Como no podía ser de otra forma, la sala estaba petada. Pero petada, petada, y yo que me alegro por Fernando Sánchez Cabezudo.
Bueno, a lo que voy. El texto es una maravilla. Tanto la historia que cuenta como la forma en que está contada son un ejemplo. Aparte de la dureza de la historia en sí, se recrean unas imágenes poderosas, potentes y trágicas con un empleo del castellano prodigioso, demostrando que nuestro idioma es increíblemente rico y expresivo, pero que hay que saber utilizarlo. La imagen de las naranjas recién peladas y de lo que representan para un preso y además moribundo es un ejemplo de la belleza que recorre la mayor parte del texto.
Lo que no ayuda demasiado a terminar de potenciar la fuerza y el poderío del texto es la puesta en escena. Hay un exceso de efusividad desde el comienzo. Elena Rayos empieza totalmente efusiva y efervescente y para mi gusto está así todo el rato y acaba igual que empezó, con el cuentarevoluciones a 150. Si, llora, se emociona, grita, ríe, hace de todo, pero todo siempre en un registro de hiperactividad y sin dejar lugar en ningún momento a esos elementos tan valiosos llamados "silencio", "pausa", "matiz", "complicidad", "susurro"... Por eso el efecto que produjo en mí, por ejemplo fue que los cinco primeros minutos estás como pletórico, acelerado, adrenalínico, pero se te desinfla poco a poco al ver que esa emoción hiperbólica es la misma siempre. No sé, me pareció que Elena Rayos está demasiado espídica desde el principio y aunque le pasan cosas, está claro, paradójicamente no evoluciona. Y claro, corres el riesgo de desenchufar.
No me gustó mucho tampoco el diálogo sobre todo gestual que tiene con la pianista. Los gestos y las caras que pone Isabel Zamora no me gustaron demasiado.
Y luego es que no tengo muy claro desde dónde me están contando la historia. Conmigo al menos no hubo complicidad, ni yo noté eso que llamo "verdad" y que hace que te metas en el escenario y te de igual todo. Yo no veía "vida" en escena, veía casi coreografía y un grandísimo texto pero que me lo estaban contando. No recreando ni haciéndolo vivo. Tampoco me quedó claro desde dónde me lo contaban, no sé si me explico.
Pero vamos, que recomiendo a todo el mundo que vaya a verlo, porque la figura de María Josefa Canellada es interesantísima, el texto es muy bello, Elena Rayos hace de todo con mucha profesionalidad y el espectáculo en sí merece la pena. Detrás se ve que hay un trabajazo tremendo y eso siempre es de reconocer y valorar.
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