martes, 25 de noviembre de 2014

Madama Butterfly. Teatro Campoamor.

Estos días se ha estado representando en el Campoamor de Oviedo "Madama Butterfly", la preciosísima ópera de Puccini con libreto de la famosa pareja Illica/Giacosa. En el primer reparto figuraba Amarilli Nizza, la que fuera gran voz y sigue siendo un nombre de la escena mundial. Confieso que en ningún momento pensé en ir a verla. Lo primero porque prefiero un piano a un vibrato pero principalmente porque encabezando el segundo reparto estaba Carmen Solís y cualquier que me lea, sabrá que si mi corazón tiene un nombre dentro de la lírica, ese nombre es Carmen Solís. Otras tienen un hijo llamado "dolor". Pues mi corazón lírico se llama Carmen Solís. 
Por lo que he leído esta ha sido una de esas ocasiones en las que el segundo reparto ha despertado pasiones enfurecidas mientras que el primer reparto ha sido claramente... una chufa. Por eso debemos aprender todos que NO siempre el primer reparto es el de mayor calidad. Puede que sea el de nombres más rimbombantes, pero no de mayor calidad. Olvidemos primeros y segundos repartos y miremos los nombres, las personas que entregan su alma y decidamos más por ese criterio que por el del cartel. Pero bueno, a lo que voy.




Escenografía y vestuario de Niki Turner. Vestuario correcto, kimonos muy chulos, estampados y colores acorde con los personajes aunque quizá le faltó algún collarón a  Yamadori o algo que realzara su poderío y el de José Manuel Díaz. La escenografía era más discutible. Las plataformas circulares parecían puestas para ver si conseguían que alguno se escoñara. Además de tenerlos a los pobres apretujaos a veces en circulillos enanos, el ojo se te iba y parecía que estabas viendo un episodio de "humos amarillo" y Goro parecía el chino Cudeiro. No, en serio, cualquier elemento escenográfico debe ser necesario, útil y preciso. Y esas plataformas circulares a veces eran más un escollo que una ayuda. Además, si se supone que forman caminos por los que moverse, hay que respetar eso siempre, y no bajarse de repente porque conviene. Quiero decir, si para entrar en la casa hay que hacer una "ese", habrá que hacerla siempre y respetar eso siempre, no pasar de esa "ese" cuando te conviene. La urna central, casa, hogar, parecía como la urna de un museo de ciencias naturales y eso me gustaba. Aunque si esa era la idea, podía haber estado algo más explotada como tal. En cualquier caso, el espacio y los elementos simbólicos funcionaban. Incluso la nevera esa como de "Mad men" tenía un punto. No era quizá la mejor opción, pero funcionaba. Menos el cucurucho de Yatekomo como símbolo de austeridad. Eso sí que no. 




La luces de Alfonso Malanda no me gustaron. Daba la sensación de que había dos parrillas de focos en la parte de dentro y na más. Y creo que es de primero de iluminación que si iluminas por arriba, tienes que matar esa luz por los laterales o por delante. Sólo había luz por arriba. Y la escena pedía a gritos un cañón que siguiera a los protas. Las luces del fondo, cambiando de color según el estado emocional de la escena estaba bien. Esos azules, el rosa y el rojo pasión. Pero la mayor parte del tiempo los cantantes estaban en penumbra, o al menos mal iluminados. Y cuando de repente estaban bien iluminados, como en las arias y un ratito del dúo de las flores, entonces el corazón se te iluminaba. Así de importantes son unas luces.
Dirección escénica algo errante. Los grupos estaban regu movidos, a veces atropellados y poco concisos. Realmente no vi nada llamativo sino todo correcto. Eso sí, el "coro a bocca chiusa" se lo cargó por completo Olivia Fuchs. Los pobres estaban sepultados en el foso y se les oyeron las tres primeras notas, el resto nada. Y aunque las bailarinas hicieron un gran trabajo en ese momento (y en todos), la escena pedía a gritos gente y gente y gente deambulando y haciendo que la gente llorara con ese coro tan precioso. Dirección de actores totalmente nula. Una lástima, porque lo que los intérpretes hicieron por propia intuición era una auténtica mina para un director de actores medianamente entregado y con una visión concreta. Y lo del señor ese borracho del primer acto... no tiene explicación más que en mis sueños más bizarros. Inenarrable el pobre. La orquesta sonó bien, pero la batuta de José María Moreno a mi parecer, homogeneizó demasiado toda la partitura y limó demasiado los distintos momentos. Todo sanaba parecido y no había pasión, lirismo, melancolía o dulzura. La obra es sencilla en cuanto a libreto. Pasa poco y es muy simple y concreto. La grandeza está en la música, en las notas, en los matices, en los momentos. Y la orquesta  sonó monótona y muy plana todo el rato. 



