lunes, 22 de septiembre de 2014

Medida por medida. María Guerrero.

Mi primer acercamiento al trabajo de Declan Donnellan se remonta nada más y nada menos que a 1984, cuando presentó "Pericles, príncipe de Tiro" en la Muestra de teatro de Valladolid, un pedazo de festival que logró despertar el amor por el teatro en muchísimos vallisoletanos. "La Muestra" era el acontecimiento del año y allá por 1984 se juntaron Donnellan con los Cheek by jowl, Pepe Rubianes, el primer trabajo de La Fura del Baus, "Accions", Sanchís Sinisterra con su Teatro Fronterizo, La Cubana o Els Joglars con su famoso "Teledeum" entre otros. Ahí es nada.    
Y pasan los años y los años y llega un día en el que te das de morros con un montaje como "'Tis pity she's a whore" y vuelves a flipar. Y claro, tu memoria se pone en funcionamiento, rastreas en tu mente y recuerdas aquel Shakespeare de hace tanto y atas cabos. Y al poco corres a ver su "Ubú rey" y vuelves a flipar, y ves que todo Madrid flipa, con lo cual no eres un bicho raro, cosa que por otro lado me la pela. Y te vuelves a encontrar con Donellan en Bogotá con una "Tempestad" bastante olvidable.  Pero... vuelves a ver de nuevo su nombre en la programación del CDN y te tiras de cabeza una vez más. Y aunque no flipes tanto como otras veces, reconoces en ese escenario mágico la labor de un creador, un maestro con un ingenio portentoso y sales sonriendo y encantado. 



Que vaya por delante que "Medida por medida" no es de mis textos preferidos de Shakespeare. Con todo y con eso, el trabajazo de Donnellan y de los actores del teatro Pushkin de Moscú le da una dimensión al trabajo que lo convierte en un imprescindible. 
El ingrediente de más peso en este montaje es sin duda la puesta en escena de Donnellan. El movimiento escénico es prodigioso. Esa masa humana que atraviesa el escenario y barre literalmente lo que en él hay y deposita en escena todo lo necesario produce un efecto chispeante, juguetón y muy, muy expresivo. Más aún, lo que "deposita" es mínimo, apenas una mesa, una silla y unos actores. Unos actores magistrales todos ellos, encabezados por la gran Anna Khalilulina. 



Pocos elementos en escena, una buena iluminación, un movimiento escénico prodigioso, unos actores poderosos son los elementos que emplea Donnellan para mostrarnos este retrato de una sociedad corrupta, en la que nuestras decisiones influyen en el dolor o el castigo de los demás, en donde que el otro viva o muera depende de nosotros, en donde mi egoísmo o mi generosidad tiene consecuencias directas y el de los demás las tiene en mí.  
Montaje imprescindible y necesario en nuestra cartelera, que ha conseguido que haya habido hostias por pillar una entrada y que demuestra que los grandes maestros no siempre son capaces de deslumbrar y alterar tu vida, pero sí de mostrarte un trabajo ejemplar y perfecto de gran oficio, de ingenio, de maestría y con la tremenda capacidad creativa y artística de uno de los grandes nombres de la escena actual.      

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