Que un espectáculo teatral es algo único y vivo está claro. Que no hay dos funciones iguales también. Que le teatro, como la energía y la pena (¿verdad, Fany?) se transforman es también algo sabido. Y para muestra, un MBIG.
Yo lo vi nacer y entonces la fiera, el monstruo escrito por Shakespeare y adaptado y dirigido por el gurú Martret era una bestia parda. Una explosión de energías desbocadas. No digo que fueran descontroladas, ni mucho menos, pero sí que tenía muchas aristas en su propia concepción. O quizá era por la conjunción de torrentes. Ahora todo está pulido, el diamante se ha pulido, las aristas son ahora formas suaves, compactas y la fiera se ha domado aunque es más peligrosa aún que antes.
No voy a leer lo que escribí en su momento y es posible que me repita en muchas cosas. Me la pela. También os digo que si queréis leer lo que escribí en diciembre... guay. Pero aquel era un montaje y este es otro.
Todos los elementos que forman parte de un espectáculo están en este utilizados y concebidos como si fueran personajes. La luz es la mejor que se ha visto en La pensión de las pulgas. Bolsos, soperas, rincones, la luz sale, surge, entra, mancha, ilumina, atrae, tiene vida propia. El vestuario es divino, precioso, sensual y personal. La paleta de colores va del verde bruja mala al negro femme fatal pasando por el blanco inocencia. Colores, formas y patrones con personalidad.
Martret se sobra dirigiendo este milagro. Toma a Shakespeare por banda, y demostrando un respeto y una admiración tremendos por el texto, intercala un personaje, Camelia, que convierte las luchas de poder en metáforas de la productividad y eficiencia de una mega empresa internacional. Adaptación respetuosa y brillante. Y una dirección medida en cuanto a ritmos, desaforada en cuanto a pasiones y magistral por lo compacta. Y está contada desde el mejor sitio posible. Yo confieso mi absoluta debilidad por McBeth y esta versión es justamente la que yo habría hecho. Para mi gusto está contada desde el sitio y de la forma perfectas. ¿Y ese juego de miradas? En cada escena de grupo, o en cuanto hay al menos tres personajes en escena, las miradas entre los personajes, hablen o no hablen son como una batalla de espadas láser de "La Guerra de las galaxias". Son miradas mortales, llenas, potentes. Siempre hay miradas entre ellos, fulminantes, llenas de texto, llenas de reacción, llenas de verdad. Como una bella coreografía que es casi como otra obra dentro de la obra.
Pilar Matas y Maribel Luis son las brujas. Vestidas, peinadas y con hechuras de malas pero malas perras malas. Yo no sé si son como esa tía que me tenía acojonao de pequeño, o como esa vecina mala que te da el punto de que cualquier día te envenena al perro. Son más malas que un dolor, y con esa luz y esas miradas y esos estertores... te dan un yuyu que te cagas y son uno de los platos fuertes de la función. Grandes las dos.
Daniel Pérez Prada es un Banquo multifacetas. Tiene una ristra de matices que hacen de su Banquo un amigo, un cómplice, un verdugo, una víctima, un ser vivo. Hasta cuando está muerto está vivo. Flipante.
Javier Mejía es un Ross elegante, caballero, con la fuerza del susurro y el estremecimiento del actor que sabe escuchar. Pepe Ocio es McDuff. Y reconozco que aunque su arranque me pareció... frío, va de menos a más, tiene una progresión brutal y termina recibiendo la noticia del destino de su señora y sus hijos con una verdad, que se te eriza el total. Francisco Olmo tiene la solvencia y el poderío de un actor de raza. Y Manuel Castillo es el que más ha crecido. Está mucho más terrenal, ha crecido como actor mucho, ha ganado confianza, cree más en lo que hace y lo transmite. Sobresaliente su esfuerzo.
Raquel Pérez. ¿Qué se puede decir estas alturas de esta mujer? Habla, se mueve, te convence, canta, seduce, entra, sale, llora, va y viene y te lleva con ella a donde se le antoja. Tiene ese imán único que hace que cuando ella está en escena, no quieras perderla de vista. Te interesa todo lo que hace, todas su reacciones. Y qué quieres que te diga, pero una persona que es capaz de hacerme llorar con un monólogo sobre "el índice de probabilidad de error"... es mu fuerte, ¿no?
Y luego Rocío Muñoz-Cobo. Sí, es Liz Taylor, es Ava, es María Asquerino, es carne, es vida, es sangre, es incitadora, es perra, es mala, es enferma, es femme fatal, es niña, es veneno, es cobarde, es audaz, es todo lo chungo. Ha creado un personaje enfermo, enfermizo y enfermante que es un prodigio de verdad. Y además hace un trabajo vocal acojonante. Saca unos graves y una voz de ultratumba que combinada con esos ojos, con esa mirada infernal, con esa raza de perra cachonda, húmeda, llena de bilis, de podredumbre, de ambición, de coño y de tierra, hace de su Lady un bicho podrido desde las raíces. Por cierto, la escena del sonambulismo... una lección.
