sábado, 9 de mayo de 2015

Pingüinas. Sala Fernando Arrabal. Matadero.

Ver el regreso a la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente en un teatro público tras su paso por el CDN tiene un morbo añadido, no me digas que no. 
En esta ocasión le ha encargado el texto a Fernando Arrabal. Y se ha rodeado de un equipo de morirte. Almudena Rodríguez le hace un vestuario precioso, acertadísimo y muy, muy chulo. Luismi Cobo se luce con una partitura acojonante digna del genio musical que es y que lleva mil años demostrando. O Emilio Valenzuela que diseña otro vídeo de los suyos, de una calidad sobresaliente. Y el grupo de actrices son sencillamente sublimes. 
Advierto desde ya que ni he podido ni he querido evitar los spoilers en este comentario. Si sigues leyendo, no te quejes de que te cuente el final de la función. Si no quieres saberlo, no leas más. 




El acceso a la sala es por un lateral y tienes que pasar por debajo de un foco que te crea un estado de ánimo expectante y receptivo que mola todo. En el centro del espacio hay "algo". Comienza el espectáculo y aparecen las pingüinas motorizadas y se ponen a bailar tras haber animado al público a que las siga. Ah, vale, complicidad e implicación y algo como de hacer partícipe al espectador. Bueno, luego ya ves que no, pero de momento estás como sonriente y pensando que todo te va a gustar mucho. 
Reconozco que los primeros minutos fueron un poco desconcertantes. Había unos chicos unas cuantas filas más atrás que se descojonaban de forma bastante escandalosa con todas y cada una de las frases que decían María Hervás, Ana Torrent o Marta Poveda. Aunque sólo fue así durante los primeros diez minutos. Enseguida dejaron de reírse como posesos. No sé exactamente el motivo aunque me lo puedo imaginar. Pero mi desconcierto no venía por ellos, que también, sino porque mi mente intentaba digerir y buscarle un sentido a lo que estaba oyendo. Quiero decir que el texto me estaba pareciendo indescifrable. Totalmente. Trataba de saber de qué me estaban hablando pero poco a poco desistí de mi intención. No me estaba enterando de nada. No sabía de qué me hablaban. Y así un rato y otro rato y otro rato. Claro, al principio intentaba buscarle el significado, hasta que desistí. Un poco antes los de detrás ya habían dejado de revolcarse de la risa. Lo que sí iba notando es que poco a poco el texto se había ido convirtiendo como en una sucesión de frases hechas y de coñas. Tampoco me hacían gracia, la verdad. Pero uno, cuando tiene el día mohíno... y seguramente yo tenía el día mohíno. Frases como "estás más morada que el vampiro de Barrio Sésamo"  o "bebéis más agua que los peces del villancico" o esa otra en la que hablaban del "petit suisse de Conchita Salchicha"... no me llegaban. Pero esa falta de interés y esa cara de rodaballo que tenía yo culminó con el "giro final". SPOILER. Resulta que es que son un grupo de internas de un psiquiátrico. Pero claro, si al final es que son un grupo de locas, cualquier cosa que hayan hecho o dicho antes, vale. La justificación es que están locas. Vale, entonces si están locas lo de antes carece de valor. Podría haber sido eso o cualquier otra cosa. Es como estas películas en las que resulta que todo era un sueño. Coño, si era un sueño, todo lo de antes es mentira, me da igual , no tiene importancia, es un timo. 
En definitiva, que del texto ni me enteré ni me interesó. Aparte de que creo que alguien de la categoría de Arrabal no debería cometer faltas del tipo: "escuchar lo que tengo que deciros" o "delante nuestro".   



Eso sí, reconozco que Juan Carlos Pérez de la Fuente saca adelante un espectáculo visualmente poderoso. Mueve bien a las actrices por ese espacio curioso y muy útil. Consigue que el ritmo no decaiga y logra que todo parezca lógico y bien armado. Casi todo el reparto está poderosamente bien y el chorro de energía está ahí, atravesando el espacio, subiendo, bajando, dando vueltas y sin parar de fluir. Todo lo que pasa en escena es coherente, nada chirría, pero claro, cuando no sabes qué te quieren contar ni desde dónde ni para qué... hasta el trabajo seguramente titánico de poner todo este macroespectáculo en pie, queda perdido en un sitio incómodo e impreciso. Es evidente que Pérez de la Fuente tiene un sentido del espectáculo potente y seguro, pero cuando uno no entiende la chicha que le quieren contar, las trazas de autoría se le pierden entre los recursos de buen director e impiden que uno pueda destacar más esa labor y esa purpurina que debe soltar un buen montaje. 
Las actrices están entregadísimas, saltan, corren, se tocan, bailan, suben, bajan, ríen, gritan, se provocan y se retuercen sin escatimar ni un gramo de energía. Si saltan saltan a tope. Si se revuelcan, lo hacen  al límite. Bueno, todas no, pero casi todas. Digamos que todas menos una. Pero igual no tenía el día. Sólo puedo destacar dos cosas de ellas. La primera, que no comprendí ni me gustó nada el acento andaluz de María Hervás. No sé a qué correspondía ni me gustó el resultado. Cuestión de gustos, como todo. Y lo segundo es destacar el monólogo de Lara Grube. Estuvo realmente fascinante. Con una dicción ejemplar, una delicadeza en cada palabra y dando importancia a cada sílaba que pronunciaba. Divina y maravillosa. La música de Luismi Cobo en ese pasaje, además era de una belleza extrema. La puesta en escena, la música, Lara y sus compañeras en un momento absolutamente histórico, bellísimo, doloroso e inspirado. Lo mejor de la función, sin duda. Y Miguel Cazorla también está en la función, no lo olvidemos. Lo que hace está bien, aunque tampoco tengo mucho argumentos para decir que esté ni bien ni mal, lo siento. Su presencia y su mirada son poderosas y transmite muchísima fuerza.  



Así que, en definitiva me pareció un espectáculo rico visualmente, con momentos míticos como el monólogo de Lara Grube y un reparto con una entrega a prueba de bombas. E incluso a prueba de textos indescifrables y al menos para mí, marcianos. Ah, a mitad de función, las señoras que había alrededor de nosotros decidieron que ya se habían cortado bastante rato y se pusieron a comentar en voz relativamente alta todo lo que pasaba. Y hombre, eso sí que no. Si no te gusta lo que ves, o te piras o te quedas pero respetuosamente en silencio. Lo primero porque a nadie le interesa en ese momento tu opinión y si te está gustando o no. Y lo segundo por respeto a esas actrices que se están dejando la piel ahí, en algo más o menos acertado según tu gusto personal, pero indudablemente merecedor de todo el respeto posible. Y por supuesto de mucha envidia y admiración por el trabajo que han hecho y que hacen TODOS y cada uno de los implicados en este espectáculo. ¡Qué grande es el teatro y qué grande la gente que lo hace!                             

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