El talento es esa cosa escasa que muy poca gente tiene y que ayuda a que los demás vivamos mejor. El arte es esa otra cosa que tienen muchísimos menos y que hace que los demás soñemos con ser como ellos.
Talento y arte tiene para dar y tomar tanto Paco Bezerra como Luis Luque. El resto del equipo igualmente, porque vamos... no hay desperdicio.
La crítica social no está reñida con el humor, está claro. Y uno no se convierte en un irreverente por conseguir que la gente se descojone con situaciones y personajes caricaturescos en medio de la dureza de la jodía sociedad en la que nos tienen y a la que nos han llevado.
Magdalena y Amparo son dos vecinonas de esas de toda la vida, de pelu los viernes, tapetes con borlitas de Pontejos, faja pantalón, bandejita de turrones, mirilla reluciente y maldad para dar y tomar. Son dos perras malas. Esas vecinas que todos tenemos o hemos tenido. Malas con avaricia y sobre todo... acojonadas de la vida, del aire, del progreso, del pelo suelto y de los estampados. Sí, estampados sin miedo. Esos estampados horribles que querrían llevar y pasarse al mundo por el fafarique pero que no se atreven a hacerlo por el "qué dirán". Y lo peor de todo es tenerle miedo a la vida, al aire, al horizonte, al otro y a la verdad. Porque luego pasa lo que pasa. Ambas dos perras tienen la desgracia de compartir edificio con una pareja de chinas. Por supuesto las chinas viven en el sótano y las doñas en el quinto y en el ático. Faltaría más. Pero justamente allí donde más ciudad pueden ver, donde más horizonte pueden abarcar es donde se encierra la pus, el aire enrarecido y los pedos bajo la mesa camilla. E igual que un ático puede encerrar a una bruja enquistada y un sótano a la conocedora de la verdad, una comedia como esta puede encerrar un toque de atención crispado e hiriente sobre el mundo que nos rodea.
Ahí entran en juego el talento y el arte de Paco Bezerra escribiendo este texto divertidísimo, ácido, con un humor cercano, incluso burdo y un poco grueso. Consigue un mosaico de tías, madres, abuelas, vecinas de enfrente y primas sacadas de "Cuéntame" que son tan exageradas que son tremendamente reales. Y esconde varios giros, varios trucos de pirotecnia para convertir tu risa en escalofrío, y tu descojone en estremecimiento. Vamos, que nos endiña un caramelito envenenado de esos que tanto nos gustan y en los que entramos como bobos. Porque nada nos gusta más a todos que reír. Y te ríes hasta con esos chistes salvajes que deberían sofocarte. Pero no. Te partes el culo. Y luego, como en todas las buenas obras, esa sonrisa se te congela, vas notando que igual no deberías haberte reído tanto y acabas acojonao vivo.
Y claro, pa colmo es que está al mando un ser como Luis Luque, sabio entre los sabios, y con un don especial que va más allá del talento y del arte. Ese don es el que consigue que esta estampa carnavalera, chabacana, casi de peli de Paco Martínez Soria mantenga el sitio concreto, exacto y correcto para lograr su objetivo. Metérnosla. Luque, que se las sabe todas, llama a Mónica Boromello para que cree esta escenografía simbólica y expresiva a partes iguales, al genio de Luismi Cobo para que componga una partitura digna del mismísimo Bernard Herrmann, a Felipe Ramos para que nos enseñe cómo se ponen unas buenas luces, a Elisa Sanz para que diseñe un vestuario a golpe de microscopio y a Álvaro Luna para que nos ilustre con unos audiovisuales y claro, consigue que TODOS los elementos escénicos estén cojonudos y en el punto exacto que deben estar. Y lo mejor de todo, consigue transmitir que interiormente está en un momento dulce, porque a pesar de durezas y de dramones, lo que se escapa por todas partes es alegría, es optimismo y buen rollo. A pesar del ácido, a pesar de lo perras que son estas dos, a pesar de todo, hay luz. La función está llena de luz. Y yo, sentir que me invade el optimismo y la luz, me gusta, qué le voy a hacer...
Chen Lu está deliciosa como la señora Wang. Huichi Chiu está fabulosa como Xiaomei, esa mujer lista y paciente. Aunque... quizá el acento reste un pelín de ritmo a alguna escena. Pero eso en dos días ha cogido cuerpo y peso y ya está. Y las dos mostrencas de Gloria Muñoz y Lola Casamayor... antológicas. Hacen un trabajo expresivo y pa fuera maravilloso. Las odias y las compadeces a ratos. Las querrías matar y te las querrías llevar a casa (aunque fuera para matarlas) y despliegan toda su sabiduría, sus recursos infinitos y su caspa sainetera y vitriólica y te camelan. Están soberbias y maravillosas. Son dos ratas sucias, malas y patéticas. Incluso en ese final... sorprendente no decaen sus... capas de realidad. Son como la Davis y la Crawford, o como Florinda Chico y rafaela Aparicio. Son la una con y por la otra. Dos vacaburras del escenario.
Este montaje va a durar, y durar y durar todo lo que quieran y puedan, porque te lo digo yo y te apuesto lo que sea a que va a ser un exitazo. Tiene todo para serlo. Un texto cercano, inteligente, brillante y divertidísimo, una puesta en escena firme, sabia y luminosa y unas actrizonas... gigantescas. ¿Se puede pedir algo más?
Ah, las fotazas impresionantes son de Sergio Parra. Bestiales.
Aquí podrás leer MI opinión sobre los espectáculos que voy viendo. Insisto en que es MI opinión, nada mas. No pretendo adoctrinar ni tener razón. Únicamente te contaré MIS razones para amar o amar menos lo que vaya viendo. El teatro son gustos y aquí leerás los míos. No soy crítico, solo necesito contarle al mundo el porqué de mis amores. Lo que puedes leer aquí es lo que yo he sentido al ver estos espectáculos. Ni más ni menos que mis sensaciones. Si a alguien le sirven, estupendo.
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