  
Vocalmente hubo un poco de todo. Eduardo Aladrén estuvo un poco superado por su papel de Pinkerton. Aunque sus tonos medios fueron correctos, en los agudos perdió el tino y si ya desde el principio le superaron, en el final del dúo del primer actor fueron más evidentes. Aún así, pasó la prueba. Actoralmente estuvo bien y con la ayuda de su compañera logró lucir más y mejor de lo que parecía que se avecinaba. La Suzuki de Marina Rodríguez-Cusí aguantó bien el tipo con una buena interpretación aunque con la voz algo cansada. Se nota que tiene cantado este rol cien mil veces, porque lo domina vocal y escénicamente, aunque como digo se le notó la voz algo tocadilla.      
José Manuel Díaz cantó un Yamadori convincente y con una voz poderosa, de timbre precioso y actoralmente de mucha altura. Gran actor y gran cantante.  Jorge Rodríguez-Norton compuso un Goro divertido, simpaticón y cómplice. Vocalmente prodigioso. Tiene un timbre peculiar y para mi gusto, único y precioso. Los vídeos que hay por ahí no le hacen justicia. En vivo es carismático y embrujador. Javier Franco es un gran nombre y un gran cantante. Absolutamente perfecto tanto como actor como vocalmente. 




Y luego, y aparte de este mundo está Carmen Solís. Debutando el rol, para más inri. El papel de Cio-Cio San es lucido pero es a su vez una trampa mortal. Pasa por mil estados de ánimo. Desde la criatura que aparece rodeada de su familia en el primer acto, a la enamorada, a la mosqueada, a la mujer decidida, a la derrumbada, y a la mujerona madre suicida. Lo peor que puede hacer una japonesa hija de padre suicida. El honor perdido, lo que aquí sería la honra pero multiplicado pro mil millones de años de tradición nipona. La sutileza de la voz y la presencia de Carmen Solís es apabullante. Comienza la función realmente como una niña de 15 años y termina como una mujer derrotada. Su trabajo como  actriz fue absolutamente arrollador. Sutilezas, matices, acciones lógicas, reacciones justificadas, evolución, progresión, acumulación. Un trabajazo actoral completo y total de grandísima actriz. A la altura de esos momentos históricos como la Tosca de la Callas. Y vocalmente es la perfección absoluta. Voz ligera, fácil que sube a agudos expresivos, líricos a más no poder o incluso sobrehumanos (en riqueza, en matiz y en expresividad), sin recurrir a trucos, colocando la voz en todo momento en el sitio perfecto y con una voz fluída, nada estridente, que llega a donde quiere, con unos graves poderosos y con cuerpo y con un arco expresivo enorme y pleno en todo momento. Pianos, vibrato justo, sentimiento en cada nota y lo más difícil para mi gusto; diferentes texturas emocionales. La misma nota no puede nunca sonar igual si el personaje está en momentos distintos. Y como la grandísima actriz que es, Carmen Solís demuestra que en cada momento sabe lo que le está pasando  por dentro y de ahí las distintas texturas de su voz, siempre dentro de la belleza más sobrehumana. Juro por Mahler que nunca en mi puta vida he escuchado un "un bel di vedremo" tan intachablemente perfecto. Todas y cada una de las notas en su sitio, en su medida, con su duración, con su identidad, con su significado, con su color y con su emoción. De corazón digo que jamás de los jamases un momento me ha taladrado el corazón más que el "un bel di vedremo" de la Solís. Porque mi Carmen ya no es Carmen Solís, es como las grandes, la Solís. No me gusta ser agorero, pero con cosas así de evidentes... ya me diréis muy, muy pronto si la Solís no es la soprano española del siglo  XXI.      


  

lunes, 10 de noviembre de 2014

Sol Picó / Mónica Runde. Madrid en danza

Que me vuelve loco la danza lo sabe todo el que me lea. Que la gente que se dedica a la danza me parecen héroes sacrificados con miles de horas de preparación y una carrera llena de sinsabores y relativamente corta, también. Vamos, que es que siempre digo lo mismo. Pero porque es verdad, qué cojones. Así que ha empezado Madrid en danza y yo he enloquecido. Las dos heroínas de las que hablo hoy son dos ejemplos de carreras largas. Sol Picó "celebra" sus 20 años como compañía y Mónica Runde 25. Que se dice pronto. 




Voy con Sol Picó. Así pabrir boca ya digo que a mí "Petra, la mujer araña y el putón de la abeja Maya" fue unos de los espectáculos que más me gustaron de 2011. Así , incluyendo danza, teatro, circo, patinaje artístico y de todo lo habido y por haber. Vamos, que soy muy de Sol Picó. "One-hit wonders" es un muestrario de números de varios espectáculos elegidos por ella. Tengo la sensación de que el recorrido vital es un poco como de "lo que he querido hacer, lo que he hecho, lo que no he podido hacer y lo que me gustaría que quedara". Esa es mi sensación. Y viendo que en la dirección del espectáculo figura ella con Ernesto Collado, un ser con el que tengo una extraña conexión mental y un idioma común que ambos entendemos creo que no me equivoco. Me partí el culo durante todo el espectáculo y ya sé por qué, Ernesto, jodío. No conozco una persona que conecte mejor conmigo y que decodifique mi lenguaje y yo el suyo con tanta facilidad y empatía. Es como si fuéramos los dos únicos supervivientes de un planeta raro que hemos recalado aquí en la Tierra y no terminamos de reconocernos, pero los dos sabemos que somos de ese planeta. Bueno, coño, que me lío. El sentido del humor del espectáculo es desbordante. Inunda todo y lo cubre de una simplicidad y complicidad que te atrapa y te desarma. Es imposible apartar la mirada de esa mujer y es imposible no descojonarte con la forma en la que se ríe de sí misma, desdramatiza lo que hace y parece que lo recubre de sencillez, cuando lo que hace es una subversión de las normas totalmente punk. Por ejemplo el solo frente al espejo entre cactus. Yo por ejemplo estuve con el corazón en un puño pensando que se iba a pinchar. Pero no,  lo de menos eran los cactus.  Eran importantes pero no. Lo de menos era si los pisaba o si no.




