jueves, 3 de septiembre de 2015

Palabras encadenadas. Off del Lara.





A nada que conozcas a Fran Boira y a Cristina Alcázar te podrás imaginar que no son actores de los que escatiman entrega, riesgo o valentía. Al contrario, siempre arriesgan y dan de sí el 100 % como mínimo. Claro que cuentan con una ventaja. Y es que ambos son seres tocados por la musa del arte. Fran se atrevió con un McBeth y no le tembló le pulso. Normal. No sólo aprobó le examen sino que sacó matrícula a base de talento, riesgo, valentía y de suicidarse emocionalmente en cada función. Después de esa hazaña quedó demostrado que Fran puede con todo. Y Cristina se atreve a medirse con esa bestia parda de Fran y tampoco le tiembla el pulso. Lógico, ella tiene tanto talento y valentía como Fran y la lucha entre los dos es cuerpo a cuerpo, de igual a igual, una lucha de panteras salvajes heridas, mutiladas y rabiosas. Bella como un amanecer y con un dominio vocal apabullante.





Esta propuesta es modesta en su planteamiento (un espacio cercano y desasosegante, el aliento de las hienas a medio metro, un texto poderoso y dos actores bestiales) pero con un resultado de altos vuelos. Es una pieza de esas que se convertirán en míticas, uno de los duelos teatrales de mayor voltaje de la historia de la cartelera madrileña. No quiero joder la trama a nadie así que seré cauto en lo que cuente del meollo de la historia. Sólo diré que lo que empieza como el secuestro de una chica a manos de un asesino cruel y despiadado irá girando y girando y girando de nuevo y otra vez más y otra en un puzzle de vueltas y revueltas que te mantendrán en vilo, con el alama encogida esperando "qué coño va a pasar ahora", sin terminar de apoyar le culo en la silla y con los huevos por corbata durante hora y pico. Un duelo de altísima tensión dramática, interpretativa, sexual, tiránica, hijaputa, dolorosa, juguetona y despiadada que permite a los dos intérpretes manejar un ramillete de sensaciones, gestos, relaciones de poder y de sumisión, un abanico de intenciones y de toboganes emocionales que son un puto regalo para un actor. Los dos leones enjaulados y heridos, Fran y Cristina dan un recital de matices, de idas y venidas, de sumisiones, humillaciones, despotismos, desprecios, llantos, gritos, potencias y relámpagos como pocas veces se han visto en un escenario. Y es que entre ellos no es que haya química, es que va más allá todavía. Se tocan, se desprecian, se odian, se desean, se repelen, se escupen y se mean uno encima del otro como dos putas bestias acorraladas por el pánico. Supervivencia y machaque. Poder y crueldad. Manipulación y sufrimiento. Un actor necesita, aparte de un buen texto, que su torrente de energía no se diluya, no se caiga ni quede flotando. Necesita que su chorro de energía llegue a su oponente, aterrice, se nutra y vuelva enriquecido y a la altura. Eso es justo lo que se crea entre ambos actores. Un torrente de energía que fluye por el espacio plagado de odio, de ira y de patadas al hígado.     





Amos a ver, si es que esto está inventao. ¿Qué le pide uno a un espectáculo para que le pille? Un buen texto, una dirección que ayude y unos actores que hagan creíble lo increíble. No hacen falta jeribeques raros, ni en necesario leerse un prospecto antes de entrar, ni hay que estudiar astrofísica para entender las metáforas. Con sinceridad, talento, entrega y electricidad basta. Y Fran, Cristina y Juan Pedro lo demuestran. Juan Pedro Campoy dejando que las riendas las lleven los actores, sirviéndonos una  copa envenenada siempre desde el sitio del respeto, del ayudar y del dejar que el torbellino fluya. Sin duda, la mejor forma de empezar el "curso", viendo uno de los espectáculos que la van a lira este año en Madrid. Por algo Cristina y Fran son dos de los actores más acojonantes que te puedas encontrar ahora mismo.

2 comentarios:

  1. me hubiera gustado expresarlo así. pero seré un "ladrón" y suscribo cada palabra. Junto a la piedra oscura, de los textos y las interpretaciones que mas me han dejado huella esta temporada. Y creo que de muchas más.

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  2. Suscribo lo que dices, dos bestias. Y sin caer en el histrionismo. El texto, redondo.


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