domingo, 28 de febrero de 2016

La prohibición de amar. Teatro Real.

Ir a ver una ópera escrita por un chaval de 21 años despierta curiosidad. Si este chaval es Wagner, ya ni te cuento. Y si es en el Real, que mira que es chulo, pues ya se caga la perra. Y allá que fuimos. Chica, y qué bien me lo pasé. Divertidísima.

Musicalmente no es que sea una maravilla, pero tiene sus momentos. El dúo de monjas, el aria de Mariana, algunos momentos sueltos, los coros, ahí se ven destellos del gran Wagner, incluyendo ya Tannhauser. Ivor Bolton sabe sacar provecho de la orquesta, que pese a sonar algo deslavazada en la obertura, poco a poco fue ganando peso y acabó sonando maravillosamente bien.




Kasper Holten se encargaba de la dirección de escena. Cuando uno decide ponerse al mando de un proyecto, lo primero debe tener claro lo que va a contar y luego tiene que decidir de entre las muchas formas de contarlo, cómo va a querer hacerlo. Eso es responsabilidad única y exclusiva del director y él es quien decide. Holten ha decidido tirar por el lado de la comedia, de la comedia gruesa además. Y la verdad es que es un acierto. A ver, si sigues el libreto tal cual, todo lo que se dice podría haber sido superserio y trascendente. Pero no, esas mismas palabras con un envoltorio jocoso como este que han elegido funciona de maravilla. Y teniendo en cuenta que la partitura no es gloriosa, ni redonda ni demasiado pulida a veces, el tirar por este lado frívolo y llamativo ayuda mucho a que pases un buen rato. Esa misma partitura hecha de forma densa, queriendo buscar solemnidad habría sido un quiero y no puedo. Por eso los SMS, las proyecciones, la escenografía, los brillis, el vestuario, los neones y las escaleras vodevilescas son todo un acierto. Bueno, ya desde la obertura, con la cara de Wagner haciendo muecas, jeje.
Si el envoltorio estético funcionaba bien (hablo siempre según mi gusto particular) el reparto vocal e interpretativo fue bastante más desigual. Vimos al segundo reparto.  
Leigh Melrose fue sin duda de lo mejor de la noche. Su Friedrich fue asqueroso ,divertido, patético, calentorro y babosón. Cantó bien y completó el empaque de su creación con una grandísima actuación. Si Melrose cantó bien, quien brilló más que nadie fue Martin Winkler, que cantó con un vozarrón increíble el Brighella y además demostró ser un pedazo de actor con mil recursos. Grandísimo actor que se expresa cantando, y cantando de maravilla. Bravo.




María Miró cantó también de maravilla. Su preciosa aria fue uno de los momentazos de la noche y aunque comenzó graciosa y pizpireta, se fue enfriando y terminó algo sosa como actriz. Sonja Gornik era Isabella, y a pesar de que por su aspecto pareciera una novicia de fe tardía, cantó realmente bien. Su madre superi... digo su novicia inocente resultaba brusca y dominanta pero cantaba que daba gusto aunque con un timbre algo monótono. María Hinojosa cantó bajito, con poca voz y daba la sensación de que sólo movía los labios cuando había un poco de follón y estaba cubierta. Sólo cantó un poco más y mejor en su escena. Peter Bronder tiene una voz que no me gusta nada y su forma de cantar tampoco. No puedo decir que estuviera mal, pero no me gustó nada de nada. Y el tenor Mikheil Sheshaberidze cantó un Claudio realmente desafortunado. Digamos simplemente que no dio una nota en su sitio. Aparte de que como actor... ni de lejos. Es de esos cantantes que en cuanto empiezan a cantar pierden la articulación de la rodilla y de  cadera para abajo tiene dos palos que van moviendo como si fueran zancos. Inenarrable. 
Así que resumiendo, divertidísimo montaje con una puesta en escena ágil y muy positiva, buena batuta y unos cantantes... desiguales pero interesantes, con un par de ellos magistrales. No te lo pierdas.    

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