domingo, 11 de enero de 2015

Rinoceronte. María Guerrero.

Hay veces en las que uno, dentro de su humildad, se pone en contra de to dios y suelta por su pluma burradas que no siempre son bien recibidas. Y lo mismo que dije en su momento que el "laaaargo viaje del día hacia la noche" estaba pasadísimo y era un pestiño repetitivo, de "El rinoceronte" de Ionesco diré que... no es de sus mejores textos. Es evidente que el texto es un clásico, una obra primordial de la literatura mundial, pero eso no quita para que sea... reiterativo. La vigencia del mensaje es total. Es más, en estos días de asesinatos, fanatismos y muertes inútiles, el significado se actualiza de golpe. Y en vez de rinocerontes, yo veía velos, cruces y símbolos actuales. Eso le da sin querer un peso a la función brutal. Pero bueno, vayamos por partes.  



El texto es en toda su primera parte, impecable. La acción comienza muy, muy arriba, inundando el patio de butacas y sigue arriba, con una tensión casi irrespirable durante todo ese primer tramo del texto. Las escenas en la calle, en el periódico, hasta llegar al brutal encuentro entre los dos amigos y la transformación de Juan son pura dinamita. Toda la tensión acumulada como una olla a presión estalla en ese momento álgido. Y lo que que viene después es... más flojo. La conversación con Dudard es realmente eterna y reiterativa y la siguiente con Daisy, igualmente. Son dos escenas larguísimas, en las que el conflicto va y viene continuamente y consiguen que la tensión brutal de toda la primera parte, decaiga. Eso está en el texto, es así. Y o te lo cargas y metes poda salvaje, o... es lo que hay. No ha habido poda salvaje, así que es lo que había. Esto hablando única y exclusivamente del texto. La única salvación posible estaba en la puesta en escena.   
Ernesto Caballero consigue con este su mejor montaje desde que es director del Centro Dramático Nacional (vaya tres palabras grandes, con peso, mastodónticas).  El espectáculo es una maquinaria de relojería puesta al servicio de ritmo, de una coreografía frenética por TODO el teatro y de unos focos no siempre respetados, pero sí muy concretos y salvajes. La primera parte está coreografiada con ritmo, con brío, te descoloca, sorprende, hace que te gires, que busques la acción, que se rompa la postura en la butaca y eso siempre mola (cuando está justificado, claro). La señora del gato jodiendo la escena, el acomodador, la gente del pueblo, Daisy que llega tarde, Juan y Berenger a lo suyo... relojería pura y puro ritmo en un alarde de Caballero. Se ha desmontado o deconstruido el patio del María Guerrero muchas veces y esta es una de esas en las que el resultado es acertadísimo (sin que se "desmonte" literalmente). Sin embargo en esa "segunda" parte a caballero creo que le falta determinación lo primero a la hora de podar el texto y lo segundo, dando nervio a la acción. Está montado como si quedara todavía una hora de función, y lo que pasa es que llevamos YA una hora de función. La escena con Alcobendas es de sofá y la de Orazi en la cama pero igual de estática. Así es difícil. Otra cosa; el hecho de romper las barreras en el primer acto mola, y ver entrar a Fernanda Orazi en el patio de butacas a mí me emocionó. Pero ese acto de romper paredes e invitar al espectador a ser un personaje más empieza ahí y ahí termina. No se vuelve a usar más. Fernanda no vuelve a ser espectadora sino personaje. Con lo que esa aparición primera emocionantísima puede parecer gratuita. 
Vamos a ver, que a mí el espectáculo me gustó muchísimo, que me encantó, pero como lo mismo te digo una cosa como te digo la otra, también te digo que la segunda parte cae un poco, sólo eso. 



Las luces de Valentín Álvarez están bien. NO, están muy bien. La música y el espacio sonoro de Luismi Cobo, el genio Luismi Cobo son tan acertados como todos sus trabajos. La escenografía de Paco Azorín funciona muy bien, aunque me recuerda demasiado a otro trabajo suyo, la famosa cárcel del montaje aquel de "Il prigioniero / Suor Angélica" de Pasqual. Es la misma idea y me recuerda terriblemente. Quizá hasta la filosofía de ambos montajes tenga que ver, pero... a pesar de ser bestial la idea de Azorín, me resultó... eso, que me recordó mucho a su otro trabajo.
Lo que es absolutamente incontestable en este espectáculo es la inmensa calidad de TODO el reparto. Si hubiera un premio al casting del año, este estaría entre los finalistas fijo. TODOS están fabulosos. 


