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jueves, 30 de marzo de 2017

Séneca. Valle Inclán.




Hace pocos días alababa la contención de Magüi Mira dirigiendo a casi todo el reparto de "Festen", salvo a su hija. Sin embargo, mientras ella está en la sala de arriba, en la de abajo, la principal, su marido Emilio Hernández firma la versión, la escenografía y la dirección de este texto de Antonio Gala con muy poco acierto. Bueno, para ser sinceros, con dos aciertos. No, qué coño, tres aciertos. 



El texto ya de por sí me parece que quizá en 1987 fuera más acertado e incluso novedoso al hablar de la delgada línea entre poder, corrupción, intrigas palaciegas y la dualidad gobierno/podredumbre. 
Tampoco es que me parezca ninguna joya, pero a día de hoy creo sinceramente que el texto ha envejecido mal y personalmente me atrae poco y me resulta muy poco seductor. Por supuesto, como siempre, esto es problema mío. Seguro que el texto es buenísimo y soy yo el que no dimensiona su poder y sus valores. Lo reconozco.
Haber añadido algún poema del propio Gala para introducir el personaje de Helvia, la madre de Séneca tampoco me parece un acierto. Sobre todo porque la presencia de este personaje no aporta nada ni a la trama ni al desarrollo de los personajes. Y el hecho de que lo interprete Carmen Linares tampoco es un acierto. No cantó especialmente bien, ni la música tiene mucho atractivo. Y como actriz, está como esperando a que le toque decir sus frases y entonces las dice dando la sensación de que está repitiendo tonos que ha aprendido de memoria. La única razón que veo para haber contado con la grandiosa Carmen Linares es para que cante esas piezas, quizá para recalcar que la mujer era de Jaén. 
Si la versión no me parece brillante, la segunda firma de Hernández, la escenografía, ni te cuento.
Es una especie de teatro pintado de negro de donde sale humo. Sale humo cada equis. Sale humo. Mucho humo. Quizá por alguna razón, pero confieso que no logré descubrirla. El caso es que sale humo. Mucho. Y los pobres actores van parriba y pabajo a oscuras jugándose la vida. Un espacio feo, poco útil y que me pareció nada simbólico y poco inspirado. Aparte del aire así como de la época por lo del semicírculo y los escalones, confieso que no me pareció nada acertado. 
La tercera firma de Hernández es la dirección de escena de este espectáculo. Y tercer patinazo. Hablo siempre desde mi gusto particular y único. Ni poseo verdades absolutas ni propongo mis ideas escénicas, simplemente expreso mis sensaciones y mis gustos. Afortunadamente vivimos en un mundo lleno de colores y de gustos. 
Pero a lo que voy. Me parece un desatino el montaje en sí. Las canciones y ese tono medio musical (encima medio, porque si fuera completo, todavía) no sólo no aportan nada sino que son feos, incómodos para los actores y muy, muy antiguos. Las canciones de Marco Rasa no son bonitas y sinceramente no añaden nada. Y algo que no aporta nada es gratuito y para mi gusto, prescindible.
Los actores están siempre colocados como de cara al público, como si fueran cantantes de ópera. En ocasiones eso les crea unos problemas tremendos de coherencia y de naturalidad. Como en el momento de la muerte de Agripina, salvada por el grandioso arte de Esther Ortega. 
En pleno siglo XXI ver una teta o un pito (o tres) no es nada rompedor. No me parece que sea una opción escénica filosófica sino simplemente "provocadora", como para demostrar una "modernez" artificial. 



