Aquí podrás leer MI opinión sobre los espectáculos que voy viendo. Insisto en que es MI opinión, nada mas. No pretendo adoctrinar ni tener razón. Únicamente te contaré MIS razones para amar o amar menos lo que vaya viendo. El teatro son gustos y aquí leerás los míos. No soy crítico, solo necesito contarle al mundo el porqué de mis amores. Lo que puedes leer aquí es lo que yo he sentido al ver estos espectáculos. Ni más ni menos que mis sensaciones. Si a alguien le sirven, estupendo.
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domingo, 19 de noviembre de 2017
Léucade 38º 20º. Teatro de las Aguas.
Los mecanismos de la maquinaria teatral son extraños e insondables. Que conste que estas palabras no son una queja hacia los espectáculos que triunfan, obviamente, sino una reivindicación de los que se quedan en las sombras, ocultos en la maraña de la multiprogramación (una lacra que habría que combatir) y no consiguen traspasar ni llegar a ser ni siquiera conocidos por el público.
Entre estos espectáculos "menores y ocultos" tengo que destacar dos joyas que he visto recientemente. "La escena nº 12" en Nave 73 es una joya teatral. El texto es cautivador, muy pero que muy para teatreros y gente que ha pasado por una sala de ensayos y los actores, Marta Matute, José Gómez-Friha y Eleazar Ortiz están simplemente inmejorables. Bueno, pues el día que estuve yo seríamos unos 30.
Peor parte se llevó "Léucade 38º 20º" en el Teatro de las Aguas. Ahí rondaríamos los diez. Y este espectáculo debería tener la sala llena.
Venezia teatro por un lado y la Cia. Vía Muerta por otro lado hacen teatro por amor. Por amor al Arte. Y a veces por amor al arte.
"Léucade 38º 20º" es un texto escrito por Mónica García Ferreras que bebe de varias fuentes y que nos cuenta la historia de una mujer, Nora, que vive refugiada (o escondida) en una isla. Supuestamente esa isla es el lugar más seguro del mundo. El más oculto. Pero un día, aparecerá por sus costas un extraño y esa seguridad, ese refugio se verá desmoronado de repente. Por culpa del amor, claro.
Los dos personajes presentes en la función y los otros que deambulan por la historia (padre, esposa, socio, supuestas vidas pasadas...) viven en prisiones interiores tan oscuras y dolorosas como los mundos de los que intentan escapar. Porque no hay mayor cárcel que la cárcel interior de un alma herida y cerrada a cal y canto al aire, al mar, al horizonte. Cuando reduces tu mirada a donde alcanzas tus ojos terminas por hacerte pequeño, por no tener perspectiva y por hacerte diminuto, frágil, asustadizo y cobarde.
Así estos dos personajes se han creado unas barreras más inhumanas que las físicas y viven encerrados en ellos mismos sin dejar que el mar ni el aire les hagan volar.
La historia es dura, los personajes taciturnos y sombríos y el ambiente que se crea en la sala, casi irrespirable. Porque el ser humanos es más cruel que cualquier circunstancia. Hasta las guerras las creamos nosotros, no surgen solas. Y la soledad y las heridas de estas dos víctimas son internas e incurables. Ni siquiera el atisbo de amor que surge es capaz de iluminar sus vidas.
Mónica García Ferreras se encarga de dirigir el espectáculo y desde luego es un acierto porque como autora sabe perfectamente dónde y cómo incidir. Impregna la función de un fatalismo trágico que avanza sin desvelar el drama. Además Mónica y su compañía trabaja desde un sitio que siempre es el mejor. Desde el amor a sus proyectos y desde la sinceridad más absoluta. No contarán con grandes escenografías ni con medios aparatosos, pero tampoco los necesitan. Hombre, a ver, está claro que si estuvieran en el Lara, por ejemplo, o en la pequeña del Español, todo cambiaría, la dinámica, la gestualidad, los desplazamientos por el espacio... pero la base fundamental de su trabajo es el AMOR. El querer hacer teatro sí o sí. Ojalá no tuviera que ser así, pero si tienen que luchar contra las multiprogramaciones, con la falta de promoción, con los mastodontes y los grandes nombres, y los vales de descuento y las invitaciones a mansalva, lo hacen. Y luchan. Y pelean y a veces no ganarán, pero pase lo que pase trabajarán con el mismo amor.