 
Los menciono porque lo merecen. Ester Bellver, Mona Martínez, Juan Antonio Quintana, Bruno Ciordia, Paco Ochoa, Juan Carlos Talavera, Janfri Topera, Pepa Zaragoza, Paco Déniz, José Luis Alcobendas y mi amada Chupi Llorente están soberbios. En esta función NADIE interpreta un personaje menor o intrascendente. Todo es coral y el personaje del pueblo, de la masa, de la manada es tan importante como los protas. Un elenco que te hace amar esta profesión al ver la entrega y el amor que desprenden cada uno de ellos. Gracias a todos por esta lección. 
Pepe Viyuela está inconmensurable. Es un ser normal y corriente. Es un ciudadano con debilidades, con defectos, con su fortaleza, su personalidad, es un vecino más. Y de eso se trata, de hacer del prota un "hombre cualquiera" aún siendo el prota. Hace yo creo que lo más difícil que puede hacer un actor; ser "artificialmente normal". Sin tacha, gigantesco, admirable.


 
Fernada Orazi es una maga. Consigue, como consiguen las hadas, que tu mirada se pose en ella haga lo que haga, esté donde esté. No es que robe foco, es que tú, como espectador no la pierdes de vista porque sabes que todo lo que hace y lo que No hace, es importante, es lógico y que si la sigues a ella, podrías seguir la escena porque en ella está todo. Incluso consigue levantar toda esa escena final reiterativa. Es un peso pesado de la escena, lo ha demostrado siempre y lo sigue demostrando en escenarios más grandes. En definitiva el trabajo es ese, se haga donde se haga y la calidad no va en tamaños, sino en aptitudes y en carisma y la Orazi (como las grandes actrices a las que se llama por el apellido, como para demostrar que lo suyo es de raza, de sangre, de la naturaleza) tiene calidad, carisma, encanto y una inteligencia sobrehumanos. Una bestia haga lo que haga. 



Como Fernando Cayo. Decir que es de los mejores actores de su generación es una obviedad. Si lo habéis visto no hace falta que diga más. Y pal que aún no haya visto este "Rinoceronte" sólo le diré que don Fernando se transforma literalmente delante de nuestros ojos en rinoceronte. Sin FX, sin photoshop y sin croma. Lo hace únicamente con ese don que tiene que lo tiene pocos seres en este universo. Con su capacidad actoral, metamórfica, sobrehumana, metafísica... no sé cómo definirla. Sencillamente NO SE PUEDE ESTAR MEJOR. Y encima con una trabajo vocal perfecto, dificilisimo e inmejorable. Y te lo digo yo, que de eso sé un rato. 

Resumiendo. Texto irregular con una puesta en escena brillante aunque algo renqueante en la parta más jodida y con unos actores inconmensurables y perfectos todos ellos. Sin duda un arranque de 2015 brutal y que pone el listón altísimo. Ahora que hemos superado las "listas de lo mejor del año", apuntad este "Rinoceronte" porque sin duda estará en las listas de diciembre del 15, ya lo veréis. Y por supuesto... si alguien todavía no lo ha visto...que corra al Centro Dramático Nacional (vaya tres palabras, madre mía) y que pille ya. 
Ah... y esa imagen final... para la historia del teatro.
 
(SPOILER de foto. Si no quieres ver esa imagen no sigas pabajo porque no me he podido resistir a poner esa imagen).          



















viernes, 9 de enero de 2015

Entremeses. Teatro de la Abadía.

Para celebrar de alguna forma el 20 aniversario de la creación del Teatro de la Abadía, José Luis Gómez recupera uno de sus primeros montajes e incluso repite con algunos de los actores de aquel montaje original para volver a presentar en la sala San Juan de la Cruz estos "Entremeses" de Cervantes. 



La verdad es que es la mejor celebración posible, porque este espectáculo con el grandísimo José Luis Gómez a la batuta y con Cervantes en la letra es un puro goce. Un disfrute mayúsculo. Aquí, a un servidor, con la fama que tengo de malvado y despiadado (no entiendo por qué, pero bueno) se me puso una sonrisa en los labios cuando oí el primer pajarito resonar por el patio (yo soy muy de patios, está claro) y no se me borró hasta un buen rato después de que acabara. 
La panda de cómicos que inundan el escenario, cantan, bailan y representan estos entremeses bajo un árbol centenario, testigo de la historia, de la tierra y de las raíces están literalmente en estado de gracia. Todos ellos están brillantes, divertidos, físicamente perfectos, maravillosamente dirigidos, movidos, servidos, hablando por derecho, derrochando chispa, mordiente, diversión, disfrute salvaje y optimismo. De verdad os juro que se pasa un rato de goce total, de diversión y de subidón afectivo. Sales con ganas de besar y abrazar al que pilles.



No sé, es que poco se puede decir. Que la dirección es briosa, pegadiza y con un nervio contagioso y brillante. El reparto entero está soberbio, aunque si tengo que destacar a alguien, Inma Nieto me maravilló y con Luis Moreno me partí el culo en "el viejo celoso".  Y ese Javier Lara que por primera vez no me ha hecho llorar, sino sonreír con cara de gilipollas por haber gozado como un crío con algo tan nuestro, tan cercano y tan de la tierra de donde sale el vino como estos "Entremeses". Una pura gozada.

martes, 6 de enero de 2015

Lo que más me ha gustado de 2014.

