sábado, 26 de octubre de 2013

Fäustino III o una diferencia de 20 pulsaciones por minuto. Teatro Pradillo.

No sé muy bien cómo etiquetar este espectáculo (o "encuentro" como prefiere llamarlo Sergi Fäustino). He puesto "teatro" y "danza", pero no sé si he acertado. Tampoco sé qué es lo que vi anoche ni si me gustó. Creo que sí, pero no estoy seguro.
Me explico. Hay dos partes en este "encuentro". Lo expositivo, que son unas fotos que hay en el hall, un vídeo y una talla de su tobillo lesionado hecha con su propio sudor. Y la otra parte es la "performativa" o "en vivo". Esa es la parte que se desarrolla en la sala. Pasa por una proyección de un vídeo con reflexiones personales de por qué hace lo que hace, de por qué corre, de por qué actúa... unas acciones que le sirven para medir su cuerpo con el esfuerzo, la resistencia, el descubrir un espacio nuevo, su conexión con ese espacio, el recuerdo de antiguos cuerpos que ha sido, o la creación de imágenes a partir de su vida, la de su hijo, la de su padre y la de su abuelo. ¿Qué? ¿Se os ha quedado cara de búho? Pues es que no se puede explicar de otra forma. Hay que vivirlo.



Yo lo que sé es que las dos horas y pico que nos tuvo Sergi en la sala, consiguió que no le quitara ojo de encima en todo momento. Estuve como hipnotizado. A ratos pensaba que era una absoluta tomadura de pelo, a ratos pensaba que este hombre tiene una pedrada en to lo alto y a ratos pensaba que es un señor totalmente libre que hace lo que se sale del fafarique sin dar explicaciones. Y es lo que creo. Que Fäustino hace lo que quiere y comparte lo que cree importante o interesante y no se corta un cagao. Yo no le quité ojo de encima no sé si por ver qué iba a pasar a continuación o porque este señor tiene algo vital para cualquier comunicador: carisma. El caso es que aunque a veces tuviera la sensación de que todo era un poco ridículo y aburrido, me tuvo pillado. Especialmente ese final, con la historia de Ramón, desoladora, fría, trágica y dura de cojones. Y de repente va, se pira, termina y te quedas con el corazón encogido y te preguntas, ¿por qué?  

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