Mónica junto con Diego Ramírez se encargan de dar vida a estos dos seres heridos, perdidos y ocultos. Y los dos están maravillosos. Están invadidos por la amargura y por la falta de recursos vitales para ser empáticos, optimistas y de colores. Son dos almas cerradas y escondidas en ellos mismos y pintados en blanco y negro. O mejor dicho, en color sepia. Naturales, espontáneos y con mucha química. Una gran pareja teatral.
Esta función acaba de nacer. Es cierto que quizá en algún momento le falte afinar el ritmo pero eso es algo que se consigue con el tiempo. Haciendo la función una y otra vez y entrando en comunicación con el público. Juntando miradas. Ahora está en un punto goloso y muy bueno porque está empezando a crecer. Y necesita alimentarse de la mirada del público, y que ellos sientan qué funciona, qué no, dónde la gente se remueve en la butaca y dónde se congelan del terror. La vida real del espectáculo como ser vivo. Y para eso necesitan que vaya gente, tener público y tener funciones. Así que por dios, hagamos algo para que "Léucade 38º 20º" tenga vida. Mucha vida. Y si tiene que pasar a una sala más grande, y que la programen en fin de semana, y que aparezca en las revistas y anunciada y promocionada como es debido. Coño, que cuando se hace teatro sincero la única salida es apoyarlo.
jueves, 10 de noviembre de 2016
Sushi, mentiras y cintas del pelo. Teatro de las aguas.
Aparte
de gustos o de preferencias, yo lo que más valoro en un espectáculo es
que sea sincero, que no "vaya" de nada y que sea un trabajo respetuoso
con la profesión, con lo que significa y para lo que sirve. Hay muchas
compañías que llevan este principio a rajatabla y "Vía Muerta" es un
clarísimo ejemplo. Y encima me gusta lo que hacen. Bueno, no. Me gusta
MUCHO. Así que volver a disfrutarlos es un gustazo y un honor.
En "Sushi, mentiras y cintas del pelo" vuelven a juntarse Mónica García-Ferreras, Jorge San José y Diego Lescano. Lógico. Después del exitazo de "Quizás amar" y de "Gira el mundo, gira" es normal que aquella química brutal que había entre los actores tuviera continuidad. Es mágico y estremecedor lo bien que se complementan las energías de los tres. Su química es pólvora esperando el momento de explosionar.
Pero volvamos a la "sinceridad" del trabajo. Hay veces en las que te encuentras con pasta, mucha pasta sobre un escenario vacío de chicha, o con fuegos artificiales tapatodo, o con soñadores de premio novel, o con volteretas y guiños snobs para todólogos y aspirantes a cultos de nuevo cuño, o pajas mentales y no mentales destinadas a la autocomplacencia. Incluso hay veces en las que te encuentras todo eso junto. Eso de por sí no es malo pero si es para cubrir la falta de ingenio, entonces sí. Y ahí ya se caga la perra y se caga servidor. Sin embargo hay otras veces en las que te reencuentras con el teatro como oficio, como investigación, como labor artesanal, vivida, cardíaca y artesana. El teatro como oficio y como creador de sentimientos e historias sencillas, concretas, sinceras, básicas e incluso con un toque naif absolutamente "enamorante". Eso es lo que vas a encontrarte cuando vayas a ver "Sushi, mentiras y cintas del pelo". Un historia sencilla, de enredos amorosos, un vodevil descacharrante y sin mayores pretensiones. Sin florituras, con una puesta en escena sencilla, dejando espacio a los actores, apoyándose en el poder de la comedia y en la fuerza de Mónica, de Diego y de Jorge.