De hecho, acababan volando por los aires. Otra genialidad es el momentazo avión. Te presenta de espaldas a una compi de asiento pedorra como ella sola. Hasta que se gira y ves que la pedorra es ella misma. A todo esto, el azafato corta jamón. Genial. Y el momento álgido de la noche, el flamenqueo subida en esas puntas rojas. No he visto nada más trasgresor en mucho tiempo. Abajo iconos, abajo estereotipos, ¿mayor? ¿acabada? ¿fracaso? El que tenga esas palabras en su diccionario personal, que las sufra, pero Sol Picó no las tiene. Y ahí está, con más morro que nadie, más libre que nadie y levantando la pata como una veinteañera. Y encima va y saca a mi Alberto Velasco y yo me muero vivo!!!




Mónica Runde se exhibió en la Abadía. Y de qué manera. Otra leyenda y otra personalidad con un carisma apabullante. Y una calidad indiscutible, claro. Genia y figura. Y arte desmesurado. Sale, te mira, esboza una medio sonrisa y ya te ha camelado. Ha contado para este espectáculo con cinco creadores. Claudia Faci da forma a todo el conjunto y cobija las cuatro creaciones restantes. Quizá le falte un poco de ritmo, o de magia, o de algo que separe más las cuatro piezas o las aune. No tengo claro qué es lo que no termina de embrujar. Pero le falta esa chispa que hace que lo bueno sea magistral. Y esto es una cuestión personal, pero yo habría acabado con Luque, aunque el tronco de Abreu en definitivo. La pieza de Pedro Berdäyes es quizá la más críptica. Imágenes quizá no tan "danzísticas" y más potentes. La peluca deformante que te hace perder el sentido de las formas y las partes, ese desencajar las formas y recolocarlas a su antojo sea terriblemente expresivo y un pelín frío. Claro que luego llega mi admiradísima Carmen Werner y con sus lugares habituales te conquista. Brazos, piernas, rupturas y auto ayuda. Me basto y me sobro, y me derrumbo y me levanto. Carmen y sus genialidades que le van que ni pintadas a Mónica Runde y a su sonrisa. Como colofón vendrá otro premio nacional de danza, el de este año, compartido con otra genia indiscutible, Nazareth Panadero, grande donde las haya. Daniel Abreu le pone una camiseta con un ecce homo, le planta un tronco y a pasear. Esa imagen es casi como una pasión, una virgen con camiseta de hijo con un hijo o un tronco en brazos. Y a tomar por culo el tronco. Déjame, que soy libre, que no quiero cargas ni ataduras. Por eso bailo. 




He dejado para el final la pieza de Luis Luque, paradójicamente la más "danzística" de todas. Mónica, una mesa, una pieza musical de ese otro genio que es Luis Miguel Cobo que de verdad no puede ser más bella y un recuerdo. Lo primero, antes de que se me olvide, yo quiero la capa de Elisa Sanz. ¡¡¡Qué cosa más preciosísima, pordiosssss!!! Desde que arranca notas que el corazón empieza a volar. Se despega de la butaca y se eleva por encima de la sala. Flotas y llegas al cielo y ves, tocas, hueles, acaricias, te refugiasen el calorcito de tu madre ausente. El recuerdo ,el dolor, la ausencia, la rabia, la dulzura, la necesidad, todo se vuelve un sentimiento envolvente. Esas cositinas pequeñas que hacen que te vuelvas más pequeño que ellas y te quieras esconder en un regazo ausente. Y de pronto surge la imagen. Mezcla a partes iguales de féretro y útero. y la muerta es la criatura escondida en el calor materno. Y muerte y vida son lo mismo. Y tras ese viaje emocional comprendes que hay gente que piensa con el corazón o que quizá tenga un miembro más que los demás humanos y ese miembro les permita sentir pensando y pensar sintiendo, porque lo de Luque no es normal. Ni humano. Es como cuando ves un arco iris. Ha visto miles, pero estés donde estés, ves un arco iris y te paras, lo quieres compartir, se te pone una sonrisa y te parece lo más bello que has visto nunca. Eso hace Luque. Pone arco iris en nuestros corazones.




Y Mónica Runde es la pitonisa perfecta porque entiende y transmite cada matiz de estos cinco bestiajos emocionales y con su sonrisa a media asta te deja con un regustito de haber visto y disfrutado de una proeza, del arte único de una artista tocada por la varita de los dioses.               

domingo, 9 de noviembre de 2014

Testamento. Valle Inclán.

