domingo, 10 de julio de 2016

Homo ridens / Testigo de las ruinas. Frinje 2016.

Dice la propia organización del festival en su web: "Frinje apuesta por la multiplicidad de miradas en la creación contemporánea y alienta a sus  participantes a enfrentarse a la realidad política y social desde una lente "extrañada" que ilumine las zonas de sombras de una época marcada por la velocidad con la que acontecen los cambios".



"Homo ridens" en un espectáculo de 2011 que ganó el Be Festival en 2012. Hace unos añitos, vamos. Lo que no entiendo es que se hayan quedado fuera propuestas y hayan entrado espectáculos como "Homo ridens", que tiene ya 5 años. O mejor aún, ¿cómo se le ha ocurrido a la compañía presentar un proyecto de hace 5 años? Total, que entre unos y otros, al final hemos visto un espectáculo que tiene 5 años y nos hemos quedado sin ver propuestas más actuales. Bueno, vale.  
Pero no es sólo que "Homo ridens" tenga 5 años (¿ni siquiera la propia compañía quiere que se vean sus espectáculos más recientes?) sino que tampoco, según vuelven a decir en la propia web del festival: "busquen un lenguaje personal y un rigor e innovación en la propuesta". Que no lo busca, vamos. O al menos, no lo tiene. "Homo ridens" es divertido a ratos, blanco, se deja ver, es inocuo, indoloro e incoloro y desde luego, no tiene nada que ver con lo que pone la web del festival de este espectáculo. 
Pues eso, que tiene 5 años y se le notan. Sales como has entrado y eso sí, te has echado unas risas sin mayor complicación. Un entretenimiento que desde luego tiene poco de novedoso, innovador o de conmovedor. Buenos actores y carismáticos para un espectáculo que no parece pretender mucho. O sí. 



Y como lo mismo te digo una cosa como te digo la otra, "Homo ridens" al menos es lo que yo considero un espectáculo teatral. Porque "Testigo de las ruinas" no me lo parece. 
Varios proyectores van proyectando (chica, no me sale otra palabra mejor) las imágenes de un documental que nos cuenta el final de la vida de una zona deprimida de Bogotá, que es desmantelada para construir en ese espacio un parque (inútil y aséptico, cierto). Imágenes duras de parte de la vida en ese barrio marginal e imágenes de su derrumbe. Poca historia personal (casi solo la del payaso) y poco reflejo de lo que supone eso en la gente. Ni rastro de qué ha pasado con esos habitantes después de acabar con el barrio. Sólo una mujer, Juana Ramírez, que preparará arepas delante de nosotros. 
Para que exista un hecho escénico, en mi opinión, debe haber un texto, unos ejecutantes y un proceso creativo o recreado que se produzca en ese momento. Lo que vimos ayer fue un documental, no teatro. Este espectáculo va a ser exactamente igual todas las noches que se represente en cualquier ciudad del mundo. No existe ningún elemento creativo. Al menos no vivo. Cada cierto tiempo, giran las pantallas en las que se proyecta el documental, pero ni siquiera ese hecho tiene un por qué. Las mueven por cambiarlas de sitio, por moverlas, no por ningún motivo escénico. Y salvo que a Juana se le quemen las arepas o que alguien tropiece al girar las pantallas, nunca jamás va a suceder nada vivo en escena. Creo sinceramente que esta... instalación podrían haberla colocado en la nave 16 y tan ricamente. Ofú, es que pagar 12 euros por ver un docu...  a mí me escuece.      


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