Y Fran Boira. No sé ni qué decir de Fran Boira. Creo de corazón que hace una de las composiciones más complejas, completas e intensas del año. O de muchos años. Es como un niño que de pronto se ve metido en una espiral que le supera, pero de la que no puede escapar. Su motor no es el odio, ni la venganza, y si me apuras casi ni la ambición. Es una mezcla de destino fatal con una erección constante cuando oye la palabra "cobarde", un amor desmesurado por la perra, un sentimiento de culpa mal digerido y un masoquismo que le lleva a reír cuando más sufre y a sufrir cuando más ríe. Un desquicie emocional que el mago Fran Boira lleva con una naturalidad inexplicable. Ese abismo emocional es durísimo para un actor, y Fran lo lleva como si fuera su propia piel, dando una vida, una naturalidad a esa putrefacción que no tiene palabras en este mundo para definirlo. Y el mogollón de escenas que tiene con Rocío son puros recitales. Hace poco dije que son los Lawrence Olivier y Vivien Leigh españoles. No exageraba. Pero es que aquí el nivel de electricidad es tan brutal que son hasta Liz Taylor y Richard Burton en, o Bette Davis y Joan Crawford. Una pareja perfecta y químicamente salvajes. Ambos dos deberían estar en todos y cada uno de los repartos del mundo mundial. Son dos seres capaces de hacer lo que les salga del pepo. Gigantescos. Bestiales. Únicos.
Simplemente voy a insistir en una cosa. Si hay alguien que no lo haya visto, por dios, que lo vea. Pero ya. Fenómenos así se dan pocos el tol año. Yo os juro que he sentido como si me hubieran hipnotizado al entrar y me hubieran despertado al salir. Ha sido un viaje de tripi. Un paréntesis en la vida. Uno de esos momentos, como una puesta de sol, o un beso, o el recuerdo de alguien querido, o un abrazo bien dao, que hacen que la vida sea más bonita y el mundo un lugar más hermoso.
Juanma F. Pina escribe y dirige esta "comedia de balas, calaveras y pelucas" con una gracia, un salero y un humor negro negrísimo. Y encima lo han estado representando hasta ahora en una pelu real de la Corredera. Es como el colmo del Off. O en este caso, es rizar el rizo del Off. Contarte la historia de una pelu desde la propia pelu te hace sentir más voyeur y más espía que nunca, casi parece uno un espíritu de los que habitan la peluquería y ponen en marcha los secadores. Mola todo verte la función dentro de la pelu y sentado en un sillón de barbero, no me digas que no.
La historia... sin caer en spoilers, viene a ser más o menos algo así como: pareja de atracadores aficionados entran en pelu histórica y se topan con la dueña (señora más histórica aún que la pelu) y con su ayudante (señor más histérico que la peluquera y que los atracadores juntos). Y comienza el lío. O el enredo. O el vodevil. O casi, si me apuras, la peli de la Ealing. Porque el toque clásico de comedia negra negrísima que tiene es Ealing total. ¿Que no?
Nada es lo que parece. Ni la propia peluquería, ni la peluquera, ni los atracadores, ni ese ayudante. Y aunque quizá todo peque un pelín de previsible, mantiene el interés gracias ya los diálogos brillantes y a unos actores más brillantes aún.
Los atracadores de traca son Juan Caballero (el perejil del Off, que está en más proyectos que nadie) y Danai Querol (lo mejor junto con el gran Jesús Noguero de aquellas "Bodas de sangre" de hace na en el Valle Inclán). Mira que los dos son buenos, porque son muy buenos (y majos y guapos, y de tó) pero quizá les haya tocado la parte "seria" de la función. El tono que ambos tiene es quizá demasiado serio comparado con sus compis. Así está marcado y creo que no ayuda. hay demasiado contraste. Cuando los atracadores (los personajes, no los actores) se despendolan están mejor, más acordes con el tono descacharrante que es el que domina. Olga Hueso y Mario Alberto Díez están fantásticos. Te meas con ellos y se llevan el foco de la función, insisto, aunque sus compis están igual de bien aunque les toquen los roles más deslucidos.
Así que cuatro actorazos, en una historia con altibajos en su tono, en el punto de vista elegido, en el sitio desde el que nos cuentan lo que ocurre y que hace que tanto los actores como el público estemos un poco pacá pallá en cuanto a complicidad.
Pero vamos, que este espectáculo está siendo un bombazo, es el descubrimiento de la temporada y con razón. No hay que perdérselo. Te meas, gozas con los actores, los diálogos en general son brillantes y los altibajos de tono se suplen con el arrrrrte que tienen los cuatro protas para llevarte carcajada en mano a donde quieren. Y ya veréis pero este montaje va a ser el típico que todo el mundo te va a preguntar: ¿has visto ya "lavar, marcar y enterrar"? Eso si no lo es ya.
Pues vaya tarde-noche me pasé ayer, hijos míos. Salía de ver "La casa de huéspedes" en La Trastienda con una sonrisa de oreja a oreja y feliz de la vida por haber disfrutado como un enano durante hora y pico. Y con apenas un verdejo entre función y función, entro a ver "Como si pasara un tren". Recomendada, movida y promovida por mi admirada Esther Ortega y con Carlos Guerrero (desconocido para mí), Marina Salas (adorada desde la primera vez que la vi en la tele) y María Morales. Eh... hablar de María Morales es... hablar de potencia, de poderío, de casta, de garra, de raíces, de "Todas las mujeres" y de "Los últimos días de Judas Iscariote" (un factoría de grandiosos actores y uno de los mejores montajes de hace años).
La historia costumbrista de esa madre hiperprotectora a la que le endosan a la sobri rebelde (porrera, la pobre, esa es su rebeldía) para que se encargue de ella, es un brochazo de hiperrealismo duro y profundo hasta unos límites familiares cotidianos y salvajes.