Quizá a alguien le suene esto que acaba de leer. Sí, es exactamente lo que escribí para el anterior estreno de La Compañía Vía Muerta, "Gira el mundo, gira". Y no es por vaguería, es que los principios con los que trabajan estos currantes de la escena son, han sido y parece que serán los mismos; respeto por su profesión y autenticidad en el proceso y en el resultado.
En esta ocasión asumen el riesgo de meterse en el espinoso terreno de la comedia. Y salen más que airosos. Quizá el texto peque a ratos de ciertas flaquezas, momentos que se cae un pelo la coherencia y la atención, pero enseguida vuelve a florecer el principal aliciente de esta compañía, su respeto y la sinceridad. En este vodevil , como en casi todas las comedias, hay momentos más brillantes y otros que lo son menos. En hora y pico da tiempo de todo y cuando parece que la fórmula empieza a agotarse, aparece Jorge y el sol brilla de nuevo. Mónica es una burra que puede con todo lo que le eches encima. Tiene recursos y una vis cómica que yo desconocía pero que le brota de natural. Diego está que te meas con él. Desde que aparece. Escucha y recibe con arte y sirve generosamente el foco a quien lo requiere en todo momento. Y Jorge domina le escenario como si hubiera nacido en uno. Si es que todo lo que hace lo hace bien, no se puede decir nada más.
A ver, el montaje es modesto, no hay grandes escenografías y tienen que moverse en un espacio reducido, pero con todo y con eso, no son elementos que uno eche en falta porque están compensados por la honestidad que inunda su trabajo y con su enorme capacidad como intérpretes.
Uno lleva tiempo siendo muy, pero que muy fan de Vía Muerta y a este paso seguiré siéndolo mucho tiempo, porque Jorge, Diego, la gran Mónica y Luis (autor y director) trabajan como me gusta, desde donde me gusta y transmitiendo lo que me gusta. Y ellos me gustan.
"Sushi, mentiras y cintas del pelo" es lo que es, no pretende ser más ni es menos de lo que pretende. Si vas disfrutarás y encima verás a tres seres trabajadores y muy, muy, muy íntegros.
En "Sushi, mentiras y cintas del pelo" vuelven a juntarse Mónica García-Ferreras, Jorge San José y Diego Lescano. Lógico. Después del exitazo de "Quizás amar" y de "Gira el mundo, gira" es normal que aquella química brutal que había entre los actores tuviera continuidad. Es mágico y estremecedor lo bien que se complementan las energías de los tres. Su química es pólvora esperando el momento de explosionar.
Pero volvamos a la "sinceridad" del trabajo. Hay veces en las que te encuentras con pasta, mucha pasta sobre un escenario vacío de chicha, o con fuegos artificiales tapatodo, o con soñadores de premio novel, o con volteretas y guiños snobs para todólogos y aspirantes a cultos de nuevo cuño, o pajas mentales y no mentales destinadas a la autocomplacencia. Incluso hay veces en las que te encuentras todo eso junto. Eso de por sí no es malo pero si es para cubrir la falta de ingenio, entonces sí. Y ahí ya se caga la perra y se caga servidor. Sin embargo hay otras veces en las que te reencuentras con el teatro como oficio, como investigación, como labor artesanal, vivida, cardíaca y artesana. El teatro como oficio y como creador de sentimientos e historias sencillas, concretas, sinceras, básicas e incluso con un toque naif absolutamente "enamorante". Eso es lo que vas a encontrarte cuando vayas a ver "Sushi, mentiras y cintas del pelo". Un historia sencilla, de enredos amorosos, un vodevil descacharrante y sin mayores pretensiones. Sin florituras, con una puesta en escena sencilla, dejando espacio a los actores, apoyándose en el poder de la comedia y en la fuerza de Mónica, de Diego y de Jorge.
Quizá a alguien le suene esto que acaba de leer. Sí, es exactamente lo que escribí para el anterior estreno de La Compañía Vía Muerta, "Gira el mundo, gira". Y no es por vaguería, es que los principios con los que trabajan estos currantes de la escena son, han sido y parece que serán los mismos; respeto por su profesión y autenticidad en el proceso y en el resultado.
