domingo, 28 de enero de 2018

Maruxa. Teatro de la Zarzuela.

"Maruxa" es una sencilla historia de amor entre dos pastores en los montes de Galicia. Sin más.
Como todos los libretos, este de Luis Pascual Frutos, puedes cogerlo,manipularlo, menearlo y llevarlo a donde quieras llevarlo siempre que mantenga la coherencia y un objetivo claro. Y es lo suyo, porque hacer una historia de pastorcillos, marqueses malotes, ovejas y zagalas hoy en día resultaría viejuno.



Esta "Maruxa" es un híbrido con zonas prodigiosas y otras oscuras. 
José Miguel Pérez-Sierra consigue notas preciosas de la ORCAM aunque quizá a la partitura le falte un pellizco de tensión, un crescendo dramático más afinado. Musicalmente la ORCAM suena de miedo y el maestro cumple con su parte, consiguiendo uno de los puntos fuertes de esta producción. 
El coro también suena con peso y con mucho empaque. Mejor que muchas veces; quizá por no tener que estar pendientes de coreografías en las que se les nota incómodos. Especialmente a algunas cantantes/funcionarias a las que a veces se les nota que sienten muy poquita implicación con su trabajo. Afortunadamente son casos aislados y no ocurre así en esta ocasión. En esta "Maruxa" están tod@s brillantes y sólid@s.
Me resulta imposible separar las voces de las interpretaciones, así que hablaré primero de la propuesta escénica y la enlazaré con mi visión del trabajo de los intérpretes. 
Figuración de auténtico lujo. Eso es un seguro y un acierto total. Contar con actrices y actores tan importantes como Rosalía Castro, Nerea Moreno, Agus Ruiz o Álex Larumbe entre otros es un lujazo para cualquier producción. BRAVO todos ellos. 



Paco Azorín es un gran escenógrafo. Sin embargo creo que como director de escena no alcanza las mismas cotas. En esta ocasión ha decidido arrancar con la coartada de las palabras de Rosalía de Castro. Es como si hubiese querido tener un colchón incuestionable. Las palabras de Rosalía son bellísimas e inmortales. Cierto. Pero juntar tópicos siempre es arriesgado. Hablar de Galicia y usar a Rosalía está bien. Pero hablar de Galicia y usar los desastres marítimos es jugar al riesgo. 
Azorín intenta actualizar la trama de "Maruxa" y traerla no al presente sino al año 76. Sus razones tendrá, supongo que sí. Aunque yo lo que veo es que es una excusa para poner imágenes en las que los malos sean Franco, "la collares" y gente lejana e inocua. Si en vez de Azorín lo hubiera dirigido yo, habría acercado más la acción a la actualidad y habría utilizado imágenes del "Prestige", aunque claro, eso hubiera supuesto haber sacado a M. Rajoy , los hilitos y cosas quizá más peligrosas para según quién. Claro que yo creo que soy más macarra que Azorín o quizá simplemente no me juego nada. Desde 1970 ha habido cinco grandes desastres navales en las costas gallegas.
La verdad es que no sólo no me gusta que se use el hundimiento del Urquiola en vez del Prestige ( o incluso del Polycomander, otro petrolero hundido que yo recuerdo haber ido a ver y del que conservo alguna foto). Creo que el uso de esta "anécdota" para situar a "los malos" despista, aleja y no aporta mucho, aparte de una estética fría, un vestuario gris y poco más. Bueno, menos los monos de los voluntarios que limpian el chapapote, más propios del "Prestige" que del "Urquiola", aunque claro, parece que lo que se busca es el efecto, no la coherencia y sacar a los lugareños con los monos del "Prestige" es más efectivo. Siempre hablo de mis gustos y opiniones personales.   
La trama es sencilla: dos pastores descubren que lo que sienten es amor ( y deseo) pero se van a dar de morros con el capricho de la señorona rica de la zona, que se encapricha del zagal y decide hacerse con él, pasando de la pastorcilla y de su amor sincero, natural y bucólico. Un señor del pueblo, impide el plan de la loba y ayuda a que los pastores vivan su amor tranquilos y en paz.  
La parte de los malvados es la que se desarrolla en las salas de juntas de la petrolera y de la que acabo de hablar. Sin embargo, al primar este escenario sobre el otro, ha dejado a los pobres pastores amándose en medio de una estructura incómoda y en la que resulta difícil salir airoso. Hay momentos en los que Pablo, por ejemplo, aparece por un lateral, se tumba, se levanta y se va. Y ya. Y tanto Maruxa como Pablo tienen que retozar, brincar y perseguirse por una plataforma incómoda que creo que asemeja un tejado de pizarra. La pobre Maite Alberola va brincando como Heidi por ese tejado, como si la naturaleza de una pastora fuera el brinco. Pablo, Rodrigo Esteves hace lo que le han marcado; se tumba, se levanta, corre, se acerca, se aleja, se tumba y se levanta. 



