El mundo de la soledad, del recuerdo y de la "necesidad del otro" son terrenos fértiles para la producción artística. Es como si el dolor y lo chungo fueran más productivos o como si de esa negrura salieran experiencias más atractivas. O puede que nos guste y alivie ver sufrir un poquito a los demás porque así tal vez logremos relativizar nuestras sombras.
Hace mucho que no soy un asiduo oyente de radio. Pero en mi niñez, adolescencia y primera juventud era constante la necesidad de escuchar voces, de poner algo de suelo firme bajo mis pies inquietos y débiles.
Las radionovelas, los seriales, los programas de peticiones musicales (a los que escribía insistentemente para que pusieran esas canciones con las que me hartaba de llorar y que nunca conseguía grabar enteras), y sobre todo... el quedarte dormido con el transistor traído de Andorra, de Canarias o comprado en los decomisos de Arenal pegado a la oreja.
En esos programas nocturnos recuerdo haber escuchado historias sórdidas, muchísimas soledades compartidas y a muchísima gente tan sola como me sentía yo buscando sencillamente una voz amiga que te dijera que todo tenía solución. De noche todo es mucho más tremendo. Los amores y los temores. Los miedos y las penas. Es el tiempo mágico e irreal en el que todo puede pasar. En el que lo malo parece peor pero a la vez más etéreo y lo bueno parece eterno y mágico. Es el tiempo en el que una ciudad entera se vuelca en buscar a ese chico perdido necesitado de ayuda. Es el tiempo en el que la joven busca al padre de su hijo, el solitario suelta sus quejas al viento, es el tiempo en el que las parejas rompen, buscan y encuentran. Es el tiempo en el que un enfermo pide un abrazo. Es el tiempo de las necesidades sin vergüenza y de las carencias disparadas y valientes.
Una voz en la oscuridad, una voz anónima sencillamente suelta tópicos y habla desde el corazón edulcorado que a veces todos necesitamos. Sin más. Calorcito, abrazos y azúcar. Y que cualquiera, sea quien sea, da igual, nos diga que tranquilos, que todo va a pasar.
Eso exactamente es lo que te vas a encontrar en el Teatro Bellas Artes. El calor de la radio. De la radio nocturna. De la radio de las llamadas pidiendo socorro. Historias no demasiado especiales, no demasiado ruidosas, no demasiado trágicas pero REALES. Historias sinceras como las que todos hemos escuchado en esos programas nocturnos de identidades en sombra y necesidades desbocadas y amargas.
Y poco más. Amor, respeto, sencillez y honestidad. Una puesta en escena sencilla y respetuosa, un texto medido con gran ritmo y una progresión emocional preciosa. Y sobre todo, un puñado de actores reales, de carne y hueso. Seres vivos con emociones enquistadas.
El texto lo han escrito un puñado de seres privilegiados, unos maestros incuestionables. Sanzol, Juan Carlos Rubio, Yolanda García Serrano, Ana R. Costa y Juan Cavestany. Casi nada. Y lo ha dirigido Fernando Sánchez Cabezudo. Pues eso. Punto. Calidad asegurada. El equipo técnico de tirar cohetes. Con unas luces de David Picazo de cagarte por las patas, como suele ser habitual en él.
Y dando la cara, compartiendo las voces y regalando sus emociones, Pepa Zaragoza, Antonio Gil y tres seres estremecedores: Samuel Viyuela, un actor que SIEMPRE te roba el alma, SIEMPRE está perfecto y SIEMPRE hace que te enamores de él. Carolina Yuste, una actriz fascinante que nunca falla, ya sea trabajando con LaJovenCompañía, siendo Cleopatra o incluso en medio de aquel desaguisado que fue "Séneca". Tiene brillo, carisma, una voz bellísima y una presencia aplastante. Y Ángeles Martín. Es conocida mi debilidad por esta fiera escénica. Pero es que es para rendirte a sus pies cada vez que pisa un escenario. Tiene un dominio de las emociones y una capacidad de transmitirlas asombrosa. Te lleva por donde quiere, y su carisma brutal y arrollador hacen que simpatices con ella nada más verla. Es una auténtica fiera escénica que algún día recibirá el papelón que se merece; un drama de estos de cagarte donde despliegue todo su arte y las masas caigan rendidas ante tantísimo talento.
Corran a ver "Hablar por hablar". Bueno, no, mejor vayan pero despacito, con tiempo, relájense en su butaca y déjense llevar por las voces de la noche, por los dramas cotidianos y reconocibles. Y por un puñado de actores empáticos, simpáticos y tan solitarios como cualquiera de nosotros en una noche fría.