Yo que soy muy listo y un bocas que te cagas, pensaba que iba a ser fácil hacer un resumen de lo que más me ha gustado de lo que he visto durante 2014. Y claro, una mierda pa mí. A simple vista me salían unos veinte espectáculos que se merecían mención. Este año he visto 444 espectáculos, óperas aparte y conciertos. Es una cifra engañosa porque este año hemos estado en varios festivales viendo todo lo que podíamos, así que los 444 no son lo normal. Estar finalista entre 444 candidatos es la hostia, creo yo, así que cualquiera de los que aparezcan en esta lista pa mi gusto es la creme de la creme para mí. Finalmente he dejado unos cuantos espectáculos y los he agrupado como me ha salido de los huevos, pa qué nos vamos a engañar.

Espectáculos de otros años pero que yo NO había visto hasta este año.

La abducción de Luis Guzmán.  Una rareza con todas sus letras. Tres intérpretes cada uno de una madre envueltos en una función única y tan raruna como encandiladora.




Verano en diciembre. Fascinante trabajo, tierno, cercano, real, carnal y tan trágico como cualquier familia. Actrices acojonantes. 




Los ojos. Es absurdo querer definir el dolor, un atardecer, un desengaño amoroso, el amor de tu mascota, la tristeza que te produce una canción... Hay cosas que no se pueden definir. Y cuando Pablo Messiez me toca la fibra, me desgarra, me destroza, me hunde y me abandona. Y lo de la Orazi... de otro mundo. 




Mi pasado en B. Creo que son los budistas los que consideran al numero 8 como el número perfecto. Si lo partes verticalmente tienes un 3, si lo partes horizontalmente tienes un 0, si le quitas un trozo de arriba tienes un 6 y si lo tumbas es el símbolo del infinito. No sé a cuento de qué viene esto pero me apetecía ponerlo. O igual es por lo de "infinito". Javier Lara demuestra un amor y un respeto por la historia, por las raíces, por los orígenes,  por los por qués, por los porques y por la tierra infinitos. Y ha conseguido un efecto hipnótico en mí, y es que cuando pienso en él o en este espectáculo, el corazón se me estruja y se me inundan los ojos de lágrimas. Este espectáculo es un derroche de belleza y de amor. Y Javier Lara es un montón de ternura y de respeto. Mi admiración por él es un ocho tumbado. 




MBIG. No creo que se capaz de repetir las burradas que he escrito cada vez que he ido a ver este espectáculo. Lo que he escrito del que creo que es sin duda el mejor espectáculo de 2013, 2014, 2015 y de muchos años es fruto del impacto de cada día. Y lo que cada día he escrito es irrepetible, es producto del boqueo emocional que me producen todos los implicados en esta joya. Mención especial para uno de los mejores actores del mundo, un manojo de inteligencia,, entrega, compromiso, riesgo, generosidad, matices y terror. Fran Boira se zambulle en las emociones regaladas de una forma aterradora. Cruzar una mirada con él en plena función es como agarrar un relámpago con las manos mojadas. No concibo el mundo de la interpretación sin Fran Boira como referente.




Las plantas. Como tampoco concibo el mundo ya no sólo de la interpretación sino el mundo en general sin la mirada limpia y doliente de Estefanía (de los dioses) y de los Santos. Mi Fani me estremece, me vacía, me lleva al pozo y me hace querer jugar a "la papelitos". No he visto tanto desgarro ni tanta ternura juntas. Y sólo quiero romper la cuarta pared y llevármela de ahí y cuidarla. Coño, mira que me gusta a mí llorar, cojona. Y este monumento a la pena... es parte de mí.  





Gentes que me han flipado por partida doble.

Vaca 35 han traído este año dos joyas muy diferentes y profundamente iguales. La esencia de la esencia de la esencia. "Casualmente" en la Kubik y "Este recuerdo ya nadie te lo puede quitar". Chejov y Kundera. Devoción absoluta por esta compañía, por Damián, por Diana, por Mari Carmen, por José Rafael, por Hugo,  por Gabriela... por esa forma de trabajar y por esa forma de entender la investigación teatral. 




Ernesto Collado me ha traspasado con dos monumentos a la inteligencia, a la bondad, al compromiso y al amor por el mundo y por el ser humano. Ernesto y yo nos entendemos, el cabrón es como yo y piensa lo que yo pienso y como yo lo pienso. Entiendo cada palabra suya y conecto con TODO su lenguaje y su mensaje. Soy su siamés, su alma gemela, su sombra, su yo qué sé. Es mi héroe. "Montaldo" y "Constructivo", dos joyas cotidianas y calantes. Te destrozan.  





