miércoles, 6 de junio de 2018

Galili / Kylián / Duato. CND. Teatro de la Zarzuela.

No sé ni cómo empezar a hablar de este espectáculo. 
Bueno, me lanzo, como siempre, y que las palabras me lleven por donde ellas quieran. 


FOTAZA DE JESÚS VALLINAS

Los programas mezclados, con piezas distintas, suelen correr el riesgo de acabar siendo un pastiche mono y desigual con la sana intención de contentar a todo el mundo y con un resultado desconcertante. Afortunadamente para todos en esta ocasión no es así. En todo caso podría decirse que es el programa PERFECTO para que se luzca toda la compañía. 
Yo no soy ningún experto en danza, ni siquiera soy un entendido. Yo únicamente cuento en voz alta las sensaciones que me produce lo que veo. L@s crític@s especializad@s escriben de maravilla (menos algún clásico revenío), con conocimiento, sabiduría y conceptos claros. A mí especialmente me gusta esta, ESCRITA POR YOLANDA VÁZQUEZ
Yo escribo como escribo y describo como siento.


FOTAZA DE JESÚS VALLINAS. 

"Hikarizatto" me parece una pieza perfecta para que baile todo el mundo. Así todos los inmensos bailarines de la CND salen al escenario, se lucen y participan en una pieza. Es obvio decir que las luces son una maravilla y que todos los bailarines despliegan sus mejores recursos en este ejercicio de precisión y exhibición técnica. Estuve todo el rato con la mandíbula desencajada viendo el despotorre físico de todos. Impecables, precisos, bestiales y matemáticos. Un diez para su precisión y exhibición física. Pero para mi gusto, la coreografía tiene poco de lo que a mí me mueve cuando veo danza. Es un gran número de relojería pero con cero sentimiento. La emoción brilla por su ausencia. Derroche, sí, y tremendo, pero de cualidades físicas. Ni matices, ni sutileza ni temblor. No se me mueven los centros. Eso sí, la mandíbula colgando durante toda la pieza. Y un piso que les pongo a todos ellos, porque están magistrales, pero para mi gusto no hay nada de emoción. Solo virtuosismo. O mejor dicho, virtuosismo, sin "solo". 




FOTAZA DE ALBA MURIEL

"Gods and dogs" es una puta obra maestra. Pero claro, Kylián es dios. 
Reconozco que leyendo el programa de mano se me puso cara de rodaballo. Se supone que es una reflexión sobre la forma en la que nos vestimos y las razones que nos hacen elegir la ropa. Te juro que yo leo esto y lo flipo. La magia del escenario consiste en que uno hace una cosa con una intención y el diálogo con el espectador crea que éste reciba lo que quiera o necesite recibir. Yo veía la lucha de seres torturados, enfermos, necesitados, o directamente locos o suicidas. No todo junto, sino a brochazos. Yo veía a Isaac Montllor y a Daan Vervoort buscando un sitio donde suicidarse, y a Agnes López y a Benjamin Poirier intentando salvar una relación a punto de acabarse y al gran Aleix Mañé luchando con los fantasmas de la enfermedad física y mental. Eso es lo que yo veía. Lo siento, Jirí. Yo veía dioses y perros, salud y enfermedad, locura y cordura, vida y autodestrucción, amor y soledad, huída y necesidad. 
Lo que sí tengo que decir es que en todo momento sobre el escenario los ejecutantes, los actuantes se convirtieron en mediums. He visto el espectáculo dos veces porque quería, aparte de darme el gusto, ver a los dos elencos. No para comparar, está claro, sino para disfrutar de dos maneras distintas de vivir lo mismo. Y para recrearme en lo distintos que pueden ser los mismos pasos si los transitan dos seres distintos y únicos. Porque eso es la danza. Los pasos son los pasos y siempre son (en fin...) los mismos. La danza es lo que hay entre medias, entre paso y paso. Ahí, en ese espacio mínimo pero inmenso es donde vive la personalidad del ejecutante, del mago, del bailarín, del intérprete, del actor, del actuante, del medium. Ese espacio es la danza. Igual que "música" es lo que hay entre una nota y otra nota. Si oyes dos versiones de "Morgen", las dos cantantes darán las mismas notas, porque son las escritas, pero cada una rellenará de un material distinto el espacio entre las notas. 
Eso hacen aquí los bailarines de la CND. Aleix y Álvaro bailan lo mismo, los mismos pasos, pero Aleix se retuerce de dolor, de un dolor interior, torturado, de desgarro interno y crea un ser frágil y atormentado por fantasmas internos mientras que Álvaro, bailando lo mismo, es un joven impetuoso, impulsivo y eléctrico. ¿A quién quieres más, a mamá o a papá? Son dos composiciones distintas. Parten de lo mismo y usan lo mismo pero crean cosas distintas. La sutileza, el matiz y el mundo interior de Aleix y el impulso, la rabia y el brío de la juventud de Álvaro. 
O como Sara y Agnes. Sara es el cálculo, la forma perfecta e intachable, mientras que Agnes mira al suelo, mueve un dedo y quiebra la espalda y de repente el escenario se transforma en una película de Kieslowski. Con Sara flipas con su elegancia y su delicadeza. Agnes transforma el aire que la rodea en necesidad. En necesidad de bailar para contar y para cambiar.
Isaac y Daan viajan por la depresión y el dolor insoportable. Buscan dónde morir. Alessandro y Toby viven ese dolor con otro desgarro, sin querer morir sino buscando la salvación.
Kayoko es fría y perfecta. Elisabet es perfecta y terrenal. 
¿A quién quieres más, a mamá o a papá?




FOTACA DE ALBA MURIEL

"Por vos muero" es una joyita. Es muy mona de ver y fácil de gozar. Por supuesto es indiscutible la figura de Nacho Duato en la historia de la danza mundial. Y es una alegría inmensa volver a ver sus coreografías en Madrid. Sólo por eso merece la pena. Lo que tiene "Por vos muero" es que ha envejecido regular. A ver; claro que creó escuela. Lo que en su día fue una revolución, con el paso del tiempo se ha vuelto más habitual. Es lo que tiene convertirte en referente. El uso de esas músicas se ha vuelto algo frecuente, el vestuario ha evolucionado y la coreografía en sí, siendo magistral, bellísima, delicada y gozosa, ahora parece algo menos novedosa. Aun así es un placer para los seis sentidos ver flotar por el escenario a estos magníficos bailarines. Disfrutar de una pieza tan redonda, tan flotante y tan placentera de ver es un regalazo y sin duda, cierra por todo lo alto este programa bestial y necesario. 

Espectáculo asombroso y magistral. Demuestra que la danza es plural, bella, dolorosa y necesaria para vivir. Y José Carlos Martínez nos regala de nuevo la ocasión de gozar como perras viendo cómo bailan y cómo sienten lo que nace en el escenario Mar, Isaac, Agnes, Daan, Elisabet, Alessandro, Shani, Sara, el gran Aleix, Álvaro, Aída, Rodrigo, Marcos, Toby, Jesse o Benjamin. 
Igual que estaría todo el día escuchando la muerte de Isolda, estaría todo el día viendo este programa. Es que la danza es vida. Toda la danza. Hasta la no danza.       









 

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