Aquí podrás leer MI opinión sobre los espectáculos que voy viendo. Insisto en que es MI opinión, nada mas. No pretendo adoctrinar ni tener razón. Únicamente te contaré MIS razones para amar o amar menos lo que vaya viendo. El teatro son gustos y aquí leerás los míos. No soy crítico, solo necesito contarle al mundo el porqué de mis amores. Lo que puedes leer aquí es lo que yo he sentido al ver estos espectáculos. Ni más ni menos que mis sensaciones. Si a alguien le sirven, estupendo.
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lunes, 29 de enero de 2018
domingo, 7 de septiembre de 2014
Otelo. Bellas Artes.
Mira que soy partidario de meter tijera con Shakespeare. Vamos, que no me parece ningún sacrilegio talar y cargarte esas escenas que escribía entre soldados, o mesoneros, todo eso que estaba de relleno y como para dar trabajo a todos los actores de la compañía. Pero claro, entre podar un poco un Shakespeare y dejarlo en una cosa acelerada, borrando la mitad del proceso que lleva a Otelo del amor más brutal al más brutal asesinato de su amada es muy distinto.
Creo así, para empezar, que Yolanda Pallín no ha acertado con su versión. Ha dejado la estructura tan escasa, que no se justifica el cambio de Otelo ni su decisión de matar a la pobre Desdémona y el hombre acaba pareciendo un chinado al que le da un brote un día. La terrorífica manipulación de Yago queda reducida a dos o tres momentos que no justifican para nada la decisión del moro.
La escenografía es pobretona y obliga a los pobre actores a dar vueltas y a intentar justificar entradas y salidas de una forma cruel. Bajan de vez en cuando al patio de butacas no se sabe muy bien ni por qué ni a qué. La dirección en general es errática, sin un punto de vista claro y permitiendo que los actores vaguen cada uno en un tono distinto.
Los actores... digamos que campan un poco a sus anchas llenos de tics, recursos fáciles, gestos exagerados, expresiones faciales... curiosas y rimel para dar y tomar. Y el momento de la muerte de la pobre mujer... sonrojante.
En definitiva, versión pobre y no muy acertada, dirección errática y reparto más errático todavía y campando a sus anchas en un montaje que desde luego no pasará a la historia de las adaptaciones de Shakespeare.
Creo así, para empezar, que Yolanda Pallín no ha acertado con su versión. Ha dejado la estructura tan escasa, que no se justifica el cambio de Otelo ni su decisión de matar a la pobre Desdémona y el hombre acaba pareciendo un chinado al que le da un brote un día. La terrorífica manipulación de Yago queda reducida a dos o tres momentos que no justifican para nada la decisión del moro.
La escenografía es pobretona y obliga a los pobre actores a dar vueltas y a intentar justificar entradas y salidas de una forma cruel. Bajan de vez en cuando al patio de butacas no se sabe muy bien ni por qué ni a qué. La dirección en general es errática, sin un punto de vista claro y permitiendo que los actores vaguen cada uno en un tono distinto.
Los actores... digamos que campan un poco a sus anchas llenos de tics, recursos fáciles, gestos exagerados, expresiones faciales... curiosas y rimel para dar y tomar. Y el momento de la muerte de la pobre mujer... sonrojante.
En definitiva, versión pobre y no muy acertada, dirección errática y reparto más errático todavía y campando a sus anchas en un montaje que desde luego no pasará a la historia de las adaptaciones de Shakespeare.
domingo, 2 de febrero de 2014
Julio César. Teatro Bellas Artes.
Pues qué quieres que te diga, el mayor mérito que le veo yo a Paco Azorín es conseguir hacer un Shakespeare con un repartazo de lujo y que sea aburrido.
Que conste que el texto de Shakespeare me encanta, eso es cierto y que Tristán Ulloa y Sergio Peris-Mencheta me gustan mucho también. Pero ni con esas. Mu poquita pasión y mu poquita empatía me despertaron el otro día.
El vestuario es una mezcla de trajes de chaqueta con togas bastante feo. No es ni de lejos, el impacto cromático que suponía la propuesta de Lluís Pasqual en los 80 con sus trajes. Y los vídeos que se proyectan detrás no ayudan realmente a nada. Son chulos y están muy bien hechos y son muy monos, y todo eso pero aportan cero. Y si no aportan nada, fuera.