Este año, el ciclo "una mirada al mundo" ha estado flojillo flojillo. Menos "Medida por medida" un Donellan simplemente bueno y "Illíada", que fue asombroso, el resto... olvidable, como ese "Gasoline Bill" del que ni he escrito. Y lo de este "Testamento" de verdad que no tiene nombre.




Hablar de esta autora sabiendo que murió joven y poco después de escribir este texto puede parecer cruel e irrespetuoso. El hecho de la muerte de esta chica es dramático, está claro. Pero no deja de ser un texto publicado de un autor fallecido, como Lorca, como Shakespeare o como Fassbinder. En este caso la única explicación que le veo a que este texto se publicara es que los padres de la autora se lo tomaran como cosa personal y una vez fallecida su hija, decidieran publicar sus papeles en plan homenaje. Porque lo siento, igual soy un cactus emocional, pero el texto me parece que no tiene nada. Hablo del texto, no de la autora. El texto es absurdo, es una sucesión de frases sin sentido, inconexas y con unas...¿metáforas? absolutamente incomprensibles. Además es como: "tía, voy a escribir sobre lo muchísimo que van a sufrir mis amigos cuando me muera, porque todos van a sufrir muchísimo". Y eso es exactamente lo que hace. Describir lo mucho que van a sufrir todos, su madre, sus novios, sus amigos. Ella sabe que todos van a sufrir mogollón, lo cual, a mí me parece de todo menos humilde. Para rematar, el director elige lo peor para ponerlo en escena. Decide hacer justo lo que menos ayuda a un texto así. Planta a los actores de uno en uno, frente al público a hablar. Y los deja quietos. A ver, moverse se mueven, bailan, se dan vueltas por ahí, son todos muy happy y muy flower power vestidos como de catálogo de Mango. Pero cuando van a soltar sus monólogos, el director los planta en medio, les prohibe moverse y les deja únicamente hablar. Y claro, uno vale, pero dos, tres, cuatro... no se aguanta. Y eso de que la "pole dance" represente los cuidados paliativos... me deja con cara de rodaballo.
En fin, que tiene narices que un texto sobre la enfermedad que por desagracia ha tocado a tantas familias tenga tan poco de real y en vez de profundizar mínimamente en los estragos íntimos de una persona enferma, te deje frío y nunca simpatices con la prota ni mucho menos con sus colegas ni con su madre. Menos mal que luego nos fuimos de vinitos con Ana y con Roberto y se nos pasaron los males.  

El Mesías. Ballet Nacional SODRE. Canal.

La coreografía de Mauricio Wainrot y que ha interpretado estos días el Ballet Nacional Sodre, dirigido por Julio Bocca es de 1996. De 1996. Y se nota.




Escenario en blanco, los bailarines de blanco impoluto y angelical. Y Haendel. Unos bancos y un ciclorama que se tiñe de rosa cuando bailan las niñas y de azulito cuando bailan los niños. Todo muy Nenuco. Y ellos brincan, saltan, giran cual angelitos entre las nubes. Giran bien, levantan la pata bien (sin locuras, sólo correctamente bien), en cuestión de equilibrios están fallones... pero bueno, todo es limpito, mono, azul, rosa, cursi, merengue... y de 1996. Es como si ahora ves un ejercicio de Podkopaieva o de Boguinskaia. Muy monas, fantásticas, pero...antiguas.
Los solistas son otra cosa. Sonia de Munck, pese a no tener un timbre demasiado apropiado para este repertorio, cumplió muy bien, cantando con seguridad y con una voz realmente muy bonita. Francisco Crespo tiene una gran voz, profunda y super chula. Cantó que te mueres. El nombre de Marta Infante es una obviedad. Es una de las grandes mezzos españolas de la actualidad. Voz amplia, preciosa, ágil, aterciopelada, dura y porosa. Me vuelve loco. Y Victor Sordo, ya he dicho en otras ocasiones que me enloquece. Tiene uno de los timbres más bellos que he oído en la vida. De un lirismo impactante y además de una técnica brutal, tiene una capacidad de afinación y de matización sobrecogedora. Me enloquece. 







La orquesta sonó fantástica dirigida con buen mano por Manuel Coves y el coro Verum hizo un trabajo prodigioso, sobre todo, para mi gusto las voces graves aunque todo el conjunto sonaba realmente acogedor y muy, muy sólido. 
Así que eso os cuento. Lo de encima del escenario muy blanco, muy puro, muy celestial y muy de Baby Mocosete pero lo de abajo, los solistas... asombrosos. Infinitamente mejor la parte musical que la visual, aunque el teatro acabó en píe y enloquecido, cosa que es de agradecer ya que ver al público enloquecido debería significar que van a volver a otro espectáculo y si la cadena sigue...  No hay nada más bonito que un teatro lleno. 

Desde Berlín. Matadero.