En esta ocasión asumen el riesgo de meterse en el espinoso terreno de la comedia. Y salen más que airosos. Quizá el texto peque a ratos de ciertas flaquezas, momentos que se cae un pelo la coherencia y la atención, pero enseguida vuelve a florecer el principal aliciente de esta compañía, su respeto y la sinceridad. En este vodevil , como en casi todas las comedias, hay momentos más brillantes y otros que lo son menos. En hora y pico da tiempo de todo y cuando parece que la fórmula empieza a agotarse, aparece Jorge y el sol brilla de nuevo. Mónica es una burra que puede con todo lo que le eches encima. Tiene recursos y una vis cómica que yo desconocía pero que le brota de natural. Diego está que te meas con él. Desde que aparece. Escucha y recibe con arte y sirve generosamente el foco a quien lo requiere en todo momento. Y Jorge domina le escenario como si hubiera nacido en uno. Si es que todo lo que hace lo hace bien, no se puede decir nada más.
A ver, el montaje es modesto, no hay grandes escenografías y tienen que moverse en un espacio reducido, pero con todo y con eso, no son elementos que uno eche en falta porque están compensados por la honestidad que inunda su trabajo y con su enorme capacidad como intérpretes.
Uno lleva tiempo siendo muy, pero que muy fan de Vía Muerta y a este paso seguiré siéndolo mucho tiempo, porque Jorge, Diego, la gran Mónica y Luis (autor y director) trabajan como me gusta, desde donde me gusta y transmitiendo lo que me gusta. Y ellos me gustan.
"Sushi, mentiras y cintas del pelo" es lo que es, no pretende ser más ni es menos de lo que pretende. Si vas disfrutarás y encima verás a tres seres trabajadores y muy, muy, muy íntegros.
domingo, 24 de mayo de 2015
Gira el mundo, gira. Espacio Labruc.
Aparte de gustos o de preferencias, yo lo que más valoro en un espectáculo es que sea sincero, que no "vaya" de nada y que sea un trabajo respetuoso con la profesión, con lo que significa y para lo que sirve. Hay muchas compañías que llevan este principio a rajatabla y "Vía Muerta" es un clarísimo ejemplo. Y encima me gusta lo que hacen. Bueno, no. Me gusta MUCHO. Así que volver a disfrutarlos es un gustazo y un honor.
En "Gira el mundo, gira" vuelven a juntarse Mónica García-Ferreras y Jorge San José. Lógico. Después del exitazo de "Quizás amar" es normal que aquella química brutal que había entre los dos actores tuviera continuidad. Es mágico y estremecedor lo bien que se complementan las energías de los dos. Su química es pólvora esperando el momento de explosionar.
Pero volvamos a la "sinceridad" del trabajo. Hay veces en las que te encuentras con pasta, mucha pasta sobre un escenario vacío de chicha, o con fuegos artificiales tapatodo, o con soñadores de premio novel, o con volteretas y guiños snobs para todólogos y aspirantes a cultos de nuevo cuño, o pajas mentales y no mentales destinadas a la autocomplacencia. Incluso hay veces en las que te encuentras todo eso junto. Eso de por sí no es malo, pero si es para cubrir la falta de ingenio, entonces sí. Y ahí ya se caga la perra y se caga servidor. Sin embargo hay otras veces en las que te reencuentras con el teatro como oficio, como investigación, como labor artesanal, vivida, cardíaca y artesana. El teatro como oficio y como creador de sentimientos e historias sencillas, concretas, sinceras, básicas e incluso con un toque naif absolutamente "enamorante". Eso es lo que vas a encontrarte cuando vayas a ver "Gira el mundo, gira". Un historia sencilla, de amor, de fracaso, de heridas, de viajes, de los viajes interiores de dos personajes heridos, minusválidos. Sin florituras, con una puesta en escena sencilla, brillante, dejando espacio a los actores, apoyándose sólo en la luz y en la fuerza de Mónica y de Jorge.
