domingo, 14 de junio de 2015

El príncipe. Corral de comedias de Alcalá.

Sin duda esta producción de Bernabé Rico para Talycual producciones va a ser uno de los pelotazos de la temporada. Normal. Un textazo super atractivo, la dirección de Juan Carlos Rubio y el talento interpretativo de Fernando Cayo. De Alcalá irán a Almagro y en octubre estará en la sala negra de Canal. Eso así de momento, cuando llevan dos funciones.



El montaje es un recital de Fernando Cayo. Sin duda ha sido, es y será uno de los mejores y más dotados actores del país. Su dominio de la escena y de todos sus elementos es brutal e incontestable. Vocalmente es un prodigio de control y de saber emplear y sacar el máximo partido a su instrumento. Físicamente es una bestia que de repente da un saltito y se sube a una mesa. Así, como si nada. Emocionalmente demuestra que sabe y entiende todas y cada una de las palabras que salen por su boca. Por eso es capaz de dar sentido a TODO lo que dice. No sólo eso, sino a los procesos, a los por qués. A por qué habla, por qué tiene la necesidad de hablar y de decir exactamente lo que dice. Eso tan difícil en el proceso creativo pero que dicho parece casi de perogrullo. Pero para decir un texto, unas palabras concretas es porque esas palabras son las escogidas por el personaje. Escogidas como necesidad de hacer presente un pensamiento, un pasado, una idea. Y saber por qué son esas las palabras escogidas es lo que da verdad y vida a una actuación, a la recreación de una realidad irreal. Ese proceso Fernando lo tiene en las venas, lo tiene clarísimo, por eso lo que sale por su boca tiene vida, tiene verdad y tiene sentido. 



El montaje está bien dirigido por Juan Carlos Rubio. Es dinámico, con buenos elementos y bien utilizados. Música, espacio sonoro, luces, escenografía... incluso los elementos "ocultos" están bien administrados y consiguen que dramáticamente el espectáculo tenga una coherencia y una solidez incontestables. 
El problema, para mi gusto, es el propio texto. A ver, es evidente que el texto de Maquiavelo es brutal, una obra gigantesca e indiscutible. Y encima, por desgracia sigue siendo actual y reconocible. Lo de que el fin justifique los medios, que el poder emplee los medio que sean necesarios para mantenerse ahí e incluso que pueda mentir y manipular para conseguir sus objetivos o que los gobernados necesitemos resultados sin plantearnos cómo ni de dónde salen, o la duda de si las acciones están al margen de la ética, ¿es un manual sobre cómo manejar o sobre cómo somos manejados?, etc... Estas disquisiciones son actuales y están vivas. y el texto es un mastodonte, está claro. Pero... ¿soporta una puesta en escena? Personalmente confieso que a pesar de que el mensaje es complejo, comprensible, cercano, reconocible, actual, a pesar de que está bien dirigido y a pesar incluso del recital de sabiduría e inteligencia de Fernando Cayo, me resultó algo pesado. Demasiado seco y árido (no de comprensión sino de forma, de la propia esencia) y tuve la sensación de que no siempre los grandes textos escritos son apropiados para llevarlos a escena. Lo que escrito funciona no siempre funciona igual de bien puesto en un escenario. Insisto, incluso cuando todos los componentes son buenos. No sólo buenos, sino buenísimos. Como en este caso, especialmente en el caso de Fernando Cayo, que vuelve a darlo todo y a darnos una lección de interpretación y trabajo teatral. Me dio la sensación de que los bravos y la ovación general era más por el trabajazo de Fernando que por el espectáculo como totalidad. Insisto, un espectáculo en el que todo es bueno o buenísimo, pero que se hace espeso y algo pesado. Pero vamos, que es un espectáculo que hay que ver sí o sí. Eso sin duda.    

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