En todo momento es como si te hubieras metido literalmente en medio de las vidas de esta gente. La sensación es la de ir, cámara al hombro, caminando entre ellos tres. Es una mezcla de las primeras pelis de Lars Von Trier con ese toque neorrealista que le da sobre todo y especialmente la brutal María Morales.
Carlos Guerrero hace un trabajo de esos que no te lo crees. Quiero decir, que no te creas que sea un actor haciendo de disminuido. hace un trabajo basado en el respeto y en la sensibilidad que es acojonante. Y tiene unos momentos de un lirismo salvaje demoledores.
Marina Salas está pa comérsela. Su naturalidad y su desparpajo le dan una vida a su Vale que hacen que la quieras como amiga. Querría volver a tener 17 años para hacerme colega de ella. Eso sí, una cosita... cuando habla por teléfono tiende a ponerse de espaldas. Yo no creo que sea tanto una cosa marcada por la dirección como que se siente insegura y tiende a ocultarse. No te des la vuelta, de verdad, que vas guay.
Y María Morales. Vamos a ver... su personaje quizá así de primeras pueda parecer la típica madre protectora y cruel y poco más. Pues nada más lejos. Es de los personajes mejor dibujados y más complejos que he visto en mucho tiempo.
SPOILER. (No sé si es spoiler, pero por si acaso)
Esta mujer se siente culpable por haber elegido un padre para su hijo. Un hijo que salió deficiente y un padre que salió cabrón. Se siente culpable por el padre y por el hijo. Un hijo al que asfixia e hiperprotege por ese sentimiento de culpabilidad y porque es lo único que tiene en el mundo. Si algo le pasar al niño, se quedaría sola del todo en el mundo. y sabe que es una inútil emocional y que no podría vivir sola. Necesita que su hijo viva más que ella y le cuida en exceso para protegerlo. Brutal. Cien mil vueltas a cuál más dura que la anterior. Y todas esas vueltas están ahí, en la carne, el las manos, en el vozarrón y sobre todo, en la mirada de María Morales. ¡Cómo mira! ¡Cómo escucha y sobre todo cómo mira! La forma en la que mira a su hijo y a su sobrina mientras ellos cantan es antológica, debería pasar a las enciclopedias de teatro y ser ejemplo para todos los estudiantes de qué es mirar de verdad. Sin ninguna duda tiene la tierra y la raza de Anna Magnani. Animales así no son frecuentes.
Historia íntima y cotidiana sobre el drama de casi cualquier familia. Las verdades desnudas de muchos porqués y de muchas heridas abiertas en nosotros.
A todo esto se encarga de darle forma, tono y ritmo Adriana Roffi. Un diez. Maestría total y sensibilidad más allá de la normal.
Sin duda, de los espectáculos más emocionantes e intensos que he visto en mucho tiempo y lo de los tres actores, pero sobre todo, María Morales es de adoración extrema y yo en eso, soy especialista.
Pinter es siempre Pinter o debería ser siempre Pinter.
"Traición" es quizá, de los que conozco, el texto más "cercano" de Pinter. Vamos, que es más fácil de comprender que otros y más fácil de seguir todo lo que sucede. La genialidad en este caso, aparte del uso del lenguaje en sí y de la trama que presenta es el hecho de contar la historia de fin a principio. Quizá esa sea la trampa envenenada de Pinter. En otros montajes que he visto de "Traición" se caía un poco en querer ilustrar cosas o momentos que de por sí ya están claros en el texto. Quiero decir que lo difícil en Pinter es desentrañar el texto. Descubrir por qué un personaje pregunta "¿Cómo estás?" y el otro responde "Una taza". No es el caso de esta función, que como digo, es más cercana y de más fácil digestión. Me refiero a que el poderío de Pinter está en el texto, en la palabra, y su dificultad, en desentrañarla. Una vez desentrañada, no hay por qué ilustrarla. Y la compañía tg STAN no lo hace. Sencillamente ha entendido bien el texto y así nos lo cuentan. Casi sin decorado, con pocos elementos pero bien utilizados, con una luz que va cambiando (hacia atrás también) de más a menos. Y basando todo su poderío en unos actores fabulosos que nos muestran de forma casi desnuda esa espiral emocional (hacia atrás también) que les lleva del desdén o de la indiferencia a la pasión.
Los tres intérpretes están magistrales haciendo lo ilógico. O quizá sea hasta más lógica esa forma de mutación de los sentimientos.
Buena elección de los responsables del "Festival de Otoño a Primavera". Un Pinter bien hecho es una puta gozada.
Lo que está pasando ahora en el Español es como pa contarlo. En la sala grande, la de arriba, está el "Misántopo" de Miguel del Arco y abajo, en la pequeña, (no tiene nombre, creo, es "la pequeña del Español") está el señor Miguel Rellán con su monólogo "Novecento". Nivelazo nivelazo, ¿o no?
Miguel Rellán es de esos actores que tenemos en España que pertenecen a la categoría de "entrañables". Si este es un país de grandísimos actores (valga como genérico, claro, hombres y mujeres) de donde han salido figuras gigantescas lo de los actores "secundarios" es ya una cosa mala. y aquí a nadie le ofende que le llamen "actor de reparto". Millones de nombres se vienen a la mente de cualquiera. Las listas son injustas y en este caso sería tan larga que me tiraría hasta marzo de 2017 escribiendo nombres de fantásticos actores "secundarios" españoles. Rellán es de ellos. Y querido, y admiradísimo. Siempre gusta, siempre es admirado y siempre está bien. Otro gigantesco compañero suyo, Manolo Zarzo es noticia estos días por el estreno de su última peli. Aprovecho para lanzar mi homenaje seguro que compartido por todos vosotros a estos actores que parece que nos han acompañado toda la vida. Rellán está en activo y fabuloso además. Creo que está en un momento glorioso de forma y de cercanía con el público. Sólo por disfrutar de una figura así de nuestra escena merece la pena ir a a pequeña del Español.