Un futbolista estrella y triunfador aunque vacío y sediento se saber se cruza con una joven herida, encerrada en sí misma y con una cojera emocional más fuerte y atenazadora que la física. Y el uno con el otro o el uno gracias al otro emprenderán cada uno su particular "viaje del héroe" hundiendo de paso la integridad de cada uno. Integridad que a pesar de parecer limitadora, es la de la propia libertad de cada uno. Los héroes callejeros, los del día a día no hacen cosas llamativas. Simplemente sobreviven, o sacan adelante una familia, o consiguen amar durante años, o son sinceros con ellos mismos, o logran sacar lo mejor del otro. Ese es el heroísmo cotidiano, el de "Gira el mundo, gira". Ana ayuda a Joaquín y Joaquín ayuda a Ana. Y ninguno de los dos se da cuenta de lo que en realidad está haciendo con el otro ni gracias al otro. La historia, en realidad, no tiene demasiadas complicaciones. Quiero decir, que el meollo así contado es claro. Lo complicado, lo duro es el desarrollo del drama en los personajes, con Diego Lescano como elemento catalizador. Víctor, el representante de Joaquín es quizá el personaje más desagradecido y menos interesante, porque realmente no afecta mucho en la historia. Pero sirve en bandeja el drama de estos dos seres heridos que se acercan y separan al mismo tiempo, se ayudan y se matan al mismo tiempo.
Jorge San José y Mónica García-Ferreras son dos malas bestias. Jorge no puede ser más guapo ni tener más magnetismo. Hay muchísimos actores buenos (España es un paraíso habitado por millones de actores y actrices descomunales) pero actores buenos y con el carisma suficiente como para que la mirada se te quede pegada a él, muy pocos. Jorge consigue hipnotizarte y encima lo hace desde la sencillez de lo cercano. No es un personaje con una vida interior compleja y llena de vueltas y recovecos, sino al contrario, en un ser casi básico, simple, sencillo, primario, un choni de barrio. Y hacer eso como lo hace Jorge requiere de una capacidad acojonante. Porque conseguir que un personaje parezca tu vecino de abajo y esconderle las capas para que estas afloren solas en el momento preciso es un trabajo de filigrana. El viaje de Joaquín es un viaje duro, salvaje, en el que salen a la luz heridas ocultas y muy, muy dolorosas. Bajo su aspecto desinhibido, sufre un ser humano doliente y culpable. Magistral.
Mónica, es para mí una debilidad. Una mujer que lleva en esto del teatro toda la vida, siempre fiel a sí misma, con una calidad y una calidez descomunales. Es modesta, frágil, bestial, ingente, inteligente, sincera y curranta. Tiene todas y cada una de las cualidades que amo en una actriz. Y encima sus resultados son intensos, precisos, milimétricos, conscientes y bellos. Su Ana Vega es tierna, seca, castellana, dulce y correosa, con esa facilidad para alejar de ella a los que más la cuidan y la quieren que resulta familiar y dolorosamente conocida. Ana es coja, pero la cojera que más le duele y la que mas herida la tiene es la cojera del alma. Está revenía por dentro y ese remolino en el que vive la va a tener encerrada bajo su poncho toda la vida. Su viaje será hacia una luz escondida, hacia un horizonte inimaginado y hacia un ser opuesto a lo que ella piensa de sí misma. Más dolor y más dolor. Mónica, la Irene Gutiérrez Caba del siglo XXI no sólo lo borda sino que lo desborda y lora dotar de cuerpo y de espíritu a esa alma herida y deshojada.
No dejéis de ver esta joya de integridad y de trabajo bello. La sinceridad en una puesta en escena naif, sencilla, honesta y con los latidos de un corazón artista latiendo por todas partes.
En "Gira el mundo, gira" vuelven a juntarse Mónica García-Ferreras y Jorge San José. Lógico. Después del exitazo de "Quizás amar" es normal que aquella química brutal que había entre los dos actores tuviera continuidad. Es mágico y estremecedor lo bien que se complementan las energías de los dos. Su química es pólvora esperando el momento de explosionar.
