lunes, 5 de diciembre de 2016

Las princesas del Pacífico. Galileo.

Si una palabra sobrevuela por encima de este drama podía ser "DIGNIDAD". La dignidad de quien no puede huir de su propio destino cruel.




Hace tiempo se juntaron en una tarde gloriosa José Troncoso, Sara Romero y Alicia Rodríguez y crearon dos personajes: Lidia y Agustina. Bendita la hora. Porque tanto la una como la otra merecen formar parte de la iconografía más bizarra de este país, a la altura de Tristana o de cualquier personaje de Buñuel. 
Agustina, viuda amargada, pueblerina de las cerradas y con tantos defectos y carencias como una española de esas que piensas que ya no existen. Perdió pronto a su marido y vive intentando defenderse de lo que no comprende y de lo que no alcanza a base de esconder la cabeza, poner a la niña de parapeto o directamente despreciar. En el fondo, ¿quién quiere ir a cenar con el capitán? la vida ha pasado por encima de ella y aunque sea de las vecinas esas que no paran de subirse la pechuga, armarse de valor para tirar palante y cavar una tumba propia llenita de pena, de amargura, de pobreza de espíritu, de envidia de vecina chunga y de tía/madre pelícano. Tan temerosa del mundo que prefiere insultarlo a tratar de subirse a su carro. El de la vida, el normal. Pero no, las malas son "la calva y la enterá" . La culpa siempre es de las demás, si no no podría vivir. 
Lidia, niña nacida del amor entre un currito de un taller mecánico y una del pueblo, tras siete meses de casados y dos de noviazgo. Una niña fruto del amor más puro, con tantas carencias afectivas como su tita, que sueña con papá, un papá idealizado. La niña no puede luchar, ha aceptado porque así se lo han vendido un futuro casposo y está plenamente convencida de que ni puede aspirar a más ni lo merece. 




Lo peor no es que sean así, porque en definitiva cada uno se defiende de la vida con sus armas y como buenamente puede. Lo peor es que José Troncoso no deja lugar a la salvación. Las saca de su casa a punto del desahucio, las monta en un barco en el que no pintan nada, pero al que se permiten poner a parir y las suelta allí unos días para que a las primeras de cambio la niña caiga en el pozo negro que llevaba escrito en la frente. Porque en definitiva, si naciste desgraciao, sólo te lloverán desgracias. Pero seguramente la vida sea así y las Cenicientas existan sólo en los cuentos. Igual que los niños esos a los que llevan a la civilización durante diez días para luego devolverlos a su inframundo. Tita y sobrina volverán a su agujero apolillado bastante peor de como salieron.
La comedia, que empieza siendo descacharrante con la pareja descojonándose del mal ajeno se volverá enseguida drama amargo y cruel. Y todo el esperpento de estos dos seres desvalidos se convertirá en el drama de dos pobres mujeres sobrepasadas por sus vidas e incapaces de salir de la desgracia en la que llevan macerando toda su triste vida. 
Troncoso nos la mete doblada. Nos hace revolcarnos de risa con lo que parece una visión deformada de una realidad pasada y superada y nos da un mazazo directo al corazón y al higadillo. 

Dirección brillante, divertida y con un sentido del espectáculo y de la dignidad bestiales. Magistral en su amor por estos dos seres, magistral que no caiga en la tentación de salvarlas y magistral en el uso de una puesta en escena humilde, con unos medios tan cutres como sus protagonistas pero tan dignos como ellas. Sencillamente magistral, Troncoso.


 




Alicia Rodríguez y Belén Ponce de León son realmente dos princesas. Las persigue la mala suerte, el destino de los desgraciados y por mucho que intenten huir incluso de sí mismas, acaban más hundidas que antes en la desgracia del que nace para perder. Son un cúmulo de recursos, de risas, de estremecimientos, de escalofríos y de miradas rellenas de desgracia y de esa "superioridad" del miserable, del que cree que la culpa de su vida de trinchera la tienen los demás, el del gas, la calva, el capitán, la Juani o san dios. Cualquiera menos ellas.
Si el reconocimiento al trabajo exhaustivo y aplastante se mide en premios, las dos actrices deberían llevarse todos los premios del mundo. Si su éxito se mide por el calado en el corazón del público, con el mío tienen ganado el cielo, porque me dejaron totalmente desolado y pesimista. 
Si hay un espectáculo que merece vivir y vivir durante mucho tiempo es este. Porque viendo desde dónde nace y lo que consigue, es milagroso. Debería vivir mucho para que lo vea todo el planeta, porque espectáculos así  de modestos en el planteamiento, sinceros en su filosofía y con un recorrido emocional tan bestial se ven mmmmmuy poquitos al año.
Mi admiración eterna.

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