El texto es un cuento, una de esas historias entrañables que cualquier abuelo (bueno, cualquier abuelo no, los de las pelis sí) cuenta una noche a la luz de una hoguera. El monólogo es la historia de una amistad. La amistad entre el trompetista de la orquesta del transatlántico Virginia y el pianista de esa orquesta, un ser nacido y criado en el océano. El más grande pianista de la historia. Un texto entrañable, precioso, muy emotivo sobre esas amistades de película, mitológicas. Un texto muy mono al que sin embargo le sobran los últimos 15 minutos. Esos 15 minutos en los que el personaje se explica. Ya lo hemos entendido, o si no, que cada cual saque sus conclusiones, no hace falta que un personaje así de "épico" se explique.
No hay escenografía, no hay luces, no hay nada. Es Rellán hablando y nada más (y nada menos) que Rellán hablando.
En resumen, que la historia en muy mona, muy emotiva, se disfruta con el maestro Rellán dando sentido a cada palabra y dándonos una lección de cómo transmitir con economía de gestos y de recursos una preciosa historia como esta de Dannny Boodman T. D. Lemon Novecento.
Algo ha pasado en "La Puerta Estrecha" que no sé qué es. Antes había un nosequé cuando llegabas que no lo sé explicar. Ahora no. Jajaja, vaya comienzo más chorras, anda que...
El texto de Koltès es un pedazo de obra brutal, oscura y desoladora. Más enigmática que otras suyas pero igual de estremecedora. Es realmente milagroso que con lo hermético que es el texto, te mantenga hipnotizado desde que comienza hasta que acaba. Bien podría ser la precuela de "Roberto Zucco". Perfectamente este personaje podría ser Roberto y acabar en la cárcel de la que escapa al comienzo de la otra obra de Koltès. Hay la misma ira, la misma rabia, la misma incomprensión, el mismo desarraigo, la misma pus dentro de ese espíritu que en esta ocasión cobra vida en el cuerpo de José Gonçalo Pais.
Es uno de esos casos de actor/médium, porque ni me imagino el personaje con otro rostro y cuerpo que no sea el de José ni creo que lo que hace sea un ejercicio de interpretación, sino de espiritismo, para dejar que el personaje se meta totalmente dentro de su cuerpo y sirva de herramienta para narrarnos su bajada a los infiernos. Es impresionante todo lo que José Gonçalo hace, brutal. Cada gesto, cada respiración transmiten un nivel de rabia y de incomprensión que te estremece. Por supuesto perfectísimamente dirigido por César Barló, de AlmaViva Teatro en otro derroche de creatividad, buen criterio y capacidad de comprensión de un texto bastante difícil de desentrañar. El uso de la cámara es prodigiosos, metiéndonos aún más en el rostro del actor, hasta casi tocar su alma o su sufrimiento y su incomprensión. Como en otros montajes igual de impactantes, todo es vital. Luces, música, hasta el olor. Ese olor a mojado, a humedad que hay cuando entras es casi un personaje más. ¡¡Fascinante!!
Dos genios unidos para dar forma a este vómito social que es "La noche justo antes de los bosques". Un montaje impresionante, que espero que no pase desapercibido entre tanta oferta. Un texto de Koltés siempre es interesante, pero si lo hacen estos dos genios bestiales; César Barló a los mandos y José Gonçalo Pais al espíritu, entonces ya es algo imprescindible.
Lo único que me chocó fue oír de repente el "Bem Bom" de las Doce. Una canción de Eurovisión de pronto me descolocó. Algún día espero que me lo expliquen.
Otro espectáculo incluido en la programación de eso que se llama "Festival de otoño a primavera", también conocido como "la gallina", es este "Lebensraum" que nos llega de la mano de esta compañía sueco-holandesa. Espectáculo que mezcla mimo y slapstick (ese humor de caídas y golpes exagerados propios del cine mudo) y rinde un homenaje indisimulado a Buster Keaton. La obra es una especie de cuentecito en el que dos hombres conviven en el mismo espacio vital (lebensraum en alemán), un pisito enano en el que la cama es a la vez piano, la nevera es armario y hasta el papel pintado oculta sorpresas y personajes. Estos dos señores; el propio creador, Jakop Ahlbom y ese gigantesco compañero suyo, Reinier Schimmel, duermen en la misma cama pero no parecen tener más relación que la de compañeros de piso. Ambos se las ingeniarán para llevar a sus vidas a una criada mecánica (fabulosa Silke Hundertmark) acompañados por la música en directo de Alamo Race Track.
Cuentecito sin mayores pretensiones dramáticas que la de contar una historia más o menos sencilla que ilustre el virtuosismo de los tres intérpretes sencillamente geniales. Su capacidad como mimos es gigantesca, tiene una técnica de pantomima fabulosa e incluso brillan como acróbatas. La historia no tiene mayor carga dramática. Dos hombres, tan vagos e inútiles como complementarios deciden meter a una mujer en su vida (mejor dicho, una criada, porque no buscan una mujer sino una chacha para poder ser todavía más vagos) y eso les llevará a una espiral de caos mayor que si hubieran decidido hacer ellos solos las cosas con sus manitas, que son esas cosas que tienen algunos hombres al final de los brazos y que sirven para coger una escoba o una cazuela.