Pero volvamos a la "sinceridad" del trabajo. Hay veces en las que te encuentras con pasta, mucha pasta sobre un escenario vacío de chicha, o con fuegos artificiales tapatodo, o con soñadores de premio novel, o con volteretas y guiños snobs para todólogos y aspirantes a cultos de nuevo cuño, o pajas mentales y no mentales destinadas a la autocomplacencia. Incluso hay veces en las que te encuentras todo eso junto. Eso de por sí no es malo, pero si es para cubrir la falta de ingenio, entonces sí. Y ahí ya se caga la perra y se caga servidor. Sin embargo hay otras veces en las que te reencuentras con el teatro como oficio, como investigación, como labor artesanal, vivida, cardíaca y artesana. El teatro como oficio y como creador de sentimientos e historias sencillas, concretas, sinceras, básicas e incluso con un toque naif absolutamente "enamorante". Eso es lo que vas a encontrarte cuando vayas a ver "Gira el mundo, gira". Un historia sencilla, de amor, de fracaso, de heridas, de viajes, de los viajes interiores de dos personajes heridos, minusválidos. Sin florituras, con una puesta en escena sencilla, brillante, dejando espacio a los actores, apoyándose sólo en la luz y en la fuerza de Mónica y de Jorge.
Un futbolista estrella y triunfador aunque vacío y sediento se saber se cruza con una joven herida, encerrada en sí misma y con una cojera emocional más fuerte y atenazadora que la física. Y el uno con el otro o el uno gracias al otro emprenderán cada uno su particular "viaje del héroe" hundiendo de paso la integridad de cada uno. Integridad que a pesar de parecer limitadora, es la de la propia libertad de cada uno. Los héroes callejeros, los del día a día no hacen cosas llamativas. Simplemente sobreviven, o sacan adelante una familia, o consiguen amar durante años, o son sinceros con ellos mismos, o logran sacar lo mejor del otro. Ese es el heroísmo cotidiano, el de "Gira el mundo, gira". Ana ayuda a Joaquín y Joaquín ayuda a Ana. Y ninguno de los dos se da cuenta de lo que en realidad está haciendo con el otro ni gracias al otro. La historia, en realidad, no tiene demasiadas complicaciones. Quiero decir, que el meollo así contado es claro. Lo complicado, lo duro es el desarrollo del drama en los personajes, con Diego Lescano como elemento catalizador. Víctor, el representante de Joaquín es quizá el personaje más desagradecido y menos interesante, porque realmente no afecta mucho en la historia. Pero sirve en bandeja el drama de estos dos seres heridos que se acercan y separan al mismo tiempo, se ayudan y se matan al mismo tiempo.
Jorge San José y Mónica García-Ferreras son dos malas bestias. Jorge no puede ser más guapo ni tener más magnetismo. Hay muchísimos actores buenos (España es un paraíso habitado por millones de actores y actrices descomunales) pero actores buenos y con el carisma suficiente como para que la mirada se te quede pegada a él, muy pocos. Jorge consigue hipnotizarte y encima lo hace desde la sencillez de lo cercano. No es un personaje con una vida interior compleja y llena de vueltas y recovecos, sino al contrario, en un ser casi básico, simple, sencillo, primario, un choni de barrio. Y hacer eso como lo hace Jorge requiere de una capacidad acojonante. Porque conseguir que un personaje parezca tu vecino de abajo y esconderle las capas para que estas afloren solas en el momento preciso es un trabajo de filigrana. El viaje de Joaquín es un viaje duro, salvaje, en el que salen a la luz heridas ocultas y muy, muy dolorosas. Bajo su aspecto desinhibido, sufre un ser humano doliente y culpable. Magistral.