El programa de mano es como siempre, traicionero. El director viene a decir más o menos que le han pedido que escriba algo para poner ahí y que ha escrito lo que le ha dado la gana. Y poco tiene que ver con la función. En fin, peor pa él. Si ni siquiera utiliza el programa como reclamo... pero bueno. 
El texto de Juan Villoro, Juan Cavestany y Pau Miró es antiguo y al menos para mi gusto, poco interesante. Lugares comunes, personajes predecibles y poco profundos, conflictos... desvaídos y alargada en exceso. 



Dos personajes que desde que aparecen sabes de qué van ya dónde van a ir. En cinco minutos ha estallado el conflicto pero no nos han contado el proceso para llegar a donde están. Ese proceso sería lo realmente interesante. Ver a dónde han llegado sin que nos cuenten el cómo y el por qué es... una pena. Ya sé que está inspirado en las letras de las canciones de un disco de Lou Reed, y eso no lo vas a cambiar, claro, pero es que el disco es de 1973. Y entiendo que el trabajo de trasladar las canciones de un disco magistral a un texto teatral sea una proeza, pero como texto teatral, para mi gusto, flaquea. Total, que a los diez minutos ya está todo el pescado vendido. Y a la media hora la función empieza a terminar. Y termina una vez, termina una segunda vez, una tercera. Y termina varias veces porque claro, como no nos han contado lo de entre medias, la historia efectivamente no da para más y ya ha terminado. Afortunadamente Andrés Lima mete mano y rodea esta historia de una puesta en escena ocurrente, ingeniosa, potente. Con elementos atractivos y muy acertados, le da al asunto un ritmo acertado, mueve bien a los actores y saca de ellos sus mejores registros. Consigue darle al espectáculo lo que como texto le falta. Bueno, no. Rodea de atractivo un texto regulero (para mi gusto) y lo explota al máximo para sacar todo el atractivo que a veces ni tiene y para envolverlo con un papel atractivo y ponerle un lacito. Así Lima consigue que bastante gente del público se levante y grite "bravo". 



Natalie Poza está desgarrada, sucia y acabada. Fabulosa. Un poco en su tono habitual, pero tan atrayente y atractiva como siempre, y sufriendo como una loca, desgarrándose y entregando todo lo que tiene y más. Pablo Derqui comienza mirando como Roberto Zucco, pero se le pasa enseguida. Y a pesar de estar como unas maracas, es tierno, vulnerable, y tan indefenso como cualquier perro maltratador. Impresionante. Aunque quizá esté pasado de revoluciones. Yo bajaría le pedal un poco y me pondría al 9 en vez de al 11 sobre 10.
En definitiva, que ver a estas alturas una historia sabida más propia de los ochenta que de 2014 no es que sea lo más revolucionario del mundo, pero por ver a estos dos bestias y por disfrutar del saber de un Andrés Lima calmado y más íntimo, es un puntazo.       

miércoles, 5 de noviembre de 2014

La fille du régiment. Teatro Real.




Antonino Siragusa. ¿Que quién es? Pues el otro tenor que está cantando "La fille" en el Real. Pobre. Ni caso. Canta bien, tiene un timbre chulo, de esos dulces y líricos. Quizá plagado de vicios pero bueno. El caso es que el hombre está en el Real, pero... de él no se habla. Lógico. Porque es que lo de Camarena ha sido antológico. Lo del bis en el MET lo sabéis todos, así que me lo ahorro. La locura estaba servida. Pero claro, cuando le escuchas, enloqueces tú también. Y es que es una cosa mala. 
Bueno, poco a poco. El montaje es el conocido de 2007 de la Dessay, Juan Diego Flórez y Carlos Álvarez con la Caballlé haciendo la duquesa se Krakenthhorp. La verdad es que ese montaje es histórico y muy eficaz. Quizá la escenografía esté un poco pasada. Las montañas de mapas, las cuerdas con ropa, los carromatos, el castillo... resulta un poco pasado aunque siga siendo igual de eficaz. Pero ya no deslumbra (si es que alguna vez deslumbró) Lo que tiene el conocer ya el montaje es eso, que ya no te parece todo tan mono y tan divertido. Pero vamos, que insisto, sigue funcionando. Lo que me canta es la plancha. Parecerá una bobada, pero esa plancha que es como la mía... no me pega. No habría costado nada buscar o crear otra no tan anacrónica. El resto de los elementos escénicos son igualmente correctos y poco personales. La luz, sosa, eficaz y fría, sin emoción. Buen movimiento del coro, sin embrago. Ágil, divertido y ligero.     