Los actores no siempre están en escena. A veces, si van a tardar mucho en volver a intervenir, salen, se van a la parte de atrás supongo que a descansar. Pero si van a volver a intervenir en breve, se quedan por las gradas. Vamos, que las entradas y salidas son caprichosas. Aunque casi todo el tiempo están. Sentados por ahí, y cuando toca su escena bajan al centro, se ponen de cara al público, la hacen y se retiran. Muy poco o ningún punto de vista desde la dirección, ni ningún distintivo ético. Quiero decir, el director siempre se posiciona y habla desde un sitio. Y si encima es un creador, deja su sello. En esta ocasión, no noto punto de vista, ni que me hablen desde ningún sitio ni ningún sello. Lo que veo son elecciones caprichosas sin una base ética o filosófica, buscando impactar y si yo a algo le veo el cartón, no me funciona. Insisto, esto también es problema mío. Lo reconozco y lo asumo.
José Manuel Guerra ilumina bien la función. Puntualizo: ilumina bien lo que ilumina, pero las sombras no me convencen tampoco. Cuando uno ilumina, es tan importante lo que iluminas como lo que dejas en sombra y a veces da la sensación de que las sombras son sencillamente cosas NO iluminadas. 
Felype de Lima, grandísimo creador, aquí no me parece tan brillante como en otras ocasiones. El cuero me parece antiguo y no parece que les resulte muy cómodo a los actores.  



Y ahora voy a hablar de los TRES aciertos que yo veo como indiscutibles.
El primero, contar con José Luis Sendarrubias. Es un actor y bailarín brillantísimo que ha demostrado mil veces que baila como dios y que tiene una expresividad y un carisma aplastantes. Su presencia es solidísima y demuestra grandes dotes para la escena (aparte de las evidentes). 
El segundo y tercero es casi el mismo. Haber contado con dos actrices como Eva Rufo y Esther Ortega. Salvando las distancias de la dimensión de sus papeles, que es algo evidente, ambas son dos bestias pardas que lidian con todo lo que les echen encima. Obviamente Esther tiene un papel mucho más extenso que Eva, pero las dos hacen lo mejor que se puede hacer: sacar raza, voz, peso, dominio y temple y dejarnos a todos temblando. Eva es un hada, en este caso un hada mala, la bruja mala del oeste, e incluso vestida de Lady Gaga nos da un recital de escucha, de naturalidad, de sensualidad y de oficio bestiales. Esther lleva muuuuchos años demostrando que es una de las presencias más aplastantes del mundo de la interpretación. Da igual el medio y da igual el entorno, Esther Ortega es de las actrices más bestiales que hay en el mundo mundial. Es más, merece la pena ir a ver este Séneca sólo por ver el trabajazo que hacen tanto Eva Rufo (ojo al carrerón de esta mujer, que va a ser más imparable de lo que está siendo hasta ahora) como Esther Ortega. Voz, cuerpo, peso, caminar, dominar y llenar el escenario, helarte la sangre con un grito, mirar y derretir, seducir, jugar, morrear, TODO lo hace perfectamente. 




En definitiva, este "Séneca" merece la pena únicamente por el trabajo de estas dos bestias, aunque es un espectáculo olvidable. O mejor no, mejor recordarlo. Otro espectáculo fallido de este CDN errático y que sigue demostrando una y otra vez que no es ni la sombra de lo que fue. 

Las fotos son de MarcosGPunto. Bestiales.        

domingo, 28 de febrero de 2016

Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez. La pensión de las pulgas.

"El plan" se llevó el premio al mejor espectáculo teatral en los galardones organizados por la revista Godoff. A mí me había flipado, me lo pasé en grande y sin duda me pareció uno de los mejores trabajos de 2015. No me gustó tanto "Dignidad", pero es que este "Pequeño catálogo..." no me ha gustado en absoluto. 
Cuatro piezas y una introducción. Supuestamente uno de los secretos es ir descubriendo poco a poco que los personajes son los mismos o están directamente relacionados con los personajes de las otras historias. Aparte de eso, en mi opinión lo que vemos es una serie de tópicos y lugares comunes o sabidos rodeados de buenrollismo y azúcar blanca, morena, de caña y edulcorantes varios. Como en la escena entre Ander y Blanca. Todo es buen rollo, almíbar en medio de una situación que dramáticamente no se sostiene y que sólo se basa en tópicos, personajes endulzados a los que sólo les falta una banda sonora de peli de Mercero. La escena de la barbería también es tópica y típica. Cliché tras cliché y personajes pasados, estereotipados y planos.