Grandes estremecimientos. 

En el desierto. O la belleza en todos sus rincones. La iluminación, los actores, los bailarines, la música, el ruido, los colores, el ritmo, Chevi, Maru... todo es un prodigio.  




Los brillantes empeños. Canino más Messiez. La perfección, la belleza, el sufrimiento, la figura del padre... Todo lo que duele está ahí juntito. Redondo, maravilloso, brillante, prodigioso, lleno de luz y de lágrimas. Te rompe. José Juan Rodríguez es de otra galaxia, no hay palabras para agradecerle lo que nos regala. Y Javier Lara. 




Como si pasara un tren. Marina Salas divina, Carlos Guerrero prodigioso y María Morales... que es una apisonadora emocional. La Magnani española. Brutal. 




Los nadadores nocturnos. Poesía del dolor (como casi toda la poesía que me gusta), imaginería embriagadora y un reparto de ensueño encabezado por mi amada Esther Ortega y con un amo del off, Alberto Velasco. 




La noche justo antes de los bosques.  En "La puerta estrecha" un local que ha pasado por muchos derroteros y que ahí resiste. Montajazo arriesgado, valiente y duro de cojones. Trabajo prodigioso de César Barló a los mandos y de José Gonçalo Pais al cuerpo y alma. Desgarrador ejercicio en el que logran que hasta se "huela" en vómito social de Koltés.




Lágrimas, mocos y sangre. Por todo. Texto y puesta en escena como de peli de los cuarenta. Todo rezuma cine clásico. Y encima con tres bestias pardas, Irene Arcos, Alicia Lobo y Jorge Cabrera. Delicatessen.   




Misántropo. Por todo. No se puede hacer mejor ni más bonito. Y ellos.. impecables. To dios quiere ser un chico "Kamikaze". Normal. Lo más redondo del año.





Fausto. Por Pandur, por Roberto, por Ana, por Marina, por Víctor... por el agua, por las líneas, por la aventura, por la fantasía, por la inteligencia, porque me pilló y lo pillé. Por el puto simbolito del final y porque viéndolo, YO quería gritar "instante, detente. Eres tan bello...". 




El caballero de Olmedo. Esto porque además de parecerme preciosísimo y tremendamente inteligente, descubrí varias capas bajo la apariencia sencilla que creíamos ver. Y porque haga lo que haga Lluís Pasqual, estará en mi top SIEMPRE. El maestro de los maestros. Mi referente. 



domingo, 21 de diciembre de 2014

Juegos de guerra. Biribó.

Abrir una sala de teatro hoy en día, contra viento y marea, sólo por amor la arte y al teatro es de tener un mérito y unos cojones pero que muy bien puestos. Estos tres salvajes son gente que han mamado el teatro desde la cuna y para los que la vida sólo tiene sentido si está ligada al teatro. Por eso además tocan todos los palos. Y por eso, por necesitar contar sus historias y desarrollarlas como es debido, se han embarcado en esta titánica aventura que sólo se merece admiración, respeto y todo el apoyo del mundo. Su propia filosofía es tan clara que sobran las palabras. Según dicen ellos mismos: Las compañías importan, los actores importan, el público importa, porque el teatro nos importa y sin estos elementos, no existiría.




Y encima van e inauguran el espacio (precioso, y super entrañable por cierto, con su bar, sus cristaleras a la calle , mogollón de luz, de alegría, de objetos alegóricos, biblioteca, etc...) con un pedazo de texto escrito por Arturo López y Joaquín Navamuel, interpretado por ellos dos y dirigdo por Joaquín Navamuel. con Crismar López como ayudante de dirección, Irene Herrarte a cargo de la escenografí y Cristina Pérez creando un vestuario alucinante!!!
La función es un derroche de mala baba, rabia, crueldad, realidad amarga, política, intereses, asesinatos, daños colaterales y la realidad más dura y amarga.  



