lunes, 22 de septiembre de 2014

Calígula. Fernán Gómez.

Te juro que nunca he visto la sala grande del Fernán Gómez tan llena. Y eso da un gustito...

Vamos a lo que vamos. Sinceramente, ¿qué se le puede pedir a un espectáculo para que cumpla tus expectativas? Yo diría que un buen texto, una dirección que si no es la hostia, al menos no entorpezca y que intente potenciar lo que quiere contar y lo cuente de una forma concreta y clara, unos buenos actores y... igual ya, ¿no?
El textazo de Albert Camus es conocido por todo el mundo. El emperador que quería la luna. El amante de su propia hermana, que cuando esta muere, enloquece de amor (por qué no) y decide echar un pulso a los dioses, imitarlos y poner a prueba a sus cercanos. Mata porque sí, insulta, roba, hace lo que le sale del nabo esperando que alguien se oponga a sus desmanes pero nadie se atreve a llevarle la contraria al semidios. El único que le cuestiona ligeramente es Quereas y en cierta medida su pelota principal, Helicón. Si este Ubú puede reinar como un auténtico loco y nadie le frena, si los desmanes que le permite el propio gobierno son incuestionables y no le hacen sentir imparable en sus locuras, eso significa que no hay cura para su infelicidad. Y si no la hay, ¿por qué conformarse con lo terrenal, con lo humano, por qué no querer... la luna?




Joaquin Vida, director de este montaje, se lo hace bien, marca bien las acciones, coreografía bien las escenas, sin grandes alharacas. Mejor dicho, es correcto y deja, eso sí, que la fuerza la lleven los actores. Sabia decisión cuando está claro que son grandes profesionales... casi todos. La escenografía es feota, un poco como de Estudio 1 pero de los regus. Aún así cumple su función. No estorba. Y como dije al principio, cuando todos los elementos son al menos correctos y nada chirría, salvo la música, totalmente prescindible, es suficiente. Sobre todo si tienes un texto tan bueno y unos actores como estos. 




Mira, yo lo siento pero tanto Xavier Olza como Héctor Melgares me parece que no están a la altura. Hay un universo de diferencia con sus compañeros. El momento violación es... sonrojante. Para mi gusto Fernando Conde está algo pasado. Marca demasiado cada palabra y la línea que mantiene no me gusta, me rechina un poco. Pero bueno, son opciones, yo lo habría llevado por otro lado. Lo cierto es que Conde ya tiene más que demostrado lo buen actor que es. El resto están bien, con mucho peso, con calidad y calidez, demostrando ser una panda de actores de raza. Sobre todo Antonio Gálvez, con un porte, una presencia escénica y una sabiduría en su "decir" que ya la querría ya pa mí. Impresionante. Alejandra Torray está fabulosa. Lleva el teatro en la sangre, se nota en cada gesto que es carne y sangre de escenario. Se las sabe todas y cada día al oírla, me recuerda en su forma y en su voz a su madre, la grandísima Nuria. Y Javier Collado. Otro igual. En sus genes no puede haber más teatro. Y lo demuestra en su energía, en su entrega, en su oficio. Sabe de sobra que es el papel de su vida y no deja pasar la oportunidad. Entrega todo lo que tiene y sale vencedor. Está fantástico desde su primera aparición. Su gestualidad, su pluma, su energía, su odio y su amor están medidos a la perfección y no llega a cargar en ningún momento (tentación fácil para muchos actores con más ego que calidad) pero Javier Collado Goyanes demuestra tener tantas tablas como arrrrte y nos regala un Calígula en su punto justo. Coño, Rodero era Rodero, pero... hostias!!




Pues lo dicho, espectáculo más que recomendable. Texto espectacular, puesta en escena correcta, actores brillantes y un montaje que no pasará a la historia del teatro español, pero que tiene bastante más calidad, dignidad y oficio que muchas cosas de las que se ven por ahí.          

1 comentario:

  1. Me encantaría estar por Madrid. Gracias por estas notas que nos acercan el teatro.

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