Aquí podrás leer MI opinión sobre los espectáculos que voy viendo. Insisto en que es MI opinión, nada mas. No pretendo adoctrinar ni tener razón. Únicamente te contaré MIS razones para amar o amar menos lo que vaya viendo. El teatro son gustos y aquí leerás los míos. No soy crítico, solo necesito contarle al mundo el porqué de mis amores. Lo que puedes leer aquí es lo que yo he sentido al ver estos espectáculos. Ni más ni menos que mis sensaciones. Si a alguien le sirven, estupendo.
martes, 10 de septiembre de 2013
Cru. Fet a má. Fira Tárrega.
Es difícil explicar la poesía. Pau Portabella y Marta Torrents son dos seres abandonados, solitarios, complementarios y necesarios el uno para el otro. Forman una metáfora de la pareja, o de los seres humanos, o de los individuos que necesitan de otros. El color y la luz llenan y acompañan a tu alma cuando se sumerge en este derroche de sensibilidad y de soledad compartida y complementada. Si Pau es un mastodonte, una montaña de sensibilidad y de indefensión, Marta es un prodigio de la expresión. Pocas veces se ha visto a una actriz tan expresiva sin pronunciar ni una palabra. Desde antes de que comience la función, con ellos en escena, ya vas viendo sus miradas dependientes, entregadas y sumisas. Y con un ritmo prodigioso y alucinógeno, comienzan sus "encuentros" y "desencuentros". Cuando están solos de desintegran, literalmente se rompen en mil pedazos, se descoyuntan. Luego se buscan, se eluden y se encuentran. Al juntarse se investigan, buscan formas de complementarse que pasan de la rigidez casi fantasmal del principio a una complementariedad necesaria de la parte final. Hay amor, sí. Hay desamor, también. Pero sobre todo lo que hay es una necesidad recíproca de sentirse el uno con el otro. A veces son hermanos, a veces son amantes, a veces son sostén, pero siempre son necesarios. Físicamente Pau es imponente y demuestra un dominio corporal y expresivo mezcla del ogro de los cuentos y un oso delicado e indefenso. Marta es la fortaleza, el cuerpo vivo y con un capacidad infinita. Dominatrix, herida, delicada, manejable, necesitada. Los dos se complementan perfectamente y se unen incluso en esa carcajada cruel que te descoloca tanto como te trae a la realidad. El pelo, el cuerpo, la carne, los abrazos, la ayuda, la necesidad del otro son los otros protagonistas de este espectáculo poético a rabiar y donde el ritmo, pausadísimo en muchas ocasiones, como una pieza de Mahler, sirve perfectamente a crear una metáfora de la comunicación y de la sensibilidad que te hace empezar a llorar de lo bello que es lo que ves y no paras hasta un buen rato después de haber acabado. No sé por qué, yo hasta vi a Genet por ahí. Igual es cosa mía. Lo que no es cosa mía es que tras una horita escasa de espectáculo, el público estalló en aplausos, bravos y gritos desaforados. Señal de que a todos nos había removido lo más profundo un espectáculo sin palabras. Pero cuando se expresa de una forma tan bella el dolor y el encuentro, no hacen falta palabras. Me declaro admirador eterno de esta compañía y de estos dos monstruos de lo bello y de la comunicación.
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