domingo, 2 de febrero de 2014

Ejecución hipotecaria. CNC Mirador.

Al parecer K Producciones nació con la idea de llevar a los escenarios textos actuales que traten de temas candentes y socialmente preocupantes. Con "Ejecución hipotecaria" han vuelto a dar en el clavo, tras el nivelazo de "Naturaleza muerta en una cuneta" y de una fabulosa "En tierra de nadie" de hace unos años.
Es mérito de la Mirador el programar este tipo de funciones. Siempre ha sido así, pero ahora, en su nueva etapa como Centro de nuevos creadores, es más que evidente su interés por remover conciencias y tocar los huevos. 



El texto es totalmente actual y correcto. Un equipo de burócratas van a ejecutar un desahucio. Y se encuentran con el propietario y sus circunstancias. El mayor acierto quizá sea el mostrar a esos burócratas como seres humanos débiles, unos pringaos que hablan, se defienden y lo que dicen es verdad, pero no por eso tienen razón. Porque enfrente tienen a un ser humano, no un código, ni un número de expediente. Él no es un santo, pero ellos tampoco son unos monstruos. Son unos putos mandados que van a joderle la vida, sí, pero no son unos monstruos. Además, está basado en un hecho real, así que no hay peligro de juzgar lo que está ocurriendo, porque efectivamente ha ocurrido. Evidentemente, antes de que empiece la acción, TODOS los espectadores estamos de entrada de parte del prota. Pero tampoco dilapidas a esos pobre ejecutantes. A ver, pobres por pringaos, no porque no sean culpables. Claro que lo son. Aunque es eso o el paro. ¿Qué es mejor, dedicarte a ayudar a arruinar la vida de la gente o estar tú puteado? ¿Les arruinas tú la vida o ya la tienen arruinada? ¿Hasta dónde llega la supervivencia y empieza la cacería?
Durante la función, quizá fallen los flah backs. Se intenta explicar por qué el prota ha llegado al punto en el que está. Y no hace falta. Nos lo imaginamos. Y casi mejor imaginártelo. Lo que cuentan flojea un poco, como ciertos detalles. No digo que para que alguien esté al borde del desahucio tenga que vivir en una chabola, pero ver ese pedazo de tele, o ese sofá o esa barra de bar y esa nevera de diseño no ayudan a simpatizar con el prota. Y los cuatro brochazos con los que se pretende contar su proceso descorazonador quedan cojos. No se ve claramente el proceso destructivo, falta desarrollo. 
Pero bueno, aparte de esos ajustes narrativos, el espectáculo funciona, el espacio funciona, las luces, el movimiento, y sobre todo los actores. Quizá lo más flojo sea ese mejicano que no da mucho el pego. Estupendos todos, fabulosos y creíbles. Pero por encima de todos, ese fenómeno de la naturaleza que es Juan Codina. El peso y el trabajo que tiene durante toda la función es estratosférico. Va de un extremo emocional a otro como si nada y mantiene la tensión y el foco en todo momento con una maestría brutal. Sólo por ver su inmenso currazo merece la pena. Pero vamos, que merece la pena por todo. ¡¡¡¡Ya estáis todos corriendo a la Mirador!!!!

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