Mónica, es para mí una debilidad. Una mujer que lleva en esto del teatro toda la vida, siempre fiel a sí misma, con una calidad y una calidez descomunales. Es modesta, frágil, bestial, ingente, inteligente, sincera y curranta. Tiene todas y cada una de las cualidades que amo en una actriz. Y encima sus resultados son intensos, precisos, milimétricos, conscientes y bellos. Su Ana Vega es tierna, seca, castellana, dulce y correosa, con esa facilidad para alejar de ella a los que más la cuidan y la quieren que resulta familiar y dolorosamente conocida. Ana es coja, pero la cojera que más le duele y la que mas herida la tiene es la cojera del alma. Está revenía por dentro y ese remolino en el que vive la va a tener encerrada bajo su poncho toda la vida. Su viaje será hacia una luz escondida, hacia un horizonte inimaginado y hacia un ser opuesto a lo que ella piensa de sí misma. Más dolor y más dolor. Mónica, la Irene Gutiérrez Caba del siglo XXI no sólo lo borda sino que lo desborda y lora dotar de cuerpo y de espíritu a esa alma herida y deshojada.
No dejéis de ver esta joya de integridad y de trabajo bello. La sinceridad en una puesta en escena naif, sencilla, honesta y con los latidos de un corazón artista latiendo por todas partes.
domingo, 6 de julio de 2014
Quizás amar... El Umbral de primavera.
La propuesta que la compañía Vía Muerta ha estado presentando en "El Umbral de Primavera" es un experimento emotivo y sensorial que te lleva a terrenos pantanosos.
Dos historias, dos mundos, dos épocas, dos planteamientos estéticos, dos relaciones, dos barreras insalvables. O no tanto. En definitiva, el amor ha sido y es siempre el amor. Y decidir entre el deber y el querer también. Deber y querer, corazón y cabeza, amor y obligación, futuro y presente, aventura o seguridad, tripas o coco.
Dos actores, un espacio sugerido y simplemente limitado, dos seres que te reciben con la soledad en sus ojos. Jorge San José es el hombre. El deber y la pasión. Dos registros opuestos e igual de convincentes. Gran trabajo lleno de verdad. Mónica García-Ferreras es un animal del escenario. Da vida a dos personajes antagónicos con una riqueza de matices y con una verdad interior alucinantes. Actriz entregada y llena de dramatismo desde la mirada hasta la tensión corporal. una gozada disfrutar de una actriz sabia, de toda la vida, de las que han currado como locas durante años y años y transmiten esa sabiduría. Sólo hay que ver cómo mira y cómo escucha.
Eso sí, el espectáculo tiene una pega. Que dura poco. Cuando por fin consigues centrarte en la función, casi se acaba. Yo quería más y más y más.
Creo que de momento han terminado en "El Umbral", pero estoy totalmente convencido de que cualquier programador medianamente inteligente se los llevará a su sala ya mismo, así que... al loro, y en cuanto los veáis por ahí anunciados, a pillar entrada.
Dos historias, dos mundos, dos épocas, dos planteamientos estéticos, dos relaciones, dos barreras insalvables. O no tanto. En definitiva, el amor ha sido y es siempre el amor. Y decidir entre el deber y el querer también. Deber y querer, corazón y cabeza, amor y obligación, futuro y presente, aventura o seguridad, tripas o coco.
Dos actores, un espacio sugerido y simplemente limitado, dos seres que te reciben con la soledad en sus ojos. Jorge San José es el hombre. El deber y la pasión. Dos registros opuestos e igual de convincentes. Gran trabajo lleno de verdad. Mónica García-Ferreras es un animal del escenario. Da vida a dos personajes antagónicos con una riqueza de matices y con una verdad interior alucinantes. Actriz entregada y llena de dramatismo desde la mirada hasta la tensión corporal. una gozada disfrutar de una actriz sabia, de toda la vida, de las que han currado como locas durante años y años y transmiten esa sabiduría. Sólo hay que ver cómo mira y cómo escucha.
Eso sí, el espectáculo tiene una pega. Que dura poco. Cuando por fin consigues centrarte en la función, casi se acaba. Yo quería más y más y más.
