sábado, 14 de febrero de 2015

El reportaje. Canal. Sala negra.




A mi entender, puede haber dos explicaciones a lo que vimos anoche en la recóndita sala negra de Canal (un invento para llevarse en off a este teatro de la Comunidad). 

A.- Que el texto de Santiago Varela sea un mejunje inconexo y con poco rigor dramático y la dirección de Hugo Urquijo torpe y vacilante. Así se explicaría que el personaje interpretado por el grandísimo actor Federico Luppi entre en contradicciones con lo que él mismo dice, vague entre recuerdos opuestos, repita frases enteras en varios momentos distintos, se quede absorto mirando a la nada mientras pasa el tiempo, no entienda lo que le dice su compañera Susana Hornos que a veces parece como si estuviera intentando reconducir un texto lleno de saltos, lagunas y vacíos. No se responden a las preguntas, hay incluso a veces que parece que ambos hablan de cosas distintas, se atropellan y hablan uno encima del otro, se producen pausas eternas en las que parecen mirarse con cara de pánico y como buscando ayuda. Además la historia va y viene, salta de un tema a otro para volver un rato después sin una justificación y dando la sensación, seguramente errónea de que se les ha ido el texto y un rato después o han vuelto a enganchar. El hecho de repetir la misma frase en varios momentos de la función tampoco ayuda a darle más fuerza a esa frase, sinceramente. Quizá por eso el público, que empezó muy concentrado, silencioso y entregado, poco a poco se empezaba a revolver en los asientos, y acabó más pendiente de la gotera que había en medio de la sala que de lo que pasaba en ese butacón. 
O bien:

B.- Que el grandísimo actor Federico Luppi esté mayor.

Supongo que quizá sea la opción A, pero le caso es que lo que prometía ser un documento desgarrador, acabó siendo un ir y venir sin terminar de enganchar por culpa de tanto vaivén. Lástima.    

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