domingo, 1 de diciembre de 2013

Nameless Hands - A Doll's House. Canal.

Este espectáculo, que tranquilamente podía haber venido a Madrid a través del año dual España Japón, pero no, a venido así a pelo, gracias, supongo a la labor de Boadella y de su equipo. Y de verdad te digo que nunca se lo agradeceremos lo suficiente.
Pero claro, es que el coreógrafo, Jo Kanamori, se formó con Béjart y  en el Netherlands Dance theatre. ¿Qué te vas a esperar? Pues eso, algo como lo que vimos anoche. O "sentimos" anoche, porque hay espectáculos que te entran por los conductos habituales y otros que se te meten por los poros o no sé yo ni por donde, pero que te inundan por dentro y acabas invadido por las sensaciones. Chico, no sé, pero es que desde el segundo uno, un sentimiento de felicidad se me metió por los tuétanos. Imágenes de una belleza inaudita y ejecutadas con un virtuosismo que no tiene más explicación yo creo, que las horas y horas y horas de trabajo e investigación para llegar a ese nivel de ejecución tan exquisitamente perfecto.
Pero no sólo el virtuosismo con el que todos los componentes de la compañía ejecutan sus movimientos, sino una coreografía que a mí particularmente me hizo sentirme pequeñito, como si de pronto me hubiera convertido en un crío de tres años y estuviera viendo un espectáculo de magia. La mandíbula yo creo que se me desencajó y debía de estar por el andén de la línea 7 del metro. Simplemente la imagen de ese Geppetto manipulando sus muñequitos antes de que arranque la música, me llevó a mi infancia. Y no es que el espectáculo te traslade a tus años mozos, porque hable o emule sensaciones de cuentecito de hadas, no, sino porque el sentido "mágico" que inunda cada imagen, te transporta a otro universo. Belleza, virtuosismo y poesía alternadas con imagenes de una potencia brutal. Los "kurogo", manipuadores de las marionetas bunraku, dominan y dirigen las vidas de sus muñecos. Les alteran y se convierten en seres despóticos o casi diabólicos que alteran las relaciones entre los muñecos o entre los seres humanos a los que convierten en muñecos. Unos manipulan a otros. Geppetto a su muñeca, su muñeca a él (Carmen), los kurogo a sus criaturas, la mujer de Geppetto a la muñeca... Todo es manipulación, todo es crueldad y todo lleva a un éxtasis musical-sangriento-dominador. 


  
La selección musical, a pesar de ser bastante... obvia, funciona perfectamente. Las luces, perfectas y el ritmo interior y el general, brillantes. Dos momentos bizarros pero que funcionaron a la perfección. El momento Pavarotti, un poco hortera, y el momentazo "Carmen" que despertó los aplausos de la peña. Bizarros pero acertados. 
Yo creo que si nos hubieran preguntado a los del público, habríamos votado por unanimidad que siguieran bailando horas y horas. Al terminar el espectáculo, te diría que un 70% del público se puso en pie y gritó "bravo". Y eso, en Canal o en cualquier otro sitio, lo habré visto una vez... o ninguna.
Ah, eso sí, tuvo que sonar un puto móvil de un/una desgraciad@ al que sin duda yo mandaría a limpiar Fukushima. Y cientos, miles de tuberculosos, gargajosos y tísicos. De verdad, es un suplicio. En primavera las alergias, en invierno los catarros, en otoño no sé qué coño será y en verano... el aire acondicionado, pero eso de la peña tosiendo a diestro y siniestro es una cosa mala. Y no te creas tú que se ponen la manita o se tapan con el abrigo, no. Tosen como si estuvieran dando un "do" de pecho en el Real. Tosen para su público. Y no se preocupan lo más mínimo por intentar no hacer mucho ruido. Yo los mataría junto con los movileros.          

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