Escénicamente además los actores se encuentran en situaciones comprometidas, como Miriam Montilla recreando a la madre andaluza con "acento" de un hijo de su edad y teniendo que inventarse cómo pasar de estar recogiendo unos platos a pelar unas mandarinas así porque sí.  
Yo lo siento, cuando descubrí a Ignasi Vidal pensé que iba a ser una revolución en mí, pero en este "catálogo" se me ha desinflado por completo. Sinceramente (y puedo estar totalmente equivocado,  claro, todo es cuestión de opiniones y de gustos) creo que no todo lo que sale de una pluma es bueno. O uno es un genio absoluto y produce genialidades una tras otra, o para escribir textos buenos, lleva su tiempo. Y no todo lo que se te ocurre es bueno o tiene por qué tener la chispa suficiente. En este caso y en mi única y estricta opinión, el texto de Vidal no llega a lo que pretende y no emociona, ni toca, ni roza. Y los golpes de efecto con los que intenta descolocar se quedan en eso, en un intento. 
Espero que Ignasi Vidal recupere el duende que tenía, al menos conmigo y vuelva a escribir textos realmente importantes porque si fue capaz de crear "El plan" es alguien que merece la pena tener como referencia.          

viernes, 24 de abril de 2015

Dignidad. Canal, sala negra.

Con este comentario, me temo que voy a hacer muchos amigos, pero es lo que hay. Ya me gustaría a mí disfrutar siempre que voy al teatro, pero no siempre es así. Lamentablemente, todas las ganazas que tenía de disfrutar de otro texto de Ignasi Vidal, después de haber gozado como un perraco en "El plan" se diluyeron a los pocos minutos. Un pena, lo digo en serio. 



El espacio es interesante, una especie de ring, de cuadrilátero incluso son ese gancho en la esquina a modo de perchero. Espacio bien iluminado, con ese elemento vertical donde se proyecta la entrevista que abre la función. Vale, bien. Por cierto, espacio bien iluminado por Sergio Gracia. Pero ese espacio queda desaprovechado cuando Ignasi Vidal se va hacia una esquina y se tira casi toda la función allí, en un sitio inaudito, puesto que teóricamente está frente a una pared. Pero bueno, Daniel Muriel está durante bastante rato sin moverse de su silla. Y así, entre el estatismo de uno y la posición peculiar del otro, el espacio acaba siendo una excusa más que una ayuda. 
La dirección de Juan José Afonso es vacilante. Con este director yo tengo una peculiar historia de encuentro/desencuentro periódica. Y en esta toca ya no un desencuentro pero sí una tibieza que no me engancha. Claro que el texto tampoco deja margen para hacer mucho más. 
El texto de Vidal es, para mi gusto, pobre. La relación entre estos dos personajes es básica. Vidal es malísimo y Muriel parece sacado de "La casa de la pradera". Si un personaje es planamente malo y el otro es llanamente bueno, sin dobleces, sin rugosidades ni vueltas, al final todo se reduce a ver cómo va a pagar el malo sus maldades. El único toque maluno de Muriel es la "solución" que se le ocurre al mogollón. Pero vamos ,que como personaje hace mucho que dejó de interesar. Al igual que el de Vidal, que de puro malo te da igual lo que le pase. Quiero decir que le asignas enseguida la cara de cualquiera de estos politicuchos delincuentes que se han dedicado a esquilmar su latifundio y claro, simpatía cero. En todo caso asco. Asco porque extrapolas. Pero ya está. Un personaje te repugna, el otro te da igual, el conflicto es normalito, así que... ni fú ni fá. 



Tampoco ayuda este texto a ninguno de los dos actores. Aparte de que parece que en vez de un güisqui carísimo estén bebiendo mosto, porque se soplan la botella entera y siguen igual que al principio. Los dos están sosos, como fuera de tono, sin energía, especialmente Vidal. Y personalmente creo que hasta el estar sin energía deber ser una forma de energía. La presencia escénica, el peso en el espacio, el espacio que ocupa tu cuerpo y el que mueve tiene que estar lleno. Incluso puede estar lleno de falta de energía, pero esa es también una forma de energía. La ausencia de tensión corporal es la trampa. Y esa trampa lleva al vacío. 
En definitiva, un espectáculo soso, con muy poco interés, con un texto que ni engancha ni tiene demasiado interés. Y dos actores más perdidos y vagando que otra cosa. Y que conste que esto no tiene que ver con la calidad de ninguno de los implicados, ni de Vidal, ni de Muriel ni de Afonso, es simplemente que el texto no da pa más.          

viernes, 20 de febrero de 2015

El plan. La pensión de las pulgas.