Mario Gas sale, dice su texto, pega un par de gritos y muere. Yo pa mi que ni se despeina. Bueno, vale, a lo mejor tampoco tiene que hacer mucho más, pero claro... ni simpatizas con él ni le odias ni nada. No te da tiempo ni intensidad. Incluso el momento de la muerte está montado bastante soso. Le matan y tú piensas: "pos bueno".
Tristán Ulloa pone toda la carne que puede y realmente está fabuloso, aunque quizá esté un poco cabizbajo todo el tiempo. Algo más de cambio no habría sobrado. Pero muy entregado y muy inteligente con su personaje. Como Peris-Mencheta. Aunque en ese afán de hacer "natural" todo, se pierde la fuerza de su gran monólogo. En realidad no hay picos en la función. Todo es bastante lineal y has cierto punto, soso. Siempre está como a punto de arrancar la emoción y no arranca, te deja frío.
José Luis Alcobendas está demasiado redicho. Pero bueno, correcto.
El resto del reparto, sinceramente, flojito. Muy vigorosos todos y muy saltarines y energéticos, pero... tirando a flojitos.
El juego ese de altavoces con el sonido del pueblo grabado... no funciona, queda cutrecillo y obliga a los actores a desgañitarse para nada.
En fin que en estos tiempos que corren, montar un Shakespeare para hacerlo así de soso... pero bueno, tiene buen cartel, seguro que funciona (cosa de la que me alegraría, por supuesto) pero no creo que vaya a pasar a la historia del teatro español del siglo XXI.
Que conste que el texto de Shakespeare me encanta, eso es cierto y que Tristán Ulloa y Sergio Peris-Mencheta me gustan mucho también. Pero ni con esas. Mu poquita pasión y mu poquita empatía me despertaron el otro día.
El vestuario es una mezcla de trajes de chaqueta con togas bastante feo. No es ni de lejos, el impacto cromático que suponía la propuesta de Lluís Pasqual en los 80 con sus trajes. Y los vídeos que se proyectan detrás no ayudan realmente a nada. Son chulos y están muy bien hechos y son muy monos, y todo eso pero aportan cero. Y si no aportan nada, fuera.
Mario Gas sale, dice su texto, pega un par de gritos y muere. Yo pa mi que ni se despeina. Bueno, vale, a lo mejor tampoco tiene que hacer mucho más, pero claro... ni simpatizas con él ni le odias ni nada. No te da tiempo ni intensidad. Incluso el momento de la muerte está montado bastante soso. Le matan y tú piensas: "pos bueno".
Tristán Ulloa pone toda la carne que puede y realmente está fabuloso, aunque quizá esté un poco cabizbajo todo el tiempo. Algo más de cambio no habría sobrado. Pero muy entregado y muy inteligente con su personaje. Como Peris-Mencheta. Aunque en ese afán de hacer "natural" todo, se pierde la fuerza de su gran monólogo. En realidad no hay picos en la función. Todo es bastante lineal y has cierto punto, soso. Siempre está como a punto de arrancar la emoción y no arranca, te deja frío.
José Luis Alcobendas está demasiado redicho. Pero bueno, correcto.
El resto del reparto, sinceramente, flojito. Muy vigorosos todos y muy saltarines y energéticos, pero... tirando a flojitos.
El juego ese de altavoces con el sonido del pueblo grabado... no funciona, queda cutrecillo y obliga a los actores a desgañitarse para nada.
En fin que en estos tiempos que corren, montar un Shakespeare para hacerlo así de soso... pero bueno, tiene buen cartel, seguro que funciona (cosa de la que me alegraría, por supuesto) pero no creo que vaya a pasar a la historia del teatro español del siglo XXI.
lunes, 2 de septiembre de 2013
Desclasificados. Bellas Artes.
Hay funciones que sin ser lo más de lo más, sí son tan correctas e interesantes en todo lo que plantean, que deberían ser el "fondo de escenario" de una ciudad como Madrid que incluso aspira a organizar unos Juegos Olímpicos (espero que no caigan aquí, porque no nos lo merecemos).
Pere Riera escribe una trama de intriga político-social bastante correcta, bien escrita, manteniendo la tensión, sin altibajos ni discursos grandilocuentes. Texto bien escrito y trama interesante con sus giros, sus cambios de poder y sus "sorpresas".
Jordi Rebellón es el más flojo de los actores. Aparte de tropezar varias veces con el texto, tenía una actitud que más que marcar un personaje misterioso y aparentemente inactivo, creo que se debía a la falta de recursos para sacar adelante un personaje ciertamente sombrío y con pocos asideros.
Joaquín Climent hace una composición sabia, de actor de toda la vida. Da vida, empaque, naturalidad y serenidad a un personaje ingrato y que lo tiene todo para caerte mal. Y gracias a él, te cae bien.