Creo que de momento han terminado en "El Umbral", pero estoy totalmente convencido de que cualquier programador medianamente inteligente se los llevará a su sala ya mismo, así que... al loro, y en cuanto los veáis por ahí anunciados, a pillar entrada.
miércoles, 2 de octubre de 2013
"El público" y Lluís Pasqual
Inauguro esta sección de homenajes para destacar lo que determinada gente o espectáculos han significado para mí. Hitos, momentos que han marcado un antes y un después en mi vida teatrera. Y evidentemente tengo y quiero empezar por el mayor genio que ha dado este país.
Yo ya sabía que quería ser actor. Ya había descubierto que yo llevaba dentro un actor y que eso era todo lo que me pasaba. Pero desde ese momento supe que lo que quería era hacer "ese teatro". Que ESO era el teatro. Aquel teatro era un TODO. Era comprender el texto, amarlo, saber plasmarlo, iluminarlo y dirigirlo. Y dirigirlo como si fuera una liturgia. Crear realmente el acto único. El acto único que es una representación. Cada representación. Como espectador me sentí un elegido. ESO era lo que yo quería en mi vida. Tengo clavadas en la retina las imágenes del ataúd de Julieta, de los caballos blancos, del director y en mi más íntimo ser la puta frase. Sí, esa. Me da hasta reparo escribirla. Sería como mancharla.
En este país, donde se ha hecho y se hace teatro buenísimo, donde hay grandísimos directores, escenógrafos, iluminadores, músicos, dramaturgos, y donde hay una cantera de actores sencillamente brutal, ha habido en la historia grandes montajes. Montajes históricos. No nombraré ninguno por aquello de los agravios comparativos. Pero menda no tiene noticia ni ha tenido el privilegio de vivir y sentir un montaje como aquel Lorca. Mucho tienen que cambiar las cosas para que en lo que me quede de vida, pueda ver algo tan absolutamente demoledor y trascendente para mí.
Y encima, el creador (va más allá de definirle como director) de aquello era un ser que había creado un teatro al que llamó LIBRE. Teatro y libre. Las dos palabras juntas y unidas. ¡¡Cómo no iba a ser mi dios una persona así!!
Evidentemente su currículum es apabullante. Cien mil Lorcas, Shakespeares, no sé... si es que ha hecho absolutamente de todo. Recuerdo no sé por qué (bueno sí, pero da igual) Julio César, La comedia sin título, el Eduardo II aquel, Haciendo Lorca, los espectáculos musicales, el Tirano Banderas... hasta llegar a una cosita pequeña que se hizo en la Mirador. No recuerdo bien si eran chavales de la escuela de Cristina Rota. Sí recuerdo que estaba María Botto, estaba Mónica García Ferreras, estaba Raquel Pérez, estaba David González, estaban Concha Delgado, Ximena Suárez, Secun de la Rosa, estaba José Martret... y estaba Lluís Pasqual recitando unos poemas de Federico. Aquello fue otra revelación. Fila 1, a metro y medio de este ser. Y por esa boca empieza a hablar Federico. Pero así, tal cual. Y por segunda vez en mi vida descubro la verdad de un monumento como son los textos de Lorca. Y descubro que ESO es Lorca y que ASÍ se dice a Lorca. Bueno, no. NO "decir", más bien "sentir por la boca". Aquel fue el segundo momento crucial y vital de Lluís Pasqual en mi vida. Y en ese momento supe que de mayor quería ser Federico. Que de mayor, sería Federico.
El resto de la carrera de este genio sobrehumano está escrito. Que sean los biógrafos los que hablen. Yo poco puedo añadir a un currículum abrasador. Y a su labor al frente de cualquier teatro. Por supuesto, del Lliure, ahí están las hemerotecas. Buscas "Pasqual" y "Milagro" y salen millones de referencias de actos, manifiestos, defensas, publicaciones, creaciones, libros y silencios. Todas con su nombre y apellido.
Estaría horas escribiendo, pero no es plan. Y confieso que os he engañado. Esta sección empieza y acaba con Lluís Pasqual. Porque ni ha habido ni hay ni habrá nadie a quien admire más y me haya marcado más.
El resto es silencio.
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