Sí, ya lo sé, yo soy mu rarito. Siempre me he imaginado dentro de las escenas de las pelis que me gustan. Igual que me veo dentro del escenario de las funciones que me molan. Y sí, ya sé también que toda la vida es cine y los sueños...cine son, pero... pocas veces me había sentido en medio de una peli pero en un teatro. Y ver "El plan" es como estar en medio de una escena de "Los lunes al sol" o hasta de una de Ken Loach. 
El texto de Ignasi Vidal, que también hace las funciones de director, es un mazazo sin escrúpulos a nuestra burguesa mirada. Tres amigos han planeado "algo" para esa mañana. Tres parados. Tres vecinos tuyos, míos, de cualquiera (bueno, de Fátima Báñez igual no, ni de Montoro, pero bueno, casi mejor). Lo que parece una quedada tal cual acabará siendo lo que menos te imaginas. O lo más lógico, cualquiera sabe. 




El principal mérito de este prodigio es su propia esencia y naturaleza. No hace falta irse la callejón del gato para deformar nada. La propia realidad, o mejor dicho, la propia hiper realidad está ahí y es así. Ni las palabras pueden ser más llanas ni los actores más naturales. Lo que se cuente, o se dirige y se vive así o no se hace. Y ellos lo han hecho. Los cuatro. El director poniéndose al lado de los personajes, a su misma altura y "simplemente" dejando que respiren como deben hacerlo. Nada está realzado, ni retocado, ni mimado, ni oculto ni sobre expuesto. Todo lo que dicen, lo que cuentan, cómo lo cuentan, cómo lo hacen, es tal cual. Está vivo. Sólo se puede uno tomar una cerve así, sólo se puede esperar y desesperar uno así, no hay otro camino. No es realismo siquiera, es hiper realismo, es como si plantaran un microscopio en la vida de cualquiera. Es un trozo de la vida de tres seres NORMALES a los que les pasan cosas normales, y tiene movidas normales. Pero normal de normal, no de "impostadamente" naturalista. Eso que no te terminas de creer. NO, esto es real y está vivo. Y está vivo gracias al respeto del autor por sus personajes y por su situación, al respeto del director por situarse en el mejor sitio posible para contarnos este "drama cotidiano" y está vivo gracias al trabajazo denso, detallista, ligero, amoroso, aparentemente leve y terroríficamente humano de los tres actorazos inmensos que llevan el peso de la cotidianidad. Esos tres monstruos escénicos y vitales dan vida, carne, interior, pasado, presente, duda, tortura, decepción, frustración, deseo, humor y cuerpo a tres seres del descansillo de tu casa. A esos currantes (o no) que se toman su cafelito con un chispazo. Encima está envuelto en esa trampa mortal que es el humor. Pero si te fijas bien, no es un humor de realzar nada ni de meter con calzador bromas, chascarrillos, coñas o morcillas "naturalistas". Qué va. Absolutamente todo lo que se dice es real, no hay nada que busque la coña. La risa viene sola al ver desde fuera lo que en realidad es la vida tal cual. Te descojonas porque lo reconoces. En ti, en tu vecino y en tu cuñao.  




Creo sinceramente que no se puede hacer nada mejor ni más respetuoso ni implicado, ni ácido ni terrorífico que llevan la puta realidad al escenario, y en "El Plan", Ignasi Vidal, Javier Navares, Chema del Barco y David Arnáiz no solo lo hacen sino que lo bordan. Totalmente espectaculares. De obligada visión y disfrute (es un decir). Espero y cruzo los dedos para que prorroguen y prorroguen eternamente para que todo dios pueda vivir la experiencia de estar en medio del comedor de estos tíos.