No es peloteo decir que la sublime Ainhoa fue sin duda lo mejor del Don Giovanni fallido del año pasado en el Real. No se puede ser más inteligente ni más sabia tanto eligiendo el programa como enfrentándose a él.
El "Frauenliebe und leben" de Schumann fue absolutamente maravilloso y delicado. Ni enfatizó gratuitamente ningún pasaje ni se quedó corta en delicadezas y matices. Para mi gusto fue en ejemplo de respeto por la partitura y de sabiduría expresiva desde la profundidad, no desde la forma.
Y de ahí salta a Strauss y se canta un "Morgen" como no he oído nunca en la vida. Tengo que decir que en todo el recital, pero en esta primera parte me pareció fundamental el trabajo de Malcolm Martineau al piano. Fabuloso pianista que mantuvo todo el rato un tono suavemente acoplado a la voz de la diva. Una voz que ha ganado en cuerpo, que mantiene los agudos y que ha ampliado recorrido hacia abajo, dándole más peso a cada nota.
Descansito para mojar el alma tocada con un vinito y seguimos. Albéniz y Falla. Con dos narices. Y si hizo un Albéniz denso y preciosista, las siete canciones de Falla fueron antológicas. Esa nana se quedará en mis oídos para siempre. Y de propina, un Hahn de morirte de gusto y un Turina igual un poco agresivo.
A ver, un recital de lied no es lo más apropiado para salir con el corazón pletórico. Quiero decir, un recital con tus Puccinis, tus Verdis, tus Mozarts y tal te da un subidón de adrenalina que te vas a casa de una carrera. Pero un recital de lieds es más dado a salir con el espíritu flotando y etéreo. Y así salimos el otro día, flotando y llegamos a casita flotando en una nube con la imagen de la bella Ainhoa.
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