La batuta de Bruno Campanella consiguió sacar el brillo y la chispa que le ha faltado en otras ocasiones a la orquesta del Real y de paso volvía a Madrid con la misma partitura con la que dirigió en la Zarzuela otra versión histórica, nada menos que con Kraus y una de las cantantes que a mí me parece que han desafinado más de la historia, June Anderson. Volviendo a la orquesta del Real, tampoco es que fuera una cosa loca, pero en ciertos momentos sí tuvo el pellizco que le ha faltado con Rossini o con Mozart. Así que al menos la orquesta sonó brillante, correcta y con chispa. Gran ovación.  
Todo esto dentro de que lo que presenciamos es una ópera sin ninguna complicación. Evidentemente está el "Ah, mes amís", el "Il faut partir", la escena de la lección de música y la cachondada de turno con la Krakenthorp. Aparte de eso, la partitura personalmente tampoco me parece antológica. Pero vamos, que se ve divinamente, se disfruta, no tiene mayor complicación, el argumento es ligero y bien digerible y florituras aparte, tampoco te deja un regusto de haber visto algo inolvidable y que te deje huella.
Ángela Molina estuvo bien. Bueno, digamos que... estuvo. Le puso mucha entrega y todo su... arte pero le faltó diversión, humor, gracia, salero, cachondeo, ironía... no sé, algo. Tuvieron que meterle unas frases en castellano a ver si así la gente se reía un poco. Y sí, la gente se rió. Un poco.



Pietro Spagnoli fantástico. Gracioso, vozarrón, cachondo, buena presencia y mucho carisma. No se arrugó frente a sus compis.   
Ewa Podles es una burra parda. Sigue conservando ese vozarrón poderoso y con poderío. Unas notas increíbles y una capacidad interpretativa cautivadora. Os sugiero que busquéis la "Suor Angelica" que se cantó con Patricia Racette en 2012. Su "Il principe Gualtiero..." es brutal. 


   
Aleksandra Kurzak estuvo maravillosa. Algo dubitativa en algunas notas aunque con unos agudos precisos, chulos y a pesar de sonar algo débiles, se notaba que había dominio del instrumento. Actoralmente se defendió muy bien. Es buena actriz de comedia, divertida, , pizpireta, zafia, graciosa y con muchísima complicidad con el público. Maravillosa. Se nos cantó un "Il faut partir" hermosísimo y con un dolor en la voz realmente impactante. Se notaba además que estaba dándolo todo y yo eso siempre lo agradezco.



Javier Camarena es un prodigio. Tiene una facilidad cantando que resulta insultante. Va como deslizándose por las notas, como si patinara sobre ellas. No choca con ninguna, no se tropieza con ellas, ni son riscos que el compositor he puesto delante de sus morros. No. Son peldaños de una escalera por la que se desliza hacia arriba y hacia abajo con la misma facilidad, con el mismo brillo y con el mismo carisma. Claro, empieza el "Ah, mes amis" y todos apretamos el culo esperando el momentazo. Y aunque los dos primeros los atacó un poco bruscamente, los otros... dieciséis  "do de pecho" fueron asombrosamente fáciles, preciosos y brillantes, divertidos y estratosféricos. Magistral, portentoso, acojonante. Sólo por ese momento y por el "pour me rapprocher de Marie" mereció la pena la noche. Eso sí que fue un momento histórico. Con los años se recordará este espectáculo por Camarena. Y con toda justicia porque es una bestia parda, un portento y aunque el físico no le ayude tanto como a Flórez, sin duda el lugar que está adquiriendo como "portento revelación" es totalmente merecido. Asombroso. 
Luego cenita por la zona con un vino rico. A los pocos días el recuerdo se ha diluido y queda el inmenso impacto de haber oído a Camarena y sus nueve notas como nueve soles.        

domingo, 2 de noviembre de 2014

MBIG (III) La pensión de las pulgas.





