El momento en que Tokubei busca el pie de su amada y lo acaricia suavemente fue de una delicadeza que ni los seres humanos podrían alcanzar. O la belleza de la muerte de Ohatsu.
En la charla previa que nos dieron por la mañana explicaron que hay que pasar 15 años manipulando los pies de la marioneta antes de pasar a mover la mano izquierda. Y te tiras otros 15 años manipulando la mano izquierda antes de pasar a manipular la cabeza y la mano derecha. Si eso no es una especialización absoluta, no sé qué es. Por eso un leve movimiento de la cabeza, o de una mano, son un verso dentro de la poesía total que estamos viendo.
PERO el bunraku se compone de tres ingredientes. Las marionetas, la música del shamisen y la narración. Y ahí la cagamos. Porque ayer nos robaron parte de la narración.
No sé si será por ahorrar, o por falta de infraestructura, o porque era mucho trabajo o qué. Nos dijeron allí mismo que "para respetar la belleza de las imágenes no habría sobretítulos". Eso es como decir que respetar la belleza del trabajo del director de fotografía, las pelis de Terence Davies se proyectan sin subtitular las canciones (parte fundamental de las pelis) o que "El duelo" del Valle Inclán del otro día va a pelo en ruso para no desviar la atención de las interpretaciones. A ver, si dos señores (o marionetas) después de decidir que se van a suicidar, se tiran 25 minutos hablando entre sí, quiero saber qué dicen. Imagino que estarán hablando del vuelo de la alondra, o del rayo de sol en el borde del agua de un lago, o yo qué sé. Pero de algo hablarán. Y si lo que veo es poesía, me imagino que lo que oigo lo será también. No le veo justificación. No me puedo quejar porque tampoco ponía en ningún sitio que tuviera sobretítulos. Lo di por hecho. Pero insisto, si el bunraku son tres ingredientes, levitamos con las marionetas, gozamos con la música pero con la narración... nos quedamos a dos velas. Ah, y si queréis información exhaustiva y primordial sobre el bunraku y sobre este espectáculo en concreto, os recomiendo el blog de Miguel Pérez Valiente, glosasteatrales. ¡¡¡Fabuloso!!!
¡Ah! Volvemos a las traducciones, a lo perverso del doblaje, etc, etc. En definitiva: no hay que aprender inglés, hay que dominar todos los idiomas, incluidos el quechua, el chino mandarín, el estonio, el indonesio... ¡En fin!
ResponderEliminar