Cuatro escenas que son directamente cuatro ejercicios de género que van saltando de lo cotidiano a la farsa, al costumbrismo y al drama como si tal cosa. Con una fluir del texto totalmente natural y para nada forzado, sino lógico, adictivo y con una naturalidad de la de verdad. Pero tras esa trampa de naturalidad de esconde la metáfora en la primera escena. Y te dejas llevar, te columpias, te meces con el juego, aunque de vez en cuando te bajen a la tierra y te vayan anunciando que no te fíes, que no te rías mucho porque en cualquier momento se te va a congelar la sonrisa. Y vaya si se te congela. Pero te retuercen en otro giro magistral y desembarcas en una peli de los hermanos Marx, o en medio de "Teléfono rojo?" y estos dos hermanos Tonetti te vuelven a arrastrar a un terreno inesperado y tú como un títere, emoción parriba emoción pabajo. Pero es que te llevan directos a otra dimensión de la tragedia y vuelves a no saber dónde colocarte, porque no es que estés incómodo, sino que quieres pirarte de ahí, o lanzarte al escenario y gritar con ellos. Y cuando crees que por fin puedes respirar, empieza lo peor. Y de esto no te cuento nada, sólo te digo que descubrir que las banderas no tiene colores ni el dolor dueño es terrorífico, y quieres llorar como Joaquín y te retuerces como Arturo hasta que sales con los pelos de punta por haberte comido este alegato por tol morro, sin haberte casi dado cuenta y tocado. Pero tocado, tocado. 
Y es que la verdad no es una línea, la verdad es como la muerte o incluso como la vida, es una niebla, un océano, un desierto con mil rincones, matices, atajos, caminos, trampas y salidas. Y estos dos actores destrozan su alma para servirnos en una bandeja cruel la salvajada de la guerra. 




Si es obligatorio ir a Biribó, ya ni te cuento ir a ver "Juegos de guerra". Es de esas funciones que van a durar años y ahora tienes la ocasión de poder decir "yo la vi primero".

lunes, 8 de diciembre de 2014

Fausto. Valle Inclán.

Voy a partir de dos conceptos distintos y complementarios para escribir esta crónica. Yo soy así, escribo y planteo lo que me viene a la mente, siguiendo el impulso visceral de mi cerebro (toma paradoja). 
Para mí el teatro es comunicación. El director de escena platea una trabajo con el que quiere contar una historia y transmitir una aventura emocional en la que los protagonistas sufren una evolución desde el lugar (emocional) en el que empiezan al lugar en el que terminan. El objetivo del director es que yo como espectador, lo entienda o entienda algo que me haga sentir, me cambie y no sea el mismo que cuando entré. Yo puedo entender algo que no sea lo que el director se ha propuesto o puedo entender justamente lo que él pretendía. En ese caso más que comunicación se produce una comunión de espíritus y tu corazón vuela. Otra cosa, claro, es que lo que tú recibas como espectador te la pele, que puede que te la pele. El otro día, por ejemplo, estuve viendo las tribulaciones de un yupi burgués que sufría mogollón. El actor estaba realmente inconmensurable, peeeeero no se produjo esa comunicación conmigo. Sin embargo me enloquecen las pajas mentales del albañil que levanta las casas de ese yupi, me enloquece el "Constructivo" de mi héroe Ernesto Collado. Me enloquece el mundo elegido de los habitantes del microcosmos de "Los brillantes empeños" y me enloquece que de pronto griten: "coño, ahora ya lo entiendo" o que oigan un coro que sólo oigo yo. Hay actos de comunicación que llegan y otros que no llegan. El teatro es comunicación. Y el "Fausto" que nos ha regalado Tomaz Pandur ha conectado conmigo. 




El otro concepto es "dramaturgia". Según la RAE: "concepción escénica para la representación de un texto dramático". Como "concepción escénica" yo entiendo todo tipo de elementos escénicos habidos y por haber, desde la adaptación de un texto, al último foco o al color del material del suelo. Como "concepción escénica", el "Fausto" que nos ha regalado Tomaz Pandur me parece prodigiosa. 
Me da a mí que el texto de Goethe es como el "Ulises" de Joyce, que todo el mundo se lo ha leído varias veces y se lo conoce tan, tan, tan bien que es capaz de distinguir una buena de una mala adaptación. Vamos a ver, es una adaptación, está anunciado como tal y no es otra cosa. Pandur ha cogido el texto original lo ha recortado, ha quitado, ha añadido unas "acotaciones" para que los propios personajes sitúen según qué cosas y según qué acciones y relaciones y ha convertido la gigantesca obra original en un texto que llevado al escenario se traduce (no reduce sino traduce) a dos horas y cuarenta minutos. No se trastoca el argumento, sigue pasando lo mismo que el la obra original, aunque Pandur varía la naturaleza y la relación de varios personajes. Convierte a Mefistófeles en una familia a medio camino entre un campo de concentración y una familia gitana con el jefe del clan en cabeza.
Pero a lo que voy, que me lío, coño. 