El espectáculo es un homenaje al cine mudo, a las caídas, a las carreras, los tartazos y esos guarrazos que se pegaban, entre otros, Buster Keaton. Divertido, acelerado, virtuoso, prodigioso y muy, muy divertido. Es de esos espectáculos en los que se te pone una sonrisa boba de felicidad en el minuto uno y no se te borra hasta el final. (Salvo para algún descuelgue de mandíbula de esos de cuando flipas tanto con lo que ves que la quijada toca el suelo). Una maravilla optimista y que te hace salir flotando del teatro. Para intensidad, drama ,crítica o carga de profundidad hay otros espectáculos. Este es para gozarrrrrrr.
Borja Roces escribe y dirige este espectáculo. También lo interpreta, junto a Alicia Rodríguez. Y hay que reconocer que a Borja Roces se le podría considerar un "creador" con todas sus letras.
El experimento de juntar poemas (de Néstor Villazón) con textos de Borja y con canciones de diferentes pelajes resulta bastante atractivo a priori, aunque el resultado quede más cerca de la teoría que de la práctica. Esta "encrucijada" de temas, estilos, dolores, punzadas, llantos y quejas es de difícil digestión.
Los textos elegidos son espesos, son densos y la mayor parte de ellos deprimentes y pretendidamente "profundos". ¡¡¡Claro que es profundo hablar de la existencia misma o de la tristeza, de la desorientación o de la falta de caminos o del llanto o del vacío creador!!! Pero que sea profundo no quiere decir que sea trascendente. Quiero decir que la teoría del espectáculo la ves, queda clara aunque el resultado no queda tan a la altura de lo que se promete. Los tramos que mejor funcionan (me resisto a denominar "escenas" a esos retazos que están unidos en su concepto más que en su forma o en una dramaturgia acertada), insisto, los tramos que mejor funcionan son los que juegan más con el sentido del humor o en los que han metido un toque más grotesco o irónico incluso. Cuando el discurso se queda más en el terreno difícil de lo trascendente, la cosa funciona peor y muchos de los mensajes acaban sonando más a frases grandilocuentes pero vacuas. Sin embargo cuando ese mensaje se mezcla con humor o con sarcasmo, pierde grandilocuencia y gana en sinceridad y en ácido. Supongo que cuando uno tiene un hijo tan prometedor, es difícil tomar distancia y verlo con objetividad. Quizá, digo solo quizá, Borja debería desprenderse algo de su amor de padre y dejar que alguien desde fuera mida las fuerzas de su criatura y sopese mensajes y cargas para que no todas sean de profundidad. Quiero decir que el mensaje es importante, claro está, pero que llegue al público es igual de importante y quizá una visión externa y menos implicada podría ser útil para aligerar la forma y potenciar la comunicación del mensaje.
Alicia Rodríguez tiene quizá el mejor tramo de la función, el del llanto, donde el mensaje se junta con el humor y se consigue un envoltorio más cercano y productivo.
Borja dice de maravilla. Está claro que nadie conoce el texto mejor que él y eso se transmite. Desde luego el plato fuerte de la función es Borja. Pero insisto, quizá en este caso la buena intención y lo que apunta el proyecto debería escuchar lo que el publico tiene que decir, tomar nota y perfilar de otra forma el espectáculo, sobre todo para que el mensaje llegue mejor y porque es un trabajo sincero que, una vez pulido y matizado puede ser muy competo y chulo de ver y de disfrutar.
Así de entrada, "Sótano" lo tiene todo. Texto de Benet i Jornet, dirección del maestro de la interpretación Israel Elejalde, dos monstruos de trayectoria intachable como son el prodigioso Juan Codina y ese fenómeno que es Victor Clavijo (que parece que está doblado por mí, jeje, perdón por el autohomenaje) y todo esto en "La pensión de las pulgas". Con todos esos ingredientes, ¿qué puede salir mal? Pues chico, no lo sé, pero conmigo, algo salió mal, o al menos regular, porque no me estremeció todo lo que yo habría querido.
El texto, a pesar de ser una tela de araña de engaños, trucos, mentiras y ardides, me resultó previsible en muchos momentos (y eso que iba cansado de cojones), el supuesto truco final me lo vi venir desde el minuto ocho, y en bastantes momentos me parecí plagado de frases grandilocuentes y más literarias que teatrales. A ver, no todo ha de ser naturalismo, está claro, pero frases tipo: "fue en ese momento cuando tomé consciencia de mi propia mentira" me resultan demasiado artificiales. Es un ejemplo inventado, eso no se dice nunca en la función. Y si uno de los platos principales de este menú flaquea, el peso recae sobre el resto de los responsables. Y siento decir que la dirección tampoco me pareció algo histórico. Que Israel Elejalde es uno de los actores más poderosos de ahora mismo es indiscutible, pero esa sabiduría para interpretar me faltó un poco a la hora de montar este espectáculo. Quiero decir, eché en falta más punto de vista, saber mejor desde dónde me estaban contando la historia. No dejan de ser dos portentos hablando y moviéndose casi nada. Vale que todo es muy espeso y que la cadencia debe ser esa. Eso de acuerdo. Pero acaba haciéndose algo tedioso sobre todo porque son escenas o momentos muy largos con uno a un lado de la sala y el otro al otro lado.
