sábado, 11 de mayo de 2013

Miss Knife chante Olivier Py. La Abadía

Lo primero que me llama la atención es que en un país como Francia, que lo mismo son la vanguardia cultural europea como salen a las calles para protestar por el matrimonio entre personas del mismo sexo (independientemente de su orientación sexual) aparezca un caballero como Olivier Py. Aparte de director de escena tanto de teatro como de Ópera, ha sido director de uno de los más importantes teatros nacionales y ahora director del festival de Avignon, además de tener un curriculum apabullante. Pues un caballero así ha creado el personaje de Miss Knife. Mezcla de travesti, cantante de tugurio, gran dama de la canción, ser patético que canta las miserias del ser humano de hoy, y juglar de la vida dura y de la vida (homo)sexual de estación y callejón. Es como si aquí lo hubiera hecho... no sé, el ministro Wert por ejemplo. ¿Cómo lo llevaríamos los españolitos? Pues me temo que fatal. Pero ahí está él. Culto, cultural, francés, católico y homosexual. Con dos cojones.
Escribe, canta e interpreta canciones que bien podrían ser de Kurt Weil si viviera en nuestros días. Letras deprimentes, situaciones tristes o jocosas, patéticas y atrevidas, personajes acabados o salvajes. Hacer un "tango al suicidio" es de tener mucho valor. Eso es Miss Knife, o Olivier Py. Quizá sean lo mismo, quizá el disfraz no sea un disfraz, quizá Olivier junto a un piano sea Miss Knife o quizá Miss Knife sea Olivier en un despacho. Poco importa si lo que hay en el escenario es un personaje atrevido, simpático, sensual, feote, pícaro, como una diva venida a menos. A ratos parece Gloria Swanson en "El crepúsculo de los dioses". Aparece con un pelucón rubio imposible que le dura dos canciones. Luego tira de pelucón y aparece el Olivier que mola. O la Miss Knife que mola. Son lo mismo. Y poco a poco se quita el maquillaje cabaretero, las pestañonas, y tienes al personaje, se llame como se llame, contando y cantando historias tristes y sórdidas. Y te meas del gusto.
A la salida, dos matrimonios de setenta y pico años comentaban que eso no era en realidad un concierto, que era "teatro cantado", y ellos, los cuatro, estaban felices con lo que habían visto.
Pero aparte de todas estas consideraciones, si te lo tomas como un concierto, que es lo que es, a mi parecer, tuvo sus altibajos. Cuando la canción era algo más... sosa (perdón, no encuentro la palabra), el concierto como que caía un poco.
En cualquier caso, creo que habría que correr a ver a este caballero genial en el amplio sentido de la palabra y disfrutar de una noche canalla, en la que sólo faltó que nos dejaran haber tenido una copita de absenta para haber disfrutado al 100% del talento y la magia de alguien que querrías tener como amig@.  


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