La adaptación del texto me parece brillante. El gigantesco primer monólogo de Fausto es un prodigio. Por cómo está escrito y por cómo está dirigido. La relación de Fausto con le espacio es vigorosa y mágica. Que sea capaz de interrelacionar con ese perro que aparece en el muro es de una maestría colosal. Ese muro de la vergüenza o de las lamentaciones, ese paredón de fusilamiento en el que incluso quedan rastros de antiguos fusilados, ese muro en el que acabará muriendo Fausto cuando finalmente diga: "instante, detente. ¡Eres tan bello!". Allí mismo, en el mismo lugar en el que Fausto de cobija, en el mismo lugar en el que Mefistófeles heredará la inquietud de Fausto. Otra vez me voy. Normal, el puto texto de Goethe y de Pandur produce en mí lo mismo que provoca la música de Wagner. Una nota va lógicamente encadenada con la siguiente de tal forma que transmite directamente un estado de ánimo, un huracán existencial. Eso es lo que provoca en mí el recuerdo del espectáculo y eso provocan los versos de Goethe. 
En fin, que la versión me parece acertadísima y rica. No olvidemos que es una "versión", y el que quiera el texto completo, como dice la Wagener, que se lea el libro. Además, es obvio que una cosa es el texto y otra cosa su puesta en escena. Una cosa y la otra a mí, me han fascinado.  






La puesta en escena es un prodigio. TODOS  los elementos, absolutamente todos son los necesarios y precisos para contar lo que quiere contar y como lo quiere contar. Dramaturgia. La música envolvente que va sonando casi te diría que sin parar, los bloques de escenografía que marcan diagonales agresivas, planos de acción, rincones oscuros, recovecos en los que acaba la acción, pasajes oscuros que llevan al infinito, horizontales aplastantes y verticales cortantes. En cualquier arte en el que el aspecto visual es importante se sabe el efecto que tienen las líneas y los movimientos. Y en toda la primera parte el movimiento escénico es de derecha a izquierda, de adelante hacia atrás y en diagonales agresivas. Incluso en la maquetación de una página de un periódico esto se tiene en cuenta. Pandur también, por eso mueve a sus peones en líneas agresivas y beligerantes mientras que en la segunda parte introduce el movimiento de arriba a abajo, mucho más relajante y mental. Esa segunda parte breve, concentrada y densa en la que, con Margarita muerta y Fausto envuelto en una desidia sólo atenazada por su eterna sed de más y de mejor, de pronto, se hace el color. Si en la primera parte eran los negros, blancos y grises que son el color de la guerra, y esos zarpazos rojos en los globos y en las vendas de la familia diabólica que hielan el alma (¿recordáis la niña aquella de "La lista de Schindler que salía con un abrigo rojo?), en esta segunda parte es la irrupción del color. Las montañas tienen verde, marrón, amarillo. Y el plano bajo de la primera parte se convierte en juego de alturas, los planos se multiplican al igual que las dimensiones. El polvo, el humo, el incienso, la oscuridad, los golpes, esos golpes que son como latidos, hasta los focos cuando pasan a ser focos reales, las acotaciones... TODOS los elementos ayudan, sirven y son los precisos y concretos para lo que nos quiere transmitir Pandur, para su necesidad de comunicación. La suya, la que él ha elegido que pa eso es el director. La imagen de la familia diabólica con las vendas rojas y los globos rojos no es sólo una apuesta estética sino una forma de definir ya a los personajes desde que aparecen. ¿Que hay apuestas que son reconocibles en otros montajes de Pandur? Bueno, a eso yo lo llamo "autoría". La misma que tiene por ejemplo... Almodóvar en cine. 




En definitiva, que todas y cada una de las elecciones que ha hecho Pandur para llevar al público su mensaje, conmigo han funcionado. Todo son elecciones, podía haber escogido otros elementos perfectamente, pero en su elección estética y ética como director, lo que ha elegido me funciona y me atrapa. Y en mi caso ha servido para que se produzca la comunicación conmigo. Lo único que NO me gusta es la coña con "La caída de los dioses". Me lo hace todo de golpe, terrenal y no me mola. No ya tanto el autohomenaje sino el bajarme de la nube a la butaca. Eso y cierto... tono de autojustificación al repetir quizá demasiado que se ha "cortado" el texto. Con decirlo una vez basta, no hay por qué justificarlo más.

