viernes, 29 de noviembre de 2013

Aquel aire infinito. Cuarta Pared.

Este texto de la autora Luïsa Cunillé ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2010. El jurado estaba compuesto por gente cultísima y superlista, así que yo no soy nadie para decir que el texto es soso, aburrido, que presenta la capa más superficial de los personajes femeninos y que el  convertir a Ulises en un topógrafo europeo en un país extraño no aporta la visión del desubicado que parece que pretende, ni voy a decir que no pasa nada por los personajes, que no hay conflictos y que empiezan exactamente igual que acaban. No seré yo el que lleve la contraria a ese grupazo de intelectuales infinitamente más inteligentes que yo. Así que no lo diré.



Lo que sí digo, y voy a intentar ser suave, es que la dirección de Paco Zarzoso me parece... digamos... equivocada. Plantar a los dos actores, uno a cada lado del escenario, uno sentado (y algo más arropado, claro) y el otro de pie y totalmente vendido, y que simplemente larguen y larguen y larguen es soporífero y desde luego no consigue atraer la atención del respetable ni despertar mayor interés. Si optas por dejar el escenario desnudo (salvo una mesita y una silla), iluminarlo con lo mínimo que se despacha y no dejar que los actores se muevan, se entiende que es que la fuerza va a estar en el texto y en cómo se va a decir ese texto. Pues tampoco.
Y en ese afán de hacer algo que parezca "trascendente", aunque realmente resulte soporífero, no deja que los actores hagan absolutamente nada más que hablar. Y claro, o eres Julio Núñez, o Rodero, o Arturo López, o la D'ocon o Berta Riaza, o alguien así, o igual la cagas. Toni Sancho... digamos que lo dice todo igual, absolutamente igual, tiene un solo tono. Mejor dicho, toniquete, porque encima es cantarín y afectado. Claro que el pobre está ahí plantado con los brazos colgando; igual si le dejaran moverse un poquito... sería todo algo más orgánico. Solo un poquito más, no pido mucho. Aparte de que para mi gusto, y lo siento, es un actor de pocos recursos. O eso es lo que parece gracias a cómo está montada la cosa. Lola López, yo es que lo siento pero no me gusta nada. Para nada dudo de que tenga una trayectoria  abrumadora y de que lleve cuatrocientos años en la profesión. Segurísimo que es una gran dama del teatro, pero su forma de hacer... bueno, de decir, no me llega, no me gusta. Fijo que tiene mil recursos, e igual es por la dirección, no lo sé, pero aquí solo usa un registro. Para mi resultan exactamente iguales Fedra, Antígona, Medea y Electra. Y reconozco y lo digo totalmente en serio, que Lola está entregadísima, que sufre, que se emociona, que busca dentro de sí misma, que intenta darle peso, carga e intensidad a todo lo que hace..., perdón, a todo lo que dice, pero al estar la mujer clavada al suelo o a la silla, según qué escena sea, no consigue transmitir todo lo que ella siente dentro, ni comunicarlo con el espectador. Si es que todo es demasiado rígido, y así no hay manera.
Aplausos fríos del público que no abarrotaba la sala.

2 comentarios:

  1. Pues yo igual no voy a verlo, ya ves tú.
    Genial como siempre, amigo mío

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    1. Jaja. Espero que no sea por lo que yo he dicho, amiga querida!!!

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