miércoles, 26 de febrero de 2020

Los días felices.

Las etiquetas son una putada se mire por donde se mire. 
Está claro que sirven para orientar un poco cuando la cosa está jodida, pero son el elemento perfecto para esconder estereotipos, lugares comunes, tópicos, prejuicios y polladas. 
"Teatro del absurdo". ¿Será porque hay quien no entiende del todo los textos y todo le parece incongruente y chorras? Ya, ya sé lo de Esslin y todo eso. Pero vamos, no me digas que considerar "absurdo" a Pinter...




Y de pronto baja a la Tierra San Pablo y te das cuenta de que es evidente que se entiende. Se entiende todo, todo tiene sentido, todo tiene significado. Y el sentido es exactamente el significado de las palabras.
¿Qué es lo más difícil en teatro? Lo más fácil en la vida real: escuchar y estar. Pues lo más difícil es lo más fácil; leer las palabras.
Allá por el año 84, 85 o así, en la muestra de teatro de Valladolid, uno de los mejores festivales de teatro que ha habido en este país, vi a Rosa Novell hundida hasta la cintura buscando a Willy. Desde entonces la figura de Winnie creándose un tiempo propio y adaptándose a un espacio también propio me ha perseguido. Como me persiguen ahora mismo las ideas que quiero compartir. Y con mi coño moreno decido que no las quiero ordenar, que paso, así que las voy a potar según me vengan. 



Winnie necesita a Willy. Aunque esté a su bola. Necesita que esté ahí para no hablar sola. Necesita al otro para que su discurso, para que sus palabras tengan sentido. 
Winnie no vive en el mundo real. Para empezar está enterrada. ¿Por qué? Pues porque sí. ¿Necesita ella o necesitamos nosotros tener una explicación de por qué para darle sentido? Pues no. Es así y punto.
Winnie está enterrada en un espacio que podría ser una placa de petri o una tesela de un mosaico gigantesco. O quizá vive en un mundo nuevo en el que igual que hay tres soles, el tiempo tiene una dimensión distnta. ¿Cuánto duran los días en ese mundo? Ni lo sabemos ni nos importa. Duran lo que duran. Lo que ella necesita para que la cosa tenga sentido. Antes, los días eran días (a la antigua usanza) pero ahora quizá sí o quizá no. Y ella necesita hablar y hacer cosas para llenar ese tiempo. Ese tiempo nuevo y relativo que pasa y la hunde cada vez más. Ella decide cómo, cuándo y para qué hace cada cosa de las que según dice, hace todos los "días". Ella organiza el tiempo, lo administra y lo moldea según su necesidad. Y tiene una pistola. Aunque no la usa.
¿Podría haber un tercer acto? Qué más da. Damos por hecho que los dos actos son correlativos, pero, ¿y si no lo fueran? ¿Y si el segundo acto ocurriera antes que el segundo? ¿Y si en vez de hundirse, Winnie estuviera creciendo y dándole sentido a su vida poco a poco? ¿Por qué dar por hecho que el tiempo es lineal y en una dirección? Para Winnie el tiempo es otra cosa. Y el mundo es otra cosa. Y Willie es su amor necesario. Es el otro que ella necesita para dar sentido a su estar ahí. Ella podría hablar sola pero no quiere, quiere hablar con él, dirigirle su verborrea a él, porque necesita del otro para que la cosa tenga sentido. 
Pero es que eso es el teatro. Podría ser "hablar sólo" pero se necesita la mirada del otro y la atención del otro para que el hecho exista y tenga sentido. ¿Es teatro una función que haces en casa tú solo, sin espectadores, sin nadie mirando? ¿El teatro no es la mirada y el encuentro con el otro? 
"Los días felices" es teatro y es la vida. Y es el amor. Amar mola todo, pero si amas a otro, mejor.
"Los días felices" es angustia. Es que te falte el aire. Es ver a Winnie escuchando la caja de música y quedarte sin sangre en el cuerpo. Es querer detener la vida y quedarte ahí. Un rato, un minuto, un siglo, para siempre.



Terrenalmente hablando, el trabajo de Elisa Sanz y de Paula Castellano creando la escenografía y el vestuario es asombroso. El trozo en el que viven Willie y Winnie es como un mundo desolado, acabado o quizá la esquinita de un mundo en construcción. ¿Les rodean restos de algo o son las partes que irán formando su mundo? Carlos Marquerie y Óscar Villegas envuelven el luces, claroscuros, ruidos, cobijos y brillos la existencias difusas de los dos seres. El cielo mágico que cambia sin que te des cuenta es una puta obra de arte. Bravo, grandiosos, lo habéis vuelto a hacer.    

Francesco Carril vuelve a hacerlo. Con un personaje casi ausente y casi inexistente, se vuelve necesario. Bestial. 
Y Fernanda Orazi es algo indescriptible. Cada palabra suya tiene sentido. Pero no sólo lo tiene porque ella lo sepa y lo transmita, sino porque lo vive, lo siente y transita de un sentido a otro como si fuera natural y necesario. Todo lo que hace es perfecto: cada respiración, cada pausa, cada grito, cada carcajada, cada agudo, cada grave, cada perfil, cada mano, cada búsqueda, cada mirada, cada pestañeo, cada coma son perfectos. Y el viaje emocional de una palabra a otra es como las olas del mar; natural y necesario. Quizá suene chorras, pero no sé expresarlo mejor: Fernanda logra que creas que Winnie existe, que respira y que vive en el escenario. El trabajo que hace es hipercomplicado, hiperexigente e hipercomprometido y Fer se entrega hasta el final con un riesgo, un compromiso y una generosidad estremecedoras. 
Pablo es el responsable de hacer todo eso de lo que he hablado. No hay más palabras. TODO lo anterior es por él y gracias a él. Es dios.



Hay una cosa que me destrozó especialmente. Pisar el suelo y saber que trabajos como este sólo están al alcance de seres privilegiados y que nunca jamás en la vida seré capaz de tener una mente como la de Pablo ni seré tan buen actor como Fernanda. Y eso te destroza. 

Gracias, Francesco, Elisa, Óscar, Paula, Carlos, Pablo y Fernanda porque la hora y media que pasé mirándoos ha sido uno de los moemntos más felices de mi vida.