Y los actores. Los actores son una pieza más de ese puzle abigarrado. Los cuatro acólitos mezcla de dibujos animados y peli de cine mudo tienen el tono físico justo y la presencia certera y perfectamente dibujada necesaria para quedarse en el sitio perfecto. Alberto Frías además canta y estremece. Junto con Aarón Lobato, Rubén Mascato y Manuel Castillo son el equipo perfecto para cumplir los deseos... de todos. Emilio Gavira está fabuloso como ese Wagner fantasmagórico, cruel y pintoresco. Una fuerza de la naturaleza hasta cantando. Pablo Rivero compone su personaje desde lo pequeño, con sus tics, como el ligero tartamudeo heredado o la fijación por la pernera del pantalón. Construir un personaje desde el detalle es jodido y Pablo consigue crear un ser blando, apocado, frágil de una forma quizá algo contraproducente porque puede acabar engullido por la energía de sus compañeros, pero sin duda, inteligente, muy inteligente. Y utiliza ese cuerpo perfecto, ese rostro perfecto, esa figura de dios inmaculado y sobrehumano para llevar adelante su parte dentro de la dualidad masculina de su hermana. Luego lo explico mejor. 
Victor Clavijo vuelve a demostrar que no hay frase que le pueda, que no hay personaje que le asuste, que no hay situación que no domine y que es, sin duda, uno de los actores más dotados para lo que le echen. Y sin tener el cuerpazo imponente de otros compis, en cuanto aparece o en cuanto está en escena, sabes que es el puto amo. Eso se llama carisma y presencia escénica. Si salvaje es el final de Roberto, tan salvaje lo es el suyo, heredando la inquietud de Fausto y gritando aprisionado por el muro que atenazaba la mente de Fausto eso de "instante, detente, ¡eres tan bello!". Marina Salas es otro ejemplo de entrega sin límites. Desde que aparece es una autómata sin  personalidad, sin decisión, y cuando aparece vestida de esa mezcla de Macarena, Fantasma japonés y no sé qué más, ves a un ser amorfo al que le está dando vida y espíritu la Wagener (otro hallazgo estético, no me digas que no). Mondongo de carne sin espíritu, que únicamente tomará las riendas cuando ponga por delante su amor por Fausto a su deber como perra. Y esa dualidad mental se lleva al extremo en su monólogo de los cubos, en el que tras la crucifixión, una vez convertida en mártir, vaya volando entre las dos partes masculinas que ella reconoce. Esas dos partes masculinas son su hermano y su amante, por eso no distingue una de la otra, por eso salta de la una a la otra. Conseguir hacerme llorar como un loco con ese monólogo es de ser un pedazo de actrizón de altura. Marina Salas está inconmensurable. Y tiene esa magia que tienen las hadas de llevarse a su terreno cada frase y conseguir que sea coherente y viva. Eso también se llama carisma. Y genio.




Una de las razones que me hicieron empezar a escribir este blog fue escribir sobre Ana Wagener y Roberto Enríquez. A ver, todo el mundo los conoce, sabe que son dos seres tocados por la varita, dos genios arrolladores, dos currantes brutales y con una entrega sobrecogedora, que se plantan frente a la mina de un texto el primer día y se lo comen entero, lo devoran, lo destrozan, lo levantan, lo sostienen y lo llevan al cielo con su trabajo, su entrega, su compromiso y su infinita calidad artística, emocional, amatoria y celestial. No se puede describir con palabras lo que hacen. Pero es que no "hacen" nada. Lo viven, lo son. Un espectáculo no comienza cuando se dice la primera frase, ni cuando se apagan las luces, ni cuando comienza la música. Comienza cuando el director decide que el foco arranca, que las miradas van a un punto concreto. Escenario iluminado (con esas luces prodigiosas de Cornejo), público raka raka, y de pronto, de entre las sombras surge Roberto... perdón, surge Fausto y todo dios se calla. Nadie ha marcado que ese sea el comienzo, pero mágicamente lo es. Por Roberto. Algo tiene, será la chispa de los monstruos escénicos, pero el ojo y el alma se va a él. Y te suelta poco a poco, pausadamente, al ritmo de su alma ese primer monologazo que te hiela. Está el miedo, la sed, el deseo de saber infinito, la pobreza del mundo, la pequeñez, el ansia de conocimiento, la angustia de vivir y de ser finito. Interactúa con los elementos, con el muro, con las proyecciones, con el espacio, con su interior, con su alma, con sus dudas, con su deseo de morir y de saber. De ahí hasta el final nos regala un trozo de su alma, de su espíritu, nos lleva por caminos jodidos y por sentimientos jodidos con un poder de convicción como sólo tiene la verdad.




La Wagener igual. Es una bruta que todo lo hace desde el coño. Ese coño podrido de perra mala con avaricia, manipuladora, cerda (como su máscara  casi de auto sacramental) capaz de sacrificar a su propia hija por... por pura maldad. Para acabar derrotada. Derrotada y mutilada como un buitre tras una pelea descarnada. Hace de todo y pasa por todo. Pero la Wagener es la más grande. Y puede con eso y con todo porque lo comprende, lo siente, lo vive y lo sufre. Desde el coño podrido. Desde donde sienten las perras. Y es que ella... "sabe cómo contentar al público". Ella la perra asesina. No hay mujer como la Wagener. 





Bufff, bueno, ya lo he soltado. Seguro que me dijo mil cosas, mil detalles que explican mejor por qué floté con este Fausto, por qué vi la imagen de Fausto surgiendo de las sombras y automáticamente me enganché al humo de esa locomotora que recorrió en Valle Inclán. Salí fascinado y conmovido, y ojalá tuviera la capacidad de poder expresarlo como se merece, pero sin duda la belleza y la brutalidad del espectáculo están muy por encima de mi capacidad de comunicación. Habrá mucha gente que flipe con las bobadas que acabo de escribir. Normal. Todo el que no haya experimentado esa comunicación no sentirá lo mismo que sentí yo. Lógico. Peor es lo que tiene el hecho teatral, que a veces se da y a veces no. En mí, la comunicación fue perfecta y electrizante. Y se dio desde el segundo uno hasta que Fausto...digo, Roberto dibujó ese símbolo final en el muro que yo, obviamente descifré.  


