miércoles, 13 de noviembre de 2013

"Diario de un loco" (2). Matadero.

Me quiero hacer un trío con Luis Luque y José Luis García Pérez. Profesional, se entiende.
En serio, yo pa lo siguiente que monten juntos, que espero que sea pronto, quiero ser el aldeano 14, el del fondo del todo, el de la lanza, el del botijo, el que limpie el baño, el que vaya a por cafés y bocatas. Lo que sea. ¿Sabes lo que es tener algo como una "meta" en tu vida? Pues yo tengo como meta hacerme un trío con ellos. Profesional, se entiende.
No voy a hablar del tejado del Matadero, ni de la luna, ni de Julio. Lo de anoche es otra cosa. La misma pero distinta. Voy a hablar como si fuera la primera vez que veo este espectáculo, aunque es tremendamente difícil escribir una carta de amor sabiendo que la va a leer mucha gente.




Aksenti está solo. Está terriblemente solo. Se siente una mierda. Tiene un trabajo casposo en una época en la que lo importante es ascender. Lo peor es que sabe que eso nunca le va a pasar a él. Encima va y se enamora de una joven que pasa de él. Pero no lo ve. No puede soportar sentirse más solo aún. Solo le queda el sueño de amar a esa mujer. Y hace lo que haría cualquiera. Sobrevivir. De la única manera que sabe o puede. Si no moriría. Así que por pura inercia se adentra en las aguas de la vida que querría tener. Su vida soñada. Yo sé la tumba en vida que supone sentirse solo. Pero solo solo solo de verdad. No es locura, es supervivencia. No hay maldad en él, hay poesía. Hay un intento desesperado por sentirse valorado, amado y por saber quién es. Amor e identidad. ¿Qué soy? ¿Quién soy? ¿Por qué lo que soy no sirve? ¿Por qué estoy solo? ¿Por qué no me ama? Es un hombre bueno que lucha por no morir en vida. ¿Loco? ¡Una mierda! ¿O es que en nuestra mente no es posible todo? ¿Ninguno os habéis imaginado ganando una primitiva? ¿Ni declarándoos a ese ser inalcanzable? Pues Aksenti se siente y se piensa Fernando VIII. No es el diario de un loco, es el diario de un superviviente. Porque la falta de amor es así. Te lleva. ¿Cómo no vamos a adorar a Aksenti? Solo quiere sentirse querido, sentir que le importa a alguien o que es alguien, alguien medianamente respetable. Justo lo que no es. ¿Loco? Tanto como tú o como yo. No sientes compasión por él, sientes simpatía, porque sabes que Aksenti podrías ser tú. A él le ha tocado la bolita negra y ha convertido su vida en patología (o no) pero esa bolita te podía haber tocado a ti.    
(Pausa dramática larga).

Cada elemento que hay en escena e incluso fuera de ella es vital. Música, luz, escenografía, elementos, vestuario... Nada ilustra y todo complementa la sensación que te inunda el alma. El vestuario de Paco Delgado es antológico. Un icono para la historia del teatro. Esa mezcla de pijama de bebé, traje de loco de manicomio o conjunto de estar en casa no puede ser más poético y sugerente. La famosa capa es un hallazgo de Monica Boromello, escenógrafa y maga, y con el tiempo, acabará subastándose como el vestido del metro de Marilyn, o las gabardinas de Bogart. Sólo por esa capa se merecería todos los putos premios del año. Pero es que encima ha creado una escenografía mejor incluso que la creó para el tejado. Las jaulas con las pajaritas de papel encerradas son un símbolo de Aksenti encerrado. Preciosas, expresivas y un puntazo cuando se iluminan. La música la ha compuesto el genio de Luis Miguel Cobo. Y no es que le llame genio a él, que por supuesto, digo que la ha compuesto su genio porque esa música solo puede salir de lo más profundo de la genialidad. Otro que debería llevarse todos los premios inventados y por inventar.
Luis Luque, o San Luis Luque es, como ya dije la otra vez, un mago, un prestidigitador de las emociones. Hay que tener un corazón y una sensibilidad más grande que el monte Fuji para entender de esa forma el texto, el personaje, la situación y transportarlo al mundo "terrenal" de un escenario alcanzando unos niveles de poesía y de delicadeza que te agarrotan el corazón. Tiene un nivel de sabiduría y de coherencia con el mundo mágico que está por encima del resto de los mortales. Es un ser superdotado en su visión y en su forma de plasmar el dolor de la soledad. Ha sabido exprimir sus años con los grandes y ahora va de éxito en éxito con un poderío, una sabiduría y una naturalidad que te deja pasmado.  
José Luis García Pérez. Resumo: como soy infinitamente mas viejo que él, no diré que de mayor quiero ser como él. Si vuelvo a nacer me pido ser él.





Te está esperando en la sala y en cuanto le ves ahí arriba, te meas por las patas abajo. Te mira con unos ojillos mezcla de vampiro y animalillo enjaulado. Ves ternura, picardía, provocación, seducción, soledad, dolor, paz, y como dije en su momento, y no sabes muy bien si saltar y cascarle dos besos y mecerle como si fuera un bebé o si echarle un pulso. Hay una cualidad que hace que alguien se despegue del suelo y flote. Es casi tan importante como la calidad. El carisma. José Luis tiene tanto carisma como calidad. Podría abastecer a medio país de carisma y de calidad. Sin darte cuenta, sin apenas notarlo, aparte de en tu corazón, te va llevando levemente por su vida, por su otra vida, por sus ensoñaciones y tú te lo crees todo porque hace que todo sea real. Vamos, no es que te lo creas, es que ni te lo planteas. José Luis te pellizca el corazón sutilmente, con dos deditos, así, suave, antes incluso de empezar a hablar y te lleva flotando en una ensoñación mientras te va apretando cada vez más y más, hasta desgarrarte el corazón universo arriba y universo abajo. Todo con una dosificación del gesto que solo se pueden permitir los actores generosos y sobrehumanos y dándole a las pausas es valor que merecen. Un silencio, una pausa puede ser tan elocuente y expresivo como un grito. Y sí, la voz. Esa voz. Esa voz que es sexo y es ternura. Yo le definí como "actor médium" (sí, yo fui el primero) porque lo es. No interpreta, sino que presta su cuerpo al espíritu de Aksenti, se deja poseer durante una hora para que se materialice el milagro en la sala del Matadero. Y eso lo notas en la mirada. Lo que estás viendo no es un actor, es otra persona. Pocas veces he podido vivir en directo el milagro del teatro. Magia sí, muchas, pero el MILAGRO de que todo esté encajado a la perfección y que realmente tras una hora, SEPAS a ciencia cierta que tu alma se ha transportado a otra realidad, a la realidad de lo irreal, muy pocas. No hay palabras en el mundo mundial para agradecer a estos genios lo que me han dado. Como dije la otra vez, estaría horas, meses, años, vidas escribiendo las bondades de José Luis, de Luis, y de los demás del equipo, pero los lagrimones están empezando a mojar el teclado del ordenador y me estoy pillando un chungo que a ver quién me lo quita ahora. Y tampoco es plan, ¿no?



Postdata 1: hay tres cosas que sí querría hablar con Luis Luque. Y no lo digo por decir. No es una ni dos. Son justamente tres. Y no las pongo aquí porque me parece poco elegante. Ya las hablaré con él.

Postdata 2: ¿qué tal una "Severa vigilancia" escrita por Paco Bezerra? Por ejemplo, vamos.

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