El texto me lo conozco casi al dedillo. He visto miles de millones de versiones de McBeth en todos los formatos habidos y por haber. Incluso esta versión la había visto ya otras dos o tres veces, ya ni recuerdo. Pero lo de esta matinal ha superado toda mi capacidad emocional, que por cierto, es ingente, y he visto desbordado mi interior como pocas veces antes en mi puta vida. Ya sé que he escrito antes dos veces sobre este montaje, pero cada vez que lo he visto ha sido un terremoto emocional nuevo, así que voy a por la tercera. Podría esperar a mañana o a que reposara el sentimiento, pero es como cuando te despiertas y has tenido un sueño de esos que te han hecho llorar, o retorcerte, o gozar y tienes tentaciones de escribirla para que no se te olvide. O lo escribo ahora o callo para siempre y yo callao, no puedo estar.
También he tenido la tentación de leer lo que escribí en su momento pero prefiero no hacerlo. No quiero usar recursos de otras veces, aunque si coinciden, será que son así. 
Mira, me lo he pensado mejor y creo que no voy a hacer un repaso al uso de cada elemento de la función. En esta ocasión seré más raro que nunca y lo voy a definir con sensaciones. 
Al minuto y medio de empezar la función he notado un calambrazo. No estaba sentado encima del enchufe, no, era que la tensión y la electricidad que automáticamente se había creado en esa habitación era tan mágica que había cobrado vida. Era como los rayos esos de las pelis de ciencia ficción, o como los relámpagos de una tormentaza en medio del campo. Era algo casi físico que se podía ver. José Olmo le da un talante y un poderío a su Duncan que lo hace carnal y real. Andres Gertrudix es el Banquo perfecto. Sutil, malo, envidioso, buen amigo y peor enemigo. El Ross de Javier Mejía es un recital de recursos minúsculos. Imposible decir más con tan poco. Asombroso. Jorge Suquet es un McDuff antológico. Hace lo mas difícil que puede hacer un actor; escuchar cómo te cuentan que han matado a tu mujer y a tus hijos y aguantar, tragarse todo el hedor que le sale y que tú notas y luchar porque no se vea. Y luchar y luchar hasta que la lágrima se escapa sin tú quererlo. Es lágrima traicionera que Jorge ha luchado por que no se le escape y se le cae sin querer, cuando ya no lo puede evitar. Sólo por ese momento... se merece el cielo. Lo de Javier Ruiz de Somavía es... no sé... como que despierta la envidia más sucia y saca todo mi veneno. No se puede ser más guapo, estar más buenorro, tener una dicción más precisa y unos matices más preciosos. ¡¡¡Y encima parece que ese es su estado natural!!! Te odio, Javier, porque lo tienes todo y yo me pongo malo, jajajja. Tener a diez centímetros a Maribel Luis ya Pilar Matas es retroceder en el tiempo y volver a cuando tenía 6 años (yo, claro) y nos llevaban al pueblo y llegábamos a casa de mi tía Basi. Yo me cagaba vivo. Tenía ese pelo, vestía igual (los domingo sólo, claro), ponía las manitas igual que estas dos malas perras. y yo me iba por las patas. No sabía si me daba más miedo que me diera un beso o que no me lo diera. Ellas son así, son sapos, rata, víbora, murciélago, mi tía Basi, barro, mierda, pedo, odio, luz y ese color verde de mi tía que me helaba y me hiela la sangre. Raquel Pérez es la diosa del teatro y la sabiduría hecha mujerona. Se las sabe todas y ha conseguido hacer tan suyos esos monólogos fríos sobre le mundo empresarial, que la peña se partía el culo con ella. Y te canta, y te deja helado cuando te llora, y grita  y tu cuerpo quiere dejar este mundo.
Rocío Muñoz-Cobo es una burra de tres pares de cojones. Es una madrastra de Blancanieves, es la femme fatal que habla por el coño y domina en la cama. La perra más perra que te puedas imaginar. y se planta unos monólogos acojonantes demostrando una maestría de grandísima actriz que te ponen la sangre a mil. Hace algo que es lo más difícil en un monólogo y es tener claros y distinguir los focos a los que les habla en cada momento. Un monólogo no es hablar en voz alta. Es dirigir tu texto a distintos objetivos y ella los tiene clarísimos. Por eso está concreta certera, bestial y perra. Absolutamente perfecta y cada día más diosa. Bella como una madrugada y mujer tierra. La naturaleza en una cama redonda.             
Y Fran Boira. Creo a estas alturas que he dicho todo lo que se puede decir de este hombre. Es un niño grande que sufre y se empalma con las palabras "poder" y "cobarde". Hace un todo con el llanto, el sufrimiento y la risa. Ríe cuando sufre y cuanto más sufre, más ríe. Y si en otras ocasiones parecía que lo daba todo e incluso que había empeñado su propia estabilidad emocional para prestársela al personaje, hoy he visto incluso un paso más allá. Hoy no he visto a Fran Boira interpretando ni viviendo ese McBeth. Hoy directamente he visto y he sentido a McBeth. No había un actor interpretando, hoy teníamos delante, como en una sesión de espiritismo, al auténtico McBeth. Te juro por Mahler que Fran Boira estaba poseído. En varias ocasiones me ha mirado. Mejor dicho, ha dirigido su mirada hacia mí y la ha clavado en mi espíritu. Pero yo no veía a Fran Boira, no me miraba Fran Boira, me miraba un ser indefenso atrapado en el cuerpo sufriente de McBeth. Sólo sé que a la salida no he sido capaz de esperar a que saliera para felicitarle. No tengo valor para mirarle a la cara. me habría resquebrajado. 
Supongo que no he sido capaz de transmitir lo que ha ocurrido hoy en la calle Huertas. Pero es que es imposible describir un amanecer, o la sonrisa de la persona amada, o un recuerdo doloroso, o la belleza de la sinceridad, o el escalofrío de un orgasmo por amor. Hay momentos, experiencias y sensaciones que sólo se viven y las palabras no alcanzan a describirlas. En mi vida ha habido cuatro o cinco momentos de los que recuerdas para siempre. Cuando noté que mi amor era para siempre, cuando murió mi padre, cuando noté que mi amiga Esmeralda lo sería para toda la vida, cuando supe que Lluís iría siempre conmigo y esta tarde. No paro de llorar, pero no de pena, sino de sensaciones. Me avasallan. Eso nunca os lo podré agradecer lo suficiente. Me habéis dejado traspasado, herido, desgarrado. ¡Cabrones!

O será que estoy muy mayor. 

El resto, es silencio.  

Eva ha muerto. La casa de la portera.