Maite Alberola canta como dios. Tiene una voz no demasiado personal ni especialmente bella pero canta fácil, aunque parece que tiene que apretar demasiado en diafragma para algunos agudos. El rol lo canta con la gorra y no creo que le suponga ninguna dificultad. Pero su resultado se ve lastrado por una dirección escénica que hace que esté brincando como una colegiala de acá para allá y que resta dimensión a un personaje ya de por sí psicológicamente justito. Algo así le sucede a Rodrigo Esteves, que tiene una voz importantísima, con un bonito timbre y un gran dominio. Pero tener que entrar, tumbarse, levantarse, volver a tumbarse y así hasta el infinito, tampoco le ayuda nada. Carlos Fidalgo sale mejor parado, gracias a que tampoco tiene marcados demasiados desmanes escénicos y Simón Orfila sí consigue estar realmente espectacular. Tiene una voz prodigiosa y una dicción PER-FEC-TA. Escénicamente se lleva la mejor parte y sus salidas y entradas por el patio le ayudan a quitar peso y densidad. Le rebajan estatismo y eso le viene divino. Grandísima y más que merecida ovación. Svetla Krasteva estrenó el rol de Rosa al enfermar la titular del primer reparto. Su rendimiento escénico fue correcto y a pesar de tener que defender un papel antipático y algo incómodo de llevar con soltura en el escenario, fue en el aspecto vocal en el que demostró unas lagunas tremendas. Parecía no saberse bien el papel. Literalmente NO cantó todas las palabras escritas y además tiene la voz colocada en un sitio extraño. No sé muy bien qué le sucede pero aparte de no soltar la voz más que en los agudos (que sí, los da, pero con gran esfuerzo y por los pelos, o al menos eso parece), es como si cantase hacia dentro, no se le oye lo que canta. Pero no por falta de emisión, que también, sino porque parece que emite con sordina. Y además se produce en ella un efecto extraño. Os propongo un reto a los que vayáis a verla estos días. No se le oyen las consonantes. Si le miras con detenimiento a la boca, obviamente las pronuncia, se distinguen las labiales, las fricativas, etc... pero no se oyen. Si canta "Amor mío" yo sólo oía "Aaaoooíííooo". Es como si tuviera la voz colocada en un sitio y utilizara un resonador extraño que hiciera que se pierda sonoridad y emisión. Escénicamente salvó el rol pero vocalmente estuvo lejos de ofrecernos una gran noche. 
Y brillante María Cabeza de Vaca danzando como una Galicia doliente y sufrida. Magistral. 
Feote el vestuario de Anna Güell. Puede que funcione en los malotes y en la figuración, pero no me gustaron ni el anacronismo de los monos ni el vestuario de Maruxa, que parecía más una girl scout o un miembro de los jóvenes castores que una pastora protagonista. 
En resumen, este es un gran espectáculo, sólido y bien armado. El elenco brilla por tener unas voces prodigiosas y por defender unos personajes limitados y básicos. En ese sentido son sin duda lo mejor, con una grandísima calidad y eso, unido a la gran labor del coro y a la maravillosa dirección musical, hacen que merezca la pena de lejos ir a la Zarzuela. Eso sí, con una dirección escénica que presenta a los poderosos como malos, perros y crueles pero contando por un lado con la coartada de usar a Rosalía de Castro para dar autenticidad a una imagen de Galicia rara y por otro lado de elegir las referencias (algunas, los monos y el chapapote no) que alejan esta imagen de malosos de M. Rajoy y de sus secuaces. A cambio nos ponen a Franco y a la collares como petroleros mayores y villanos indiscutibles. Planteamiento escénico que a mí no me funcionó y movimiento escénico correcto en la grandiosa figuración y errónea en los roles protagonistas. 
Es que es jodido llevar estos trabajos de amor pastoriles y simplones al año 76 y que quede coherente. Pero claro, Manolete, Manolete...

Un diez para los cantantes y actores protagonistas, actores sin texto, coro, músicos y director musical. Sólo por eso... ¡¡todos a la Zarzuela!!  



Insisto en lo que digo siempre; esat es MI opinión única e intransferible. He contado MI experiencia. Ni pretendo sentar cátedra ni lo que digo tiene mayor importancia que la de una simple opinión más. Y como siempre, lo mejor es que vayáis vosotros al teatro y que lo viváis en vuestras carnes. Esa siempre será la mejor experiencia.          

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