                                                       

jueves, 4 de diciembre de 2014

Los brillantes empeños. Nave 73.

No sé si será por mis años, porque estoy blando, cansado o porque mi umbral de belleza  hay días que lo tengo disparado, pero últimamente suelo flipar bastante en el teatro. También ha habido veces que me he aburrido como un cisne de Lladró. Todo esto hablo de los últimos tiempos. Y luego hay experiencias que trascienden la realidad, el espíritu, la belleza, el éxtasis, el orgasmo y la vía láctea entera. Servidor es así, un desmangao, un hiperbólico. Y "los brillantes empeños" me ha arrebatado el corazón y no me lo ha devuelto aún. 
Una vez mas, San Pablo Messiez escribe una epístola al resto de los humanos y nos suelta como si tal cosa, un muestrario de sabiduría, decisión, sensibilidad y lenguaje visceral como pocas veces he visto. Y mira que he visto. Que llevo más de 30 años viendo, hostiasssss.



Un caldero hirviendo, un montón de patatas, un radiocasette, un par de ventiladores y libros. Palabras, palabras, palabras, versos, versos, versos, las palabras más elegidas, las más únicas, las más concretas, específicas, pensadas y decididas. Y esa bestia parda de la interpretación que es José Juan Rodríguez está haciendo música con su cuerpo. Y se arranca con el famoso "hipógrifo violento". Mis esquemas en ese momento se fueron a tomar por culo. Y claro, la obsesión esta humana que tenemos de reconstruir lo que ha pasado ataca. Aunque afortunadamente según me ataca, la consigo esquivar. Y al grito de "A cenar" aparece esta familia en fila, a devorar patatas cocidas. Y a intentar relacionarse en verso. Al verles a todos en el banco devorando la patata mientras Rebeca Hernando y yo oímos un coro cantando... me relajo en mi sitio, aflojo las piernas y el corazón y me dejo fluir. Poco importa ya si esa familia lleva ahí años, siglos, o qué pasó para acabar así. El recuerdo del padre ausente despierta una angustia en ellos que acabará en violencia, como en mí provocó llanto interno, ausencia mal curada y pelea conmigo mismo. Poco importa quién de los presentes (o no) ha dejado embarazada a Olga. Lo mundano me la pela. Mi corazón fluye por ese espacio como el humo de la cazuela y me desparramo como el agua de esa cubeta. 



Una sola letra marca una diferencia inmensa entre "mar" y "amar" o entre "dormir" y "morir". Si una letra marca la diferencia, ¿cómo no la va a marcar decidir Cervantes o Calderón? Usar una palabra significa que lo que nombras existe. "Mesa". "Silla". "Padre". Existe lo que nombran, y eligen lo que nombran porque saben que existirá. Por eso eligen. Para que su ceremonia seguramente repetida día tras día de reencuentro y mezcla brutal de pasado, presente e incluso futuro, sea. Exista. Bautismo o baño purificador incluido. Y la música. la palabra es música, tiroritiroritotí.   
Ellas son las tres hermanas, ellos los hermanos Karamazov y yo un manojo de lágrimas y de sensaciones desbocadas. ¡Yo qué sé si el padre murió o no o si ha habido una catástrofe o si san Pablo ha visto "Canino! Ni me importa un pito. Yo sólo sé, que admiro de forma sobrehumana la capacidad de entrega no solo física sino emocionalmente desgarrada de Mikele Urroz, de la divina Carlota Gaviño, de Iñigo Rodríguez-Claro, de ese prodigio humano que es José Juan Rodríguez, de ese ángel auténtico con una magia que le sale por cada gesto y por cada respiración. Ese ser único con seguramente una de las miradas más electrizantes e intensas del mundo que es Rebeca Hernándo y... mi debilidad absoluta; ese prodigio de naturalidad ,de riesgo, de juego, de capacidad, esa bestia interestelar, ese caballero que el primer día que le tenga delante, a diez centímetros de mi cara va a verme llorar como un crío. Sólo de pensar en tenerle cerca... me desgarra el alma y quiero llorar. 




Hala, pa que no digáis. ¿Soy o no soy desmangao e hiperbólico cuando algo me gusta? Y una cosa te voy a decir; porque no tengo vida suficiente,si no, estaría viendo y volando con esta función todos los días. Debería se de obligado disfrute todos los días. El mayor vuelo que he disfrutado estos últimos... chorrocientos años. Gracias es poco.