Lleva tiempo haciéndose está función y me alegro. Me alegro porque es difícil encontrarse con un trabajo (el de Mikel Arostegui) tan sincero y apabullante. Pero vayamos por partes. 
Lo primero, decir que este texto fue censurado a mí al menos no me supone nada sobre todo teniendo en cuanta en nivelamen de nuestro amado ayuntamiento heredado, no votado. Era de esperar que lo censuraran. No esperaba menos. Digo... I didn't wait for less, lol. 
Bromas aparte el texto me pareció aburrido. Dios me libre de quitarle ningún mérito, es más, si llevan desde 2009 haciendo esta función será por algo, no sólo porque el actor esté en bolas (y muy bueno, por cierto). Pero confieso que no me enganchó en ningún momento. Leyendo la sinopsis en la web parecía interesante, pero luego o particularmente me encontré con un texto redicho, con un léxico a veces añejo y que me alejaba de la historia y con un conflicto que no terminaba de interesarme. A ver, a mí me interesaba más que Adán me contara la "verdadera " historia de él y de Eva, pero tanta digresión sobre lo malo que es Dios y su lucha con Adán, con el bien y el mal y el odio divino, que explicado así suena atractivo, finalmente se convierte en un texto añejo, con poca fuerza y cansino. Insisto, es mi opinión íntima y concreta, no discuto el valor del texto sino su efecto en mí. 



Se me hizo largo, sí. Y me enganchó al principio un poco, y hacia el final, cuando nos cuentan ya la historia de Eva, de la manzana, etc... Tampoco me gustó nada el uso de la voz en off, ni de las músicas, todo excesivamente reiterativo e ilustrativo. Eso sí, Mikel Arostegui está deslumbrante. Para empezar y aunque parezca una tontería, no lo es. Mikel está desnudo durante toda la función. Eso en un escenario ya es... valiente, la verdad, pero encima a 20 centímetros de ti... me parece ya un punto de partida arriesgado y valiente. Y lo que más denuda es su corazón. Un detalle... cuando fui a recoger las entradas, se le oía prepararse, gritando y gimiendo dentro de la casa. Yo que soy actor sé que eso es parte de un proceso de preparación brutal y profundísimo. Ni mejor ni peor que otros, pero intenso. Eso es sintomático del nivel de implicación emocional que este actorazo le pone al asunto. Un diez para Mikel Arostegui, sin duda.          

sábado, 1 de noviembre de 2014

Ámame. La pensión de las pulgas.

Los "encuentros" que he tenido en estos últimos años con Carlota Ferrer ("Los nadadores nocturnos", "Misántropo", "Maridos y mujeres", "Las hermanas Rivas", "Ámame"...),  se saldan con bastantes aciertos, incluso alguna obra de culto. Como directora me quité el sombrero ante aquellos "nadadores nocturnos" que eran poesía pura y submundo retorcido y enfermo. 
Lo que tenemos en "Ámame" es "Misery" de Stephen King y William Goldman, autor de la novela y guionista de la peli. Y sí, "Misery" me gustó mucho en su momento y Kathy Bates estaba genial y todo eso. Pero claro, es que es "Misery". Ya puedes cambiar el Valle de Tuscany por el del Jerte y contar que la prota, una bodeguera malvada llamada Angustias Channing tiene un mayordomo llamado Ling Chu y que aparece su sobrino Chus Giovanni con su familia a luchar por la bodega que aún así estarás contando Falcon Crest. En Ámame, han cambiado la nieve por el campo, al escritor por un actor y a la friki con horquilla por una fan bastante más interesante, eso sí, que la Annie Wilkes de la Bates. Pero vamos, que es Misery. Lo que sí es un acierto respecto al original es que la chica, la friki, la prota, la tarada es bastante más normal. La ves y tanto el aspecto como su forma de hablar, de tratar al prisionero es mucho más normal y cotidiana y eso le da a la función un toque naturalista mucho más terrorífico.



 Óscar de la Fuente está fabuloso como actor preso, dándolo todo desde la inmovilidad, con los recursos justos, lo más difícil, demostrando una vez más que es un todo terreno, o mejor dicho, un pedassso de actor que saca adelante todo lo que le eches. Carlota Ferrer compone un personaje con muchas vueltas, terrorífica en su mirada y en su aparente deambular cargado de energía desbocada soterrada. Da miedo verla tan "normal". Por supuesto, cuando tiene que desplegar matices y vueltas las tiene todas, es innegable que sabe perfectamente lo que quiere dar en cada momento. Y compone, como digo, un personaje menos caricaturesco que el de su colega norteamericana y más tenebrosamente normal. Hubo una cosa que no me gustó. Y ya lo noté en "Las hermanas Rivas". Las canciones. No es que estén mejor o peor cantadas, eso da igual, pero están cantadas muy deprisa. Quiero decir que tres canciones o cuatro son muchas. Pero no se pueden cantar deprisa, rapiditas, como para quitártelas de encima pronto. Imagino que la letra tendrá que ver con la acción. O si buscan un efecto sedante o relajante en la tensión de la acción, habría que cantarlas lentamente, dejando que las notas produzcan su efecto. Pero están cantadas así como de procedimiento y pierden efecto. 
En definitiva, que la historia se desinfla enseguida, en cuanto ves que te la sabes y que ya la has visto. Aún así te queda el gusto de ver el trabajo de estos dos seres dotados para el teatro y que tan cerquita notas que destilan verdad por todos sus poros.