viernes, 8 de abril de 2016

Una y otro. Nave73

David Huertas era hasta ahora, principalmente actor. Pero cuando a uno le bulle la cabeza, las inquietudes le asaltan y necesita contar cosas, las barreras creativas se rompen o mejor dicho, se mezclan y acaban regalando bombones como este "Una y otro". 
Coño, y si yo fuera uno de los dos actores que interpretan esta creación de David le estaría eternamente agradecido, porque les regala un vehículo de lucimiento de esos inolvidables. 



Nuestra mente, evidentemente está repleta de referencias, de experiencias que hemos vivido y que nos han moldeado y rellenado. David Huertas, o al menos este texto suyo contiene referencias reconocibles. O... quizá seamos nosotros los que estamos llenos de referencias a las que echamos mano corriendo para entender, racionalizar o completar las informaciones que vamos recibiendo. El caso es que ahí dentro (o dentro de nuestro coco) está "1984", está "La isla", está "El método Grönholm"... está todo eso pero todo es nuevo, todo es marca blanca. Porque lo que plantea es universal.
Lo que reconozco que no distinguí fueron las cuatro "partes" que conforman "Un y otro": "tierra, trabajo, capital y factores productivos". Vamos, que eso lo leí después, pero tampoco lo eché de menos. La metáfora es la metáfora y en un trabajo como este, que plantea más preguntas que respuestas, manejar demasiadas "pistas" antes de verlo... no creo que ayude a nada. Mejor entrar virgen.
David escribe este texto en el que como digo, se plantean más preguntas que respuestas. Y se plantean uniendo indefectiblemente texto y puesta en escena. Ambos elementos, que siempre han de ir unidos o al menos en paralelo, en este caso son una misma cosa. Escenografía fría, sin nada que pueda situar la acción ni en el tiempo ni en el espacio. Pueden estar en cualquier sitio en cualquier época pasada o futura. Dos colchones, dos sacos con una numeración de la que no sacas ni una pista, y mira que las busqué, un cubo y dos estructuras "iluminables" de las que tampoco sacas ninguna referencia. Porque pueden estar en cualquier sitio, en cualquier empresa, en cualquier gobierno, en cualquier planeta, bajo tierra o sobre ella, hace cien años, trescientos, dos, o en 2045. Y ahí en medio, dos seres, un encuentro y un conflicto. Minimalismo puro.



Aloma Romero y Daniel Jumillas son dos seres de marca blanca, encerrados en un habitáculo de marca blanca, vestidos con unos monos de marca blanca, con una misión de marca blanca, lo más impersonal del mundo; montar cajas de cartón. Y una equis. Muchas equis. Y ambos trabajan o aspiran a hacerlo para una empresa de marca blanca, o para un gobierno de marca blanca. Esa referencia te la tienes que montar tú solito en tu cerebro, porque ni David Huertas, ni Aloma ni Dani te van a dar más pistas. El resto es un conflicto universal. La lucha por ascender (no se sabe hacia dónde), la manipulación de tu vecino, de tu igual o puede que de los poderes. Porque ¿quién maneja a quién en "Una y otro"? Al fin y al cabo ellos están despojados de todo. No tienen personalidad en su ropa, ni en sus hábitos, ni en sus gustos; el individuo ha muerto y por no tener no tienen ni nombre. Ella es "Una", que es todas y es ninguna. Él es "Otro", porque no es ni uno. "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais". Porque ese final, ¿es o no es Blade Runner? ¿No somos o no son dos replicantes? Por qué no. 



Aloma Romero despliega todo un catálogo de intenciones, de ir y venir y de intentar taladrar al otros sin que se entere. Daniel Jumillas se repliega en sí mismo, se encierra, se protege a la vez que se expone y regala una interpretación generosa y arriesgada demostrando que es uno de los actores más vivos y valientes de su generación. 

Brillante trabajo de los dos actores suicidas para regalarnos un bombón envenenado responsabilidad de David Huertas. Tres nombres a los que no hay que perder de vista.          

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