lara. "Scratch" fue sin duda y de lejos lo mejor de eso llamado Frinje. Una mente prodigiosa y varios pasos por delante del resto, una capacidad interpretativa sin límites ni pudor y un resultado apabullante. Carlos Aladro, Iñigo Rodríguez-Claro, la diosa Carlota Gaviño y Fernando Delgado (el actual/futuro superfenómeno de los escenarios) completaban este pasote. De lo mejorcito del año.  




Lo mejor ha sido ver bailar y sentir respirar a diez centímetros de tus morros a Aleix Mañé, Mar Aguiló, Antonio de Rosa, Mattia Ruso, Elisabet Biosca, Agnès López y ese ser alienigena que es Isac Montllor. Ver las manos de Mar rompiéndose y nadando bajo el velo de novia fue una experiencia sobrehumana. El dúo de Mattia y Antonio, la forma de deslizarse de Elisabet, la delicadeza de Agnès y el dolor interno de Isaac se me quedaron clavadas y la herida dura hasta hoy. "Home" o cómo demostrar (como ya hizo por ejemplo el grandioso Chevi) que la danza es en sí misma un idioma que cabe en cualquier sitio. Danzar es sentir y mover almas. A diez centímetros, estos genios te destrozan. José Carlos Martínez lo sabe y nos lo regala. Lo dije en su momento y lo repito: "el dúo entre Agnès e Isaac es en sí mismo una razón para vivir". Punto.




Lo mejor han sido dos fenómenos que no necesitan más comentario que su simple mención. Grumelot y María Morales.




Lo mejor ha sido la gestión del Teatro de la Zarzuela de Daniel Bianco y su equipo.

Siento una admiración desmedida por cualquiera que se sube a un escenario y se expone a las miradas de seres variados. Por cualquiera que dedica su tiempo, su esfuerzo, su salud, sus sueños y su amor en trabajar para transmitir vidas ajenas y soñadas. El riesgo de contar, de compartir y de cambiar es admirable. Espero que llegue  pronto el día en el que se valore el sacrificio de un músico, de un bailarín, de un acróbata, de un actor, de un escenógrafo, de un dramaturgo, de un compositor, de un iluminador, de un figurinista, de un director, de un productor, de un ayudante o de un cover. Cuando ves un trabajo bien hecho parece que no se nota el esfuerzo, pero se debería valorar muchísimo más el sacrificio que tienen que soportar estos genios para llegar a hacer que parezca fácil lo imposible. 

El teatro es inevitable. Como el circo, la música, el canto, la danza. Por eso durante 2017 nos seguiremos viendo en los teatros, estremeciéndonos de gusto con todos estos genios, cómodamente sentados y gozando desde el patio.