En definitiva, que casi acaba siendo un duelo interpretativo. Y como son dos monstruos, ahí sí hay un acierto gordo. Y te reconcilias con todo por el altísimo nivel de ambos dos. Que Juan Codina es una bestia parda lo sabe to dios, porque es verdad y porque lo ha demostrado mil veces. También es verdad es que tiene cierta tendencia a fruncir el ceño. Y sobre todo en la segunda "parte" de "Sótano", suelta el entrecejo, y concentra su poderío infernal en su forma de decir, en la intensidad de lo que dice, en la densidad con la que lo dice y en una preparación vocal fabulosa. Preparación en la que Victor Clavijo es un maestro. Tiene un control de su voz como pocos actores. Muchas veces se confunde ser natural o "fresco" con hablar mal, farfullar o susurrar demasiado. Y una cosa es que en una salita pequeña de Off se oiga todo, y otra muy distinta no tener una técnica vocal adecuada para cuando te llamen de un teatro tocho. Ahí, por muy natural o "fresco" que seas, no te van a oír más allá de la fila tres. San diafragma, el mejor aliado de un actor, Santa respiración, la patrona de los actores. Si tienes bien analizado y entendido el texto y lo juntas con ambos santos, es la rehostia. Y Victor (como Codina, claro) lo tiene tan asimilado que lo que en otros podría ser técnica, en él es su estado natural. Y la gente alucina por su poderío vocal. es una pena que lo que debería ser norma sea excepción. Y sí, llama la atención. Claro que esa preparación y dominio técnico de su voz va unido a una inteligencia interpretativa descomunal, que hace que en una función como esta, un duelo de frase contra frase, sea potente y poderosa. Realmente es esa definición tan utilizada. Un duelo interpretativo. Con dos monstruos, dos portentos que cargan con todo el peso de la función, que aunque previsible y algo "densa", les permite lucirse como ellos saben. Prodigiosos.
Hay tantísimas salas pequeñas en Madrid que no las conozco todas. La Belloch es una de ellas. La conocí el otro día viendo "Verano en Diciembre" y me gustó mucho. A ver, la sala es modesta, no muy cómoda, pero muy agradable y como encima esta función me encantó, pues ya está. Soy así de simple.
Las tres nominaciones a los Max seguro que le han venido de puta madre a este montaje. Yo por ejemplo, fui a verlo precisamente por eso. Y sin ninguna idea preconcebida, porque tampoco había leído nada. No sabía ni de qué iba. Y me enamoró desde el minuto uno.
Es muy español eso de que nos guste ver desde fuera a una familia tan friki y extrañamente unida y desunida como la nuestra. Nos mola verlo pero lo sufrimos cuando nos toca. Y más o menos todos tenemos o hemos tenido una abuela o madre como la Marina a la que da vida Lola Cordón. Esa abuela que te desquicia, a la que desde fuera ves con ternura porque es desde fuera pero con la que sufres si la tienes en tu casa. Tierna, graciosa, mala, meticona, infantiloide, dulce y tocahuevos. SPOILER. Esos momentos en los que se mira al espejo y "habla" con su madre son tan reales como terroríficos. La madre (Teresa) de Pilar Manso es también descacharrante desde fuera. La tiene tomada con la mediana porque sí. O porque significa lo que ella habría querido ser y nunca pudo, no sé. Pero sí, es esa relación apisonadora en la que la pobre hija, haga lo que haga lo hace mal. Pero la mujer lo hace con toda su buena intención y por amor. Lo mismo que nos han dicho toda la vida nuestros padres, sobre todo cuando nos han tocado los cojones. Lo de "es por tu bien, hijo". Claro que eso de que todo dios opine de lo que debes hacer en tu propia casa tiene que ser también durito. Porque todo el mundo te suelta por tol morro lo mal que lo haces todo, lo sucia que tienes la cocina, que deberías cambiar los azulejos del baño (los que solo te gustan a ti) que comes cosas caducadas, que deberías hacer obra en la cocina (que a todo el mundo le parece que está que se cae menos a ti). Beatona madre Teresa. Que te amarga la vida con una mano y con la otra sostiene un rosario. Y luego unas hijas que cada una a su manera se han buscado la forma de escapar del embrujo de esa familia tan disfuncional o normal como cualquiera. Todos en cierta medida nos buscamos la vida para escapar de los brazos de pulpo del abrazo mortal de nuestra familia. Nos apartamos hasta cierta distancia porque en el fondo los necesitamos (aunque los querríamos cambiar a todos, uno tras otro).
Esa familia, que es como cualquier otra, como la nuestra, es la que nos muestra Carolina África, que escribe, dirige e interpreta esta función naturalista. El texto es brillante precisamente por eso, por presentarnos a una familia tan normal o tan rara como cualquiera. Una familia normal, llena de trampas, de chantajes, de mentiras, de necesidades, de amores, de abrazos amorosos y de abrazos mortales. Y hacer naturalismo sin hacer costumbrismo de pandereta ni caer en la tentación alomodovariana es muy difícil. De ahí el tremendo poder de este texto complejísimo bajo su aparente simplicidad.
Y por supuesto, unas actrices todas ellas fantásticas y con una forma de tener tan asimilado su papel, que es que no te las imaginas más que siendo sus personajes.
Bravo, bravo y mil bravos para esta función fresca, divertida, tierna, dura, seca, hiriente y muy, muy cercana.
Dice el programita de mano: "es muy interesante que la Escocia medieval encaje tan bien en la Galicia de la actualidad". Bueno, pues será porque ellos lo dicen, porque para mi gusto, encaja tan mal como la pobre Carmen Machi en este... desatino (intentaré ser fino y educado) o como encajaría Belén Esteban haciendo de Julieta.
