sábado, 24 de octubre de 2015

Escenas de la vida conyugal. Canal.

Recuerdo haber visto "Secretos de un matrimonio" hace un huevo de años. Nunca he vuelto a ver esa serie y la verdad es que no la recordaba. Lo que sí puedo imaginar es que conociendo a Bergman, el hombre fijo que no escribió lo que estamos viendo en Canal. 
Bergman no es la alegría de la huerta, eso lo sabe todo el mundo. Pero siendo suyo el texto y siendo él el que mejor sabe qué quiere contar y por qué, cualquier cosa que se aleje de eso, es, cuanto menos, arriesgada. Vale que uno escribe un texto y en ese momento pasa a ser un ser ajeno a ti y con vida propia. Cualquiera que se apodere de ese texto puede hacer con él lo que quiera. Puede porque tiene derecho a hacerlo. Otra cosa es que eso despierte el más mínimo interés. Cosa que en mí no ocurrió, sin ir más lejos.



Norma Aleandro dirige esto. Y sinceramente, que una mujer con su bagaje coja este texto y sencillamente lo convierta en una comedia de salón para ancian@s es no sólo una pena sino triste e inexplicable. Coño sí, todo el mundo tiene derecho a ir al teatro y todos los tipos de público son respetables y está bien que se les/nos de de comer, pero para escribir una comedieta de risas, maridos torpes, mujeres histéricas, con profundidad cero, chascarrillos baratos, y trazos tan gruesos como básicos, no hace falta destrozar a Bergman y reducirlo a su esquema, despojándolo de seriedad, profundidad, calado, conflicto. Para eso contratas a un escribano que te junte cinco o seis escenas así chabacanas, y te salen unas matrimoniadas sin más pretensión. Eso es muy respetable, no digo que no, pero coño, uno es que llega engañado, pensando que algo de Bergman habrá por ahí. Pero no. 
Vale que el texto es el que es, y que si parece malo (que lo parece) la culpa será de Bergman. Pero no. Ingmar, el hombre, escribió un texto y lo rodó en 1973, eso para empezar. Y yo creo que con un texto, un director elige qué contar de ese texto, qué contar con ese texto, cómo contarlo, para qué contar justo eso y de esa forma, dónde quiere colocar al público y dónde se quiere colocar él. Ahí está la diferencia entre hacer una peli de Bergman y hacer una astracanada digna de algún que otro teatro madrileño que se me viene a la cabeza así, de golpe.
Ricardo Darín y Érica Rivas están muy graciosos. Ellos son muy buenos y lo que hacen (ella el payaso y él de marido/hombre típicamente torpe) lo hacen muy, pero que muy bien. Pero es que lo que hacen es teatro para viud@s. Teatro viejo y que a mí personalmente me interesa cero. Que quede claro, me parece genial que se haga y de hecho estaba petado y la gente se descojonaba y luego aplaudía mucho. Pero a servidor, este tipo de teatro con aspiración cero y filosofía de trascendencia cero coma, me aburre, no me dice nada, no me cambia. Peor aún, es que ni me roza, transita por otra dimensión vital. A lo mejor la mía es la mala, no te digo que no, pero esta y esta forma de hacer teatro no me interesa en absoluto.      

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