Y Alicia Borrachero está fabulosa. Interpreta un personaje contemporáneo, con una mancha personal que la llevará a perder el supuesto control de la situación aunque sin mayor vida interior. Vale, me sirve, ¿por qué no? Siempre que eso lo hagas creíble y bien. Y lo hace creíble y maravillosamente bien. Te pones de su parte cuando ella o el director quiere y te saca de quicio cuando se pone insoportable.
Dirección al uso pero correcta, nada chirría. Eso sí, hay alguna música metida como de peli de terror que para mi gusto, sobra.
En definitiva, que no es el espectáculo del año, pero todo lo que hay está bien. Buen texto, buenos actores, dirección correcta, y ni una sola tos durante toda la función. No hubo "bravos" pero tampoco se veía a nadie enfadado o con cara de sueño. Pues qué más quieres. Misión cumplida.
Pere Riera escribe una trama de intriga político-social bastante correcta, bien escrita, manteniendo la tensión, sin altibajos ni discursos grandilocuentes. Texto bien escrito y trama interesante con sus giros, sus cambios de poder y sus "sorpresas".
Jordi Rebellón es el más flojo de los actores. Aparte de tropezar varias veces con el texto, tenía una actitud que más que marcar un personaje misterioso y aparentemente inactivo, creo que se debía a la falta de recursos para sacar adelante un personaje ciertamente sombrío y con pocos asideros.
Joaquín Climent hace una composición sabia, de actor de toda la vida. Da vida, empaque, naturalidad y serenidad a un personaje ingrato y que lo tiene todo para caerte mal. Y gracias a él, te cae bien.
Y Alicia Borrachero está fabulosa. Interpreta un personaje contemporáneo, con una mancha personal que la llevará a perder el supuesto control de la situación aunque sin mayor vida interior. Vale, me sirve, ¿por qué no? Siempre que eso lo hagas creíble y bien. Y lo hace creíble y maravillosamente bien. Te pones de su parte cuando ella o el director quiere y te saca de quicio cuando se pone insoportable.
Dirección al uso pero correcta, nada chirría. Eso sí, hay alguna música metida como de peli de terror que para mi gusto, sobra.
En definitiva, que no es el espectáculo del año, pero todo lo que hay está bien. Buen texto, buenos actores, dirección correcta, y ni una sola tos durante toda la función. No hubo "bravos" pero tampoco se veía a nadie enfadado o con cara de sueño. Pues qué más quieres. Misión cumplida.
sábado, 27 de abril de 2013
Poder absoluto. Bellas artes.
La verdad es que iba con muchas ganas de que me gustara. Eduard Farelo es compi y Emilio Gutiérrez Caba un pedazo de actor. Autor y director también "cercano" y.. más implicaciones que me hacía ir predispuesto. El texto al parecer ha estado en un cajón varios años y hasta cierto punto, entiendo por qué. La intriga tipo "El veneno del teatro" o "La huella" con cambios de poder, giros inesperados y demás, funciona, está bien. Pero simplemente eso, está bien. Tampoco es que te mueras del misterio ni digas "uy, fíjate, quién lo habría dicho". Es todo un poco de trazo grueso y algo predecible. Pero bueno, da igual. Está bien llevado y siempre es de agradecer poder disfrutar de dos actorazos. Igual que en "Feelgood" no me terminaba de creer que un ministro fuera tan toli, aquí no me pega mucho que un futuro presidente tenga un "secreto" tan dificilmente ocultable, o que llegue hasta donde está sin que se haya descubierto antes. También empieza la función mostrándose como un perraco mu mala gente, y si no simpatizas con él en algún momento... chungui.
Puesta en escena al uso pero tampoco pide más.
Emilio Gutiérrez Caba hace, aparte de un alarde de memoria increíble, una clase magistral de cómo interpretar sin grandes gestos, desde lo pequeño, y desde la palabra. Farelo para mi gusto está pasadito. Toda la primera parte está demasiado atacado, demasiado gesticulante (como cuando se sirve un cognac) sin embargo, en la segunda parte, baja las revoluciones y saca su arma secreta (o no tan secreta) que es el matiz más pequeño y la voz. No es que por ser también actor de doblaje base su fuerza en la voz, sino que la voz la tiene abosultamente controlada, y cuando el gesto se vuelve más sutil, la mezcla es entonces cuando funciona. Es suficientemente buen actor como para no tener que gesticular tanto como en la primera parte. Su fuerza brutal está en sus gestos medidos, sus miradas, su contención y su vozarrón.