Todo en este... desatino es gratuito. Veamos, revisar a los clásicos está bien y podría ser productivo siempre que uno quiera dar una visión original, distinta o aportar algo a la historia del teatro. Si trasladas un textazo como "McBeth" a un contexto como este, y lo que haces es que algunos de los personajes hablen con acento galego (sólo algunos, no sé por qué) y que esto parezca más el "Mortadelo y Filemón" de Javier Fesser que el textazo de Shakespeare... estamos apañaos.
El texto, quiero decir, al adaptación de Cavestany consiste en cambiar algún nombre, meter refrán tras refrán en galego y meter alguna morcilla en plan "los percebes estaban malos". Poco más. Se ha adentrado hacha en mano en el textazo de Shakespeare pero se dejó fuera el ingenio. Lástima, igual para otra... Ah, por cierto, si se supone que son galegos los verbos deberían ser todos distintos. Nada de "le han nombrado presidente", sino "le nombraron presidente". Así hablan en Galicia.
Escenografía demasiado parecida al McBeth del Real del año pasado. Además no sé pa qué montan ese espacio si luego todo se lo traen a la corbata. Dirección estridente, movimientos pretendidamente caricaturescos y personajes estridentes y vacíos. Desde luego que Lima para mi gusto no acierta desde... ni recuerdo.
Y los actores... la pobre Machi tira de recursos para sacar adelante sus monólogos y que parezca que pone enjundia donde pone oficio. Y encima a la pobre le han recortado su escena del sonambulismo hasta la mínima expresión. Una penita. Javier Gutiérrez moquea, escupe (demasiado, mucho, todo el tiempo) y grita para dar cuerpo a lo que solo es vacío. El resto se reparten entre lo inenarrable, lo inaudito, lo increíble, lo vengonzoso y lo desatinado. Y ya lo de esas brujas como medio inspiradas también en las brujas del "Sleep no more" de los Punchdrunk... aquí resultan ridículas y vergonzantes.
Cada uno sabe lo que hace con su dinero, pero yo no puedo aconsejar que se gasten la pasta en ver este desatino. Una pena destrozar así a Shakespeare y malgastar el buen hacer de Javier Gutiérrez y de la Machi para hacer esto. Claro que algo que empieza con una señora cantando "lo feo es bello, lo bello es feo, arriba es abajo, abajo es arriba" y cosas de ese porte...
Tenía muchísimas ganas de ver este espectáculo. No lo vi en su momento y ahora no había podido ir hasta ayer. Y vaya por delante que me gustó mucho.
Es difícil hablar de un espectáculo que te ha gustado mucho pero al que le sacas cosas. Cosas importantes y que tienen que ver con esos temas con los que te la juegas y puedes acabar pareciendo un fachorro o al menos no lo suficientemente "guay".
Por partes. Matadero sigue siendo un entorno mágico para según qué espectáculos, y desde luego para "Un trozo..." es fundamental. Eso unido a unos elementos escenográficos tan sencillos como efectivos (una cinta transportadora y un puñao de maletas) te sitúan ya en un nivel de espectación realmente bueno. Las luces son poderosas y mágicas también. Fabuloso trabajo de Valentín Álvarez. Y eso que ahora se llama "espacio sonoro" también muy acertado de Carlos Bonmati.
Juan Diego Botto está inmenso. Todos los personajes que interpreta tienen una vida y un nivel de verdad y de integración asombrosos. Está inconmensurable haciendo suyos unos sentimientos y unos discursos muy distintos entre sí, y contados desde puntos muy distantes. Aunque quizá se parezcan todos demasiado. Quiero decir que el trabajo emocional está claro, pero el físico queda un poco relegado. De todas formas funciona de maravilla, te estremece con cada palabra. Pero si intercambiaras los textos no distinguirías más que por el "mensaje" o por la "letra" de qué personaje se trata. En cualquier caso, aunque brille tantísimo el magistral trabajo actoral lo gordo de la función es el "recado" y pequeñas pegas como esta no deslucen lo que realmente quieren contar con esta obra. Astrid Jones se lleva de calle la parte más bella. También la más desbordada. Está maravillosa y bellísima y muy dulce. Pero quizá en ese intento de hacer de su figura un icono de las putadas y desgracias de un subsahariano en Europa se han pasado un poco. Y aquí ya me meto en jardines. Es evidente que la vida y los dramas por los que tienen que pasar los subsaharianos para y al llegar a España son así o peores. Seguramente muchísimo peores. No es eso. Digo que al convertirla en el rigor de las desdichas, se produce el efecto contrario, y es que empiece a flaquear la simpatía hacia el personaje. No cuestiono ni el mensaje ni la realidad que se cuenta (que insisto, creo que está incluso edulcorada) sino la medida de lo que se quiere contar y en mi caso, la desmesura hizo que mi corazón volara con ella, llorara con ella y me cagara en todo con ella. Hasta un momento en el que empezó a flaquear ese sentimiento. La mesura es tan importante como el mensaje.
Y ya metidos en jardines, voy a la selva. Total...
El primer personaje quizá sea un poco demasiado obvio. Se nota desde el principio que es un hijoputa. Y la forma en la que dice las cosas demuestra que lo es. Y se nota que a nadie del equipo le cae bien. A ver, es lógico (si te cayera bien un tipejo así no estarías haciendo esta función) pero para no ser maniqueo hay que intentar justificar a cualquier personaje. Si uno es malo porque sí, no mola. Tiene que parecer normal, hablar normal pero ser malo en lo que dice no en cómo lo dice. Si le conviertes en payaso desde el principio estás ilustrando y ya se retrata él bastante con lo que dice. Quiero decir, que sería más efectivo que en el momento en el que te pregunta: "¿crees que eso es racismo?" no sepas muy bien qué contestar.
No me creo a un argentino, precisamente a un argentino trabajando en el tajo, haciendo fila para ver si le pillan y currando sin papeles en una obra. De todo hay por todas partes, es evidente y claro que habrá argentinos en la obra. Pero precisamente los argentinos en España han sido siempre los mejor posicionados. Actores, directores, artistas en general, psicólogos, creativos publicitarios, médicos... Insisto, no es que no haya argentinos en el tajo, claro que hay, pero me da que hay más gente del este, por ejemplo. Y yo cuando he hecho obras en casa, la gerente de la empresa era argentina pero los curritos eran sudamericanos de otros sitios y rumanos, polacos, ucranianos...
Y ya el jardín total: vamos a ver, yo tuve la sensación de que me hablaban desde un sitio moralmente mejor que el mío sólo porque yo no soy de un país en el que haya habido una dictadura tan cercana y sangrienta. Aquí tuvimos durante 40 años una dictadura que comenzó con una golpe de estado que provocó una guerra civil. Fue sangrienta y cruel como todas las dictaduras: la argentina, la corena, la china, la birmana, la nazi, la chilena, la cubana... es lo que tienen las dictaduras, que son TODAS mu malas. No sé si hay unas peores que otras. Aquí hemos tenido la nuestra también. Pero sentí durante casi toda la función de que yo tenía la culpa de algo por vivir en una sociedad más o menos regulada (con sus desmanes, robos, recortes y de todo que manda cojones, pero ese es otro tema). Lo que se habla de España es para despreciar la transición. Tampoco me mola, pero me lo como. A lo que voy es que parece que si has vivido en tus carnes y has pasado por una dictadura hace poco puedes culpabilizar al resto por esos males. Yo sentí que me echaban la bronca o que me culpabilizaban por algo. Por defender al perro y no al vagabundo. El funcionamiento de Argentina como país o como gobierno ahora mismo no es muy distinto al de España gobierno. ¿O lo es? Insisto en que estoy de acuerdo con el mensaje, con lo que se quiere contar y transmitir, yo también soy guay y muy rojo, no es eso. El mensaje me mola todo y creo que por desgracia sigue siendo necesario recordarlo. Ese es un valor que no le cuestiono para nada a este espectáculo. Es un montaje tristemente necesario hoy en día más que nunca cuando quieren acabar con la memoria histórica y ya casi se han follado la justicia universal. Es todo tan dramático ahora mismo que espectáculos como este son necesarios y de obligada visión. Pero cuidadín con los mensajes. Hay que medir bien las culpabilizaciones, los sentimientos provocados y los escondidos. Quiero decir que dictaduras e hijoputas ha habido muchos en muchas partes, en muchos países. Cada uno elige contar lo que quiere. Ha habido y hay dictaduras de todos los colores. Se podía haber hablado de las otras, al menos un poco, o haberlas mencionado al menos. Se he escogido no hacerlo. Vale. Es una opción. Es un poco como el telediario de la Sexta. Yo es el que veo porque es con el que simpatizo. Me gusta lo que dicen y cómo lo dicen. Aunque a veces también pienso: "joder, tío, ahí os habéis pasao".
Corred a ver "Un trozo invisible de este mundo" porque lo merece. Debería ser de visión obligatoria para cualquiera. Así entenderíamos una parte de la historia que siempre es bueno. Aunque hay más. Y Juan Diego Botto está tannnnn bien...
La verdad es que confieso que no esperaba demasiado de esta función, aparte de disfrutar de Emilio Gutiérrez Caba y de Iván Massagué. Y bueno, pues casi ni eso. Emilio Gutiérrez Caba está simplemente resultón e Iván está afectado, algo vacío aunque muy entregado.
El texto quizá funcionó en otros tiempos. Hoy en día, no deja de ser una "Historia para no dormir" alargada hasta el aburrimiento, previsible, poco sorprendente ni interesante y tópica.
La puesta en escena es sosa y poco imaginativa. La dirección es totalmente plana y al uso. Sí es destacable por cierto el innumerable trajín de efectos sonoros grabados: puertas que se abren y cierran, relinchos de caballos, viento, truenos, todo tipo de cosas que intentan crear más "ambientillo" como de miedo o de algo. Eso sí, a todo meter. Pero que hacía daño a los oídos. No sé si cuentan con que la media de edad del público sea alta o quizá es que ese día el técnico se durmió y se le fue el father a tomar por culo, pero había que taparse los oídos cada vez que intuías que iban a abrir una puerta. Horroroso. Y ya ni te cuento cuando pretendían darte un susto a base de meter pepinazos a un volumen aún más alto.
No dudo que haya sido un exitazo por tos laos, pero que todo está más que visto, también.
Todo es una sucesión de tópicos y trucos requetevistos para intentar crear un ambiente de suspense que ni patrás. Y que conste que incluso con este texto pero con un montaje imaginativo y rompedor podría haber sido otra historia.
A ver, mal no está, pero no aporta nada a nada. Previsible, aburrida, estruendosa y plana. Y hombre, que lo que hace Alicia Calot no tiene demasiada enjundia, es verdad, pero que salga a saludar un poco, ¿no?