Como iniciativa privada es interesante y merece la pena ir a verla, pero tampoco es el montaje del año. Ni falta que hace. Con esos actorazos el gusto es nuestro.
Puesta en escena al uso pero tampoco pide más.
Emilio Gutiérrez Caba hace, aparte de un alarde de memoria increíble, una clase magistral de cómo interpretar sin grandes gestos, desde lo pequeño, y desde la palabra. Farelo para mi gusto está pasadito. Toda la primera parte está demasiado atacado, demasiado gesticulante (como cuando se sirve un cognac) sin embargo, en la segunda parte, baja las revoluciones y saca su arma secreta (o no tan secreta) que es el matiz más pequeño y la voz. No es que por ser también actor de doblaje base su fuerza en la voz, sino que la voz la tiene abosultamente controlada, y cuando el gesto se vuelve más sutil, la mezcla es entonces cuando funciona. Es suficientemente buen actor como para no tener que gesticular tanto como en la primera parte. Su fuerza brutal está en sus gestos medidos, sus miradas, su contención y su vozarrón.
Como iniciativa privada es interesante y merece la pena ir a verla, pero tampoco es el montaje del año. Ni falta que hace. Con esos actorazos el gusto es nuestro.
martes, 5 de marzo de 2013
Lastres. Bellas Artes
Pues a ver. Si uno va a ver esto, tiene que saber a lo que va. Evidentemente no es Chejov, ni Shakespeare, ni nada con una profundidad avasalladora. ¿Y qué? Vas a ver un espectáculo banal, divertido y ligero. Y lo es.
Yo confieso que me meé de la risa. Las tres actrices están pa comérselas. Marta Belenguer carga con el papel más desagradecido, el más soso, el que menos recursos tiene y para el que han elegido el tono más difícil de defender. Y lo hace muy bien. Ana Fernández es grandiosa haga lo que haga. No la había visto nunca haciendo comedia y tiene recursos para dar y tomar. Es el personaje más antipático y menos "de comedia", y lo lleva de puta madre todo el rato. Y la explosión final es de jartarte de reír. Y luego, con permiso de las otras actrices, está Anabel Alonso. No para. No para de hacer el ganso, de meter morcillas, de reírse de todo. Cierto es que a veces pasa por encima de sus compañeras. Están las otras pobres con sus diálogos, y el ojo se te va a ella, que no para. Eso no me mola, porque hay que tener respeto por tus compis. Una función es de todos y hay que respetar a todo el mundo. Yo no he visto cosa igual. Están Meryl Steep, Hellen Mirren, Ana Fernández, la Wagener, Anna Lizarán (ya no), Blanca Portillo y toda una ristra de actrices dramáticas y en el polo opuesto está Anabel Alonso. Y no es ni mejor ni peor. Igual que de momento no me la imagino haciendo cosas "dramáticas", tampoco me veo a la Portillo haciendo comedia al nivel que está Anabel Alonso. ¿Qué es mejor? ¿Qué tiene más mérito? Pues el mismo.
Y el atracón de pollo merece la pena verlo.
Yo confieso que me meé de la risa. Las tres actrices están pa comérselas. Marta Belenguer carga con el papel más desagradecido, el más soso, el que menos recursos tiene y para el que han elegido el tono más difícil de defender. Y lo hace muy bien. Ana Fernández es grandiosa haga lo que haga. No la había visto nunca haciendo comedia y tiene recursos para dar y tomar. Es el personaje más antipático y menos "de comedia", y lo lleva de puta madre todo el rato. Y la explosión final es de jartarte de reír. Y luego, con permiso de las otras actrices, está Anabel Alonso. No para. No para de hacer el ganso, de meter morcillas, de reírse de todo. Cierto es que a veces pasa por encima de sus compañeras. Están las otras pobres con sus diálogos, y el ojo se te va a ella, que no para. Eso no me mola, porque hay que tener respeto por tus compis. Una función es de todos y hay que respetar a todo el mundo. Yo no he visto cosa igual. Están Meryl Steep, Hellen Mirren, Ana Fernández, la Wagener, Anna Lizarán (ya no), Blanca Portillo y toda una ristra de actrices dramáticas y en el polo opuesto está Anabel Alonso. Y no es ni mejor ni peor. Igual que de momento no me la imagino haciendo cosas "dramáticas", tampoco me veo a la Portillo haciendo comedia al nivel que está Anabel Alonso. ¿Qué es mejor? ¿Qué tiene más mérito? Pues el mismo.
Y el atracón de pollo merece la pena verlo.
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